Uno de los
consensos de la Transición era que no se podía poner en cuestión la monarquía
como forma de gobierno. Adolfo Suárez contaba a Victoria Prego que no se pensó
en someterlo a referéndum porque creían que se perdería y por supuesto Prego se
ocupó de que esas declaraciones no se emitieran en su momento. ¿Por qué ese
interés en restaurar la monarquía?
La Historia es un
proceso complejo, rara vez hay una sola causa para un efecto y el azar ha jugado
su parte en sucesos históricos de gran importancia.
Aquí quiero apuntar una causa pero no pretendo que sea la causa. Pero
tampoco me parece bien que se olvide.
Llegar arriba
La Segunda
República nació rodeada de enemigos. Con apenas un año de vida ya sufrió un
intento de golpe comandado por el general Sanjurjo que resultó una mamarrachada
pero ya estaba ahí el aviso. No quiero despachar aquí la historia de esos cinco
años en dos brochazos porque de eso ya hemos tenido demasiado y todo malo,
tanto de defensores como de enemigos. La cuestión es que a partir del triunfo
del Frente Popular de febrero de 1936 altos mandos militares comenzaron a
planear un golpe de estado contra el gobierno vigente. El principal encargado
fue el general Emilio Mola y por eso recibió el sobrenombre de El Director.
El plan preveía poner al frente al general Sanjurjo porque en el ejército la
veteranía es un grado, pero se pensaba más bien en una dirección colegiada y se
pretendía contar con el mayor número posible de militares de alta graduación.
Por eso se procuró atraer al general Franco, que entonces tenía más prestigio
que mando efectivo porque el gobierno, receloso con buen criterio, le había
enviado a Canarias.
A Franco sus
compañeros golpistas le acabaron llamando la vedette porque se dejaba
querer pero no terminaba de deshojar la margarita. Se sabe que su mujer Carmen
Polo le había dicho “Paco, tú, jefe” y se ve que lo de alcanzar la jefatura no
debía aparecer muy claro en su mente en aquel momento, pero al final acabó por
dar el sí.
El caso es que se
dio el golpe pero no salió como estaba previsto. Media España se opuso
férreamente y como ya sabemos derivó en una guerra civil especialmente larga y
cruel. El 20 de julio el general Sanjurjo partió de Estoril, donde se había
refugiado como un gallina, pero su avión se estrelló apenas despegado y allí
murió. Se dice que la causa fue una maleta llena de condecoraciones que se
empeñó en llevar, pese a que el piloto le advirtió de que era demasiado peso.
Por orden de antigüedad el mando correspondió entonces al general Miguel
Cabanellas pero seguía siendo un puesto honorífico porque las decisiones se
tomaban aún de forma colegiada.
Pero Franco ya
estaba moviendo los hilos para obedecer a su mujer y el 21 de setiembre
consiguió ser nombrado Generalísimo, que como se puede deducir consistía en ser
un general con más atribuciones que los demás pero el nombramiento, con ser un
avance, no le otorgaba aún el poder total. Viendo que contaba con el viento a
favor, una semana después, el 28, consiguió ampliarlo a Jefe del Gobierno del
Estado mientras durase la guerra. Cabanellas, que había tenido a Franco a sus
órdenes, intentó convencer a sus compañeros para que no le otorgasen esos
cargos. Decía que él le conocía bien y sabía que si le daban tanto poder jamás
en su vida lo retornaría. Como un eco de su profecía, cuando el decreto salió
publicado el día 30 faltaba aquello de mientras durase la guerra pero
ninguno de sus compañeros de armas pareció preocuparse. Desde entonces el
primero de octubre se celebrará solemnemente la Exaltación de Franco a la
Jefatura del Estado.
En junio de 1937
el general Mola muere en un accidente de aviación. No han faltado quienes han
visto la larga mano de Franco detrás de ese accidente y el de Sanjurjo pero
creo que basta ver cómo eran esos aviones para darse cuenta de que lo raro era
que consiguiesen depositar a sus pasajeros sanos y salvos.
Terminada la
guerra, Franco conservó su título de Generalísimo y los poetas de su corte le
añadieron lo de Caudillo invicto, espada más limpia de Europa, único vencedor
del bolchevismo en los campos de batalla y otras cuantas fórmulas a cuál más
retorcida. Unos meses después llegó la guerra mundial y Franco apostó mal y
tuvo que reinventarse a mitad de carrera pero los Aliados acabaron
haciendo como que se lo creían para desilusión de los republicanos que tenían
esperanzas de que Franco acompañase a sus amiguetes Hitler y Mussolini.
Buscando un lugar
A Franco le
gustaba repetir que él sólo era responsable ante Dios y ante la Historia. Le
preocupaba mucho cuál sería su lugar histórico, qué dirían de él los libros en
el futuro.
Su poder no estaba
en cuestión y en los casi cuarenta años que mandó nunca tuvo motivos serios de
preocupación ni por parte de los amigos ni de los enemigos.
Lo de Caudillo,
Generalísimo y Salvador de España servía para justificar su mandato pero de cara
al Derecho Internacional sonaba un tanto exótico, así que una vez se vio
respaldado de hecho por las potencias vencedoras decidió que tenía que revestir
su poder de un papel más solemne que el de vencedor de una guerra civil.
No había muchas
opciones. Lo de rey estaba difícil porque es cosa muy reglamentada y no cumplía
ningún requisito y presidente de la república era demasiado cínico hasta para
él. Pero como casi siempre había un resquicio legal, la regencia (para eso
existen los abogados) aunque planteaba algún problemilla, pero para eso existen
los abogados.
La regencia se
aplica cuando existe un heredero al trono pero aún no puede acceder a él,
generalmente por ser menor de edad. La regente suele ser la madre y en su
defecto un consejo de regencia. También puede aplicarse por incapacidad
manifiesta del heredero pero en el caso borbónico esa categoría carece de
sentido.
El problema era
obvio: Alfonso XIII tenía heredero, Juan de Borbón, que ya era un buen mozo.
Tanto que había intentado alistarse en el bando sublevado y Franco había
ordenado ponerle en la frontera porque no quería nadie cerca que pudiera
hacerle sombra por pequeñita que fuera y la excusa que se le dio era que un rey
tenía que serlo de todos los españoles y por tanto no podía tomar partido por
ningún bando. Una excusa tan mala como cualquier otra.
Hay que recordar
la profecía del general Cabanellas, Franco no iba a soltar el poder de ninguna
manera así que tenía que encontrar una excusa para invalidar a Juan de Borbón
como pretendiente y la mejor que encontró fue que estaba invalidado para el
trono porque un rey tenía que serlo de todos los españoles y por tanto no
podía tomar partido por ningún bando. Hay que reconocer que el Paco tenía
sentido del humor...
Ya estaba armado
el andamiaje legal que necesitaba, de modo que el 6 de julio de 1947 presentó a
referéndum su Ley de Sucesión que definía a España como reino y ganó por
incomparecencia de sus rivales. Ya era oficialmente el regente del Reino de
España, como se podía llamar desde entonces.
Y ahí se juntaron
el hambre y las ganas de comer. En el verano de 1948 el heredero al trono
concertó con Franco que se educase en España Juan Carlos, su hijo de diez años
al que llamaban Juanito para diferenciarlo de su padre. A Franco le interesaba
un respaldo borbónico a su idea, por tibio que fuera, y a Juan de Borbón meter
el pie de alguna manera porque veía que el asunto estaba hecho con su
colaboración o sin ella.
Quítate tú pa
ponerme yo
Se puede debatir
si Franco era o no inteligente y habría que empezar por acordar una definición
de inteligencia. Tengo mi opinión pero aquí no viene al caso. Lo que sí
defenderé es que Franco tenía ese tipo de astucia cazurra que tienen los
campesinos que engañan al Diablo en los cuentos medievales.
Su modo de gobernar consistía en no dar nunca demasiado poder a un grupo pero
mantener ilusionados a todos con la posibilidad de recibirlo y con los Borbones
siguió el mismo juego que tan buenos resultados le había dado
y lo estiró como un chicle. Veintidós años tardó en decidirse por el
hijo, aunque había mandado suficientes señales al padre para que supiera que él
no iba a ser, pero cada uno ve lo que quiere ver, especialmente si corre sangre
borbónica por sus venas, aunque da la impresión de que el hijo de Allfonso XIII
confiaba más en un cambio de idea del Generalísimo que en la fidelidad de su
hijo.
El 22 de julio de
1969 Franco designa a Juan Carlos como sucesor con el título de Príncipe de
España, un título salido de la fértil imaginación del Paco. El título
tradicional del heredero de la corona española es Príncipe de Asturias, pero
sólo lo puede otorgar el jefe de la Casa Real y Juan de Borbón tenía poco donde
agarrarse y no estaba dispuesto a cederlo sin contraprestaciones, pero ese
detalle preocupaba poco a Franco. Ya había concedido títulos nobiliarios sin
tener atribución. Inventó para Juan Carlos el título de Príncipe de España y a
correr...
Pero aunque era su
elección clara, Franco no quería que Juan Carlos se durmiera en los laureles y
lo diera todo por hecho y por eso le amenazaba con nombrar heredero al
primogénito de la otra rama borbónica, Alfonso de Borbón Dampierre, que además
estaba casado con su nieta, lo que ilusionaba especialmente a la mujer del
Paco, que se sentía llamada como mínimo a fundar una dinastía.
Así conseguía que Juan Carlos no se subiera a la parra y el flamante Príncipe
de España, que veía cuánto podía ganar y cuánto perder con su rebeldía, se
sujetó al orden al punto de que hasta hoy no consiente que nadie hable mal de
Franco en su presencia. Debe ser la única vez en su vida que ha sido
agradecido.
Conclusión
Sucedido el
hecho biológico ― que era como los
periodistas cursis de entonces llamaban a la muerte de Franco
― Juan
Carlos ocupó por fin el trono y no lo soltó durante casi cuarenta años, sólo
Rajoy le privó de llegar a la cifra redonda.

Objetivo
cumplido. Las aspiraciones del Franco regente ya están satisfechas. No veo
ninguna razón histórica para que los Felipes, Leonores, Sofías, Elenas o
Froilanes y Victoriafedericas sigan ocupándolo o aspirando a ocuparlo.