LAS DOS HUELGAS DE GASOLINERAS DE BARCELONA[1]
1977
En julio de 1977 se reúnen en asamblea los trabajadores de gasolineras
de la provincia de Barcelona con el objetivo de acordar una plataforma
común para la renovación de su convenio. En asamblea posterior se eligió una
comisión integrada por siete miembros de CNT, dos de UGT, dos de CCOO y un
independiente y el 30 de agosto se presenta el borrador, que es aprobado por
mayoría absoluta. Hay que recordar que a finales de abril se habían legalizado
los sindicatos, así que estos aún estaban en plena fase de organización. Ya
tenían asignado su papel de suplantar cualquier otro tipo de agrupamiento de
los trabajadores, pero aún no disponían del poder efectivo para impedirlo.
En este caso se ve claro en el hecho de que era la asamblea la que
tenía el control sobre la comisión en todo momento. Las indicaciones de esta se
consideraban solo orientaciones que debían ser aprobadas por la asamblea o, en
su caso, rechazadas o corregidas.
La petición principal era elevar el salario de 458 a 1.000 pesetas diarias. Ante los
oídos sordos que hace la patronal, deciden convocar huelga a partir del 28 de
setiembre. Entonces, esta ofrece un aumento de hasta 700 pesetas diarias.
En ese momento irrumpen en la negociación ― por su cuenta y riesgo ―, unos liberados de CCOO que ni siquiera eran gasolineros, pero
la maniobra es descubierta y denunciada por la asamblea y quedan fuera de
juego. No hay que olvidar que en ese mes se habían firmado los Pactos de la
Moncloa, que establecían precisamente ese papel de policía laboral para
las centrales a despecho de la propia ley, como veremos más adelante. Era solo
un anuncio de lo que estaba por llegar...
Y comenzó el regateo. La asamblea bajó a 900, pero la patronal no se
movió de las 700, así que se declaró huelga indefinida a partir del 21 de
octubre. Éxito total. Pararon todas las gasolineras de la ciudad y el 90% de la
provincia. A los cinco días, los patronos claudicaron y acabaron aceptando un
sueldo de 881 pesetas diarias, con vigencia hasta el 1 de julio de 1978. Habían
conseguido el mejor convenio provincial de gasolineras. Según Zambrana, hasta
fueron alabados por una parte de la prensa.
Hay dos cuestiones técnicas, referentes al derecho laboral de
entonces, que es interesante precisar. La primera es que aún no se planteaba la
cuestión de los servicios mínimos y sin embargo, la asamblea de gasolineros se
había adelantado y había previsto un sistema de bonos para que pudieran ser
atendidos médicos, ambulancias y otros servicios de urgencias. La segunda es
que entonces las huelgas sectoriales estaban prohibidas, de modo que, durante
medio año, gente de CNT estuvo recorriendo las gasolineras una por una para que
firmasen convocatorias de huelga con la fecha en blanco, para poder presentar
todas juntas en el momento adecuado. Debieron ser entre doscientas y
trescientas.
1978
En junio de 1978 faltaba un mes para que caducase el convenio, así que
lo denunciaron. Sin respuesta. Entonces solicitaron huelga legal y después de
diez días, tampoco hubo respuesta.
En aquellos meses habían pasado muchas cosas y parece que los
gasolineros no se habían dado cuenta, mientras los de enfrente sí tomaron buena
nota...
Cabe recordar que el 16 de enero comenzaba el proceso de elecciones
sindicales que otorgaba oficialmente la representación de los trabajadores a
los elegidos, a semejanza de la política, donde se entregaba todo el poder a
los parlamentarios y senadores electos para que lo interpretasen según su
criterio[2].
Sucedió que UGT y CCOO, legitimadas por la fuerza de los votos
recibidos en el proceso, habían firmado un convenio nacional de gasolineras que
se suponía de validez en todo el territorio.
El nuevo convenio era una ruina. Parece evidente que, puestos a firmar
un convenio nacional, las condiciones deberían ser mejores que las del mejor
convenio provincial. En su defecto, iguales. En ningún caso peores.
Pues bien, como ya se ha indicado, el mejor convenio provincial era el
de Barcelona y comparado con este, el nacional era un desastre. Según una
octavilla que circuló durante la huelga, el precio por hora del convenio
barcelonés era de 230 pesetas frente a 155 del nacional, el tiempo de almuerzo pasaba
de 30 a 15 minutos, los dos pluses de Navidad y Primero de Mayo (1.000 pesetas
cada uno) desparecían, así como el “quebranto de moneda” ― hermosa
expresión, por cierto ―, que en Barcelona era el salario de un día, y de
trabajar un máximo de dos domingos seguidos se pasó a tres[3].
Por si eso fuera poco, como aclara Joan Zambrana, la legislación vigente no
otorgaba capacidad de decisión a las centrales sindicales como tales, sino a
las comisiones negociadoras que se creaban a tal efecto (en muchos casos estas
comisiones se formaban por práctica asamblearia, tanto a nivel provincial como
en algunos casos estatal)[4].
Daba igual. La mera existencia del convenio nacional daba a los patronos la
excusa a la que agarrarse para no negociar.
Pero ese no era el único cambio, en realidad todo había cambiado. Así,
aunque nominalmente pudiera convocar a la huelga la Asamblea de Trabajadores de
Gasolineras de Barcelona, se entendió que quien convocaba la huelga era la CNT,
mayoritaria en el sector. Su secretario Enric Marco ya había declarado en mayo
que “esta vez la CNT va a ir con todas sus fuerzas para que los trabajadores se
den cuenta de que la confianza que entonces depositaron en nosotros es justa. Por
eso vamos a ir a un convenio y si es necesario a un conflicto, pero bien
organizados, desde el primer momento. Que no se hagan ilusiones ni los
empresarios ni los arbitrajes oficiales de que van a arrastrar a CNT a algo que
no quieren hacer los trabajadores”[5]
La propia CNT había cambiado y, aunque no se prestase al juego
electoral, pensaba en términos de central sindical, en un juego peligroso que
le iba a traer consecuencias muy negativas. Si en el 77 se había prestado a
organizar una huelga de logística muy complicada de forma anónima, ahora le
interesaba que se supiera que estaba
detrás, para acreditar el peso que le
negaba la representación electoral a la que había rehusado. El asunto trajo
debate y si en el Solidaridad Obrera de mayo del 78 se denunciaba que
“CNT no puede hablar de la asamblea como órgano decisorio cuando por otra parte
está apoyando comités intersindicales con las burocracias reformistas y por qué
no verticalistas, salidas de las elecciones sindicales” en el CNT del 17
de agosto se le replicaba que “Si nos
cuestionamos el que los sindicatos sirvan para la negociación debemos
cuestionar la razón de ser de las secciones sindicales. La asamblea cubre el
espacio de la unidad de acción, pero hay que defender la estructura del
sindicato como organización de lucha” y “Si los sindicatos no sirven, habría
que buscar otra forma de organización que podría ser el asambleísmo, pero esto
me parece muy peligroso”.
La huelga comenzó el dos de setiembre y ¡cuántas cosas pueden cambiar
en menos de un año!
La Policía Armada tomó las gasolineras a punta de metralleta y se
ocupó de dispensar el combustible. Como anécdota, durante los primeros días de
huelga ardieron varias gasolineras de la periferia de Barcelona y, a día de
hoy, aún no ha quedado claro si se debió a sabotajes o fue consecuencia de la
ineptitud policial a la hora de despachar la gasolina[6].
Es evidente que con esa ayuda la patronal podía aguantar lo que le echaran
encima.
Pero la cosa no paró ahí, se trataba de una ofensiva en toda regla,
sin desatender un solo frente. Hubo un centenar de detenciones por integrar
piquetes informativos o, simplemente, pegar carteles a favor de la huelga.
Treinta y cinco solo entre el 4 y el 5 de setiembre y, como indiqué en el texto
anterior, muchas fueron fruto de delaciones de sindicalistas de Comisiones y
UGT. La prensa, que había sido más bien favorable en 1977, se tornó hostil y
alternó la desinformación, la omisión y la condena.
No hay dato que muestre mejor la decadencia que examinar los apoyos recibidos.
Entre los sindicatos: CSUT, SU, UGT (histórica), SOC y los Col.lectius de
Treballadors de Catalunya y entre los partidos: ERC, POUM, PTE, LCR, AC o FNC.
Salvo ERC, ninguno de ellos consiguió sobrevivir[7].
Aun con tantos y tan poderosos enemigos, la huelga aguantó casi
cincuenta días, hasta el 20 de octubre, supongo que a costa de enormes
sacrificios personales y familiares. El acuerdo firmado era meramente
defensivo. Incluía la readmisión de los despedidos y sancionados con motivo de
la huelga, la libertad de los detenidos, el respeto al convenio provincial del
año anterior y la posibilidad de
que en el futuro se pudieran pactar convenios provinciales a la espera de las
leyes que estaban pendientes de aprobación. Se trataba de no perder lo ganado,
de no retroceder. En definitiva, de salvar la cara.
Y por supuesto, no hubo huelga de gasolineros en 1979...
[1] La
información procede de un foro de alasbarricadas.org ― que incluye el capítulo “La
Huelga de Gasolineras de Barcelona: dos actos para un conflicto” del libro La
alternativa libertaria de Joan Zambrana ―, y de Trabajadores por la
autonomía y la revolución social: “Nuevos comentarios acerca de la España
salvaje” en los incontrolados [crónicas de la españa salvaje 1976 ― 1981], Klinamen, Sevilla, (2004), pp.
47 ― 87.
[2] En
realidad según el criterio de su jefe de filas, que es quien hace la seña
convenida indicando el botón que deben apretar. Así que se pueden permitir el
lujo de aprobar o rechazar una propuesta sin ni siquiera escucharla y, aún con
eso, de vez en cuando se equivoca alguno. En fin...
[3] La
cifra de la remuneración por hora parece discordante con la de 1977, pero quién
sabe si se habla de bruto o de neto, si se contabiliza el descanso o las
vacaciones o, simplemente, había un error. Sea como fuere, es evidente que el
convenio firmado por CCOO y UGT era una burla respecto a lo que la Asamblea de
Gasolineras de Barcelona había conseguido el año anterior.
[4] Era el
espíritu de la época. Tampoco las elecciones de 1977 eran elecciones a cortes
constituyentes y, sin embargo, acabaron aprobando una constitución. El régimen
salió ilegítimo desde el principio, así que no nos tiene que extrañar mucho de
lo que vemos hoy, solo siguen la costumbre.
[5] En efecto,
Enric Marco es el farsante aquel que fingió haber estado encerrado en un campo
de concentración nazi cuando, en realidad, trabajó para los nazis a través de
una organización franquista que reclutaba voluntarios para ayudar al triunfo de
Hitler.
[6] Me
abstendré de hacer chistes sobre la capacidad de combustión de ciertas
formaciones leñosas porque seguro que hoy caben bajo algún apartado de la Ley
Mordaza.
[7] Técnicamente
el SOC sí, porque se integró en el Sindicato Andaluz de Trabajadores, pero ya
no exhibe públicamente sus siglas. Un caso curioso es el de Unión Sindical
Obrera, sindicato de raíz cristiana que aún se arrastra hoy con más pena que
gloria: la sección vasca apoyó la huelga mientras la catalana guardaba
silencio...