viernes, 14 de agosto de 2020

PALABRA DE POLÍTICO

 


 

Leo el titular de una entrevista a José Manuel García – Margallo y me quedo perplejo[1].

Margui fue ministro de Asuntos Exteriores entre 2011 y 2016 y, según el entrevistador, fue cesado por sospechas de que estaba conspirando contra Rajoy, acusación que él niega.

Suelta la descarga habitual de frases de almacén, de esas que a un político de raza le salen sin pensar cuando se trata de defender a alguno de los nuestros cuando está siendo acusado pero es evidente que no se ha parado mucho a pensarlas. Es lo que tiene el oficio, los políticos de ahora, que están ocupados en tantas cosas que no tienen tiempo para pensar réplicas, reciben unos argumentarios que les suministra su partido para que puedan responder a la pregunta delicada del momento y su único esfuerzo consiste en memorizarlos y recitarlos ante el micrófono fingiendo que son razonamientos propios. Margui hace tiempo que no está en activo pero se ve que aún los conserva en la memoria.

Habla de que todos estamos sometidos a la ley, pero precisamente en el caso del emérito eso es algo que se está discutiendo y los de su bando son los de que más bien no, que la inmunidad le cubre y si no, que no se debería procesar a un jefe de estado, cosa que también dice él sin despeinarse.

Otro clásico es la presunción de inocencia, que se aplica a todo el mundo. ¿Qué presunción de inocencia hay que aplicar a alguien que a día de hoy no está acusado de nada?

Y no podían faltar los dos grandes topicazos:

 

“Por otra parte, desde el punto de vista económico, España no ha tenido un momento de mayor desarrollo como con don Juan Carlos, y desde el punto de vista internacional, te aseguro que ha sido el mejor embajador que España ha tenido”

 

En fin... sé que es lo que cabe esperar pero aún me sorprendo de tanto cinismo. Si uno lee lo que su partido escribía sobre la economía en el reinado de Juan Carlos la única conclusión es que entre 1977 y 1996 no se podían haber hecho peor las cosas. Por supuesto, entonces la culpa no era de don Juan Carlos, sino de Adolfo Suárez, Leopoldo Calvo – Sotelo y Felipe González. Luego llegan los ocho años de Aznar que ya sabemos a lo que llevaron, basta decir que el ministro de Economía fue Rodrigo Rato, pero para su partido fue lo máximo. Después llega al gobierno Rodríguez Zapatero, que no entraba en los planes, y desde luego destroza la economía. Tanto que el gobierno del que Margui era ministro echó la culpa del desastre económico que sobrellevó durante tanto tiempo a la herencia recibida. Para ser un momento tan maravilloso lo mínimo que se puede decir es que su partido no lo supo valorar.

Lo del papel internacional de Juan Carlos no merece mucho detenimiento. Es la prensa extranjera la que ha sacado a la luz sus porquerías. Es precisamente desde el punto de vista internacional donde saca peores notas.

 

Pero su cuarto a espadas va con la cuestión del linchamiento, que le recuerda al sufrido por la desventurada Rita Barberá:

 

“Aquí ha habido un linchamiento como yo no he visto nunca”

“¿Qué quieren más de Juan Carlos I? ¿Que acabe como Rita Barberá, la pobre? No se puede proceder a un linchamiento moral en estas condiciones”

“Su proceso de linchamiento empezó con lo de Botsuana y aún no ha parado”

 

Y la pregunta del hábil entrevistador y su respuesta:

 

¿Cómo recuerda el episodio de Botsuana? ¿Le levantaron de la cama?

Lo de Botsuana lo recuerdo bien porque entonces era ministro. Me levantaron de la cama y me dijeron que el rey volvía en un avión y que se había fracturado la cadera. Me preguntaron si sabía dónde estaba el rey y dije que evidentemente sí[2]. Entonces, él pidió perdón para intentar frenar la reacción que se había desatado contra él, pero no sirvió. Aquí hay una cosa curiosa, y es que toda la teoría sobre él se ha construido a partir de las declaraciones de Villarejo y de Corinna. A mí me recuerda mucho al caso de Rita Barberá.

 

Aquí hay varias cosas a comentar. La primera es el abuso del lenguaje. Ningún linchamiento dura ocho años. Un linchamiento es una acción rápida y violenta y si se usa en sentido figurado al menos debe aplicarse a algo que sea rápido. Pero si asumimos la tesis del linchamiento[3] en versión Margui, en el 2012 gobernaba Rajoy y Margui era su ministro de Asuntos Exteriores que evidentemente sabía que el rey estaba en Botsuana. En este caso no cabe una transferencia de culpabilidad por razonable que parezca. Margui no es culpable por ser militante de un partido que hizo tal y tal cosa ni por haber votado según qué resolución en el congreso. Margui estaba en el cogollo de la decisión como evidente sabedor del destino del rey.

Hoy sabemos que aquellas once palabras (“Lo siento mucho, me he equivocao y no volverá a ocurrir”) necesitaron la concurrencia de varios agentes para su redacción, entre ellos el gobierno del que formaba parte Margui, y podemos suponer que a Juan Carlos le costaría su esfuerzo memorizarlas y decirlas del tirón.

Si el linchamiento comenzó en 2012 el gobierno en el que formaba Margui sería culpable por acción u omisión. Y Margui seguía en ese gobierno cuando se decidió e impuso la abdicación a Juan Carlos I y los enteraos subrayaron el papel que Mariano Rajoy había tenido en la maniobra[4].

Pero lo que es fascinante desde cualquier punto de vista es lo de Rita Barberá.

Para empezar, Rita Barberá no murió por la tensión nerviosa producida por el acoso al que le sometían los medios ni nada parecido. Rita Barberá murió de cirrosis hepática, una enfermedad que no contrajo “por una imprudencia lamentable. Al contrario, hace falta la fiel obstinación de toda una vida[5]”.

A Barberá la prensa le importó un bledo toda su vida. Decidida a ser cabeza de ratón frente a cola de león, sólo le preocupaba la de casa y esa la tenía en el saco, su padre había sido presidente de la Asociación de la Prensa valenciana durante treinta años. Lo que pudría a Rita era que los lameculos de su propio partido que hasta el día antes se ponían asuspiesparaloqueustedquieramandar ahora fingían no conocerla.

 

De hecho, desde que empezó su aventura judicial sólo se quejó una vez en público. Fue en el Congreso, poco antes de morir, cuando se cruzó con uno del PP que giró la cara fingiendo que no la veía y ella, sorprendida y contrariada, le dijo:

                                                                Margui, ya no me saludas[6]

                                              


 

 

 

 

 

 

 

 



[1] Tanto como para romper mi silencio de siete meses. Rubén Arranz: “José Manuel García – Margallo: “¿Qué quieren de Juan Carlos I? ¿Que acabe como Rita Barberá?”. Vozpopuli, 10/08/20. Por comodidad llamaré Margui al entrevistado. Raramente utilizo motes cuando escribo pero pronto entenderéis por qué lo hago en este caso.

[2] Evidentemente...

[3] ¿Cómo no recordar a Billie Holiday cantando Strange fruit? Ese grito quebrado del final que no es grito porque levante la voz sino por el desgarro.

[4] José Antonio Zarzalejos, por ejemplo. Es curioso lo de Rajoy, me recuerda a lo de Juan Pablo II. JPII fue hecho santo de la forma más rápida porque tenía detrás un club de fans muy ruidoso pero si se mira la cosa con objetividad, Juan Pablo II fue una desgracia para la iglesia católica. Desde el siglo XVII no había perdido tantos fieles. Se ha calculado que cada día de su pontificado la iglesia católica perdió diez mil. Sea una cifra exacta o no, cualquiera de mi generación sabe cuánta gente iba a la iglesia en España en 1975 y cuánta en el 2005. y quien diga que hubiera pasado con cualquier otro papa, que mire a Nicaragua. La iglesia católica tenía tanto arraigo que los sandinistas enseguida entendieron que debían respetarla. Llegó Juan Pablo y puso orden, de tal modo que hoy las diferentes iglesias evangélicas son dueñas y señoras de un país que sigue siendo creyente.

Pues Mariano lo mismo. Para mí destruyó la economía de España para los restos pero esa es mi opinión, con la que no espero que sus seguidores estén de acuerdo. Pero, ¿y si les menciono otras cositas? Por empezar con la que estamos tratando, hizo abdicar a un rey, con la consiguiente zozobra, que quiera Dios nos lleve a disfrutar de una república en el futuro. Consiguió lo imposible: que unos dirigentes regionales proclamaran unilateralmente la independencia de su territorio y de eso no había noticia en Europa desde las guerras de los Balcanes. También se las apañó para fomentar una escisión en el PP que les ha hecho roto tras roto en las elecciones, algo tampoco visto antes.

[5] Eso decía Debord de su polineuritis alcohólica. En tiempos de incertidumbre está bien volver a los clásicos. Guy Debord: Oeuvres, Gallimard, (s. l.), 2006, p. 1878.

[6] Por supuesto, el incisivo entrevistador no menciona nada sobre el particular.

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