lunes, 18 de diciembre de 2017

MIRANDO HACIA ATRÁS CON IRA


 Un hombre ha muerto en una reyerta nocturna en Zaragoza y lo que al principio no atrajo gran atención ha acabado ocupando mucho espacio por dos razones. La primera que, al parecer, la causa de la muerte fue que la víctima llevaba unos tirantes con la rojigualda. Pero la que ha disparado la atención de los medios es que el detenido y acusado del crimen es Rodrigo Lanza, uno de los condenados por el caso 4 F, el que dio origen a la afamada película Ciutat morta.
Hay que recordar que su emisión de mala manera en TV3 sin ser anunciada y condenada al minoritario segundo canal, en el que batió todas las marcas de audiencia hasta entonces y a día de hoy , llevó a un movimiento popular que pedía la revisión del caso. Lo que no sucedió, faltaría más...
La reacción de la prensa que no lo veía claro entonces (es decir, casi toda la existente) ha comenzado por una especie de justificación con efectos retroactivos que podría resumirse en: ¿veis? Teníamos razón, era un canalla[1].
Aunque cabe decir que no se han esforzado mucho. Por ejemplo, el siempre excesivo Jiménez Losantos escribe que “Lanza fue condenado, pero sólo a nueve años de cárcel, tras apalear a un guardia urbano de Barcelona hasta dejarlo tetrapléjico”. Según Arcadi Espada, “fue condenado junto a otros pandilleros por dejar tetrapléjico a un guardia urbano a causa de una pedrada. Hechos que dieron origen al documental Ciutat morta de cuyas mentiras ya me ocupé en su momento”[2].
El siempre transparente Federico ha llevado tan lejos su proyección del presente sobre el pasado que se inventa nada menos que un apaleamiento retroactivo. Es sabido que este hombre nunca ha tenido mucha memoria pero hasta el momento nadie se ha atrevido a tanto, aunque cosas veredes, que dijo aquel... Arcadi sí se ciñe a la sentencia cuando habla de la pedrada pero su derrape va por otro lado. Cuando dice que de las mentiras de Ciutat morta ya se ocupó en su momento, remite a algo titulado “Empate a muertos” que publicó el 8 de diciembre del 2014[3]. En ese breve texto no sólo no se ocupa de nada de lo mencionado en la película sino que ni siquiera aparece la palabra “mentira”. Más bien trata de mostrar una especie de ironía lánguida que hace agua por todos los lados, puesto que su natural es la pose de profeta del Antiguo Testamento desparramando maldiciones a diestro y siniestro. Por algo se dice aquello de “zapatero, a tus zapatos”.
El siempre primario Jiménez Losantos hace la transposición tal cual para que sus lectores no tengan que devanarse mucho los sesos pero Arcadi se ciñe al texto literal de la sentencia, la famosa pedrada. Hace ya casi tres años escribí sobre la práctica imposibilidad médica de la pedrada para causar una fractura de cráneo sin haber provocado daños masivos en el tejido facial, menos aún tratándose de unos pandilleros alfeñiques como Rodrigo y sus amigos, hubiera hecho falta un Sansón. Entonces no existía la palabra posverdad, pero bien pudiera haberse inventado ese día. Por contra, no me ocupé demasiado de la maceta la obvia arma del crimen , y lo que la rodeaba, porque preferí centrarme en otras cosas.
Sé que en los países que son como hay que ser las verdades judiciales las establecen los jueces, y el nuestro no podía ser menos, pero si uno ve Ciutat morta se da cuenta de algo que resulta bastante obvio: la maceta que no está en el suelo antes de que el urbano se desplome, sí está después. Aparece como por arte de ensalmo tras oírse los gritos de los cascos, los cascos que profieren sus compañeros. Curiosamente, parecen  no reparar en ella, porque sus restos son recogidos por el servicio de limpieza municipal y no vuelve a saberse de ellos, aunque las primeras versiones oficiales sí hablaban del impacto de una maceta[4].
¿Simple negligencia en la recogida de pruebas? Pudiera ser. Pero en la película se hablaba de otro aspecto que nunca fue suficientemente investigado. Los periodistas escriben hoy que el edificio estaba ocupado por radicales de extrema izquierda, como si fuera un CSO más[5]. Sin embargo, los portavoces de los CSO del barrio declaraban que aquello no iba con ellos y que no entendían sus motivaciones. Porque en realidad el edificio lo “gestionaba” un individuo que se dedicaba a organizar fiestas y cobraba entrada y, como obvios resultados, los que acudían allí iban con ganas de fiesta, no de reivindicación y los ruidos y problemas continuaban hasta bien amanecido el día. Dos y dos... los CSO deducían que se trataba de una maniobra para desprestigiarles y facilitar su desalojo al poner en contra a los vecinos.
Sí, suena a una conspiración fabulosa. Salvo por un pequeño pero muy engorroso detalle: el edificio era propiedad del ayuntamiento, un hecho que acarreaba un buen montón de responsabilidades civiles tras sí[6]. Por supuesto, los jueces no creen en conspiraciones, pero si les diera algún día por creer podrían explicar de un modo sencillo estas cuestiones que a día de hoy resultan inexplicables...

Pero, por lo que veo, ahora ha cambiado el objetivo y se trata de aprovechar el suceso para atacar a Podemos. No he tenido estómago para adentrarme en las profundidades cavernarias de ABC  o La Razón pero de los que he visto el más infame es El Español, el nuevo juguete de Pedro J. Ramírez tras ser echado de El Mundo con cajas destempladas. El final de su “rugido del león” del día 14 (que es como llaman en la casa a su editorial sin miedo ni vergüenza)[7] dice así:

“Coquetear con la mística de la revolución por infantilismo, o por hacer proselitismo barato, puede parecer divertido y rentable políticamente, pero es también un juego muy peligroso. Tanto el líder de Podemos como la alcaldesa de Barcelona y el candidato de En Comú Podem, Xavier Domènech, apoyaron a la madre de Lanzas cuando ésta ayudó a sufragar un documental Ciutat morta para exculpar a su hijo tras salir de prisión. Algunos destacados periodistas también dieron cobertura a su versión.
Ahora sabemos también que esta señora es la hija de un golpista chileno y que quizá tratando de redimir el pasado familiar se convirtió en una activista de la izquierda radical y antisistema en que milita su hijo. En el caso Lanzas, parece evidente que las raíces del odio son fruto de un contexto no sólo personal y familiar sino también político”.

Querido Pedro J., tienes razón en lo de que algunos destacados periodistas también dieron cobertura a su versión. Sin ir más lejos, un tal Gregorio Morán dedicó al asunto una de sus “sabatinas intempestivas”. ¿Que de qué te suena? Pues de que ahora las publica en tu periódico porque perdiste el culo para ficharle cuando le echaron de La Vanguardia. Y te diré una cosa que seguramente no recuerdas: hasta sale en la película. Y no apoyando tu versión precisamente.... tú verás lo que haces con él. En cuanto a lo de que ahora sabemos también que esta señora es la hija de un golpista chileno, eso sólo confirma lo mal periodista que eres, pues bien podías haberlo averiguado en 2014. ¿O es que estás confesando que te has enterado por Twitter? Respecto a lo de airear las conexiones familiares, sólo hay que hacerlo si existe una buena razón para ello. Por ejemplo, si alguien en casa se dedica a la moda, es lícito hablar de burkas o de corsés pero si no, el asunto está muy traído por los pelos[8]...
Si aplicamos el retrovisor lo aplicamos para todo. Ciutat morta recoge unas declaraciones muy sinceras de Rodrigo diciendo que sale de la cárcel con muchas ganas de algo que puede entenderse como justicia o venganza. Es evidente que comerte cinco años de cárcel por haber ido a una fiesta no es la mejor medicina para mantener el alma serena. Y, prosiguiendo con la revisión, bien podría decirse que de no haber sido así el muerto de Zaragoza hoy estaría vivo. Por la misma regla de tres[9].






[1] Por supuesto, mi razón para escribir esto es que a principios de 2015 escribí sobre el asunto y sigo manteniéndome en la misma posición, y de paso añadiré alguna cosa que esquivé en su momento por no alargar mucho el texto. Entonces citaba un artículo de Albano Dante Fachín y aunque sus posiciones políticas hayan variado mucho desde entonces, eso no ha variado un punto el interés de su texto.
[2] Federico Jiménez Losantos: “Te matan por español”, El Mundo, 13/12/17 y Arcadi Espada: “¿En qué otro país sino en España?”, El Mundo, 12/12/17.
[3] Una cosa hay que reconocerle: la vio antes de que la echaran por el Canal 33. De hecho la vio antes que yo, que la vi en el cine.
[4] Ya mencioné que TV3 cambió su primera versión para adaptarla a la nueva de la pedrada, aunque por suerte alguien había conservado una grabación de la original.
[5] Centro Social Ocupado. Como la prensa se ha dado a utilizar la k para tratar de meter en el mismo saco a los auténticos okupas con motivaciones políticas con la gente que sólo quiere evitar el pago de un alquiler o una hipoteca por el motivo que sea, hace años que hubo de inventarse esta sigla para diferenciar una cosa de otra.
[6] Una, y no pequeña, era hacer al ayuntamiento propietario del arma del crimen.
[7] Titulado “Caso Lanza: las raíces del odio”. Las negritas y cursivas son suyas. Si Federico cifra en nueve los años de condena, aquí se convierten en siete. Cabe recordar también que en su momento Ada Colau fue muy criticada por quienes pedían la revisión del caso porque aprovechó la coyuntura para publicar un tweet pidiendo el voto para las elecciones municipales que ganó pocos meses después.
[8] Ya que he mencionado esos grandes ejemplos de periodismo patrio que son ABC y La Razón, cuando se produjo la escisión en el primero que llevó a la creación de la segunda, Pedro J. (entonces director de El Mundo) apostó sin reservas por la versión de La Razón. El Luca de Tena que entonces llevaba ABC le recordó con mucha elegancia que cuando su periódico pudo hacer sangre de él se abstuvo de hacerlo y Pedro J. tuvo que recular públicamente...
[9] Por canales de Internet que no son los habituales están llegando datos que difieren bastante de lo que se lee en los medios. No los reproduzco porque no están contrastados pero sería de desear una investigación larga, detallada y profunda. Por soñar que no quede...

miércoles, 6 de diciembre de 2017

SECRETOS A VOCES



El otro día escribía un poco sobre el maltrato y los abusos a las mujeres, un asunto que me enerva. Soy de los que se colocan siempre del lado de la mujer porque prefiero tener que desdecirme a dudar de una víctima[1].
Ahora han surgido varias campañas de ámbito mundial que denuncian los abusos sufridos por actrices (y también algunos actores) a manos de productores, directores y compañeros de reparto que ejercían su poder e influencia para conseguir favores sexuales que no hubieran podido obtener de otro modo[2].

Hay un punto que me llama mucho la atención: esos que tanto gesticulan ahora, ¿de verdad no sabían nada?
Sin salir de nuestro ámbito, al poco de morir Franco el cine español se dio a lo que se ha conocido como El Destape. Tras cuarenta años de una represión sexual absolutamente hipócrita los espectadores tenían ganas de erotismo y llenaban las salas de cine donde se proyectaban películas que prometían desnudos (abrumadoramente femeninos) y coitos fingidos.
Ya entonces se hablaba de que para figurar en esas películas las actrices debían pasar antes por la “escena del sofá”. Quería esto decir que con la excusa de repasar el guión el productor o el director, o quizá primero uno y después otro, invitaban a la actriz aspirante a un ensayo privado y esta debía “mostrarse complaciente”  si quería obtener el papel[3].
Era un secreto a voces. Si hasta yo lo sé, que no tengo ningún lazo con la industria del cine, ¿qué decir de los que pertenecen a ella u orbitan a su alrededor, como los críticos?

Y como este ejemplo, hay más. Sin salir del ámbito de la bragueta, Jimmy Savile era un inglés tan conocido aquí como el cine del Destape en Gran Bretaña, pero allí era una figura muy popular. Era un secreto a voces que Saville era lo que hoy se conoce como un “depredador sexual”. Presentador televisivo de éxito durante varias décadas, ayudaba a recaudar fondos para diversos hospitales y, aprovechando la coyuntura, se presentaba en ellos para abusar de niñas enfermas (y algún que otro niño) sin preocuparse demasiado de hacerlo a escondidas. Ya desde 1963 se mencionaba el asunto, aunque todo el mundo miraba hacia otro lado.
John Lydon, el que fuera conocido como Johnny Rotten cuando ejercía de cantante de los Sex Pistols[4], dio una entrevista a la BBC en octubre de 1978 en la que decía: “Me gustaría matar a Jimmy Savile, pienso que es un hipócrita. Apuesto a que está mezclado en todo tipo de sordideces de las que todos sabemos pero de las que no se nos permite hablar. He oído rumores... apuesto a que no dejarán emitir nada de esto”.
Y acertaba. En efecto, nada de eso se escuchó. No por casualidad, Jimmy Savile era uno de los presentadores “estrella” de la BBC.
Savile murió en octubre del 2011 y pese a que la BBC había conseguido suficientes testimonios de su vileza como para llenar un programa, tampoco se atrevió a emitirlo. En lugar de eso, le rindió un homenaje. Tuvo que ser una cadena privada, la ITV, la que un año después se atreviera a hacer pública la faceta repugnante del ídolo televisivo y fue entonces cuando se desencadenó la reacción que permitió desnudar al monstruo y mostrarle como realmente era.
La primera lección a extraer deberían aplicársela los papanatas que ponen a la BBC como ejemplo del buen periodismo (y donde yo vivo hay muchos). Otra lección obvia sería que los testimonios aislados de los donnadies nada pueden contra la imagen de una figura pública. Pero la enseñanza más dolorosa y difícil de cambiar es que en el frío cálculo de ventajas, inconvenientes, oportunidades y riesgos que evalúan los que mandan y se aplican sin problema sus perritos falderos, la hipocresía pesa tanto como en la época en que El Sandalias llamaba “sepulcros blanqueados” a los fariseos. Parece que hemos avanzado muy poquito en dos mil años[5].
Si vamos a la política, ¿cómo no olvidar las famosas declaraciones de Pasqual Maragall sobre el tres por ciento? Se calentó, sin duda, y dijo algo que jamás hubiera dicho de no haber sido por el calor del momento. De hecho, intentó desdecirse, aunque no sonó nada convincente. Lo bueno fue que, a partir de esa decisión tan poco meditada, el asunto salió a la luz pública sin que cupiera vuelta atrás. Pero sólo porque Maragall era alguien...

Y aquí vuelvo a lo del Destape. No sé si ahora todas aquellas estrellas de entonces saldrán en tropel a denunciar los abusos de que fueron víctimas[6] pero cuando les preguntaban por la escena del sofá todas respondían lo mismo. Que sabían que existía pero que, afortunadamente, ellas nunca habían tenido que pasarla.
Es fácil de entender. Ninguna quería pasar a la posteridad como La Puta, la vergüenza jugaba y juega un papel muy importante en un mundo de hipócritas.
La gran enseñanza es que si hubieran hablado entre ellas y se hubieran coordinado de alguna manera habrían podido transformar esa potencial acusación individual condenada a morir antes de nacer en una potente acusación colectiva contra aquellos a los que lo mínimo que se puede llamar es “abusones”.
No seré yo quien se lo eche en cara. Aunque la viví de niño, recuerdo bastante bien esa época como para ahorrar juicios morales como los que dilapidan tantos que carecen de perspectiva histórica aunque fueran adultos entonces.
Y generalizando, que los donnadies siempre lo seremos si no nos comunicamos y organizamos. Que nos quieren bien separados porque saben que la unión hace la fuerza.
El problema es que ellos lo saben bien, pero nosotros no[7].





[1] Y por eso soy partidario de un buen escarmiento a las farsantes y fingidoras.
[2] Y como siempre que se montan estas campañas, hay gente que no entiende nada y se deja llevar por el furor. ¿Qué sentido tiene eliminar a Kevin Spacey, uno de los acusados, de una película recién rodada que aún no se ha estrenado? ¿Volvemos a los tiempos del cine mudo, cuando la gente arrojaba objetos a la pantalla si aparecía Fatty Arbuckle? Si Spacey es culpable que se pase una buena temporadita a la sombra pero no por eso se ha de renunciar a ver Sospechosos habituales. O tonto el que lo haga...
[3] Hace unos años El País definía a uno de esos productores cinematográficos (este de época franquista) como “un seductor”. El diario es hoy uno de los abanderados de la campaña contra el acoso. ¿Alguien lo dudaba?
[4] La edición española de su autobiografía (titulada No Irish, No Blacks, No Dogs)  llevaba el subtítulo “La autobiografía autorizada de Johnny Rotten, cantante de los Sex Pistols”. ¿Acaso puede haber autobiografías no autorizadas?
[5] Las informaciones sobre Jimmy Savile proceden de su voz en la Wikipedia inglesa. También la cita de John Lydon, de traducción propia.
[6] O al menos las supervivientes, porque muchas se quedaron por el camino...
[7] Pronto recordaré un hecho de la época del Destape que creo que apenas es conocido.

jueves, 30 de noviembre de 2017

A, ANTI, ANTICAPITALISTAS...



No hace mucho una de las corrientes[1]de Podemos denominada Anticapitalistas y conocida cariñosamente como Anticapis , apoyaba sin reservas la declaración unilateral de independencia de Cataluña. Aunque, como siempre sucede en esa olla de grillos, dos de los anticapis más conocidos (Teresa Rodríguez y mi gran amigo Kichi) se distanciaban de ella con grandes aspavientos.
Pensaba en estos anticapis y pensaba en las CUP, que también gustan de definirse anticapitalistas pero por mucho que he pensado no sé dónde reside exactamente su anticapitalismo. Tampoco quiero complicar mucho la cuestión pero si en Podemos hay una corriente anticapitalista ¿significa que hay corrientes procapitalistas? Es lo que me temo, como pronto dejaré claro[2].
El capitalismo es una visión completa de la sociedad pero parece evidente que se basa en la economía. Y sin embargo, eso es lo que más se puede echar en cara a las izquierdas existentes, que no tienen programa económico.
O, mejor dicho, sí lo tienen pero les da vergüenza escribirlo.
Por razones obvias...

La gestión de las emociones

Si hay que definir a la izquierda moderna hay que hacerlo por agregación. Se nutre de los que están en contra del fascismo, del racismo, del machismo y otro buen montón de asuntos sin tener en cuenta que ese es un programa perfectamente asumible por la derecha más convencida. Se da la paradoja de que un izquierdista como Javier Marías podrá criticar sonoramente alguna parte mientras un derechista convencido como Mario Vargas Llosa lo suscribirá por entero sin que se le puedan encontrar contradicciones.
De hecho, si la Unión Soviética fue la primera en reconocer ciertas libertades individuales, fue poco imitada en su zona de influencia y acabó por perder pie del mismo modo que se adelantó y luego no dejó de ceder terreno en la carrera espacial.

Si la izquierda, entendida como oposición al sistema existente, debe ser algo es anticapitalista[3]. Sin embargo, en la izquierda de hoy se puede encontrar cualquier cosa menos un programa económico.
Pese a aquella famosa frase de “es la economía, estúpido”, hace tiempo que nadie formula una alternativa al sistema. Que no lo hagan los que tienen el poder y los que aspiran a ser su recambio parece fácil de entender pero que no digan nada claro los que se cagan en ese mismo sistema, en fin...

Por sus obras los conoceréis

Aunque no hablen claro ni turbio, porque no hablan de ninguna manera , algo podemos deducir de sus exigencias cuando les ha sido permitido presentarlas. Tanto las CUP como Podemos han coincidido en lo esencial. Se trata de redistribuir lo recaudado de otra forma y en un futuro aumentar esas partidas destinadas a la redistribución.
Es decir, que su idea económica se basa en lo que hay y lo único que cambia es la manera de entenderlo. Si hasta ahora se han destinado X millones a tal concepto, a partir de ahora se destinarán 2X, y lo que falta se sacará de una partida que no cuente con el “favor popular”, por ejemplo el gasto militar.
Pero esta medida sólo puede durar uno o dos años, pues se supone que la cuantía debe aumentar de forma apreciable después de ese periodo de transición. Si este es un planteamiento básico para Podemos, resulta imprescindible para las CUP, pues cualquier aumento del gasto en una partida debe hacerse a expensas de otra ya lamentablemente recortada. Con lo cual, sólo caben dos opciones, o aumentar los impuestos a las empresas o aumentar la base recaudatoria sin tocar los tipos.
La primera opción ni ha llegado a plantearse. Eso debería hacer recapacitar a muchos pero no va a ser así, sus seguidores lo son movidos por la fe, no por la razón. La segunda implica que a las empresas les vaya muy bien para que, pagando el mismo porcentaje, paguen más.
Ahí no cabe hecho diferencial alguno, los de Podemos plantearon lo mismo, una mayor cantidad a repartir según sus criterios.
Ni una palabra por parte de unos y otros sobre cómo organizar de otro modo la producción y la distribución, no van más allá de reorganizar el reparto de lo existente. Y, por tanto, defienden su existencia como el que más...


APROVECHANDO EL ESPACIO

El sábado se celebró el día contra el maltrato a las mujeres o algo similar. No quiero dejar pasar la oportunidad para mostrar no ya mi solidaridad con todas las maltratadas sino mi simbiosis. Somos un solo cuerpo. Vuestro dolor me duele.
Pero no quiero refugiarme en conceptos divisivos como el feminismo o simplemente estúpidos como el patriarcado. Se os utiliza como símbolos de poder o se os golpea porque vuestra constitución física es más débil.
La cuestión es más elemental y más profunda a la vez pero me temo que, como lo que he contado anteriormente, depende de una alternativa consecuente que aún está por inventar...



[1] No sé exactamente lo que significa la palabra. Había partidos izquierdistas clásicos que reconocían oficialmente una especie de subagrupaciones que podían llamarse corrientes, líneas, tendencias o de otro modo pero no sé qué estatuto tiene este tipo de asociaciones en Podemos, si es que tienen alguno y, sinceramente, me da mucha pereza averiguarlo.
[2] Obvio a gente como Colau o Carmena, que nunca se han declarado como tales. También a otros grupos minoritarios que sí lo hacen porque creo que se les pueden aplicar las mismas conclusiones con ajustes mínimos.
[3] Yo añadiría que atea y anticlerical pero esto es complicado hoy día. No por la iglesia católica sino por la religión musulmana, a la que la izquierda de hoy ve de cualquier manera menos como religión...

miércoles, 22 de noviembre de 2017

TIEMPO Y MEMORIA


El sábado se conoció la muerte de Malcolm Young, el fundador de AC/DC hace cuarenta y cuatro años, que se dice pronto...

Por supuesto, aquí cabe una discusión sobre hasta qué punto el puñado de individuos que  hoy venden entradas y suben a un escenario cobijados bajo ese nombre tienen aún algún interés o no. Si la cuestión es pertinente para grupos formados en torno a una persona como los Motörhead de Lemmy o los Jethro Tull de Ian Anderson en su momento, no digamos para aquellos donde los protagonismos están repartidos.
Mi respuesta rápida sería que no, pero en una época en la que la gente paga dinero para ver a los llamados “grupos tributo” no lo tengo tan claro[1]. Si compras una entrada para ver a AC/DC al menos puedes decir que has visto a Angus Young. Yo vi a B. B. King hace veinticinco años. Estaba tan cascado que tocó buena parte del concierto sentado y la gente aplaudía cuando se levantaba, lo que me llamó mucho la atención. Por resumirlo de forma sencilla, puedo decir bien alto que he visto a B. B: King, pero también puedo decir al mismo volumen que B.B. King nunca se hubiera hecho famoso con actuaciones como esa.
Y aunque Lemmy era un hombre carismático que conservó su personalidad hasta el final e Ian Anderson sigue siendo básicamente lo que fue, a mí me hubiese gustado ver a los Motörhead formados por Lemmy, Eddie “Fast” Clarke y Philthy “Animal” Taylor y a los Jethro Tull de cualquier momento de la década de 1970. Y si hablo de AC/DC, hubiera dado mucho por verles cuando Bon Scott era su cantante[2] y si no, en los primeros años de Brian Johnson.

Como AC/DC es un fenómeno global la prensa de todo el mundo ha incluido la muerte de Malcolm en sus ediciones y España no podía ser menos. Aquí es donde he decidido reír por no llorar, porque el artículo de El País lo firma Diego A. Manrique y el de El Mundo Julián Ruiz.
Mi adolescencia coincide prácticamente con la década de los ochenta. Si adoptamos el concepto inglés de teenager cumplí los trece en 1981, el año que descubrí a AC/DC.
Ser heavy[3] en los años ochenta equivalía a ser un analfabeto de barrio que escuchaba una música muy primitiva. Indigna de aparecer en los medios de masas, subsistía de forma marginal y hay que tener en cuenta que hablamos de unos tiempos en que no sólo no existía Internet sino que un simple reproductor de vídeo suponía un gasto importante.
Entonces lo que ocupaba la atención era La Movida, una especie de falsa vanguardia artística cuyo nivel de transgresión era tal que ocupaba amplios espacios en televisión en una época en la que sólo existía la emisora pública, reducida a dos canales[4]. Tenía su propio programa semanal, “La edad de oro”, un bodrio aburridísimo al que sólo se invitaba a los simplones amiguitos de la directora y presentadora[5].
Para comprender la arbitrariedad de semejante punto de vista basta con un dato: el disco Back in black de AC/DC, publicado en 1980, es el segundo más vendido de todos los tiempos, sólo por detrás de Thriller de Michael Jackson que, por cierto, sí recibía mucho tiempo en aquella televisión.

Y es esta cuestión la que me hace reír como podría hacerme llorar si me hubiera pillado en otro momento. Porque recuerdo dónde estaban entonces Diego A. Manrique y Julián Ruiz, los encargados de hablar de Malcolm Young para El País y El Mundo respectivamente.
No es extraño que sus artículos consistan en una acumulación de gilipolleces, una detrás de otra[6]. En los primeros ochenta Manrique y Ruiz entonces el primero crítico musical y el segundo productor discográfico , estaban entregados a La Movida en cuerpo y alma y el heavy era para ellos una incómoda molestia que se permitían ignorar. Hoy hablan como si hubieran estado allí.
No es el caso. Era una época menos políticamente correcta y de haber estado, tendrían cicatrices o amputaciones que poder enseñar.





[1] Músicos que tocan canciones de un grupo imitándolos en todo, desde tocar exactamente las mismas notas hasta vestir igual y reproducir sus gestos. Como es lógico, se trata de reproducir una foto fija, congelar un momento, pues ningún músico que se precie es inmune al paso del tiempo y no canta o toca igual cuando empieza que cuando lleva diez, veinte o treinta años pisando tablados. No hace mucho vi un cartel de un artista que anunciaba una recreación de determinado concierto que Jacques Brel ofreció en la sala Olympia de París en una fecha concreta. Se me ocurrió que para que el acontecimiento fuera coherente cada miembro del público debería acudir vestido y caracterizado como uno de los asistentes a aquel recital e imitar exactamente las reacciones que tuvo entonces el oyente al que suplantaba, pero deseché la idea porque me recordaba demasiado a Jorge Luís Borges.
[2] Y aquí me hago trampa a mí mismo, pues cuando supe de AC/DC Bon Scott ya había muerto, aunque apenas hiciera un año. Puestos a pedir...
[3] Si se es estricto, AC/DC no era un grupo heavy. Ellos mismos hacían burla de los grupos vestidos de cuero de arriba abajo con los pelos recién salidos de la sección de tinte y cardado de la peluquería que publicaban discos con portadas que reproducían monstruos y heroínas ligeras de ropa al estilo Richard Corben, pero entonces no se andaban con tantas sutilezas. También se consideraba heavy a Leño.
[4] Sobre ella hay un libro escrito con afán de “ajuste de cuentas” un tanto incoherente pero interesante: José Luis Moreno Ruiz: La movida modernosa. Crónica de una imbecilidad política, La Felguera, (Madrid), 2016.
[5] La también fallecida hace unos meses Paloma Chamorro, conocida como Paloma Echamorro en Heavy Rock, una revista española que fue pionera en Europa.
[6] Ahorro la cita. Quien quiera los podrá encontrar fácilmente. Si no recuerdo mal, ambos escribieron también cuando murió el gran Lemmy, con los mismos resultados.

domingo, 12 de noviembre de 2017

CINCUENTA AÑOS YA...











El 14 de noviembre se cumplirán cincuenta años de la aparición del libro de Guy Debord La sociedad del espectáculo. Debord era entonces la cabeza visible de la Internacional Situacionista (IS), un grupúsculo nacido en el ambiente cultural parisino (escisión de la Internacional Letrista, una de las hijas no reconocidas del Surrealismo) pero, a diferencia del resto de pequeñas sectas artísticas, la IS se politizó profundamente cuando constató que el arte había perdido cualquier capacidad subversiva o siquiera transformadora.

No tengo problema en confesar que Debord es uno de los pensadores que más me ha influido. Lo que, por supuesto, no quiere decir que compre todo lo que vende. Soy muy crítico con parte de sus ideas y respecto a su vida, fascinante y contradictoria al mismo tiempo, no permito que interfiera en la apreciación de sus textos, como tengo por norma[1].
En 1967 la Unión Soviética aún se veía como un enemigo temible y parecía dejarlo claro al año siguiente con la invasión de Checoslovaquia. En China, el Gran Timonel Mao desencadenaba su Revolución Cultural y mientras tantos fachas que hoy fustigan aquel horror entonces la apoyaban con entusiasmo, Debord y los situacionistas no se engañaban y dejaron claro por escrito su desprecio ante la moda “maoísta” que recorría Europa[2]. Si el libro tuvo una acogida discreta en su momento, las ventas se dispararon medio año después, tras el Mayo del 68 parisino.
El resto de su andadura editorial refleja la historia de aquellos años. En los setenta estaba disponible en prácticamente toda Europa, incluidos países del Bloque Soviético a los que llegaba con grandes esfuerzos. Entrados los ochenta, desapareció con el famoso desencanto para resurgir con potencia a fines de siglo, cuando parecía renacer la contestación cuya imagen transmitían los movimientos antiglobalización pero que parecía mucho más profunda, aunque vista desde hoy es evidente que se trataba de un espejismo más. Entonces fue cuando supe de su existencia...
Curiosamente he vuelto a leer menciones sobre la sociedad del espectáculo a raíz del famoso proceso pero todas superficiales, identificándolo con una especie de dictadura de los medios y la industria del entretenimiento. Se trata de un concepto bastante complejo, lo que es la base de su fuerza, pues las diferentes interpretaciones posibles abren el camino a reflexiones e intuiciones que difícilmente surgirían sin el estímulo que supone intentar comprenderlo[3]. Si no lo he comprendido mal, el espectáculo entendido como la producción material de información y entretenimiento sería un reflejo de la propia sociedad que lo engendra y coloca en ese lugar de preeminencia. Podría hacerse una analogía con la época barroca, una sociedad de apariencias que se veía reflejada en el teatro, el mayor divertimento de su tiempo, que reflejaba la esencia de esa apariencia devolviéndola precisamente como juego de apariencias[4].



El libro se divide en nueve capítulos de extensión desigual. Si en la edición pirata que tengo en mis manos en este momento[5] el último no llega a tres páginas y media, el más largo ocupa veintiséis[6]. En realidad, aunque agrupado en nueve capítulos, el libro está dividido en 221 textos de extensión desigual que algunos han denominado parágrafos pero quizá tesis sería su denominación más adecuada.
 No intentaré hacer un resumen, pese a que su extensión apenas alcanza noventa páginas en formato cuartilla, sólo comentaré alguna cuestión que parece de plena actualidad hoy día. Sí invito a leerlo pues, como he escrito más arriba, para mí funciona como un generador de ideas y cada lectura me aporta algo nuevo. Pondré un ejemplo que creo que resume todo lo escrito hasta ahora, la tesis 168, al comienzo del capítulo séptimo.

Subproducto de la circulación de mercancías, la circulación humana considerada como un consumo, el turismo, se reduce fundamentalmente al ocio de ir a ver aquello que ha llegado a ser banal. La organización económica de la frecuentación de lugares diferentes es ya por sí misma la garantía de su equivalencia. La misma modernización que ha retirado del viaje el tiempo le ha retirado también la realidad del espacio.

Valga esta cita como ejemplo. Estamos hablando del año 1967, hace medio siglo, que se dice pronto... Habla de la equivalencia de los lugares en un momento donde Zara no existía ni como el más feliz sueño de su creador. Hoy se viaja a lugares donde jamás se pierde la referencia porque donde no hay un Zara hay un McDonald’s o una tienda de Apple. Y el más astuto de ellos el tal Ortega, dueño de Zara , ha llegado a organizar un turismo dentro del ciclo turístico, pues sólo vende ciertos modelos en unas tiendas y no en otras, de modo que convierte en una “experiencia” viajar a Barcelona para adquirir un abrigo que no se vende en otro sitio[7].
¿Qué decir de los que van a la agencia de viajes a que les asesoren sobre algún destino “interesante”? Sé que soy un antiguo, pero yo suponía que si vas a un lugar es porque ya deseabas visitarlo, para buscar algo que puede existir o no, pero quieres comprobarlo por ti mismo... En textos posteriores Debord echaba pestes de la restauración de la Capilla Sixtina, cuando se optó por un repintado basado más en Walt Disney que en las evidencias miguelangelescas, sólo por contentar al público estadounidense y japonés, un buen porcentaje del consumo turístico mundial, sabiendo que la industria del espectáculo (que no el espectáculo en sí) haría el resto, dejando a buen recaudo la banalidad.
Si el arte es belleza, y se supone que evidente como tal salvo que uno provenga de unos referentes culturales alejadísimos,  ¿a qué obedecen las audioguías? Esas voces que te transmiten lo que debes ver en cada lugar, ofreciendo a los turistas una traducción de mil años de historia en unos segundos. Pues simplemente a la idea de la cultura como objeto de consumo devenida parte del paquete turístico. Luego a algunos les extraña que muchos extranjeros que visitan Cataluña vuelvan hechos independentistas fervorosos... Hoy mismo he visto un grupo de adolescentes de pieles rosadas que seguían a un guía turístico que enarbolaba una estelada como enseña para que no se perdiesen. Les he preguntado de dónde eran y me han dicho que de Ohio. Lo que van a contar cuando vuelvan es obvio...
En fin, ya lo he escrito antes, lo mejor de La sociedad del espectáculo  es que acaba por erigirse en una interrogación perpetua que te hace poner en cuestión casi todo lo que pensabas...

Con el tiempo, Guy Debord fue ocupándose de otros asuntos y entre ellos, uno de los más importantes, fue la cuestión de la fijación de los textos clásicos y sus traducciones posteriores, de cómo se podía alterar un texto original de tal forma que no lo pareciese. No es una cuestión menor, de hecho tiene sus consecuencias hoy[8]. La prueba suprema es que Debord lo ha sufrido en sus carnes después de muerto[9].
La única traducción a la que tuve acceso en ese final de siglo fue la de José Luis Pardo, catedrático de  filosofía de la Universidad Complutense, Premio Nacional de Ensayo y actual premio de ensayo de Anagrama, donde mi amigo Savater corta el bacalao...
El final de la tesis 46 dice lo siguiente: “La valeur d’echange est le condottiere de la valeur d’usage, qui finit par mener la guerre pour son proprie compte”.
La traducción “pirata” dice: “El valor de cambio es el condotiero del valor de uso que termina haciendo la guerra por su propia cuenta”
La de José Luis Pardo difiere un tanto: “El valor de cambio es un subalterno al servicio del valor de uso que ha terminado haciendo la guerra por cuenta propia”.
Traducir condotiero por subalterno significa que no se tiene ni idea de Historia. Y no tener ni idea de Historia implica muy malas credenciales para traducir a Guy Debord, muy preocupado por la interpretación histórica, ya fuera acertada o erróneamente. Traducir condotiero por subalterno refleja o mucha ignorancia o mucha mala fe. Un subalterno nunca hará la guerra por su cuenta, a diferencia del condotiero.

No sé si los medios se harán eco del cincuentenario. De momento no he leído nada. Y quizá sea mejor  así porque no sé las barbaridades que se podrían llegar a leer sobre el libro o el autor.
Por mi parte recomiendo que os hagáis con una copia (a poder ser gratuita) y lo leáis. Sentiréis una sensación curiosa: por un lado parece que habla de puras abstracciones y por otro parece ofrecer explicaciones claras a asuntos de nuestro tiempo que son aparentemente incomprensibles[10].
Terminaré esta incitación a la lectura de La sociedad del espectáculo con una frase que Debord escribió en otro lugar:

La hora de sentar cabeza no llegará jamás.

Ojalá fuera así en unas cuantas cabezas. No harían falta muchas...






[1] Creo que no hay una biografía de Debord disponible en castellano. Existe un libro muy estimable del gran Anselm Jappe: Guy Debord, Anagrama, (Barcelona), 1998, pero que no es tanto una biografía como un intento de explicar su pensamiento. En francés encontré una de Christophe Bourseiller: Vie et mort de Guy Debord (1931 – 1994), Plon, s. l., 1999. Bourseiller, hijo de una familia dedicada al teatro, apareció con cuatro años en la primera versión de La guerra de los botones, una película por la que siento un gran cariño.
[2] “El punto de ebullición de la ideología en China”, artículo sin firma redactado por Guy Debord y publicado en el número 11 de la revista Internationale Situationniste de octubre de 1967. Traducción en Internacional Situacionista. Textos completos en castellano de la revista Internationale Situationniste (1958-1969), vol. 3. Literatura Gris, (Madrid), 2001, pp. 467 – 476.
[3] Aunque probablemente Debord acabó un tanto desanimado al leer los disparates que se escribieron sobre su obra mientras vivía. Su producción posterior es mucho más clara, hasta llegar a escribir en una prosa que muchos críticos literarios franceses consideran clásica. Críticos a los que Debord despreció con todas sus fuerzas, lo que no les desalentó en absoluto...
[4] No puedo dejar de citar aquí uno de los libros más hermosos e inspiradores que he leído en mi vida, de José Antonio Maravall: La cultura del Barroco. Análisis de una estructura histórica. Ariel, (Barcelona), 2002 (novena edición, la primera es de 1975).
[5] Debord nunca procedió penalmente contra editores que imprimieron su obra sin pagar derechos de autor. Curiosamente, sí lo hizo contra quien publicó originalmente La sociedad del espectáculo por razones que serían largas de explicar, pero quien quiera puede documentarse con facilidad.
[6] El capítulo cuarto, “El proletariado como sujeto y como representación”. Anselm Jappe indica acertadamente que, siendo el capítulo más extenso, es el que menos atención ha recibido. No por casualidad es el que presenta mayor carga política de todos y desentona con la imagen que los medios han tratado de ofrecer sobre Debord como una especie de esteta exigente.
[7] No sé si se podrá comprar por Internet, pero desde luego uno no puede probárselo ni acariciar la tela, que es ya toda una experiencia de por sí. Trabajo en el sector turístico y no hablo por hablar...
[8] Noticia de Europa Press reproducida por Público, 23/10/17: “Israel detiene a un palestino al que Facebook tradujo su ‘Buenos días’ como ‘Atacadles’”.
[9] Y es una pena porque estando vivo no hubiese ahorrado una respuesta que hoy convendría atesorar.
[10] Como el Proceso de los cojones...