Se podría
contestar que esas cosas pasan en provincias, pero que los magistrados del
Tribunal Supremo o el Constitucional son otra cosa. Por eso son magistrados,
que viene de magister, maestro.
Quizá sea una
manía pero tiendo a desconfiar de los que ocupan aquellos puestos en los que
para ser elegido hay que poseer don de gentes y buena mano para las relaciones
públicas. En realidad cuando hablamos del rescate de los bancos deberíamos
hablar del rescate de las cajas, pues fueron estas las que quebraron en masa.
No por casualidad, pasaron de ser las entidades más serias ― en
el sentido de respetuosas con el dinero ajeno ― a
volverse las más alegres desde el momento en que fueron puestas en manos
de “gestores” nombrados por políticos. Por cierto, otra de las brillantes ideas
del nefasto Felipe González[2].
Sucede que un
tribunal europeo ha decretado que Oriol Junqueras tiene inmunidad como
parlamentario europeo y eso podría traer consecuencias para los casos aún
pendientes de Puigdemont y Comín. Por lo que leo no es algo cerrado, debe haber
ciertas salvedades en la sentencia a las que supongo que se agarrará la
justicia de aquí[3].
En cualquier caso, como dirían los periodistas, las reacciones no se han
hecho esperar.
El nacionalismo
catalán es ciclotímico, es un hecho bien probado. Pasan del calor al frío, del
amor al odio, de la noche al día en menos de lo que se tarda en nombrarlos...
Al principio su
fe en Europa era inquebrantable. Pero cuando hablo del principio hablo del
2012, cuando aún ni existía la noción del Proceso. Esta creo que no la he
contado, sucedió aquella noche electoral en que Artur Mas creía que iba a pasar
de los 62 escaños a la mayoría absoluta porque así lo había escrito el director
de La Vanguardia y al final acabó por perder doce de los que tenía. En plena
euforia ― no hay que olvidar que aquella Diada
fue la primera multitudinaria en décadas y que tenía por lema “Cataluña, nuevo
estado de Europa” ―, un tertulero de la radio pública
catalana dijo: “Europa no puede permitirse el lujo de prescindir de Cataluña” y
se quedó tan oreado. Y lo que más me llamó la atención no fue esa frase
pronunciada con la voz hueca que luego se ha hecho tan característica sino que
ninguno de sus compañeros dijera nada, ni siquiera un jocoso “cambia de
camello”. Todos callaron otorgando.
Después vino la
pérdida de la fe europea y aquello prácticamente lo conté tal cual sucedía en
2017 y por ahí atrás está guardado.
El jueves el
sargento Torra colgó la bandera europea del balcón del edificio que detenta[4]
sin necesidad de rebajarse a ordinarieces como pedir perdón o sentirse
avergonzado por la culpa pasada. La bandera luce bien, se nota que es recién
comprada o ha estado guardada durante mucho tiempo. Di que también su gesto
tiene algo de plegaria porque el mismo día que la mandaba izar supo de su
condena y decidió fiar sus destinos a la justicia europea que vuelve a ser
amiga[5].
Pero, como digo, esto no me sorprende. Hace tiempo que el nacionalismo catalán
es previsible en lo patético.
Me sorprende la
contraparte. Me sorprenden esos ridículos patrioteros del entorno de VOX que
han acuñado la fórmula del Spexit sin asomo alguno de ironía que, como
se sabe, es la fórmula más elevada del humor como el sabor amargo es el más
complejo y sólo apto para los paladares adultos.
Del entorno de
VOX, porque, por decirlo en palabras taurinas que seguro apreciarán, sus
primeros espadas hacen el Don Tancredo. El hijo de Abascal, el hijo de Espinosa
de los Monteros, su esposa de las arquitecturas prematuras y el Ortega Smith de
apellidos castizos no se han señalado. Nadan y guardan la ropa. Eternos lenguas
sin manos, milhombres[6].
Me sorprende
porque estábamos mal acostumbrados. Tantos años sin nacionalismo español, pese
a las retahílas de tantos exprogres a los que se les paró el reloj en 1975, los
josepramonedas, los vicençnavarros, los joseluisvillacañas ...
Hombre, jode
haber dejado de formar parte de los tres países de Europa libres de
ultraderecha de ámbito nacional. Al menos a mí me jode. Ya sólo quedan Portugal
e Irlanda para aguantar el pabellón.
Así que en
adelante nos espera un juego de espejos. La bandera europea virará de los
mástiles torreros a los voxeros según sople el viento noticioso, pero ambos estarán
diciendo lo mismo y bastará ver un balcón para adivinar lo que habrá en el
otro.
No estoy de
acuerdo con eso de que “los extremos se tocan”. Como decía el gran Jaume
Perich, “los extremos no se tocan, se cascan”[7].
Pero en este caso no hablamos de extremos, hablamos de nacionalistas que rinden
culto a distintos trapos pero cada vez vuelven más evidente que el nacionalismo
es simplón, visceral, poco amigo de la razón y el conocimiento, cosa de tripas.
Prescindible[8].
[1]
Supongo que esto ya hay que explicarlo, como la EGB o las pesetas. Los
insumisos eran aquellos que se negaban a hacer el servicio militar o su
alternativa, la prestación social sustitutoria, lo que era delito. Los
objetores nos negábamos a ingresar en el Ejército pero cumplíamos la prestación,
en mi caso en la Cruz Roja. Los estudiantes universitarios que iban a la mili
tenían dos opciones, o bien pedían prórrogas y al acabar sus estudios se
incorporaban como soldados o bien entraban en las milicias universitarias. De
ahí salían con el grado de alférez, salvo los más torpes que se quedaban en
sargentos. Quim Torra fue sargento.
[2]
Hay una de la que se habla poco, la destrucción de la red de ferrocarriles en
la pira de la modernización. Ahora que se habla tanto de la España
Vaciada, quizá alguien debería tomarse el trabajo de superponer mapas. Quién
sabe si saldría de ahí lo que en lenguaje técnico se llama correlación
lineal...
[3]
Repito como un loro lo que leo en Beatriz Parera: “El matiz de la sentencia de
Luxemburgo que cierra el regreso de Puigdemont a España”, El Confidencial,
20/12/19. De momento sigo sin encontrar un buen motivo para desperdiciar un
segundo de mi vida leyendo sentencias.
[4] Y
utilizo esta palabra siendo consciente de su significado...
[5] No
sé si hay fotos del momento. ¿Habrá sido alguno de los izadores que ya tienen
experiencia como Lluís Llach o Antonio Baños, habrá sido el sargento en persona
o habrá dejado la tarea al ujier?
[6]
Esta palabra ya en desuso, que pertenece a una época que dicen conocer y amar,
se conserva aún en su préstamo catalán, milhomes.
[7]
Perich no se casaba con nadie, quizá por eso nadie ha hecho especial esfuerzo
para reivindicarle. Por un lado me mata la curiosidad por saber qué hubiera
escrito o dibujado sobre lo que está pasando pero por otro pienso que quizá sea
mejor así, aunque entiendo que su familia no pensará lo mismo. Su libro Autopista
fue todo un superventas en la agonía del Franquismo. El título era una parodia
del Camino del entonces muy influyente San Josemaría Escrivá de
Balaguer, Marqués de Peralta, en realidad nacido José María Escriva o Escriba a
secas, ahora no recuerdo la grafía exacta. El marquesado lo compró
falsificación mediante, usando lo que él llamaba “la santa desvergüenza”
[8]
Últimamente leo alabanzas a Otegi como aquel que intercedió para que ETA pasase
al retiro. Es cierto, pero hay que precisar cuándo se convirtió. No se volvió
pacifista hasta que un tribunal europeo decretó que la Ley de Partidos que
ilegalizó a Batasuna era correcta. Fue entonces cuando vio la luz, ante la
perspectiva de pasar toda su vida en la ilegalidad y tener que actualizar el
curriculum y dejó de decir aquello de que “la izquierda abertzale es la que
tiene el puño de hierro” y cosas parecidas. Por cierto que entonces la justicia
europea solía dar la razón a los jueces españoles, al menos en lo
gordo.