El artículo
busca atacar a Colau porque ha dicho que pretende dedicar un porcentaje de
vivienda nueva a usos sociales. Mi propósito no es defender a Colau, la pura
estadística empuja a pensar que fracasará como en todo lo que se propone, el
propósito es poner en cuestión alguna de las “verdades como puños” que proclama
el artículo, que empieza de la forma más retadora: “No debemos subestimar lo
difícil que es cambiar falsas creencias con hechos”[1].
El autor se
titula como economista y abogado. Luego veremos que también ha sido alguna otra
cosa. Su intención es demostrar que cuando los políticos legislan sobre
vivienda siempre la pifian y comienza diciendo que “Son muchos los ejemplos
históricos” pero a la hora de la verdad sólo menciona el Plan General de
Ordenación Urbana de Madrid de 1946 y la Ley del Suelo de 1956, a los que
califica de “de muy reciente implantación en nuestro país”[2].
Añade el gachó que por aquel entonces “encontrábamos personas pagando un
porcentaje de sus ingresos inferior al que se paga hoy después de la ingente
intervención pública en el mercado residencial. Todo ello, a pesar de que hace
años en España los ingresos reales eran sólo una fracción de los actuales”.
Y aquí a este
indocumentado le bailan los datos porque en 1956, no digamos ya en 1946, la
gran mayoría de las promociones no se dedicaban a la venta sino al alquiler.
Las construcciones para la venta por pisos no empezaron a imponerse hasta
después de los Decretos de
Estabilización de 1959. El oportunista director de cine Mariano Ozores terminó
una película llamada “Venta por pisos” en 1972 porque sabía que entonces aún
era novedad suficiente como para llenar las salas. Pero a estos a los que les
da igual ocho que ochenta hay que explicárselo despacito...
El resto de la
argumentación es de traca[3].
Critica la “limitación de altura”, la “prohibición absoluta de construir en
determinadas áreas” o “las amplias zonas verdes”. Curiosamente tres de las
señas de identidad de las viviendas de los ricos, a los que no suele gustar
convivir unos con otros (cosa perfectamente comprensible, dado que se conocen),
prescindir de un buen césped o ver a la chusma, aunque sea de lejos, si no se
trata del servicio. Por supuesto, eso sólo debe estar al alcance de quien pueda
pagárselo. Pero con ser ridículos sus argumentos, lo que llama la atención no
es lo que está, sino lo que falta. ¿En serio no hay mejor ejemplo de Ley del
Suelo que la de 1956?
Pues no hay
problema, yo le recordaré otra, la Ley 7/1997, de 14 de abril, de medidas
liberalizadoras en materia de suelo y de Colegios profesionales[4].
Como es habitual, la exposición de motivos la firma el rey de entonces, Juan
Carlos I, y en ella explicaba que “Dada la situación del mercado de suelo y la
vivienda se hace necesaria la aprobación de unas primeras medidas que ayudarán
a incrementar la oferta de suelo con la finalidad de abaratar el suelo
disponible”.Es lo que dice la ortodoxia económica que defiende Blanco: si
aumenta la oferta, el precio baja.
Sólo que ya
sabemos que no porque ya sabemos lo que siguió. Un aumento del precio de la
vivienda como nunca ha habido otro en España, una sensación de riqueza súbita,
un proceso de endeudamiento infernal y una burbuja que ríete tú de los
tulipanes holandeses aquellos... Aún hay muchos que lo están pagando pero
parece que pocos han aprendido.
Ese mismo
gobierno tomó otras decisiones basadas en las puras verdades económicas y
también le salió el tiro por la culata. Por ejemplo, “liberalizar” el mercado
de combustibles eliminando el precio máximo fijado por el gobierno. La teoría
la sabemos todos: si se estimula la libre competencia bajará el precio porque
los operadores competirán unos con otros y se beneficiará el contribuyente.
Sólo que tampoco...
Un medio poco
crítico con el gobierno de Aznar avisaba del resultado previsible: “Si miramos
atrás, los antecedentes no son nada halagüeños. En 1996, cuando se liberalizó
el mercado de los gasóleos tal y como sucederá el próximo mes con las
gasolinas, los precios empezaron a subir como la espuma. De las 90,6 pesetas
como último precio máximo fijado por el Gobierno, pasó en unos meses a rebasar
las 106 pesetas[5]”.
Como dice el
autor, “Es sorprendente comprobar cómo tras cientos de años de refutación económica
de determinados principados[6]
económicos, nuestro políticos siguen incurriendo en los mismos errores”. Aunque
aquí no sé si habla como abogado y economista o como político, que también lo
ha sido. Fue secretario de Vox Asturias y candidato a la presidencia de la
comunidad en 2015 y consiguió 3.226 votos, el 0,59%, aunque Libertad Digital
le pronosticaba uno o dos escaños.
[1]
Ignacio Blanco Urizar: “Falacias económicas: los políticos abaratan la
vivienda”, El Español, 31/10/18. Lo reproduzco tal cual, incluidos los
cambios de tipografía.
[2] No
es por desearle ningún mal pero si alguna vez necesitara cirugía de muy
reciente implantación, ¿cuál preferiría? ¿La de 1946 o la de 1956?
[4]
Publicada en el BOE del martes 15 de abril de 1997 con número 1779.
[5]
Paloma Bravo: “Tras la Liberalización, ¿Subirán los Precios?”, Su Dinero,
139, 27/09/98. Su Dinero era el suplemento de economía del diario El
Mundo. Su director de entonces compartía balcón para ver las procesiones de
Semana Santa con los Aznar ― Botella.
[6]
Supongo que Blanco quería escribir principios, como también supongo que
quería escribir nuestros políticos,
pero líbreme Osiris de corregirle...