Si hace poco escribía sobre algunas pervivencias setenteras, estos
días los periódicos informan sobre el enésimo caso de corrupción en la SGAE,
“la rueda”, que también tiene sus antecedentes bien claros hace cuatro décadas.
Entonces eran conocidos como “Los Tupamaros[1]”
y se trataba de un núcleo de socios que falsificaba las listas de canciones más
reproducidas en discotecas y fiestas populares para colocar en su lugar sus
propias composiciones, absolutamente desconocidas.
En este caso se trataba de colar músicas en programas de televisión,
bien fueran sus cancioncillas infames, que no hubieran sonado jamás en lugar
alguno, o mediante “arreglos” de obras de dominio público que registraban como
propias a cambio de favores fácilmente imaginables a algunos encargados de la
programación televisiva[2].
En fin, de la rueda llevaba años hablándose, era un secreto a voces que
ha acabado con algunos ingenuos que creían poder regenerar la SGAE desde
dentro. Siempre parece haber fórmulas para que unos vivitos se lleven lo que en
teoría generan los ciento veinte mil julais que registran allí sus músicas con
la idea de recibir algo a cambio... No me extenderé mucho sobre el mecanismo
del timo, que no contiene nada especialmente reseñable, pero aprovecharé la
ocasión para divagar sobre algunas cuestiones relacionadas.
Un par de perfiles[3]
Rafael de Tena. Compositor, hermano del fallecido músico Manolo Tena.
Fue expulsado de Telecinco por sus malas prácticas. Fue detenido y puesto en
libertad bajo fianza de 100.000 euros. “Lidera otro grupo de personas en el
ámbito de la rueda”, según el auto. “Mantiene fuertes contactos en varias
televisiones que emiten sus repertorios como contraprestación de la cesión de
derechos de obras y tratos de favor que por referencias consistentes se basan
en el soborno”. Junto con otro autor, Juan Márquez, y tres empresas, habían
registrado 14 temas hasta 2005, la cantidad pasa a 20.173 obras entre 2006 y
2012[4],
con beneficios que superan los siete millones. Entre otras compañías, crea un
centro de cirugía plástica y estética que “parece responder a objeto (sic) de invertir dinero obtenido irregularmente
y acumulado durante todos estos años con procedencia la SGAE” (sic). En
declaraciones a Europa Press, ha afirmado hoy que su implicación es “un
disparate” y está “muy tranquilo”.
Aquí hay un primer lugar para la reflexión. No tengo en gran concepto
a Manolo Tena, ni como músico ni como persona, pero he de reconocer que tuvo su
momento de ventas, de conciertos y de fama pero su hermano... ¿qué méritos
tiene aparte de haber nacido en la misma familia?
Es algo que se repite en la SGAE. Pensemos en sus dos rostros más
conocidos de los últimos tiempos, para bien o para mal. Teddy Bautista...
¿quién puede decir qué aportó a la música después de cantar en la versión
española de Jesucristo Superstar? Por si alguien no lo recuerda, que
tampoco me extrañaría,, apunto que representó con mucha propiedad el papel de
Judas. Pero de eso hace cuarenta años. ¿Y Ramoncín? Joaquín Sabina, que tampoco
es santo de mi devoción, estuvo muy inspirado cuando dijo que los discos de
Ramoncín no se vendían en el “top manta” porque estaban más baratos en El Corte
Inglés...
Es una historia que se repite. El buen músico se gana la vida con sus
actuaciones o sus alumnos. Algunos hasta redondean sus ingresos vendiendo
discos porque, aunque parezca extraño, hay músicos que sacan más de lo que
ponen con sus discos.
Aquí es donde entra en juego Juan Márquez, el otro “autor”. ¿Y quién
es Juan Márquez? Sí, esta es difícil por lo dicho arriba, otra mediocridad
andante cuya falta de talento le impedía ganarse la vida tocando o enseñando.
Juan Márquez era el alma del grupo Coz. Coz quería dar el “pelotazo” y en una
época que abandonaba una profunda represión sexual sacó la canción “Más sexy”,
cuyo título invitaba, pero no acabó de cuajar... Después les salió medio bien
con “Las chicas son guerreras”, pero llegó La Movida y les comió
cualquier terreno en ese aspecto. Hay que pensar que en ese grupo estaban los
hermanos De Castro, las almas de Barón Rojo, y lo del pop no terminaba
de sonar sincero. Así que los hermanos fundaron su banda y se ganaron su sitio
y los supervivientes probaron con el género, lo que en esos años se llamaba
“rock duro”. Guardaron tan poco las formas que titularon Duro a su
disco. Y les fue mal. Los “heavies” de entonces teníamos un extraño concepto de
la autenticidad. Seguramente no hubiéramos sabido razonar por qué un grupo era
“auténtico” y otro no, pero lo sentíamos. Y Coz no sonaba auténtico. Esto fue
en el año 1982. ¿Qué fue de Márquez a partir de ahí? Copio al pie de la letra
de la página oficial de Coz: “En 1992, Juan Márquez había sido nombrado
Director General de EMI Music Publishing Spain&Portugal en 1994
Vicepresidente Editor de la SGAE, Presidente de la Asociación Española de
Editores de Música, AEDEM, miembro del Board de la Federación Internacional de
Editores de Música, IFPMP, Presidente de la Fundación de Artistas e
Intelectuales por los Pueblos Indígenas de Ibero América, FAIPII, en 1996
Director de Sony ATV Spain y en 2001 Vicepresidente de Sony ATV para Latin
América”.
Es un caso entre muchos de músico mediocre sin el menor conocimiento
del negocio ascendido a directivo de grandes compañías. ¿A alguien le extraña que la gran industria
discográfica cayera de un soplo como la casa del más tonto de Los Tres
Cerditos? Curiosamente, la gran industria editorial parece empeñada en repetir
los mismos errores[5].
Brevísima historia de los derechos de autor
En el asunto de los derechos de autor se entremezclan dos conceptos.
Hablaré aquí de obras literarias, no musicales, porque fueron las que dieron
origen al concepto, lo musical vino después. En realidad, como veremos pronto,
sería más propio hablar de derechos (y deberes) del editor, pues el autor no
tiene vela en el entierro durante muchos siglos.
Si echamos un vistazo con perspectiva histórica, muy pocos autores han
vivido de sus obras. Ese es un fenómeno que apenas tiene un siglo y medio de
existencia. Durante la mayor parte de la historia de la literatura se escribía
buscando lo que Juan del Enzina llamó la fama y la gloria. Y muchos solo
la segunda. Hay tantas obras maestras que no están firmadas o lo están con
seudónimo... Los estudiosos de hoy, que
maldita la cosa que entienden, andan en guerras sobre la paternidad del Lazarillo.
Quevedo nunca reconoció ser el autor de El Buscón, la obra por la que
más se le recuerda.
Hasta la invención de la imprenta se escribía por afán de enseñar, por
vanidad o por algún motivo similar. Entonces algunos firmaban con el nombre de
una autoridad del pasado por obtener una mayor difusión. Por eso hoy hablamos
del Pseudo Aristóteles o el Pseudo
Alberto Magno, por ejemplo.
Pero la imprenta lo cambió todo. Desde ese momento cualquier libro
tenía una posibilidad de reproducción teóricamente infinita. Y entonces nació
lo que en inglés llaman copyright y en España se conocía como
Privilegio. A cambio de un dinero pagado al fisco, un impresor obtenía la
exclusividad para imprimir un libro durante un periodo, y si alguien lo
imprimía sin haber llegado a un acuerdo con él, sufriría el peso de la ley.
En aquellos siglos solo vivían de escribir los que se dedicaban al
teatro. Vendían su obra a una compañía teatral y esta hacía con ella lo que
quería, pues para eso la había comprado. A tal punto que se llamaba autor
al jefe de la compañía que la había pagado, no al dramaturgo que la escribió.
Los escritores de otros géneros tenían la opción de vendérsela a un editor
(entonces llamados libreros) o, más comúnmente, buscar un patrón que le
pagase la edición o costearla ellos de su bolsillo.
Pero después sucedió que algunas de esas obras ganaron el favor del
público. Y sus autores andaban quejosos cuando veían que ellos habían vendido
el manuscrito al librero por seiscientas monedas mientras el otro podía
obtener treinta mil de beneficio sin haber aportado ningún talento.
Ahí nace el concepto de derecho de autor. No se concibe como un
impuesto al lector por el hecho de leerte sino como un reparto con el editor
que se está aprovechando de la obra por la que ha pagado una miseria para
hacerse rico. Es una cuestión entre autores y editores que deja al lector en
paz.
Pero en algún momento del camino, en tiempos muy recientes, se ha
virado la tortilla y se acusa de pirata, destructor del arte y yo qué sé qué
barbaridades al que en otro tiempo era el único faro que guiaba al escritor;
imaginar la satisfacción, el espasmo, la sonrisa o el llanto de tal o cual
lector cando llegase a este o al otro párrafo... Ha pasado a ser un chacal que
le roba su 10%. Lo cierto es que podían haberse vuelto hacia el editor y
pedirle mitad y mitad, como hacen las distribuidoras con las editoriales
pequeñas, pero hablamos de una gente muy especial.
Lo que cabe ahora, con estos salarios de miseria que tenemos, es
cambiar la perspectiva histórica. Hubo una época en que unos cuantos se
hicieron millonarios con sus porquerías. Hablamos de lumbreras como Arturo
Pérez-Reverte. Pero esa época está a punto de pasar. Volvemos al momento en que
la gente escribe por amor al arte, como en todos los siglos anteriores. Se
acabó una anormalidad histórica. ¿Quién ha vendido más libros en la historia de
la humanidad?
Agatha Christie ¿Sería una gran
pérdida que esta industria desapareciera?
Para mí escribir es como besar y quien cobra por los textos es como
quien cobra por los besos.
[1] No he leído una explicación convincente de por qué
llevaban el nombre de los sediciosos uruguayos. No olvido mi promesa y me
ocuparé de ellos en el futuro. De los uruguayos, claro.
[2] Eso
de los arreglos (en su gran mayoría destrozos) es una cosa kafkiana.
Hasta el gobierno de Aznar, cada vez que sonaba la Marcha Real (el actual
himno) los herederos de uno de esos arreglistas se embolsaban un
dinerito. Y la forma de solventarlo no fue demasiado honrosa, les pagaron una
pasta por renunciar a sus derechos. En realidad podían haber cambiado un par de
acordes y registrarlo como un arreglo nuevo, de titularidad estatal, pero
supongo que se trataba de una familia como hay que ser. En el caso de la rueda
hay un detalle para llorar: registraron obras de Mozart por las que recibían
derechos. Se sabe que Mozart y su esposa pasaban noches bailando para entrar en
calor porque no tenían para echar un tronco a la chimenea...
[3] Tommaso Koch: “Los principales investigados del
‘caso rueda’ de la SGAE y las televisiones”, El País, 22/06/17. El
País, como el resto de medios del grupo PRISA, en un tiempo concedió mucho
espacio al infame Teddy Bautista, jefe indiscutido de la SGAE durante muchos
años, para que expusiera su basura argumental sin la menor crítica.
[4]
Hasta ahora se consideraba a Georg Philip Telemann el compositor más prolífico
de todos los tiempos, con unas tres mil obras escritas en ochenta y seis años
de vida. Un vago, comparado con estos linces. También es cierto que todo lo que
escribió es muy bueno...
[5] Hablo de la gran industria porque aún hay sellos
discográficos pequeños que son rentables, aunque cueste creerlo. Eso sí, a
diferencia de los antiguos gigantes, siempre han tratado a su público con
consideración y respeto.