Al final no pudo
ser. Pedro Sánchez cosechó un miserable voto más y vistas las cosas aún debe
darse por contento de que ninguno de su grupo le haya traicionado con afán
festivo o provocador. Dos meses más sin gobierno y si en setiembre no se
arregla, elecciones...
Y yo que me
alegro. Disfruto del momento mientras los medios izquierdistas se lamentan por
las esquinas y los derechistas se frotan las manos sin disimulo.
No es que sea un
amante de la destrucción, el caos o el cuanto peor mejor para todos y cuanto
peor para todos mejor mejor para mí el suyo beneficio político, que dijera
aquel genio incomprendido, sino que está demostrado que en España cuando no hay
gobierno la economía crece más y también
lo hace el empleo. Como pasó en Bélgica, que tiene la mejor marca de país sin
gobierno de la Europa actual[1].
Como pasa en
todas partes en realidad.
Sí, ya estoy
oyendo la objeción a coro. El Tercer Mundo, que es un puro desgobierno, condena
a la miseria a su población.
En realidad es
al revés. El problema del Tercer Mundo es que sus países sólo tienen gobierno.
De hecho no hay un sólo país del mundo que no lo tenga, tanto los reconocidos
por todos como los reconocidos por unos pocos. Y os invito a buscar las fotos
de los gobiernos de los peores países porque me recuerdan una frase que leí
hace muchos años: “cuando se firma un tratado de paz, el vencido es el que
lleva el uniforme más ostentoso”[2].
Lo que falta en
esos países es una administración competente que haga funcionar el estado pese
a las majaradas de los políticos. Sólo hay dos países de los que no tengo
problema para creerme las conspiraciones políticas más retorcidas porque el
tiempo las ha probado ciertas: México e Italia[3].
Ambos tienen los políticos más disparatados que quepa imaginar. Son como España
pero a lo bestia...
Sin embargo
Italia funciona y México no. También puedo escribirlo de otra manera: ya le
gustaría a la mayoría de los mexicanos que su país funcionase como funciona
Italia.
Siempre se ha
dicho que Italia funciona porque la administración está ocupada por técnicos
inmunes a cambios de gobierno hasta el nivel necesario para que siga
funcionando.
Y aquí es donde
entra en juego el calor, que me está maltratando un verano más y no daré
detalles porque no me gusta dar pena. Porque resulta que en estos ejemplos, ― el
español, el belga y el italiano ― estoy viendo un
ejemplo de las bondades del anarquismo mientras que a la vez estoy defendiendo
la existencia de un estado. Cierto que estoy defendiendo un estado sin
gobierno, como quiera que sea eso, así que debe ser que mi sesera ha debido
alcanzar la consistencia de los requesones que Sancho puso en el yelmo de
Mambrino.
Si los compas
anarquistas me tomasen en serio estarían indignados[4].
El Estado es el gran enemigo, así sigue apareciendo hoy en sus textos, y la alternativa
es una federación de comunas agrarias y entes no muy bien definidos gobernados
por sindicatos que se federan y desfederan a voluntad. Pero eso es la coletilla
al final del discurso, la que nadie escucha. La llave de todas las bondades es
la organización horizontal y la acción directa. Porque si le dices a alguien
que quieres acabar con el estado te va a responder con un par de preguntas
obvias. ¿Y quién me va a pagar la pensión? ¿Y dónde me voy a operar de la próstata?
A ver, en
realidad para las dos hay respuesta. La primera muy vieja: “de cada cual según
sus capacidades, a cada cual según sus necesidades”, que suena tan verosímil
como lo de que “la Justicia es igual para todos” que gusta de repetir el
enemigo. La segunda tan nueva como inquietante, “nos cuidaremos mutuamente”. No
sé a vosotros pero a mí esta me da miedo.
El problema
principal es que cuando los anarquistas tenían fuerza, para la mayoría de la
gente, que vivía en el campo, el Estado era una carta oficial que llegaba un
día y que decía que el mozo/hijo/nieto tenía que presentarse en una fecha en un
centro de reclutamiento para ser enviado a África a pelear en alpargatas y con
un fusil del siglo anterior contra unos tipos que no estaban mejor armados ni
calzados pero sí bastante más motivados y además jugaban en casa. Entonces sí
era fácil que mucha gente viera al estado como un enemigo. De su trato con él
tenían mucho que perder y casi nada que ganar. Pero convendremos en que las
cosas han cambiado un poquito... Hoy hay secciones sindicales de funcionarios
que tienen la desfachatez de reivindicarse desde el Estado contra el Estado.
Pleitos tengas y los ganes, que se dice entre la gitanería. Entonces muchos
reiríamos.
Es fruto del
calor, sin duda. Como el hecho de pensar que en lugar de hacer una revolución
quizá hubiera que hacer un desmonte. El ciclo de la revolución modo anarquista
ya lo conocemos. Los obreros organizados en sindicatos se unen a la causa de
los oprimiditos, (los riders de Deliveroo por ejemplo) y se arma la de
Dios es Cristo. Una vez destruido el Estado, pues eso. Ya se sabe que todo se
ha conseguido mediante la lucha y tal y cual.
¿En serio?
Creo que ya no
se trata de calor sino de fiebres porque me está dando la impresión de que el
archifamoso Estado del Bienestar allí donde se consiguió no fue por obra de la archiproclamada
lucha obrera. Ni siquiera de la grecorromana[5].
Pero sobre esta
espinosa cuestión y sobre mi delirante proyecto de un anarquismo de clase media
mejor me ocupo cuando llegue el frío...
Una nota sobre
las imágenes
Tvboy es un
artista urbano que actúa en mi barrio, un sitio que tiene muchas desventajas
pero de momento aún compensa vivir en él porque entre otras cosas recibe
visitas periódicas de artistas urbanos.
Había visto la
imagen en un periódico de internet sin prestar mucha atención y al verla esta
mañana no he podido resistirme a fotografiarla. Tvboy coloca siempre sus obras
en el mismo sitio, la esquina del Carrer del Bisbe con la Plaza Sant Jaume,
bajo las mismas narices de Quim Torra[6].
Conociendo la falta de luces de Torra no deja de ser un gesto valiente.
Una cosa que me
encanta de Tvboy es que interpreta su papel de artista urbano hasta el final.
No sólo inscribe su obra dentro de un marco sino que añade una etiqueta del
mismo tipo de las que exhiben los museos.
Duran poco,
porque hay mucho palurdo, pero que nos quiten lo bailao...
[1] Es
la ventaja de tener una página “con menos proyección que un Cine-Exin”, como
decían los salaos de Pepitas de Calabaza. Si no ya estarían los
periodistillas aplicando el rastreador de verdades y mentiras, que es la última
moda del periodismo (entendido como se entiende el periodismo ahora, claro).
Por cierto, es verdad.
[2]
Una curiosidad. El concepto de Tercer Mundo se creó en los años 60 como reflejo
del Tercer Estado, aquel que en el Antiguo Régimen englobaba a los que no
pertenecían a la nobleza o al clero. Como en aquellos años aún se vivía la
Guerra Fría algunos dieron en imaginar que el primer mundo estaba formado por
los países “occidentales” y el segundo por el bloque soviético pero en realidad
no era así. Hoy conservamos el uso de Primer Mundo tras la debacle de la URSS y
sus satélites pero no es fiel al espíritu de los inventores del término.
[3]
Por desgracia, de Italia no me creo la más aceptada, que los servicios secretos
y sus alrededores tuvieran algo que ver con el secuestro de Aldo Moro. Está más
que demostrado que no fue así. Otra cosa es que algunos políticos le
prefirieran muerto y no hicieran mucho por evitar la sentencia, sobre todo en
su partido.
[4] El
viejo compañero ha mutado en el coloquial compa en muchas páginas
de internet, que es el único lugar donde los encuentro últimamente. No lo
somos, claro, compañero es aquel con quien compartes el pan y desde que les ha
dado por cocinar vegano no frecuento sus ágapes.
[5]
Sí, estoy febril, pero aparte de eso me está haciendo mucho daño la lectura del
último libro de Ian Kershaw que encima, snob de mí, lo compré en inglés:
Roller-Coaster. Europe, 1950-2017, Allen Lane, (2018)
[6]
Aprovechando el expositor de un antiguo estudio de fotografía donde una vez me
hice unas fotos para un DNI.