viernes, 9 de noviembre de 2018

LAS GRANDES VERDADES


El artículo busca atacar a Colau porque ha dicho que pretende dedicar un porcentaje de vivienda nueva a usos sociales. Mi propósito no es defender a Colau, la pura estadística empuja a pensar que fracasará como en todo lo que se propone, el propósito es poner en cuestión alguna de las “verdades como puños” que proclama el artículo, que empieza de la forma más retadora: “No debemos subestimar lo difícil que es cambiar falsas creencias con hechos”[1].
El autor se titula como economista y abogado. Luego veremos que también ha sido alguna otra cosa. Su intención es demostrar que cuando los políticos legislan sobre vivienda siempre la pifian y comienza diciendo que “Son muchos los ejemplos históricos” pero a la hora de la verdad sólo menciona el Plan General de Ordenación Urbana de Madrid de 1946 y la Ley del Suelo de 1956, a los que califica de “de muy reciente implantación en nuestro país”[2]. Añade el gachó que por aquel entonces “encontrábamos personas pagando un porcentaje de sus ingresos inferior al que se paga hoy después de la ingente intervención pública en el mercado residencial. Todo ello, a pesar de que hace años en España los ingresos reales eran sólo una fracción de los actuales”.
Y aquí a este indocumentado le bailan los datos porque en 1956, no digamos ya en 1946, la gran mayoría de las promociones no se dedicaban a la venta sino al alquiler. Las construcciones para la venta por pisos no empezaron a imponerse hasta después  de los Decretos de Estabilización de 1959. El oportunista director de cine Mariano Ozores terminó una película llamada “Venta por pisos” en 1972 porque sabía que entonces aún era novedad suficiente como para llenar las salas. Pero a estos a los que les da igual ocho que ochenta hay que explicárselo despacito...
El resto de la argumentación es de traca[3]. Critica la “limitación de altura”, la “prohibición absoluta de construir en determinadas áreas” o “las amplias zonas verdes”. Curiosamente tres de las señas de identidad de las viviendas de los ricos, a los que no suele gustar convivir unos con otros (cosa perfectamente comprensible, dado que se conocen), prescindir de un buen césped o ver a la chusma, aunque sea de lejos, si no se trata del servicio. Por supuesto, eso sólo debe estar al alcance de quien pueda pagárselo. Pero con ser ridículos sus argumentos, lo que llama la atención no es lo que está, sino lo que falta. ¿En serio no hay mejor ejemplo de Ley del Suelo que la de 1956?
Pues no hay problema, yo le recordaré otra, la Ley 7/1997, de 14 de abril, de medidas liberalizadoras en materia de suelo y de Colegios profesionales[4]. Como es habitual, la exposición de motivos la firma el rey de entonces, Juan Carlos I, y en ella explicaba que “Dada la situación del mercado de suelo y la vivienda se hace necesaria la aprobación de unas primeras medidas que ayudarán a incrementar la oferta de suelo con la finalidad de abaratar el suelo disponible”.Es lo que dice la ortodoxia económica que defiende Blanco: si aumenta la oferta, el precio baja.
Sólo que ya sabemos que no porque ya sabemos lo que siguió. Un aumento del precio de la vivienda como nunca ha habido otro en España, una sensación de riqueza súbita, un proceso de endeudamiento infernal y una burbuja que ríete tú de los tulipanes holandeses aquellos... Aún hay muchos que lo están pagando pero parece que pocos han aprendido.
Ese mismo gobierno tomó otras decisiones basadas en las puras verdades económicas y también le salió el tiro por la culata. Por ejemplo, “liberalizar” el mercado de combustibles eliminando el precio máximo fijado por el gobierno. La teoría la sabemos todos: si se estimula la libre competencia bajará el precio porque los operadores competirán unos con otros y se beneficiará el contribuyente. Sólo que tampoco...
Un medio poco crítico con el gobierno de Aznar avisaba del resultado previsible: “Si miramos atrás, los antecedentes no son nada halagüeños. En 1996, cuando se liberalizó el mercado de los gasóleos tal y como sucederá el próximo mes con las gasolinas, los precios empezaron a subir como la espuma. De las 90,6 pesetas como último precio máximo fijado por el Gobierno, pasó en unos meses a rebasar las 106 pesetas[5]”.
Como dice el autor, “Es sorprendente comprobar cómo tras cientos de años de refutación económica de determinados principados[6] económicos, nuestro políticos siguen incurriendo en los mismos errores”. Aunque aquí no sé si habla como abogado y economista o como político, que también lo ha sido. Fue secretario de Vox Asturias y candidato a la presidencia de la comunidad en 2015 y consiguió 3.226 votos, el 0,59%, aunque Libertad Digital le pronosticaba uno o dos escaños. 





[1] Ignacio Blanco Urizar: “Falacias económicas: los políticos abaratan la vivienda”, El Español, 31/10/18. Lo reproduzco tal cual, incluidos los cambios de tipografía.
[2] No es por desearle ningún mal pero si alguna vez necesitara cirugía de muy reciente implantación, ¿cuál preferiría? ¿La de 1946 o la de 1956?
[3] O para echarse a temblar si se tomase en serio, lo que desaconsejo.
[4] Publicada en el BOE del martes 15 de abril de 1997 con número 1779.
[5] Paloma Bravo: “Tras la Liberalización, ¿Subirán los Precios?”, Su Dinero, 139, 27/09/98. Su Dinero era el suplemento de economía del diario El Mundo. Su director de entonces compartía balcón para ver las procesiones de Semana Santa con los Aznar Botella.
[6] Supongo que Blanco quería escribir principios, como también supongo que quería escribir nuestros políticos,  pero líbreme Osiris de corregirle...