jueves, 20 de agosto de 2020

PELILLOS A LA MAR

 


 Alfonso Guerra ha promovido un manifiesto a favor de Juan Carlos I y hasta es posible que lo haya escrito él, dado lo bien que luce.

Habla de La bien llamada Transición española a la democracia, que trajo la superación de las cuestiones que nos habían enfrentado en la historia reciente.

 

La verdad es que no recuerdo a Guerra como un personaje específicamente conciliador en aquella época. En realidad en ninguna de las que estuvo en activo. Más bien se dedicaba a lanzar insultos gratuitos a diestro y siniestro[1]...

 

Pero me temo que tiene razón respecto a las propiedades balsámicas del reinado de don Juan Carlos porque entre los firmantes del manifiesto está Soledad Becerril. A Becerril la definió Guerra como “Carlos II vestido de Mariquita Pérez”[2].

El insulto parece muy bestia ahora pero también lo parecía entonces, sólo Guerra se permitía semejantes zafiedades y si yo fuera Soledad Becerril jamás hubiera firmado nada que tuviera que ver con Guerra, salvo su certificado de defunción.

 

Está claro que el reinado de Juan Carlos de Borbón sella una etapa de concordia. O de desmemoria...



[1] Literalmente. Tenía de sobra tanto para los que estaban a su derecha política como a su izquierda.

[2] Mariquita Pérez era una muñeca fabricada entre 1938 y 1976 que fue la favorita de las niñas españolas durante más de dos décadas e incluso se exportó.

miércoles, 19 de agosto de 2020

CON FRANQUEZA


Uno de los consensos de la Transición era que no se podía poner en cuestión la monarquía como forma de gobierno. Adolfo Suárez contaba a Victoria Prego que no se pensó en someterlo a referéndum porque creían que se perdería y por supuesto Prego se ocupó de que esas declaraciones no se emitieran en su momento. ¿Por qué ese interés en restaurar la monarquía?

La Historia es un proceso complejo, rara vez hay una sola causa para un efecto y el azar ha jugado su parte en sucesos históricos de gran importancia[1]. Aquí quiero apuntar una causa pero no pretendo que sea la causa. Pero tampoco me parece bien que se olvide.

 

Llegar arriba

La Segunda República nació rodeada de enemigos. Con apenas un año de vida ya sufrió un intento de golpe comandado por el general Sanjurjo que resultó una mamarrachada pero ya estaba ahí el aviso. No quiero despachar aquí la historia de esos cinco años en dos brochazos porque de eso ya hemos tenido demasiado y todo malo, tanto de defensores como de enemigos. La cuestión es que a partir del triunfo del Frente Popular de febrero de 1936 altos mandos militares comenzaron a planear un golpe de estado contra el gobierno vigente. El principal encargado fue el general Emilio Mola y por eso recibió el sobrenombre de El Director. El plan preveía poner al frente al general Sanjurjo porque en el ejército la veteranía es un grado, pero se pensaba más bien en una dirección colegiada y se pretendía contar con el mayor número posible de militares de alta graduación. Por eso se procuró atraer al general Franco, que entonces tenía más prestigio que mando efectivo porque el gobierno, receloso con buen criterio, le había enviado a Canarias.

A Franco sus compañeros golpistas le acabaron llamando la vedette porque se dejaba querer pero no terminaba de deshojar la margarita. Se sabe que su mujer Carmen Polo le había dicho “Paco, tú, jefe” y se ve que lo de alcanzar la jefatura no debía aparecer muy claro en su mente en aquel momento, pero al final acabó por dar el sí.

El caso es que se dio el golpe pero no salió como estaba previsto. Media España se opuso férreamente y como ya sabemos derivó en una guerra civil especialmente larga y cruel. El 20 de julio el general Sanjurjo partió de Estoril, donde se había refugiado como un gallina, pero su avión se estrelló apenas despegado y allí murió. Se dice que la causa fue una maleta llena de condecoraciones que se empeñó en llevar, pese a que el piloto le advirtió de que era demasiado peso. Por orden de antigüedad el mando correspondió entonces al general Miguel Cabanellas pero seguía siendo un puesto honorífico porque las decisiones se tomaban aún de forma colegiada.

Pero Franco ya estaba moviendo los hilos para obedecer a su mujer y el 21 de setiembre consiguió ser nombrado Generalísimo, que como se puede deducir consistía en ser un general con más atribuciones que los demás pero el nombramiento, con ser un avance, no le otorgaba aún el poder total. Viendo que contaba con el viento a favor, una semana después, el 28, consiguió ampliarlo a Jefe del Gobierno del Estado mientras durase la guerra. Cabanellas, que había tenido a Franco a sus órdenes, intentó convencer a sus compañeros para que no le otorgasen esos cargos. Decía que él le conocía bien y sabía que si le daban tanto poder jamás en su vida lo retornaría. Como un eco de su profecía, cuando el decreto salió publicado el día 30 faltaba aquello de mientras durase la guerra pero ninguno de sus compañeros de armas pareció preocuparse. Desde entonces el primero de octubre se celebrará solemnemente la Exaltación de Franco a la Jefatura del Estado.

En junio de 1937 el general Mola muere en un accidente de aviación. No han faltado quienes han visto la larga mano de Franco detrás de ese accidente y el de Sanjurjo pero creo que basta ver cómo eran esos aviones para darse cuenta de que lo raro era que consiguiesen depositar a sus pasajeros sanos y salvos.

Terminada la guerra, Franco conservó su título de Generalísimo y los poetas de su corte le añadieron lo de Caudillo invicto, espada más limpia de Europa, único vencedor del bolchevismo en los campos de batalla y otras cuantas fórmulas a cuál más retorcida. Unos meses después llegó la guerra mundial y Franco apostó mal y tuvo que reinventarse a mitad de carrera pero los Aliados acabaron haciendo como que se lo creían para desilusión de los republicanos que tenían esperanzas de que Franco acompañase a sus amiguetes Hitler y Mussolini[2].

 

Buscando un lugar

A Franco le gustaba repetir que él sólo era responsable ante Dios y ante la Historia. Le preocupaba mucho cuál sería su lugar histórico, qué dirían de él los libros en el futuro.

Su poder no estaba en cuestión y en los casi cuarenta años que mandó nunca tuvo motivos serios de preocupación ni por parte de los amigos ni de los enemigos[3].

Lo de Caudillo, Generalísimo y Salvador de España servía para justificar su mandato pero de cara al Derecho Internacional sonaba un tanto exótico, así que una vez se vio respaldado de hecho por las potencias vencedoras decidió que tenía que revestir su poder de un papel más solemne que el de vencedor de una guerra civil[4].

No había muchas opciones. Lo de rey estaba difícil porque es cosa muy reglamentada y no cumplía ningún requisito y presidente de la república era demasiado cínico hasta para él. Pero como casi siempre había un resquicio legal, la regencia (para eso existen los abogados) aunque planteaba algún problemilla, pero para eso existen los abogados.

La regencia se aplica cuando existe un heredero al trono pero aún no puede acceder a él, generalmente por ser menor de edad. La regente suele ser la madre y en su defecto un consejo de regencia. También puede aplicarse por incapacidad manifiesta del heredero pero en el caso borbónico esa categoría carece de sentido.

El problema era obvio: Alfonso XIII tenía heredero, Juan de Borbón, que ya era un buen mozo. Tanto que había intentado alistarse en el bando sublevado y Franco había ordenado ponerle en la frontera porque no quería nadie cerca que pudiera hacerle sombra por pequeñita que fuera y la excusa que se le dio era que un rey tenía que serlo de todos los españoles y por tanto no podía tomar partido por ningún bando. Una excusa tan mala como cualquier otra.

Hay que recordar la profecía del general Cabanellas, Franco no iba a soltar el poder de ninguna manera así que tenía que encontrar una excusa para invalidar a Juan de Borbón como pretendiente y la mejor que encontró fue que estaba invalidado para el trono porque un rey tenía que serlo de todos los españoles y por tanto no podía tomar partido por ningún bando. Hay que reconocer que el Paco tenía sentido del humor...

Ya estaba armado el andamiaje legal que necesitaba, de modo que el 6 de julio de 1947 presentó a referéndum su Ley de Sucesión que definía a España como reino y ganó por incomparecencia de sus rivales. Ya era oficialmente el regente del Reino de España, como se podía llamar desde entonces.

Y ahí se juntaron el hambre y las ganas de comer. En el verano de 1948 el heredero al trono concertó con Franco que se educase en España Juan Carlos, su hijo de diez años al que llamaban Juanito para diferenciarlo de su padre. A Franco le interesaba un respaldo borbónico a su idea, por tibio que fuera, y a Juan de Borbón meter el pie de alguna manera porque veía que el asunto estaba hecho con su colaboración o sin ella.

 

Quítate tú pa ponerme yo

Se puede debatir si Franco era o no inteligente y habría que empezar por acordar una definición de inteligencia. Tengo mi opinión pero aquí no viene al caso. Lo que sí defenderé es que Franco tenía ese tipo de astucia cazurra que tienen los campesinos que engañan al Diablo en los cuentos medievales[5]. Su modo de gobernar consistía en no dar nunca demasiado poder a un grupo pero mantener ilusionados a todos con la posibilidad de recibirlo y con los Borbones siguió el mismo juego que tan buenos resultados le había dado[6] y lo estiró como un chicle. Veintidós años tardó en decidirse por el hijo, aunque había mandado suficientes señales al padre para que supiera que él no iba a ser, pero cada uno ve lo que quiere ver, especialmente si corre sangre borbónica por sus venas, aunque da la impresión de que el hijo de Allfonso XIII confiaba más en un cambio de idea del Generalísimo que en la fidelidad de su hijo[7].

El 22 de julio de 1969 Franco designa a Juan Carlos como sucesor con el título de Príncipe de España, un título salido de la fértil imaginación del Paco. El título tradicional del heredero de la corona española es Príncipe de Asturias, pero sólo lo puede otorgar el jefe de la Casa Real y Juan de Borbón tenía poco donde agarrarse y no estaba dispuesto a cederlo sin contraprestaciones, pero ese detalle preocupaba poco a Franco. Ya había concedido títulos nobiliarios sin tener atribución. Inventó para Juan Carlos el título de Príncipe de España y a correr[8]...

Pero aunque era su elección clara, Franco no quería que Juan Carlos se durmiera en los laureles y lo diera todo por hecho y por eso le amenazaba con nombrar heredero al primogénito de la otra rama borbónica, Alfonso de Borbón Dampierre, que además estaba casado con su nieta, lo que ilusionaba especialmente a la mujer del Paco, que se sentía llamada como mínimo a fundar una dinastía[9]. Así conseguía que Juan Carlos no se subiera a la parra y el flamante Príncipe de España, que veía cuánto podía ganar y cuánto perder con su rebeldía, se sujetó al orden al punto de que hasta hoy no consiente que nadie hable mal de Franco en su presencia. Debe ser la única vez en su vida que ha sido agradecido.  

 

Conclusión

Sucedido el hecho biológico que era como los periodistas cursis de entonces llamaban a la muerte de Franco[10] Juan Carlos ocupó por fin el trono y no lo soltó durante casi cuarenta años, sólo Rajoy le privó de llegar a la cifra redonda.


Objetivo cumplido. Las aspiraciones del Franco regente ya están satisfechas. No veo ninguna razón histórica para que los Felipes, Leonores, Sofías, Elenas o Froilanes y Victoriafedericas sigan ocupándolo o aspirando a ocuparlo.

 

 



[1] Una pregunta fascinante que no tiene respuesta: ¿qué hubiera sucedido si la bomba que colocó Georg Elser consigue su objetivo y Hitler muere nada más empezar la Segunda Guerra Mundial? Estuvo a punto de lograrlo...

[2] El principal abogado de Franco ante los vencedores fue el campeón de la democracia Winston Churchill. En su momento ya había escrito a Mussolini que si él fuera italiano sería fascista. A Franco le castigaron simbólicamente impidiendo que España entrara en la ONU y se convocó una manifestación multitudinaria de protesta en Madrid en la que había una pancarta con un lema memorable: “Si ellos tienen onu, nosotros tenemos dos”.

[3] De los cuarenta años se puede decir que la primera mitad tuvo el poder absoluto y la segunda el poder final. En cualquier caso, su palabra siempre fue ley, la diferencia es que en la primera mitad de su mandato hablaba mucho más que en la segunda. En setiembre de 1975, apenas dos meses antes de morir, se negó a conmutar cinco penas de muerte pese a que se lo pidieron desde el Papa hasta su hermano. Fue una decisión personal que iba en contra de toda la política exterior que el régimen había diseñado cuidadosamente, pero donde hay patrón no manda marinero...

[4] No sé por qué, ahora me he acordado de Arturo Pérez Reverte. No contento con su título de escritor superventas, quería ser considerado un buen escritor y se volcó en que le nombrasen académico de la lengua. Es lo máximo que podía conseguir porque si no es buen escritor ahora es difícil que lo sea en el futuro. Pérez Reverte es a la escritura lo que Camela a la música, con la diferencia de que los Camela no pretenden ser otra cosa que lo que son. Obviamente son bastante más inteligentes.

[5] Si el Diablo acordaba con el campesino que él se llevaría lo que quedase por encima del suelo, el campesino plantaba nabos. Al año siguiente el Diablo cambiaba de opinión y el campesino plantaba trigo pero es un modo de razonar que tiene sus limitaciones. Por ejemplo, Franco pensaba que un país podía imprimir más moneda de la que le correspondía siempre y cuando los otros países no lo supieran. Esa brillante estrategia mandó a muchos españoles a la cama sin cenar. Por cierto que la flor del nabo es muy hermosa.

[6] Según propia confesión este método de gobierno lo aprendió cuando tuvo que tratar con las kabilas marroquíes.

[7] Ya he contado alguna vez que Juan Carlos prometió no ocupar el trono mientras estuviera vivo su padre pero su padre no le creía. El asunto venía de lejos: cuando el adolescente Juan Carlos mató a su hermano pequeño con una pistola su padre le hizo jurar que no lo había hecho a propósito. Entre los Borbones los conceptos de amor paterno, amor filial y amor fraterno son muy relativos y con razón...

[8] Primero y único, salvando la ignorancia de Pedro Almodóvar en una gala de los premios Goya

[9] Según Carmen Martínez Bordiú, su esposa de entonces y nieta favorita de Franco, Alfonso “tragaba con todo”. Su cornamenta superaba con creces los colmillos del elefante que hizo caer en desgracia a Juan Carlos. Se sabe que su abuela Carmen Polo la llamaba La Pecadora.

[10] Alguno sigue en activo...

viernes, 14 de agosto de 2020

PALABRA DE POLÍTICO

 


 

Leo el titular de una entrevista a José Manuel García – Margallo y me quedo perplejo[1].

Margui fue ministro de Asuntos Exteriores entre 2011 y 2016 y, según el entrevistador, fue cesado por sospechas de que estaba conspirando contra Rajoy, acusación que él niega.

Suelta la descarga habitual de frases de almacén, de esas que a un político de raza le salen sin pensar cuando se trata de defender a alguno de los nuestros cuando está siendo acusado pero es evidente que no se ha parado mucho a pensarlas. Es lo que tiene el oficio, los políticos de ahora, que están ocupados en tantas cosas que no tienen tiempo para pensar réplicas, reciben unos argumentarios que les suministra su partido para que puedan responder a la pregunta delicada del momento y su único esfuerzo consiste en memorizarlos y recitarlos ante el micrófono fingiendo que son razonamientos propios. Margui hace tiempo que no está en activo pero se ve que aún los conserva en la memoria.

Habla de que todos estamos sometidos a la ley, pero precisamente en el caso del emérito eso es algo que se está discutiendo y los de su bando son los de que más bien no, que la inmunidad le cubre y si no, que no se debería procesar a un jefe de estado, cosa que también dice él sin despeinarse.

Otro clásico es la presunción de inocencia, que se aplica a todo el mundo. ¿Qué presunción de inocencia hay que aplicar a alguien que a día de hoy no está acusado de nada?

Y no podían faltar los dos grandes topicazos:

 

“Por otra parte, desde el punto de vista económico, España no ha tenido un momento de mayor desarrollo como con don Juan Carlos, y desde el punto de vista internacional, te aseguro que ha sido el mejor embajador que España ha tenido”

 

En fin... sé que es lo que cabe esperar pero aún me sorprendo de tanto cinismo. Si uno lee lo que su partido escribía sobre la economía en el reinado de Juan Carlos la única conclusión es que entre 1977 y 1996 no se podían haber hecho peor las cosas. Por supuesto, entonces la culpa no era de don Juan Carlos, sino de Adolfo Suárez, Leopoldo Calvo – Sotelo y Felipe González. Luego llegan los ocho años de Aznar que ya sabemos a lo que llevaron, basta decir que el ministro de Economía fue Rodrigo Rato, pero para su partido fue lo máximo. Después llega al gobierno Rodríguez Zapatero, que no entraba en los planes, y desde luego destroza la economía. Tanto que el gobierno del que Margui era ministro echó la culpa del desastre económico que sobrellevó durante tanto tiempo a la herencia recibida. Para ser un momento tan maravilloso lo mínimo que se puede decir es que su partido no lo supo valorar.

Lo del papel internacional de Juan Carlos no merece mucho detenimiento. Es la prensa extranjera la que ha sacado a la luz sus porquerías. Es precisamente desde el punto de vista internacional donde saca peores notas.

 

Pero su cuarto a espadas va con la cuestión del linchamiento, que le recuerda al sufrido por la desventurada Rita Barberá:

 

“Aquí ha habido un linchamiento como yo no he visto nunca”

“¿Qué quieren más de Juan Carlos I? ¿Que acabe como Rita Barberá, la pobre? No se puede proceder a un linchamiento moral en estas condiciones”

“Su proceso de linchamiento empezó con lo de Botsuana y aún no ha parado”

 

Y la pregunta del hábil entrevistador y su respuesta:

 

¿Cómo recuerda el episodio de Botsuana? ¿Le levantaron de la cama?

Lo de Botsuana lo recuerdo bien porque entonces era ministro. Me levantaron de la cama y me dijeron que el rey volvía en un avión y que se había fracturado la cadera. Me preguntaron si sabía dónde estaba el rey y dije que evidentemente sí[2]. Entonces, él pidió perdón para intentar frenar la reacción que se había desatado contra él, pero no sirvió. Aquí hay una cosa curiosa, y es que toda la teoría sobre él se ha construido a partir de las declaraciones de Villarejo y de Corinna. A mí me recuerda mucho al caso de Rita Barberá.

 

Aquí hay varias cosas a comentar. La primera es el abuso del lenguaje. Ningún linchamiento dura ocho años. Un linchamiento es una acción rápida y violenta y si se usa en sentido figurado al menos debe aplicarse a algo que sea rápido. Pero si asumimos la tesis del linchamiento[3] en versión Margui, en el 2012 gobernaba Rajoy y Margui era su ministro de Asuntos Exteriores que evidentemente sabía que el rey estaba en Botsuana. En este caso no cabe una transferencia de culpabilidad por razonable que parezca. Margui no es culpable por ser militante de un partido que hizo tal y tal cosa ni por haber votado según qué resolución en el congreso. Margui estaba en el cogollo de la decisión como evidente sabedor del destino del rey.

Hoy sabemos que aquellas once palabras (“Lo siento mucho, me he equivocao y no volverá a ocurrir”) necesitaron la concurrencia de varios agentes para su redacción, entre ellos el gobierno del que formaba parte Margui, y podemos suponer que a Juan Carlos le costaría su esfuerzo memorizarlas y decirlas del tirón.

Si el linchamiento comenzó en 2012 el gobierno en el que formaba Margui sería culpable por acción u omisión. Y Margui seguía en ese gobierno cuando se decidió e impuso la abdicación a Juan Carlos I y los enteraos subrayaron el papel que Mariano Rajoy había tenido en la maniobra[4].

Pero lo que es fascinante desde cualquier punto de vista es lo de Rita Barberá.

Para empezar, Rita Barberá no murió por la tensión nerviosa producida por el acoso al que le sometían los medios ni nada parecido. Rita Barberá murió de cirrosis hepática, una enfermedad que no contrajo “por una imprudencia lamentable. Al contrario, hace falta la fiel obstinación de toda una vida[5]”.

A Barberá la prensa le importó un bledo toda su vida. Decidida a ser cabeza de ratón frente a cola de león, sólo le preocupaba la de casa y esa la tenía en el saco, su padre había sido presidente de la Asociación de la Prensa valenciana durante treinta años. Lo que pudría a Rita era que los lameculos de su propio partido que hasta el día antes se ponían asuspiesparaloqueustedquieramandar ahora fingían no conocerla.

 

De hecho, desde que empezó su aventura judicial sólo se quejó una vez en público. Fue en el Congreso, poco antes de morir, cuando se cruzó con uno del PP que giró la cara fingiendo que no la veía y ella, sorprendida y contrariada, le dijo:

                                                                Margui, ya no me saludas[6]

                                              


 

 

 

 

 

 

 

 



[1] Tanto como para romper mi silencio de siete meses. Rubén Arranz: “José Manuel García – Margallo: “¿Qué quieren de Juan Carlos I? ¿Que acabe como Rita Barberá?”. Vozpopuli, 10/08/20. Por comodidad llamaré Margui al entrevistado. Raramente utilizo motes cuando escribo pero pronto entenderéis por qué lo hago en este caso.

[2] Evidentemente...

[3] ¿Cómo no recordar a Billie Holiday cantando Strange fruit? Ese grito quebrado del final que no es grito porque levante la voz sino por el desgarro.

[4] José Antonio Zarzalejos, por ejemplo. Es curioso lo de Rajoy, me recuerda a lo de Juan Pablo II. JPII fue hecho santo de la forma más rápida porque tenía detrás un club de fans muy ruidoso pero si se mira la cosa con objetividad, Juan Pablo II fue una desgracia para la iglesia católica. Desde el siglo XVII no había perdido tantos fieles. Se ha calculado que cada día de su pontificado la iglesia católica perdió diez mil. Sea una cifra exacta o no, cualquiera de mi generación sabe cuánta gente iba a la iglesia en España en 1975 y cuánta en el 2005. y quien diga que hubiera pasado con cualquier otro papa, que mire a Nicaragua. La iglesia católica tenía tanto arraigo que los sandinistas enseguida entendieron que debían respetarla. Llegó Juan Pablo y puso orden, de tal modo que hoy las diferentes iglesias evangélicas son dueñas y señoras de un país que sigue siendo creyente.

Pues Mariano lo mismo. Para mí destruyó la economía de España para los restos pero esa es mi opinión, con la que no espero que sus seguidores estén de acuerdo. Pero, ¿y si les menciono otras cositas? Por empezar con la que estamos tratando, hizo abdicar a un rey, con la consiguiente zozobra, que quiera Dios nos lleve a disfrutar de una república en el futuro. Consiguió lo imposible: que unos dirigentes regionales proclamaran unilateralmente la independencia de su territorio y de eso no había noticia en Europa desde las guerras de los Balcanes. También se las apañó para fomentar una escisión en el PP que les ha hecho roto tras roto en las elecciones, algo tampoco visto antes.

[5] Eso decía Debord de su polineuritis alcohólica. En tiempos de incertidumbre está bien volver a los clásicos. Guy Debord: Oeuvres, Gallimard, (s. l.), 2006, p. 1878.

[6] Por supuesto, el incisivo entrevistador no menciona nada sobre el particular.