Dice el sabio
que “Afortunadamente, se comienza a hablar cada vez más de la (injusta y falsa)
leyenda negra hispanófoba que llevan fabricando propagandistas foráneos desde
hace siglos. Pero se destacan mucho menos las “nuevas” leyendas negras (no
menos falsas e injustas) que hemos creado (e interiorizado) nosotros solitos, y
además recientemente”
La verdad es que
el primer pensamiento fue dejarlo pasar. No es que este año esté especialmente
vago sino que me desmoraliza la cantidad de sandeces que leo últimamente. Para
dar cumplida satisfacción a todas debería dejar de trabajar y probablemente
también de dormir. Pero aunque ya no practique, sigo siendo medievalista de
oficio y de vocación y esta es demasiado gorda como para ignorarla. Lo bueno
viene después, pero sólo por ser tiquismiquis (y a veces hay que serlo en
nombre del rigor), la Leyenda Negra es un fenómeno que tiene una extensión en
el espacio y una duración en un tiempo pasado, por lo que no tiene sentido decir
que “llevan fabricando”. Lo que sea que haya hoy, es otra cosa.
La España
inexistente
Así llama a su
primera nueva leyenda negra no foránea y respeto sus negritas. De ella
sólo me interesa una frase: “Da igual que a partir de Leovigildo los godos se
integraran con la población hispano ― romana
gobernando prácticamente toda la península”.
Los más viejos
del lugar recordarán la lista de los reyes godos. Una recopilación de treinta y
cinco nombres imposibles y con mucho de arbitraria que tantos niños del pasado
tuvieron que aprender y recitar ante la mirada severa del maestro. Una muestra de la forma absurda en que se
escribía y transmitía la historia hasta no hace tanto tiempo. Me llama la
atención que mencione a Leovigildo, el número diecisiete de la lista, y no al
primero, Ataúlfo, que se casó con una romana, Gala Placidia, y que según la
tradición escuchaba misa a cincuenta pasos de donde escribo esto. ¿Acaso puede
haber un mejor ejemplo de integración goticorromana?
Como no lo
justifica, no me queda más remedio que hacer un juicio de intenciones. Quizá
sea porque si Leovigildo es español alguien podría decir que Ataúlfo es catalán,
pero diría que más bien se inclina hacia otra tradición historiográfica tan
rancia como la famosa lista. Mucho me temo que elige a Leovigildo porque es un rey
de los importantes, aunque se cargase a su hijo por renegar del
arrianismo y hacerse cristiano romano.
Estas clasificaciones de reyes aún existían en mis tiempos de la facultad,
cuando los profesores llamaban Los Austrias Mayores a los botarates que dilapidaron
los recursos disponibles y futuros en guerras estúpidas. Pero vayamos con la
segunda neoleyenda negra autóctona, que es la que me interesa y por eso la
copio entera.
La Reconquista
que nunca existió
“Don Pelayo
sería un mito franquista que nunca existió, y los españoles murieron y pelearon
no contra fieros invasores sino contra ONGs culturales. Negar valor a la
Reconquista conecta con la leyenda anterior: que había algo previo a la
conquista que mereciera la pena recuperar. Da igual que se destaque
unánimemente (desde Beda el Venerable a Edward Gibbon entre otros) la
importancia de la batalla de Poitiers (732) para frenar el dominio árabe de
Europa, mientras se menosprecia la de las Navas de Tolosa (1212) o la de
Lepanto (1571), que en realidad fueron mucho más relevantes. Da igual que la
tolerancia de la idealizada Al ― Ándalus sea
cuestionable. Da igual que existieran integristas almorávides y almohades que
quemaran bibliotecas. Da igual que desterraran a Averroes por heterodoxo. Da igual
que haya habido pocos más crueles que Almanzor, quien destruyó y quemó varias
ciudades, incluida Barcelona (985).
Difícilmente se
daría una leyenda parecida si los árabes hubieran invadido 700 años Francia o
Reino Unido”.
Lo que dice
Don Pelayo no es
un mito franquista sino un mito medieval, del mismo modo que no se trata de negar
valor a la Reconquista sino de negarla como concepto, pues se trata de otro
mito medieval, pero sobre eso me extenderé después. Aquí sólo apuntaré que un
mito no tiene por qué referirse a hechos imaginarios, puede basarse en hechos
reales a los que se da una interpretación fabulosa, como es el caso.

Tengo la
impresión de que aquí Beda aparece como Pilatos en el Credo, pues murió apenas
tres años después de la batalla de Poitiers. Quién sabe si el autor quiere
indicar que en el siglo VIII ya existía una Leyenda Negra antiespañola pero a
mí más bien me sugiere que si llegó a oídos de un monje de la entonces
lejanísima Inglaterra poco después de lidiada es porque en toda Europa se debió
de considerar un hecho muy importante.
Respecto a las batallas y su relevancia, como tampoco se explica en qué
consiste, cada uno puede añadir o quitar la que quiera, pues sin argumentos se
reduce a una cuestión de apreciación personal. Yo incluiría la derrota turca en
el Sitio de Viena de 1683 porque según la leyenda nos trajo dos delicias, el
café y lo que en el Sur de América llaman medialunas y nosotros cruasanes,
seguramente por efecto de nuestros insidiosos enemigos, que no desaprovechan
una oportunidad. Y puestos a añadir, la histórica toma del islote de Perejil con
fuerte viento de Levante, como glosaba Federico Trillo. Al fin y al cabo,
esa hasta la vi por televisión.
Y respecto a
Almanzor, se ha quedado muy corto. No “destruyó y quemó varias ciudades” sino
todas cuantas se le antojó.
De hecho, hay motivos poderosos para pensar que la batalla de Calatañazor donde
“Almanzor perdió el atambor” fue un placebo que se suministraron los cristianos
para superar el hecho de que jamás fueron capaces de derrotarle.
En cuanto a lo
de que difícilmente se daría una leyenda parecida si los árabes hubieran
invadido 700 años Francia o Reino Unido, pues hombre, a los británicos hace
casi mil años que les invadieron los normandos y lo llevan medio bien. De
hecho, el lema de su escudo está en francés.
Lo que no dice
Muchas cosas.
Muchísimas. Me contentaré con dos.
Sí dice que “a
partir de Leovigildo los godos” se habían integrado “con la población hispano ―
romana gobernando prácticamente toda la península”. Pero se le olvida decir que
lo mismo hicieron los árabes con los hispano ―
godos. Como hoy soy partidario de correr riesgos, supondré que ha leído el
Poema de Mio Cid.
¿Qué carajo cree que eran los Banu Gómez que se mencionan en él? Claro que el
poema es una fuente altamente sospechosa, no olvidemos que uno de los mejores
amigos de Rodrigo es un moro...
Otra cosa que
tampoco dice es que “en Crónicas y diplomas hallamos efectivamente que muchas
veces se da el nombre de España a la tierra peninsular ocupada por los moros”.
En este caso una
y otra cosa (suponiendo conocimiento de ambas por su parte) vienen dadas por su
definición de español. Definición, no hace falta decirlo, basada en
consideraciones posteriores en más de un milenio a los hechos a los que se
refiere.
Pero vayamos al grano...
La Reconquista:
por qué no es re
En Covadonga
pasó algo. Lo sabemos porque lo recogen las propias fuentes árabes. Cabe
descartar la participación de la Virgen y que fuera una gran batalla pero ellos
lo mencionan porque por primera vez desde que desembarcaron en la Península
alguien les hace volver grupas y retirarse en desorden. Hasta entonces habían
ido de victoria en victoria...
Hay un Don
Pelayo, más bien un Pelayo entonces, que comanda una tropa que les hace
recular. Una tropa no muy numerosa formada por cántabros, entendidos como parte
de los pueblos que habitaban la ribera del Cantábrico, que quizá también
pudieran ser llamados astures. En cualquier caso, poco más que el jefe de una
pequeña comunidad de valle. Pero sucede que en aquel momento las comunidades de
valle, una de las formas de organización social más primitiva de entre las
existentes entonces, estaban especialmente dotadas para los tiempos que venían
por varias razones, como su dedicación ganadera (es decir, una riqueza fácil de
transportar) y otras que no viene al caso detallar.
Estas
comunidades ya estaban en expansión antes de la invasión árabe y de hecho se
enfrentaron al reino visigodo como pequeños poderes pujantes que querían
expandir sus límites. Los godos lanzaban campañas regularmente contra los
pueblos cántabros y rara vez volvían victoriosos.
Y aquellas
comunidades primitivas que se encontraron ante una inesperada época de bonanza
fueron sofisticándose al tiempo que crecían y hoy hablamos de un Reino de
Asturias y después de un Reino de León y más tarde de Castilla... Y aunque el
derecho civil medieval y también el eclesiástico refrendaban la legitimidad de
la conquista y la obtención del botín, siempre es más propio que una bonita
justificación acompañe a las meras acciones, como bien sabemos.
De modo que en
cuanto se empezó a ver, aunque fuera de lejos, la posibilidad de llegar a
Toledo, creció la necesidad de encontrar una bella justificación.
El reino ya
tenía entonces sus intelectuales, ya se sabe que el poder atrae a los hombres
más que la miel a las moscas. Había que embellecer el avance a cualquier precio
y a ello se emplearon, armando lo que hoy llaman un relato.
No se rompieron
mucho la cabeza. Ellos eran en su mayoría clérigos emigrados de las ciudades
más importantes en poder del enemigo, señaladamente Toledo y Córdoba, y construyeron
la leyenda a partir de su peripecia personal. Convirtieron a Pelayo en uno de
ellos y le hicieron spatario de Don Rodrigo, el último rey godo. Uno de
sus cargos de confianza que huye de la dominación mora y se acoge a un refugio
seguro para lanzar desde ahí la contraofensiva, la Reconquista.
Salvo que
sabemos que no era así. Que los antecesores del reino astur, como se les quiera
llamar, no sólo no eran los herederos de los godos sino que cuando coexistían
fueron sus enemigos. Que probablemente nunca llegaron a ver Toledo con sus ojos
salvo que fueran capturados prisioneros. En cuyo caso tampoco lo hubieran
contado, porque los godos no eran muy humanitarios que se diga.
Por eso no es
Re. Porque quienes tomaron Toledo en el 1085 no tenían más de godos que la
filiación que les habían fabricado sus clérigos.
La Reconquista:
por qué no es conquista
Claudio Sánchez
Albornoz era un historiador muy estimable y con una enorme vocación. En una
época en la que no existía otro medio de reproducción que la copia a mano del
original llegó a copiar miles de documentos con los que luego pudo trabajar
durante casi cuarenta años en el exilio argentino. Porque don Claudio, católico
practicante y conservador pero demócrata, fue consecuente con sus convicciones
democráticas y fue fiel a la República, de la que llegó a ser presidente en el
exilio.
El talón de
Aquiles de don Claudio se llamaba Américo Castro, otro exiliado con el que
mantuvo una enemistad épica de esas que llegan a ser tan enormes que nadie es
capaz de decir a ciencia cierta cuándo y por qué empezó. Y como Castro era
defensor de la idea de la España de las Tres Culturas don Claudio fue
enrocándose en la idea de que la España medieval era la España cristiana que se
había ido forjando en su lucha contra el Islam. Es disculpable, ambos eran
viejos, llevaban mucho tiempo fuera y añoraban su patria y cada uno la pintaba
de los colores que más le gustaban...
Viene esto a
cuento de que a mediados de los sesenta Sánchez Albornoz publicó un libro que
se titulaba Despoblación y repoblación del Valle del Duero. En él
sostenía la tesis de que los cristianos habían creado un desierto
estratégico del Duero a base de dejar vacía su cuenca, que es una extensión
enorme si se cuentan los afluentes por ambos lados, para que sirviera de tapón
frente a los posibles ataques islámicos. Exageraba pero no mentía. En el
espacio regado por el Duero había población pero ni era demasiada ni daba lugar
a núcleos especialmente importantes.
Así que el
avance hacia el sur de los reinos cristianos del norte fue un paseo
prácticamente hasta Toledo.
Aquí la palabra que tiene sentido no es Reconquista sino repoblación.
Repoblación entendida no tanto como poblar un territorio vacío sino como
ordenar y jerarquizar un territorio de núcleos pequeños sin articular entre
ellos. Ese es el sentido del populavit que recogen las sucesivas crónicas.
Por acabar: el
presentismo
El presentismo
es la proyección hacia el pasado de ideas actuales que no tienen sentido para
explicarlo. Está claro que este genio parte de la base que respaldaba don
Claudio cuando estaba chocho, que España se identificaba con la cristiandad. A
don Claudio debe perdonársele ese dislate final de su vida porque aportó mucho
pero no sé si es el caso de este.
El pasado es el
que es y no siempre se puede acomodar a nuestros moldes, por no decir casi
nunca. En este caso el absurdo cae por su peso, no hay otro ejemplo histórico
de un enemigo al que se haya tardado en derrotar ¡ochocientos años! Y bien
sabéis los habituales que no soy amigo del Islam precisamente pero es que hay
cosas que claman al cielo. Aunque no sé a cuál de todos...
La
tradición histórica española no ha tenido problemas para incorporar a ambos a
su panteón particular. Como ejemplo, dan nombre a dos condecoraciones militares
conocidas coloquialmente como la Hermenegilda y la Leovigilda. Los que tenemos
una edad, aunque no tanta como para haber aprendido la lista de los reyes
godos, recordamos a Las Hermanas Gilda dibujadas por Vázquez, que no se
llamaban Herme y Leo por casualidad.