sábado, 22 de septiembre de 2018

PANGLOSSIANOS (IV): LA EVIDENCIA CIENTÍFICA



El cambio conceptual inducido por la prevalencia

Ya avisé de que esta secta de los que creen y pregonan que vivimos en el mejor de los mundos posibles y el optimismo es la única actitud que merece la pena iba a ser una de mis dianas este año. En junio, uno de los máximos propagandistas fue entrevistado en varios periódicos y algo escribí, pero eran tantos los disparates que acabé por abandonar porque hubiera necesitado la extensión de un libro entero para dar una réplica adecuada[1].
Mis gustos televisivos son un tanto extraños, en lugar de las series de moda me gusta una que utilizan en La Sexta y sus cadenas satélite para rellenar tiempos muertos. En realidad son varias, pero están agrupadas bajo el nombre genérico de Crímenes imperfectos. Soy lector de novela policiaca desde la infancia y me fascinan los procesos de investigación, más allá del asunto del que se ocupen. Una de las series integradas bajo ese nombre se llama Forensic Files en su versión original y casi siempre acaba con alabanzas a la ciencia forense. Algo del tipo “los testigos mienten o se equivocan, pero las pruebas científicas no”.
Pensaba en esto mientras leía un curioso artículo escrito por el panglossiano Víctor Lapuente[2], profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Gotemburgo, porque el descubrimiento que nos presenta no es cualquier cosa. Así lo explica él mismo:

Pero ahora tenemos la evidencia. Un grupo de científicos,  liderados por el psicólogo Daniel Gilbert, ha probado la existencia de un mecanismo cerebral que nos impide captar la realidad con objetividad. Tiene un nombre pomposo “cambio conceptual inducido por la prevalencia” , pero implicaciones serias para la vida cotidiana. La idea es que, cuando la presencia de un problema (por ejemplo, la discriminación o la pobreza) se reduce, los humanos ampliamos su definición. Con lo que no sentimos la mejora.
En una serie de experimentos, Gilbert y sus coautores han mostrado que, a medida que un fenómeno se vuelve menos frecuente, incluimos en él más elementos. Por ejemplo, cuando los puntos azules empiezan a escasear en un papel, contamos como azules los puntos violetas. Cuando disminuyen las caras amenazantes en las ruedas de reconocimiento, comenzamos a evaluar los rostros neutros como amenazantes. O cuando las propuestas poco éticas se tornan esporádicas, rechazamos iniciativas que antes habríamos calificado como éticamente correctas.

Hasta aquí el sensacional hallazgo científico. Ahora veamos sus implicaciones, aunque tampoco son muy difíciles de deducir:

La gran paradoja es que, mientras los datos nos indican que esta es la era de mayor prosperidad y paz de la historia, la percepción que se deriva leyendo la prensa o viendo la televisión es que atravesamos la época más “crítica”  y “convulsa”. Hace 30 años, uno de cada tres ciudadanos del mundo vivía en la extrema pobreza. Ahora solo uno de cada diez. Y, mientras durante la mayor parte de nuestra existencia la esperanza de vida era de unos 30 años, ahora vivimos hasta los 70. Y, en países como España, por encima de los 80.
Divulgadores como Steven Pinker[3]llevan tiempo preguntándose cómo es posible que, frente a estas certezas empíricas, califiquemos cada año como uno de los peores de la historia. Ahora tenemos una respuesta. Justamente porque todo mejora, vemos problemas por todos los lados.

Las objeciones del cascarrabias mientras se aguanta la risa

Vayamos por partes. Hace poco escribía aquí algo parecido sobre los agelastas, que a medida que les van faltando problemas, los inventan[4].  Pero en este caso no se debe a un error de percepción sino a que están en juego sus intereses, del mismo modo que las fuerzas antiterroristas se dedican a rastrear Twitter a falta de cosa más sólida. De ningún modo se trata de un trastorno cognitivo sino de algo bien meditado. Así que entiendo que los que tenemos ese problema de percepción somos los que pensamos que la cosa va mal sin que ganemos nada con ello, aparte de malestar y preocupación.
Dice este muchacho que mientras durante la mayor parte de nuestra existencia la esperanza de vida era de unos 30 años, ahora vivimos hasta los 70. Y, en países como España, por encima de los 80.
Esto es absolutamente falso. No hay aún edición digital pero para un profesor de universidad no debería ser difícil conseguir el artículo de Jean Gautier Dalché: “Connaissance de l’âge et évaluation de la durée chez les habitants de quelques agglomérations du diocèse de Palencia selon une enquête de 1220”. Anuario de estudios medievales 19, (1989), pp. 191 – 204, donde podrá asombrarse de la cantidad de viejos que había a principios del siglo XIII en un lugar que no es precisamente donde se derramó el Cuerno de la Abundancia. No hay ni que discutirlo. Es basura. Una mentira como una casa. Una gilipollez de a millón. Un tópico ridículo que no por el hecho de repetirlo va a mejorar, pero es que tienen poco para convencernos de que todo va maravillosamente.
Pero hay otro argumento: Hace 30 años, uno de cada tres ciudadanos del mundo vivía en la extrema pobreza. Ahora solo uno de cada diez. No sé por qué pero siempre les pasa lo mismo: tras cada intento panglossiano por abrirnos los ojos, el propio periódico en el que han publicado sus hallazgos maravillosos les desmiente. En este caso, En la batalla que libra la humanidad contra el hambre, los seres humanos vamos perdiendo. En 2017, 821 millones de personas se iban a la cama cada día sin haber ingerido las calorías mínimas para su actividad diaria, son 15 millones más que el año anterior, lo que supone un retroceso a niveles de 2010. Los datos recogidos en el informe La seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo de la ONU, publicado este martes, confirman que no se trata de un repunte aislado, aunque los expertos se resisten a hablar de un cambio de tendencia, ya se encadenan tres años de subida[5].
En fin, que las “certezas empíricas” son las que son y Steven Pinker seguirá haciéndose preguntas.
Aunque siempre les queda uno de sus argumentos favoritos: hoy buena parte de la humanidad caga en un inodoro. Y aquí tienen razón, los abundantes viejos de la Palencia del siglo XIII cagaban en huertos y sembrados. O, espera, que me acabo de acordar de que Tim Cranmore construye unas réplicas magníficas de una flauta que apareció en 2006 en la excavación de una letrina del siglo XIV en Tartu (Estonia) que lo mismo tenía asiento[6]...




[1] Steven Pinker, que presentaba libro, aunque seguramente algo de lo escrito será aprovechable en el futuro. Por cierto, sus seguidores en España (Cayetana Álvarez de Toledo y gente así) se hacen llamar pinkerianos y no pinkertianos, como escribí erróneamente a principios de año. Imagino que se cruzó por el camino la Agencia Pinkerton de tantas lecturas de mi adolescencia
[2] Víctor Lapuente: “Vivimos en Matrix”. El País, 05/09/18. Por desgracia, no he visto la película Matrix y verla tampoco está entre mis planes inmediatos...
[3] Es curioso, casi siempre que esta tropa nombra a Pinker le añade lo de divulgador, no sé exactamente con qué intención. En ambientes universitarios suele tener un matiz peyorativo, por aquello de la falta de originalidad.
[4] Por ejemplo, el concepto de “micromachismo”. Un caso típico se da cuando un chico y una chica piden una cerveza y una coca – cola y el camarero sirve la cerveza al chico sin preguntar. En realidad se llama estadística y no siempre es desfavorable a los oprimidos, cuando la policía busca a un asesino en serie en Estados Unidos siempre parte de la idea de que es un varón blanco hasta que las pruebas conduzcan hacia otro lado. (Sí, lo he aprendido viendo Crímenes imperfectos).
[5] Alejandra Agudo; “El hambre aumenta por tercer año y alcanza a 821 millones de personas”. El País, 11/09/18.
[6] No es de extrañar que su dueño no hiciera mucho por recuperarla.

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