El alcalde de Cádiz ― José María González, dicho “Kichi” ―, ha propuesto y conseguido el cambio de nombre de la avenida Juan Carlos I por el de avenida de la Sanidad Pública.
Nada que objetar
a la idea de cambiar de nombre la avenida. En esta página raramente se ha
desperdiciado una oportunidad de criticar a Juan Carlos de Borbón y seguirá la
costumbre mientras el personaje siga dando pie.
Sí tengo
objeción hacia el nombre elegido, por obvio. Dado que la sanidad pública no se
inventó en Cádiz[1]
― lo
del origen autóctono suele ser muy importante en la política municipal ― yo
le hubiera dado el nombre del médico Luis Montes[2].
Montes recibió
un ataque infame de la despiadada Esperanza Aguirre y su consejero de Sanidad,
de cuyo nombre no quiero acordarme[3],
que le acusaron cobardemente ― parapetados
tras unas oportunas denuncias anónimas ― de
haberse cargado a más de setenta pacientes. La acusación se demostró
absolutamente infundada, pero el daño ya estaba hecho[4].
Eso sí, le dio
tiempo a ganarle un pleito a Miguel Ángel Rodríguez Bajón, que tuvo que pagarle
treinta mil euros por las infamias proferidas por su boca en lugar público. Hoy
Miguel Ángel Rodríguez asesora a Isabel Díaz Ayuso, que comenzó su carrera
política como perro de Esperanza Aguirre, y no es un insulto de mi parte.
Montes simboliza
como nadie lo que representa la sanidad pública y las amenazas a las que está
expuesta pero Kichi es obvio, lineal, unidimensional... ¡qué le vamos a
hacer[5]!
Lo que me
encanta es la justificación que esgrime, en especial seis palabras:
El callejero
sirve para rendir homenaje y una persona que se exilia, que utilizó
presuntamente su cargo para amasar su fortuna y recibió 100 millones de un
régimen como el Saudí, que ha estado cobrando partidas extra y pagando
asignaciones a su amante Corinna Larsen no merece homenaje ni honores[6].
De un régimen
como el Saudí.
Con dos cojones
y un palo.
Podía haber
escrito “recibió 100 millones y no los declaró a Hacienda ni pagó los impuestos
correspondientes”.
Pero no.
Ha tenido que
mencionar al régimen saudí.
Un régimen
asqueroso, sin ninguna duda. Recuerdo una noticia de un incendio en un colegio
de niñas en el que murieron un par de decenas porque la policía no les dejó
salir por no estar vestidas decentemente.
Pero recuerdo más cosas. Recuerdo a Kichi dejándose la piel por conseguir que Cádiz construyera barcos de guerra para Arabia Saudí. Y sus pobres y tristes argumentos quedaron reflejados en esta página hace casi dos años.
Le recuerdo
mendigando a un régimen como el Saudí que le dejase fabricarles armas de
guerra altamente productivas para que las usasen contra los yemeníes o en su
defecto contra su propia población.
Y Kichi
también lo recuerda, aunque sólo sea por la energía que desplegó para conseguir
que aquellas máquinas de muerte se construyeran en Cádiz.
Pero también
sabe que “aquello pasó ayer”, como buen político profesional[7].
[1]
Aunque bien pudiera haber sucedido cuando Cádiz era una de las ciudades más
ricas y cultas de Europa. No hace tanto, históricamente hablando.
[2] Me
cuesta mucho llamar doctores a los médicos aunque algunos lo sean.
[3]
Comparte primer apellido con una jueza muy creativa y un atleta fallecido
prematuramente.
[4]
Líbreme Tutatis de jugar al juego de Rita Barberá y especular sobre si aquello
tuvo algo que ver con su muerte. Por cierto, aunque suene cínico, hay que
recalcar la importancia evidente de dedicar cosas a la gente que ha muerto, que
son los únicos que no te pueden traicionar. Beethoven dedicó una de sus famosas
sinfonías a Napoleón y años después le tocó recular.
[5] No
pretendo que este ejemplo sea el único posible. Hay cientos si uno se para un
poquito a buscar. Sucede que Luis Montes me caía muy bien.
[6] Lo
he tomado de Tremending, que es una sección de Público que se
ocupa de Twitter. El título del artículo es más o menos del tamaño de la cita y
va sobre otra cosa, así que lo obviaré.
[7] En
inglés existía esa expresión humorística (That was yesterday!) empleada como
defensa cuando alguien debía recordar algo y lo había olvidado. Parece que el
sentido cómico cede terreno al literal a ojos vista.