lunes, 23 de diciembre de 2019

INFIERNOS QUE HIELAN Y NIEVES QUE ABRASAN



 No confío en la Justicia y me refiero a la que tenemos, no hablo en términos abstractos. Podría dar un buen montón de razones pero me limitaré a contar una historia. En tiempos del servicio militar obligatorio conocí a dos muchachos que eran amigos y se declararon insumisos el mismo día[1]. Juzgados por jueces diferentes, uno salió absuelto y al otro le cayó una pena de dos años, cuatro meses y un día. Lo mejor de todo es que antes de entrar a la sala sus respectivos abogados ya les dijeron la pena que iba a caer a cada uno e hicieron pleno.
Se podría contestar que esas cosas pasan en provincias, pero que los magistrados del Tribunal Supremo o el Constitucional son otra cosa. Por eso son magistrados, que viene de magister, maestro.
Quizá sea una manía pero tiendo a desconfiar de los que ocupan aquellos puestos en los que para ser elegido hay que poseer don de gentes y buena mano para las relaciones públicas. En realidad cuando hablamos del rescate de los bancos deberíamos hablar del rescate de las cajas, pues fueron estas las que quebraron en masa. No por casualidad, pasaron de ser las entidades más serias en el sentido de respetuosas con el dinero ajeno a volverse las más alegres desde el momento en que fueron puestas en manos de “gestores” nombrados por políticos. Por cierto, otra de las brillantes ideas del nefasto Felipe González[2].

Sucede que un tribunal europeo ha decretado que Oriol Junqueras tiene inmunidad como parlamentario europeo y eso podría traer consecuencias para los casos aún pendientes de Puigdemont y Comín. Por lo que leo no es algo cerrado, debe haber ciertas salvedades en la sentencia a las que supongo que se agarrará la justicia de aquí[3]. En cualquier caso, como dirían los periodistas, las reacciones no se han hecho esperar.
El nacionalismo catalán es ciclotímico, es un hecho bien probado. Pasan del calor al frío, del amor al odio, de la noche al día en menos de lo que se tarda en nombrarlos...
Al principio su fe en Europa era inquebrantable. Pero cuando hablo del principio hablo del 2012, cuando aún ni existía la noción del Proceso. Esta creo que no la he contado, sucedió aquella noche electoral en que Artur Mas creía que iba a pasar de los 62 escaños a la mayoría absoluta porque así lo había escrito el director de La Vanguardia y al final acabó por perder doce de los que tenía. En plena euforia no hay que olvidar que aquella Diada fue la primera multitudinaria en décadas y que tenía por lema “Cataluña, nuevo estado de Europa” , un tertulero de la radio pública catalana dijo: “Europa no puede permitirse el lujo de prescindir de Cataluña” y se quedó tan oreado. Y lo que más me llamó la atención no fue esa frase pronunciada con la voz hueca que luego se ha hecho tan característica sino que ninguno de sus compañeros dijera nada, ni siquiera un jocoso “cambia de camello”. Todos callaron otorgando.
Después vino la pérdida de la fe europea y aquello prácticamente lo conté tal cual sucedía en 2017 y por ahí atrás está guardado.
El jueves el sargento Torra colgó la bandera europea del balcón del edificio que detenta[4] sin necesidad de rebajarse a ordinarieces como pedir perdón o sentirse avergonzado por la culpa pasada. La bandera luce bien, se nota que es recién comprada o ha estado guardada durante mucho tiempo. Di que también su gesto tiene algo de plegaria porque el mismo día que la mandaba izar supo de su condena y decidió fiar sus destinos a la justicia europea que vuelve a ser amiga[5]. Pero, como digo, esto no me sorprende. Hace tiempo que el nacionalismo catalán es previsible en lo patético.
Me sorprende la contraparte. Me sorprenden esos ridículos patrioteros del entorno de VOX que han acuñado la fórmula del Spexit sin asomo alguno de ironía que, como se sabe, es la fórmula más elevada del humor como el sabor amargo es el más complejo y sólo apto para los paladares adultos.
Del entorno de VOX, porque, por decirlo en palabras taurinas que seguro apreciarán, sus primeros espadas hacen el Don Tancredo. El hijo de Abascal, el hijo de Espinosa de los Monteros, su esposa de las arquitecturas prematuras y el Ortega Smith de apellidos castizos no se han señalado. Nadan y guardan la ropa. Eternos lenguas sin manos, milhombres[6].
Me sorprende porque estábamos mal acostumbrados. Tantos años sin nacionalismo español, pese a las retahílas de tantos exprogres a los que se les paró el reloj en 1975, los josepramonedas, los vicençnavarros, los joseluisvillacañas ...
Hombre, jode haber dejado de formar parte de los tres países de Europa libres de ultraderecha de ámbito nacional. Al menos a mí me jode. Ya sólo quedan Portugal e Irlanda para aguantar el pabellón.

Así que en adelante nos espera un juego de espejos. La bandera europea virará de los mástiles torreros a los voxeros según sople el viento noticioso, pero ambos estarán diciendo lo mismo y bastará ver un balcón para adivinar lo que habrá en el otro.
No estoy de acuerdo con eso de que “los extremos se tocan”. Como decía el gran Jaume Perich, “los extremos no se tocan, se cascan”[7]. Pero en este caso no hablamos de extremos, hablamos de nacionalistas que rinden culto a distintos trapos pero cada vez vuelven más evidente que el nacionalismo es simplón, visceral, poco amigo de la razón y el conocimiento, cosa de tripas.
Prescindible[8].



[1] Supongo que esto ya hay que explicarlo, como la EGB o las pesetas. Los insumisos eran aquellos que se negaban a hacer el servicio militar o su alternativa, la prestación social sustitutoria, lo que era delito. Los objetores nos negábamos a ingresar en el Ejército pero cumplíamos la prestación, en mi caso en la Cruz Roja. Los estudiantes universitarios que iban a la mili tenían dos opciones, o bien pedían prórrogas y al acabar sus estudios se incorporaban como soldados o bien entraban en las milicias universitarias. De ahí salían con el grado de alférez, salvo los más torpes que se quedaban en sargentos. Quim Torra fue sargento.
[2] Hay una de la que se habla poco, la destrucción de la red de ferrocarriles en la pira de la modernización. Ahora que se habla tanto de la España Vaciada, quizá alguien debería tomarse el trabajo de superponer mapas. Quién sabe si saldría de ahí lo que en lenguaje técnico se llama correlación lineal...
[3] Repito como un loro lo que leo en Beatriz Parera: “El matiz de la sentencia de Luxemburgo que cierra el regreso de Puigdemont a España”, El Confidencial, 20/12/19. De momento sigo sin encontrar un buen motivo para desperdiciar un segundo de mi vida leyendo sentencias.
[4] Y utilizo esta palabra siendo consciente de su significado...
[5] No sé si hay fotos del momento. ¿Habrá sido alguno de los izadores que ya tienen experiencia como Lluís Llach o Antonio Baños, habrá sido el sargento en persona o habrá dejado la tarea al ujier?
[6] Esta palabra ya en desuso, que pertenece a una época que dicen conocer y amar, se conserva aún en su préstamo catalán, milhomes.
[7] Perich no se casaba con nadie, quizá por eso nadie ha hecho especial esfuerzo para reivindicarle. Por un lado me mata la curiosidad por saber qué hubiera escrito o dibujado sobre lo que está pasando pero por otro pienso que quizá sea mejor así, aunque entiendo que su familia no pensará lo mismo. Su libro Autopista fue todo un superventas en la agonía del Franquismo. El título era una parodia del Camino del entonces muy influyente San Josemaría Escrivá de Balaguer, Marqués de Peralta, en realidad nacido José María Escriva o Escriba a secas, ahora no recuerdo la grafía exacta. El marquesado lo compró falsificación mediante, usando lo que él llamaba “la santa desvergüenza”
[8] Últimamente leo alabanzas a Otegi como aquel que intercedió para que ETA pasase al retiro. Es cierto, pero hay que precisar cuándo se convirtió. No se volvió pacifista hasta que un tribunal europeo decretó que la Ley de Partidos que ilegalizó a Batasuna era correcta. Fue entonces cuando vio la luz, ante la perspectiva de pasar toda su vida en la ilegalidad y tener que actualizar el curriculum y dejó de decir aquello de que “la izquierda abertzale es la que tiene el puño de hierro” y cosas parecidas. Por cierto que entonces la justicia europea solía dar la razón a los jueces españoles, al menos en lo gordo.

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