lunes, 29 de enero de 2018

CÓMO FABRICAR UN NUEVO HÉRCULES EN SEIS MINUTOS




Se cuenta que cuando Alfonso XII hizo su entrada triunfal en Madrid se emocionó al ver el entusiasmo con el que aplaudía un hombre y se detuvo a darle las gracias. Esto no es nada, dijo el otro ¡si viera cómo aplaudíamos el día que echamos a su madre!
Cierta o no, esta historia muestra bien que en España la monarquía es una institución muy querida y valorada hasta que deja de serlo. Si hacemos una lista de los Borbones[1] reinantes desde la Guerra de la Independencia hace ya dos siglos , Fernando VII no fue expulsado, Isabel II sí, Alfonso XII no, Alfonso XIII sí y Juan Carlos I no. Si se mantiene la cadencia, a Felipe VI le tocará hacer las maletas...
Sí, es cierto que al final la familia siempre ha vuelto, pero si la primera vez fue apenas un lustro, la segunda fue casi medio siglo el que tuvieron que esperar, así que mejor no pensar en lo que podría significar una tercera expulsión. Y si hay alguien que lo recuerde bien son ellos mismos, pues el único argumento para sostener su posición lo proporciona la memoria. Así que tras su último regreso volvieron preparados y aparte de las leyes que prácticamente les blindaban pero no servían para acrecentar la simpatía hacia sus personas, decidieron apostar fuerte por la prensa y hay que reconocerles que no fue mala elección.
En 1975 había un periódico monárquico, el ABC. Cierto que no ahorraba las alabanzas al Caudillo pero tampoco lo hacía el futuro rey Juan Carlos, de quien se ha dicho que no tolera que se hable mal de Franco en su presencia. Es una de las pocas ocasiones en que se puede decir que ha sido agradecido con alguien.
Aparte del ABC, había un buen montón de periodistas bien situados que habían hecho carrera a base de alabar a quien había que alabar en cada momento y vituperar a los caídos en desgracia. Estos formaban una base de reclutamiento aún mejor que la del ABC, pues a ninguno de ellos le entraría la tentación de reivindicar a Don Juan o alguna locura similar. Habían probado con creces su disposición a arrimarse al sol que más calentara ese día sin miedo a escupir sobre lo escrito el día anterior.
El escalón siguiente lo constituían periodistas jóvenes sin una posición consolidada pero que habían aprendido de sobra las tretas de sus maestros. Hoy les llamaríamos becarios. Eran los llamados a construir el muro de baba tras el que proteger a la Familia Real.
Aparte también había periodistas de oposición, aunque aquí cabe el debate legítimo de hasta qué punto puede ser oposición la que escribe en un medio que se edita bajo una dictadura. De estos, unos pocos se fueron a su casa. Otros, pocos también, se dieron a escribir “en clave”, herederos de una práctica común en las dictaduras que es la de “leer entre líneas”, lo que a veces llevaba a situaciones cómicas.  Pero los más de estos opositores eligieron “evolucionar” poco a poco, sin que se viera mucho la trampa, y uno de ellos acabaría por inventar la brillante fórmula “no soy monárquico, soy juancarlista”[2].
Llamar vergonzoso al comportamiento de esta tropa sería decir muy poco.  Últimamente se ha hecho pública una de tantas historias zafias que cabe atribuir a Don Juan Carlos, la de aquella ocasión en que tiraron por la borda del yate real a una modelo porque Doña Sofía estaba a punto de llegar[3]. La conocemos porque la ha contado recientemente la prensa italiana pero la deducción lógica es que si la conoce la prensa italiana, la española la conocerá con más razón. Y si Doña Sofía se acercaba al barco para reunirse con Don Juan Carlos es que la historia es rancia de cojones, porque hace décadas que la Real Pareja se evita cuidadosamente[4]. Pues bien, estamos hablando de unos cínicos consumados que hasta hace cuatro días hablaban del “matrimonio ejemplar” que formaban Don Juan Carlos y Doña Sofía.
Pero, pese al muro de silencio y el torrente de baba, hacía falta algo más. Está bien no haber roto un plato pero no puedes esperar que pasen cuarenta años alabándote por ello, es preciso hacer algo. Obrar.
Hay tres categorías de hombres virtuosos: los mártires, que son los que sufren, los santos, que dan ejemplo y los héroes, que hacen. Llegó un momento en que el proceso de canonización en vida mostró sus límites, entre otras razones porque se multiplicaban los Abogados del Diablo. Como el rey emérito no es de mucho sufrir, era más lógico intentar acomodarle en la categoría de héroe y la oportunidad llegó cinco años, tres meses y un día después de haber sido coronado, con motivo de lo que los periodistas, tan amigos de las fórmulas, llaman la intentona golpista del 23 F.
Su momento de gloria, aquel en el que se ganó la Corona, según otra de las fórmulas periodísticas al uso, fue la retransmisión por televisión de un discurso grabado en el que mostraba su adhesión al orden constitucional y anunciaba habérselo transmitido así a los máximos jefes militares cuando ya hacía horas que era evidente que el golpe no iba a triunfar[5]. Me pregunto cuáles eran las alternativas... ¿no haber hablado? ¿haber sido ambiguo? ¿apoyar el golpe derrotado? En ese sentido Juan Carlos marcó tendencia. Hoy está aceptado que se premie a los jefes sólo por hacer su trabajo pero entonces no era tan común.
En realidad tengo la impresión de que la elaboración del mito es posterior[6]. Después del 23 F se comentaba más bien su papel ambiguo y el consejo de guerra a los golpistas no ayudó a despejar las dudas... Lo ubicaría más bien en algún momento de la presidencia de Felipe González, al tiempo que se forjaba La Transición como “versión oficial”, que fue creándose poco a poco y, aunque parezca frívolo, coincidente con la conversión de los chistes del Rey en los chistes de Morán[7].
Sea como fuere, es claro que sienta un precedente. Si el padre tuvo su 23 F para justificar su posición, el heredero no puede ser menos. Y aunque es cierto que apenas lleva tres años y medio en el trono, también es verdad que cuando su padre se “ganó la corona” tenía cuarenta y tres años y este va a hacer cincuenta...  Lo que me llama más la atención es que su momento de gloria tenga que ser calcado al de su padre, un discurso televisado en una situación extraordinaria.
Cierto que en este caso extraordinaria pero poco dramática. El balance de daños del 23 F no registró ni un solo herido leve ni el mínimo daño material, salvo los famosos desconchones en el techo del Congreso producidos por las ráfagas de los guardias civiles en un momento de excitación. Visto así, ahora estaban los famosos mil heridos... Pero en el caso de Juan Carlos, al menos aún nos enfrentábamos a un intento de golpe de estado como tal, por patético y ridículo que fuese. Había allí una gente armada intentando tomar el poder aunque, como bien apuntaron Miquel Amorós y Jaime Semprún en su momento, la gran diferencia fuera que cuando se produjo el intento de golpe de estado del 18 de julio de 1936 la gente salió a la calle a pararlo (o aplaudirlo) mientras en 1981 la gente corrió a casa a seguirlo por la radio[8].  
Es verdad que se hablaba de golpe de estado desde que en setiembre los independentistas catalanes alteraron a su capricho el reglamento del Parlament para conseguir sus fines secesionistas pero difícilmente puede encajarse un intento de secesión en la categoría de un golpe de estado, pero la prensa hace tiempo que no atiende demasiado al rigor conceptual. En este caso parece que se busca el mimetismo a toda costa: si el padre paró un golpe con un discurso televisado, del hijo se espera lo mismo. Y de paso limpian la mala imagen de la dinastía, pues Alfonso XIII tuvo que salir al exilio por haber apoyado al golpista Primo de Rivera[9]... El caso es que Felipe apareció por la tele y habló durante 362 segundos y con eso, al parecer, ya se ha ganado el trono.
Resulta curioso comprobar cómo el paso del tiempo entre el discurso del padre y el del hijo altera algunos razonamientos. Felipe dice que “Esas autoridades han menospreciado los afectos y los sentimientos de solidaridad que han unido y unirán al conjunto de los españoles, y con su conducta irresponsable incluso pueden poner en riesgo la estabilidad económica y social de Cataluña y de toda España”[10]. Está claro que si en 1981 Juan Carlos hubiera dicho que criticaba el golpe porque podía ser perjudicial para la economía se hubieran reído de él y por ello se abstuvo de decir semejante cosa. Pero hoy, que casi todos vivimos en el alambre, ese dato puede ser mucho más motivador que la integridad de una constitución de cuyos artículos los gobernantes se ríen a diario.
He encontrado una crónica épica que transmite con intensidad el proceso de creación del discurso que eleva a la categoría de imprescindible al rey Felipe[11].  Ya el comienzo es impagable: “Ese martes se levantó temprano y desayunó con su mujer y sus hijas en el complejo de La Zarzuela, como siempre que está en Madrid durante la semana. La historia, al final, es una mezcla de rutina doméstica y de hechos extraordinarios[12]”. Es probable que se deba a la premura de tiempo pero en el relato abundan las incongruencias. Por ejemplo, dice que “En Zarzuela se escribe a varias manos (...) Todo, también las palabras elegidas y el orden de inclusión, es fruto del trabajo de equipo” y se supone que el equipo lo forman, aparte del Rey, el abogado del estado Jaime Alfonsín Alfonso (gallego de 62 años), Domingo Martínez Palomo, teniente general de la Guardia Civil (andaluz “criado en Murcia” de 63 años) y el periodista Jordi Gutiérrez Roldán (catalán de 58 años)  y deja claro que “A última hora de la mañana, el documento está listo para el visto bueno final”. El visto bueno es el de Rajoy que es el malo de la película, como pronto veremos. Sin embargo, en el mismo párrafo, Romero escribe que “Se graba rápido, el rey tiene interiorizado el discurso desde hace días”. Y lo subraya con negrita... La pregunta es cómo puede tener interiorizado desde días atrás un discurso escrito en comandita esa mañana pero Romero también escribe que “Felipe VI se asoma a la pantalla, como llevan haciendo los reyes más de medio siglo para felicitar la Navidad o hacer una declaración excepcional”. ¿Hace más de medio siglo? Está claro que esta mujer tiene un pequeño problema con la cronología.  Desbarajustes temporales aparte, “El rey guardó las formas institucionales durante 48 horas: dejó que hablara primero el presidente del Gobierno el domingo por la noche, cuando Rajoy negó la existencia del referéndum que todos pudimos ver en directo en las televisiones” y el pobre Felipe hasta pagó un precio físico: “es un hombre prematuramente envejecido con barba cana y patas de gallo. Algunos dicen que su aspecto se debe al enorme esfuerzo que realiza por no levantar la voz, por tragarse sapos con deportividad, por ganarse a pulso el sobrenombre del Paciente, como su abuelo materno, Pablo[13]”.
¿Sus enemigos? Un “Madrid pequeño formado por periodistas, políticos, funcionarios, asesores y correveidiles. Lo que en Zarzuela se denomina “la burbuja” y de la que el rey se siente tan distante. Una Almendra Central que abarca todo lo que ocurre dentro de la M 30, el cinturón que separa a la capital del reino, la de los coches oficiales y los restaurantes caros, de la España normal. Un territorio físico y mental parecido al cinturón que existe en Washington DC, el famoso beltway del que se nutrió el populismo de Trump”.
Resumiendo, que los de los coches oficiales y restaurantes caros estaban contra Felipe y querían verle caer, no en vano votarían a Trump de vivir en Estados Unidos. Cualquiera diría que si esa Almendra Central  estuviera en contra no haría falta que un bigotón tricornudo entrara en el congreso dando voces pero ¿quién puede oponerse a análisis políticos tan finos?

La dinastía de los Austrias se dio a reivindicar a Hércules como uno de los precedentes mitológicos de la monarquía hispana. Felipe IV encargó una serie sobre los trabajos de Hércules a Zurbarán de la que hoy se conservan diez lienzos en el Museo del Prado. En honor a la verdad, no constituyen su mejor trabajo...
Hércules es también uno de los protagonistas de la preciosa ópera breve de Sebastián Durón La guerra de los gigantes, escrita hacia 1700 y considerada una apología de Felipe V, entonces en guerra con Carlos de Austria[14].
Heracles, más conocido por su nombre romano Hércules, fue el mayor de los héroes griegos y para ganar semejante reconocimiento, tuvo que afrontar doce trabajos que desafiaban cualquier capacidad. De entre todos ellos, mi favorito es el quinto, el menos “heroico”. Le ordenaron limpiar los establos de Augias, rey de Élide, y atesoraban tal cantidad de mierda que tuvo que desviar los cursos de los ríos Alfeo y Peneo para poder limpiarlos con la fuerza sumada de sus corrientes. Aunque yo no entiendo de almendras, avellanas o nueces, me parece un ejemplo a imitar.





[1] Cuando Juan Carlos recibió a Condoleeza Rice le dijo “Hola, señora Arroz”. Ella le podía haber respondido “Good morning, Mr. Bourbon”, porque es exactamente la misma palabra. Como decía aquel personaje de la tele, “yo digo lo mismo que él, pero a él le llaman campechano y a mí gañán”.
[2] Que hoy recuerda otra simpleza similar, lo de “soy independentista pero no nacionalista”. En cuanto a las situaciones cómicas, hubo quien consideró en su momento que la serie infantil “Pippi Calzaslargas”  era un gol que los anarquistas habían conseguido colar a la única televisión existente entonces. O al menos eso ha dicho alguna vez el ex humorista Forges.
[3] Jamás olvidaré la rotunda frase que me dijo una vez una modelo profesional: a cualquier cosa le llaman modelo.
[4] No hay que ser muy listo para darse cuenta de que la Reina Emérita prácticamente ha olvidado el castellano.
[5] Entre medias de la película La princesa y el pirata, protagonizada por Bob Hope. Si no recuerdo mal, al comenzar la película Hope aparece diciendo “yo salgo luego, y hago de cobarde”. Pese a lo avanzado de la hora y mi corta edad, tuve permiso para quedarme levantado esa noche...
[6] Es un hecho que merecería una investigación detallada, porque creo que de ella se derivarían lecciones muy interesantes, pero ahora mismo necesitaría un tiempo y unos medios de los que no dispongo para realizarla con la seriedad que requiere.
[7] Fernando Morán fue ministro de Exteriores con Felipe González. Según se dice, era inteligente y soberbio, así que es de imaginar cómo se sintió cuando le adjudicaban acciones atribuidas al Rey Emérito, aunque fueran de mentirijillas.
[8] Hoy todo se desdibuja pero aquella fue conocida como “la noche de los transistores”. Hay gente que recuerda haber visto en directo la entrada de Tejero en el Congreso cuando en realidad esas imágenes sólo se ofrecieron a partir del día 24.
[9] Y salió tan rápido que olvidó a su mujer en Madrid. Ella jamás se lo perdonó.
[10] El discurso completo lo publicó El País el 05/10/17 bajo el título “Discurso completo del Rey sobre Cataluña”.
[11] Ana Romero: “La forja de un rey en sólo seis minutos”, El Mundo, 14/01/18. Al parecer, es un avance de un libro titulado El rey ante el Espejo, puesto a la venta el 16 de enero.
[12] En un texto que reproduje en 2015 ya quedaba clara la importancia que la familia da al desayuno: “Los Borbón – Ortiz son de desayunos completos y calmados, no les van las prisas. (...) el diálogo forma parte de su modelo de educación (...) “Doña Letizia es una experta en nutrición, a la que le interesa el procedimiento dietético y científico de la cocina (...) Ha guisado desde niña, y su padre, Jesús Ortiz, es un grandísimo cocinero”.
[13] Rey de Grecia donde, pese a sus desgracias actuales, no echan de menos a los reyes lo más mínimo. Serán desagradecidos...
[14] Pese a ser el maestro de capilla de Felipe hoy diríamos el director de su orquesta y su compositor residente , Durón simpatizaba secretamente con el archiduque Carlos y cuando este se hallaba a las puertas de Madrid sacó a los músicos de su rival a cantar el Te Deum en acción de gracias. Se precipitó. Carlos no llegó a entrar en la capital y Durón quedó señalado por su imprudencia. Tuvo que exiliarse a Francia y aunque Felipe, conocedor de su talento, le perdonó, Durón no regresó. Hechos como este deberían hacer replantearse a los catalanistas su visión simplista de la Historia, pero está claro que ni se los van a enseñar en su escuela ni los van a ver en su televisión...

lunes, 15 de enero de 2018

SANDRA MOZAROWSKY



Como lo prometido es deuda, aquí va ese hecho de la época del Destape del que no hace mucho afirmé que me iba a ocupar. Como lo de la libertad de expresión está como está, y no tiene pinta de mejorar a corto plazo[1], voy a ahorrar mis opiniones sobre lo narrado y me contentaré con reproducir lo escrito por otros citando la fuente y sólo aportaré alguna información histórica para establecer el contexto.
(Creo que hoy aún está permitido el derecho de cita, pero sabiendo que sí es delictivo dar al “me gusta” de lo que publique otro, como ha recordado recientemente la policía, me temo que es cuestión de tiempo. Otra buena razón para huir de las “redes antisociales”[2]. Hace años me llamaba la atención que en páginas escritas en lenguas extranjeras que se ocupaban de terrorismo sin incluir opiniones, los autores incluían un párrafo inicial que explicaba que el contenido sólo obedecía a propósitos informativos o educativos[3]).
Comenzaré con su voz de la Wikipedia. Como es breve la copiaré entera, obviando los cambios de tipografía y las subdivisiones del índice[4]:

“Alexandra Elena Mozarowsky Ruiz de Frías, conocida artísticamente como Sandra Mozarowsky (Tánger Marruecos 17 de octubre de 1958 Madrid, 14 de septiembre de 1977), fue una actriz española, famosa por sus interpretaciones a lo largo de los años 70 en una veintena de películas clasificadas dentro del llamado “cine de destape”.
Hija de un diplomático (labor que compagina con la de ingeniero electrónico) de origen ruso y madre española, cuando la familia se traslada a vivir a Madrid procedente de Marruecos, comienza sus estudios en el Liceo Anglo Español de la capital, de donde pasa al Colegio del Sagrado Corazón, donde termina el bachillerato en 1976.
Con diez años, debuta en la película El otro árbol de Guernica de Pedro Lazaga, donde comienza una fulgurante carrera artística centrada en una serie de producciones de alto contenido erótico, entre las que destacan El mariscal del infierno (estrenada en España en 1974), La noche de las gaviotas (1975), El hombre de los hongos (filmada en México en 1976), Hasta que el matrimonio nos separe (1976), Abortar en Londres (1977) o Ángel negro (1977), en la que comparte cartel con el actor mexicano Jorge Rivero, con el que se la relaciona sentimentalmente, en las que la joven protagoniza frecuentes desnudos integrales y “escenas de cama”, lo que la convierte en una de las promesas cinematográficas más firmes del momento.
Intervino también en sendos capítulos de las series de Televisión Española Cuentos y leyendas (“El estudiante de Salamanca”) y Curro Jiménez (“El retorno al hogar”), emitidos respectivamente los días 19 de diciembre de 1975 y 5 de junio de 1977.
Falleció el 14 de septiembre de 1977 en Madrid, a consecuencia del traumatismo craneoencefálico sufrido al caer desde la terraza de su domicilio, situado en la cuarta planta de la calle Álvarez de Baena nº 3, el 23 de agosto, lo que, con posterioridad, dispararía los más variopintos rumores y especulaciones sobre su presunto romance con Juan Carlos I. Según otros autores, simultanearía su trabajo como actriz con el de “chica de alterne” en un renombrado club de la madrileña calle Oriente, uno de cuyos socios propietarios sería el conocido actor Paco Martínez Soria.
La familia de Sandra asumió un resignado silencio sobre el asunto. Y ahí sigue, enterrado en el fondo de la memoria, esperando la mano que levante el velo”.

El artículo remite a varias fuentes, de las que sólo reproduciré una por si despierta el apetito:

“De madre española y padre ruso, esta actriz apenas había empezado a despuntar en la cinematografía nacional, labrándose una creciente fama cuando murió extrañamente a los 18 años después de caer por una ventana. Numerosos rumores rodearon su muerte: que si su piso estaba financiado por el Ministerio de Defensa, que si había sido asesinada para ocultar un romance embarazo incluido con una de las más altas personalidades del estado (la más alta, de hecho ) ... dichos rumores fueron después reactivados por voces como la de Andrew Morton o incluso Mario Conde. De belleza cautivadora, su breve paso por el cine erótico y las sesiones fotográficas quedó oscurecido por la truculenta trama de novela negra que pudo ocultarse tras su misteriosa desaparición, de la que resulta difícil decir cuánto hay de verdad o no. Hagan una búsqueda en Google al respecto, porque el tema es más que (desgraciadamente) interesante y desde ya se lo digo les va a sorprender sobremanera[5]”.

Por mi parte también invito a hacer esa búsqueda. Sin salir de la página de Wikipedia ya hay un par de enlaces muy interesantes...

Tres datos históricos

Paco Martínez Soria era un cómico de registro muy limitado que intentó triunfar de todas las maneras. Durante la guerra se sacó el carnet de la CNT para ver si por ahí podía meter cuchara, pero los bárbaros rojos no supieron apreciar sus cualidades y ya en el régimen de Franco, tuvo que pasar muchos años malcomiendo hasta que consiguió el reconocimiento a su registro de paleto rancio, el único que poseía. Eso sí, una vez alcanzada la popularidad lo explotó hasta la extenuación apoyado en comedietas infames que le escribía a la medida bajo seudónimo Fernando Lázaro Carreter. Sí, aquel académico que escribía los libros “de Lengua” que se estudiaban en EGB o más bien sólo firmaba, según parece[6].
Decía Martínez Soria que el mayor orgullo de su vida era haber tenido un hijo cura...

Antes de la aprobación de la constitución de 1978 los de 18 años eran menores de edad a todos los efectos, atenuantes o agravantes.

Ya he dejado clara mi extrañeza porque el autor de la frase “Rey sólo hay uno” no tenga problema en admitir que hoy haya dos. Aún se puede complicar más si se tiene en cuenta que ha declarado recientemente que La competición siempre ha sido lo que más me ha gustado. Siempre he sido muy competitivo. En el deporte y en la vida[7] y sin embargo acepta ser el segundo sin mayor problema.
Hasta que he recordado que según esa misma constitución, la persona del rey es inviolable y no está sujeta a responsabilidad penal...
Siendo así, mientras seas rey, ¿qué demonios importa ser el Rey de Oros, el de Copas, el de Espadas o el de Bastos?




[1] Según leo estos días en periódicos “de izquierdas”, la única posibilidad procedería de los efectos taumatúrgicos provocados tras la catarsis que sucedería a la proclamación de la República Catalana pero, como decían los galos de Asterix, “eso no va a pasar mañana”.
[2] Hace poco un antiguo alto empleado de Facebook se ha quedado a gusto hablando sobre los daños a futuro que producirán. Ha recibido mucha atención pero poco eco. (En lugar de eco los imbéciles prefieren decir feedback).
[3] Y aún con eso, alguna desapareció de la noche a la mañana, como la magnífica brigaterosse.it (o .org, ahora no recuerdo...). Lo gracioso del caso es que la mayoría de informaciones sobre las Brigadas Rojas  disponibles en Internet y en más de un libro publicado , proceden de ella.
[4] Culquier error es culpa de mis fallos de transcripción y he adaptado la tipografía a las normas de esta página. Por si las dudas, copio la versión del día 20 de diciembre de 2017, exactamente cuarenta y cuatro años después de la muerte de aquel almirante sobre la que hacer chistes conlleva grandes peticiones de pena...
[5] Emilio de Gorgot: “Mitos del cine erótico de los 70 ¿qué fue de ellas?”, Jotdown, (sin fecha de publicación).
[6] Gregorio Morán: El cura y los mandarines. Historia no oficial del bosque de los letrados. Cultura y política en España 1962 1996, Akal, (Madrid), 2014, p. 771. Su “nombre de pluma” era Fernando Ángel Lozano.
[7] Quino Petit: “Juan Carlos I: ‘El mar es la libertad’”, El País Semanal, 20/12/17.

domingo, 14 de enero de 2018

DE LO QUE SE COME, SE CRÍA...


Cuentan que un presidente de comunidad autónoma, tras recibir la visita del entonces príncipe de Asturias a su comunidad, telefoneó al Rey para comentar lo bien que había resultado todo. Como expresión de lealtad a la Corona se despidió de don Juan Carlos diciéndole que había tratado a su hijo como si fuera Rey. El entonces Rey no ocultó su incomodidad por lo que acababa de escuchar y respondió a su interlocutor con una verdadera clase magistral sobre el asunto. “Te recuerdo”, le dijo, “que Rey solo hay uno”[1].

Hoy hay dos, el emérito y el titular, pero parece que el emérito  autor de la frase no tiene nada que reprochar.
Tampoco sería la primera vez que dice donde dije digo, digo Diego, yo me llamo andanas o si te he visto, no me acuerdo. El 21 de julio de 1966 se publicaba que don Juan Carlos había proclamado muy solemnemente que “Nunca, nunca aceptaré la Corona mientras mi padre esté vivo”. Su padre le conocía como si le hubiera engendrado y en una carta escrita el 12 de octubre de 1968 que recomiendo leer completa , le dice, entre otras cosas, que “Has de tener en cuenta que toda sugerencia en este sentido de perturbación de la normalidad dinástica procede de pequeñas pasiones que nada tienen que ver con el espíritu sereno y equilibrado del general Franco, al que desfiguran y disminuyen los que quieren presentarlo como raíz o motor de planteamientos artificiosos y de tan corto alcance”[2]. Es decir, en lenguaje llano, el Rey soy yo y “Rey sólo hay uno”.
También es cierto que la desmemoria no es patrimonio de la sangre real, sino que se contagia con facilidad al entorno. Luis María Anson, el firmante del artículo de 1966, publicaba hace poco otro “para Don Juan Carlos” que básicamente era una reivindicación de la infanta juzgada y luego absuelta y en el que se proclama como “el único consejero del Consejo Privado de su padre que queda vivo” y llama a ese mismo padre “Juan III”, pese a saber que jamás en su vida reinó[3].
Supongo que aquí se encierran las claves, no me toquen el pasado mientras yo viva bien.
Y si se trata de vivir bien, Don Juan Carlos podría poner academia Llegó al trono con una mano delante y otra detrás y se le ha calculado una fortuna de 2.300 millones de dólares en 2012 y de 1.600 millones de euros en 2014. Por si acaso, en noviembre de 2013 Forbes decidió no incluir la fortuna de Juan Carlos entre las 100 personalidades más ricas de España. Hicieron bien, qué duda cabe[4]...
La monarquía se basa en la idea de que las cualidades se transmiten por vía genética. La sangre real, ya se sabe[5]...
Pensaba en qué cualidades podían haber heredado sus herederos y la cultura no venía entre el lote disponible. Pensaba más bien en otras más prácticas, como las referentes a cómo multiplicar el capital. Pero como en el caso del padre, en el del hijo no hay con qué comparar porque no hay cifras ni las habrá y ¡ay del que se atreva! ¿Recordaremos aquel número de revista secuestrado por mostrar una caricatura irrespetuosa o al reportero encarcelado en Estados Unidos por habérsele acercado demasiado, ambos hechos sucedidos cuando aún era heredero?
Así que salté a la generación siguiente para averiguar que a Froilán y sus amigos alguien les había robado un sobre con 1400 euros en un bingo pijo.

Curiosamente, María García García también es una gran aficionada al bingo. Es más conocida por su nombre artístico, Bárbara Rey[6].
Mal ejemplo. Pese a su apellido postizo parece ser que pierde más que gana, aunque también parece que no le duele mucho...



[1] Mariola Urrea Corres: “Rey solo hay uno”, El País, 05/01/18.
[2] Fernando Díaz Plaja: La España franquista en sus documentos (La posguerra española en sus documentos). Plaza & Janes, (Barcelona), 1976, pp. 389 y 442.
[3] Luis María Anson: “Artículo para Don Juan Carlos”, El Mundo, 04/01/18.
[4] Doreen Carvajal y Raphael Minder: “Chastened King Seeks Redemption, for Spain and His Monarchy”, The New York Times, 28/09/12 y Chic: “El enigma de la fortuna personal del rey Juan Carlos”, Libertad Digital, 07/09/14.
[5] Es fascinante comprobar cómo, siendo una idea desestimada desde hace tiempo en el discurso oficial, la categoría de “hijo de” abarca todas las profesiones y escalas sociales, del presidente de gobierno al minero,  y abraza todas las ideologías del arco, de la derecha a la izquierda sin vergüenza ninguna...
[6] ¿Su seudónimo podría ser candidato a uno de los mejores chistes del siglo XX español?

domingo, 7 de enero de 2018

PANGLOSSIANOS (I): CERTEZAS O ASÍ...


Hace un año me ocupé de ellos y si entonces parecían una tendencia marginal, en los últimos meses han cobrado fuelle y ya empiezan a ser letanía habitual  en algunos diarios. Me gustaría ocuparme extensamente de ellos y alguna cosa voy haciendo pero se aprende de los errores y no quiero prometer algo que no sé si estaré en disposición de cumplir.
El profesor Pangloss es un personaje del Cándido de Voltaire que proclama que “vivimos en el mejor de los mundos posibles”. El gran Voltaire se burlaba de Leibniz, que opinaba tal cosa, pero Leibniz había muerto en 1716 y casi cuarenta años después el devastador terremoto que sufrió Lisboa el primero de noviembre de 1755 hizo que muchos pensadores europeos se replantearan muchas cosas[1].
Últimamente florecen las llamadas al optimismo basadas en un único argumento: la humanidad nunca ha vivido tan bien como ahora y si somos pesimistas es porque el pesimismo vende mejor las noticias que el optimismo. Para empezar el año he elegido un ejemplo reciente pero si Fortuna me lo permite trataré de otros porque hay mucha tela que cortar. Se trata de un artículo escrito por Juan Ramón Rallo, aunque sólo me voy a centrar en uno de los diez gráficos que acompañan su texto.
Juan Ramón Rallo es un liberal. Y como a todos los que se definen así, tampoco le quedan mal los prefijos (neoliberal, ultraliberal, etc.). Tuvo su momento de notoriedad pública no hace mucho porque Rallo, como buen liberal, es de los que defiende que el Estado debe reducirse a su mínima expresión puesto que es ineficiente, dilapidador de recursos y todas esas cosas. El escollo surgió cuando le hicieron una oferta de Televisión Española para ir a discursear y la aceptó y unos cuantos le hicieron notar que aquello entraba en contradicción con su discurso. Hay que decir en su favor que acabó por renunciar.
El artículo de Rallo es un canto al optimismo, con el consiguiente tirón de orejas a los que estamos en el otro lado[2]. Por situar un poquito, el subtítulo dice “A pesar de todos los cenizos y agoreros que suelen copar las tribunas mediáticas, el mundo lleva varias décadas experimentando (gracias al capitalismo global) un progreso jamás antes visto” y la segunda frase dice, sin miedo a despeinarse, que “2017 fue el mejor año de la historia de la humanidad, pero 2018 será todavía mejor”. Y para probarlo incluye diez gráficos, de los que desdeñaré nueve y me centraré en uno, el quinto, por pura deformación profesional, como pronto entenderéis. Lo introduce con el siguiente texto:
Quinto: violencia. El progreso material y moral de las sociedades también se está dejando sentir en una menor propensión hacia la criminalidad. Las personas cada vez empatizan más con el prójimo y, merced al comercio, se vuelven más interdependientes y, por tanto, optamos por cooperar de buena fe antes que por extorsionar al vecino. Si, por ejemplo, nos restringimos a Europa y nos fijamos en una de las dimensiones más evidentes de la criminalidad el número de homicidios por cada mil habitantes , comprobaremos que esta se encuentra en el menor nivel de su historia.
Antes de ir con el gráfico habrá que ocuparse un poco del texto de presentación, porque las elecciones no son casuales. Eso de las bondades pacificadoras del comercio merecería capítulo aparte porque muchas guerras se han desatado por intereses comerciales, en especial las más modernas, pero dejémoslo para otra ocasión futura. Dice Rallo “si, por ejemplo, nos restringimos a Europa”. A ver, si estamos hablando del globo, ¿por qué nos hemos de restringir a Europa? Esta es una de las tácticas favoritas de estos sinvergüenzas: cuando conviene aplico el telescopio pero cuando me viene mejor utilizo el microscopio...
Pensando mal, los pesimistas fracasados nos podríamos preguntar por qué excluir de la visión a, digamos, Honduras, donde menores sin la menor instrucción se alquilan por cuatro chavos a una compañía de autobuses para lanzar cócteles molotov a los autobuses de la competencia sin importarles si churruscan a una docena de viajeros, y no es un ejemplo teórico...
Bien. Aceptemos la renuncia. Restrinjámonos a Europa. Ahora hay que hacer una nueva, ceñirnos al homicidio. Esta la ve hasta el más tonto: si en lugar de contar muertes violentas contamos homicidios nos quitamos de encima unas molestas decenas de millones que suman las dos guerras mundiales y los campos de exterminio y concentración. Sin salir de España, una Guerra Civil que no escaseó en muertos y al menos diez años de fusilamientos frecuentes que siguieron.
Con esto ya habría para decirle cuatro cositas al liberalete este, pero vayamos al gráfico.


Lo primero que cabe decir es que es un tanto zafio porque resume ochocientos años en unos pocos centímetros y el resultado práctico es que a la hora de ir a datar un pico o un valle se puede errar medio siglo tranquilamente. El gráfico empieza con una tasa de homicidios bastante alta, alrededor de 32 en el año 1200. Parece caer un poquito hasta vísperas de la Peste Negra y ahí repunta espectacularmente hasta el año 1400 en que se eleva por encima de 40, pero a partir de ahí cae a la mitad en un siglo. Desde 1500 a 1700 pasa de ese 20 a aproximadamente un ridículo 3, que en los tres siglos siguientes cae aún más hasta prácticamente fregar el cero. El problema es que por mucho que les busco explicación no consigo adivinar de dónde pueden haber salido las cifras que le dan forma.
Soy medievalista y durante unos años estuve investigando sobre un asunto muy interesante de la edad media burgalesa. Burgos es una de las ciudades españolas que conserva más documentación de época medieval y aún así Teófilo F. Ruiz, uno de los grandes conocedores del Burgos medieval, confesaba con honradez que su estimación  sobre su población en la edad media era una cifra más bien “mágica”. Porque los medievales nunca se preocuparon por contar a la gente. No hay ningún documento que se parezca ni de lejos a lo que pueda ser el padrón de hoy. Hay que proceder siempre de forma indirecta y, por tanto, sujeta a errores.
Por ejemplo, existen listas que recogen los diezmos que algunos lugares pagaban a la catedral de la que dependían[3]. Las diferencias entre las cantidades se puede entender que obedecen a la diferencia de población entre unos núcleos y otros y si de alguno, especialmente los más pequeños, se puede obtener algún dato también indirecto de otra fuente que permita estimar la población, aparece la tentación de traducir los maravedís en habitantes y multiplicar por la cantidad señalada a cada lugar. A falta de algo mejor, al menos podremos hacer una estimación, aunque evidentemente llena de riesgos. Por señalar alguno, entonces los pueblos salineros se podían considerar ricos. La sal era un bien preciado por escaso, al menos en el interior, y era una actividad que precisaba poca mano de obra. La riqueza por habitante era muy superior a la de los pueblos que se dedicaban a sembrar cereal (como se decía entonces, “tierras de pan llevar”) y aplicarles el mismo coeficiente basado en la relación maravedís / número de habitantes desvirtuará el resultado. Tampoco sabemos si las cifras consignadas en ese único documento corresponden a un año bueno, regular o malo. Por otra parte, al ser documentos elaborados no para hacer una estimación poblacional sino para satisfacer las necesidades de unos canónigos que vivían a muchos kilómetros de distancia, no tienen por qué ser completas. Bien pudiera ser que una vez reunida la cifra que estimaban necesaria se desentendieran del resto, como parece ser el caso burgalés. En resumen, al menos para la Edad Media es imposible saber con certeza cuál era la población europea. Si es difícil para zonas bien documentadas, imaginemos lo que puede ser para las que carecen de documentación relevante, que son muchas y muy amplias.
La situación mejora a partir de mediados del siglo XVI en el área católica porque el Concilio de Trento decreta la obligatoriedad de que las parroquias lleven libros de bautismo y defunción, lo que ya se parece a un documento demográfico porque prácticamente toda la población se bautizaba y enterraba bajo el rito católico. Aún así, mucha documentación parroquial se ha perdido por culpa de guerras, incendios, inundaciones o simple negligencia en la custodia. Basta con que una sacristía arda durante un par de horas para que se pierda la información de cuatro siglos... Pero habrá que esperar a la creación de estados modernos, a partir del siglo XIX, para que surja la preocupación por contar a la gente de manera metódica y más o menos fiable y aún así con diferentes ritmos, según las posibilidades de cada país. Los escandinavos fueron los pioneros, como en tantas otras cosas.
Y si hasta el siglo XIX en el mejor de los casos no podemos decir nada con seguridad sobre la población de un territorio, ¿qué podemos decir sobre el índice de homicidios por cada cien mil habitantes?
Absolutamente nada, claro está. Es una cifra imposible de calcular con un mínimo de rigor y ningún historiador serio se ha dedicado a ello. Todo lo que se pueda decir sobre la criminalidad nace de datos cualitativos, no cuantitativos. Hay documentos especialmente locuaces que nos pueden mostrar una pincelada esclarecedora sobre un tiempo y un lugar, pero no se pueden generalizar más allá del tiempo y lugar al que aluden. Es así de simple y de desesperante.
Se puede decir en voz bien alta: las tasas de homicidios en Europa que presenta Rallo citando como fuente un Eisner, 2003 del que, como dijo aquel, ni sé ni curaré de lo saber , son pura invención.
Porque además van en contra de lo poco que se sabe con una mínima certeza. Por ejemplo, la tasa entre 1350 y 1400 no debería subir sino bajar porque, por paradójico que parezca, el periodo posterior a la Peste Negra de 1348 fue paradisiaco para los supervivientes. Porque la escasez de población permitía que los asalariados consiguieran mejoras espectaculares en su sueldo porque no había otro que fuera a hacer su trabajo cobrando menos. Para los que querían probar por su cuenta, había montones de tierras disponibles para trabajar y sitio de sobra para engordar ganado. Según una estimación[4], los campesinos alemanes consumían entonces cien kilos de carne por persona y año, una cifra a la que aún no ha conseguido llegar el capitalismo global y nunca lo conseguirá, pese lo que le pese a Rallo.
Habría más cosas que añadir sobre este gráfico ridículo. Por ejemplo, por qué esta gráfica empieza bastantes siglos más atrás que las otras nueve, pero no merece la pena, es un engañabobos.

Más quisiera recalcar que, según Rallo, hoy la criminalidad “se encuentra en el menor nivel de su historia”.  Pero cuando yo era pequeño los niños íbamos y volvíamos solos del colegio y jugábamos en la calle durante tardes enteras sin padres cerca. Ahora eso es inconcebible, por desgracia para los niños de hoy, pero aquí entra en juego otra de las disociaciones de Rallo: si objetivamente los niños están más seguros en las calles hoy que hace cuarenta años, ¿quién ha metido el miedo en el cuerpo a los padres?
Pues, curiosamente, los optimistas.






[1] Es una de las fechas clave para la extensión del ateísmo. Portugal era uno de los reinos europeos más devotos y no sólo le cayó esa desgracia encima sino que sucedió en una fecha importante del calendario católico, el Día de Todos los Santos. Por supuesto, cabía la eterna justificación de que Dios castigaba a los portugueses por sus pecados, pero parecía haber otros reinos más propensos al castigo que el pequeño y ensimismado Portugal...
[2] Juan Ramón Rallo: “Diez gráficos que muestran que el mundo progresa imparablemente”, El Confidencial, 29/12/17.  Espero tener tiempo y fuerza para hacer una crítica más profunda a este movimiento pero de momento apunto aquí que si la mayoría de creyentes de esta nueva fe son Pinkertianos, este parece ser Norbergiano, pues en vez de citar al padre fundador cita a un tal Johan Norberg, un economista sueco.
[3] Se conservan listas de ese tipo para las diócesis de Ávila, Segovia y Burgos redactadas hacia 1250. La lista de Burgos es bastante incompleta, faltan muchísimos lugares documentados en otras fuentes de fecha cercana.
[4] Como se ve, esta es la palabra mágica cuando se trata de aportar datos referidos a la Edad Media.