jueves, 1 de octubre de 2020

TANTO NADAR PARA MORIR EN LA ORILLA




Pedro Gómez Carrizo es editor y según su ficha de la Biblioteca Nacional es responsable de obras clásicas imprescindibles como Don Limpio y sus geniales trucos de limpieza o Don Limpio y sus geniales trucos para el baño. En su tiempo libre escribe artículos y recientemente nos ha deleitado con uno de título rotundo: “El Gobierno del recuerdo del odio”[1].

 

La tesis del artículo se resume perfectamente en la entradilla: El autor argumenta que, una vez que el relato de la Guerra Civil que había triunfado en España era el de la izquierda, remover ese pasado no le beneficia en absoluto, y además agita el enfrentamiento.

 

El problema es que dedica tres cuartas partes del texto a hablar del pasado y cuando llega al presente se le amontonan los asuntos, lo que también es una ventaja para el comentario.

El propio autor resume la parte histórica en una sola frase, que copio tal cual:

Lo repetiré por si no ha quedado claro: cada vez son más los españoles que entienden y justifican la sublevación de 1936.

Y añade en párrafo aparte:

Esto es gravísimo, y la responsabilidad de ello es enteramente de quienes han pretendido revivir la historia, desde Rodríguez Zapatero hasta Pedro Sánchez.

 

Esta es buena. Al comienzo Gómez Carrizo recuerda su larga militancia en el partido de los catalanistas propietarios de la marca “socialistas”, que es una manera algo recargada de escribir que estuvo en el PSC. Como no puede evitar utilizar alguna derivación de la palabra “maniqueo” al describir la visión de la República frente al golpe que en algún tiempo estuvo en su cabeza y de ahí deduce que también está en la cabeza de los demás tampoco puedo yo evitar que mi cabeza se vaya a San Agustín. San Agustín fue maniqueo, de los de verdad, y cuando pasó al otro bando no perdió ocasión de escribir contra ellos. Lo llaman el furor del converso y creo que en este caso hay que tenerlo en cuenta. Porque lo que escribe sobre Rodríguez Zapatero y Pedro Sánchez es mentira y no deja de resultar fascinante que un artículo que reivindica la verdad histórica se cague en la verdad histórica, por decirlo finamente.

 

Vamos a los hechos. El revisionismo histórico entendido como defensa del golpe militar o condena de la República o ambas a la vez se produjo durante el gobierno de Aznar. Era la época del triunfo de Pío Moa, que comenzó con la publicación del primer volumen de su trilogía en 1999 y tuvo su gran momento de gloria cuando el irascible Carlos Dávila le entrevistó en la televisión pública en febrero del 2003. Otros, menos valientes, empleaban tácticas sinuosas como intentar convencer a sus oyentes de que la biografía de Franco escrita por Paul Preston era una basura y la buena era la de Luis Suárez Fernández[2]. Toda esa primera fase de apología oral y escrita del bando golpista o de condena de la República o de ambas cosas terminó precisamente con la llegada a la presidencia de José Luís Rodríguez Zapatero. Durante su primer mandato se conmemoró el 70 aniversario de la Guerra Civil y no creo que resulte difícil comprobar en Internet qué emitió la televisión pública entonces.

Moa fue dejado de lado por los que le promocionaban cuando empezó a hacer explícito su entendimiento y justificación de la sublevación de 1936 y cuanto más solo se quedaba más aspavientos hacía, llegando a decir que si la República hubiera triunfado, España sería como Cuba, demostrando su falta absoluta de sentido histórico porque si el bando franquista hubiera perdido lo que era imposible jamás hubiese existido una Cuba castrista.

En fin, supongo que como editor Pedro Gómez Carrizo espiará a la competencia más allá de la directa que suponen Fairy, Mistol o Tenn con bioalcohol y sabrá perfectamente cuándo nace y cuándo decae el revisionismo franquista.

 

En cuanto a la expresión política de la condena de la República y la revisión del legado franquista, es aún más fácil de datar hasta para las malas memorias porque es de ayer, como aquel que dice. Sólo ha habido dos partidos con mínima proyección pública que hayan incluido esos puntos explícitamente en su ideario, Fuerza Nueva, que siempre fue poco y ya no era nada en 1983, y Vox.

Vox nació en diciembre del 2013, cuando Rajoy gobernaba con mayoría absoluta, y fue creado por miembros de su partido y obtuvo mucha proyección pública. Como no soy Pedro Gómez Carrizo voy a abstenerme de escribir cosas como “Desconozco el número de españoles que en los años ochenta del pasado siglo comprendían o llegaban a justificar el alzamiento de 1936, no tengo el dato científico, pero estoy convencido de que eran muchos menos de los que podrían llegarlo a comprender o a justificar a fecha de hoy”. Mis convicciones importan un carajo y me las guardo para mí pero es un dato que Vox no nació como reacción a Sánchez y también lo es que la reivindicación de cierto pasado concreto sólo toma forma cuando está en el poder el partido que fundó Manuel Fraga, exministro franquista, con otros altos cargos franquistas (“los siete magníficos”) y que presentó como candidato al Senado por Madrid a Carlos Arias Navarro, aquel que me despertó una mañana de mi infancia para decirme que Franco había muerto mientras las lágrimas le entrecortaban la voz. Soy muy mal profeta y no sé qué nos deparará la época Sánchez pero sí tengo muy claro que cuando mandaba Rodríguez Zapatero no había un partido que defendiese a Franco que tuviera una mínima presencia. Ni en la televisión ni en la calle.

 

El siguiente párrafo dice así:

Por añadidura, esa recuperación de la memoria histórica arroja nueva luz sobre el presente, y el cuadro que aparece ante nuestros ojos no es nada tranquilizador. Al abandonar la fábula amable de la República, pasan a primer plano los datos históricos tal y como ocurrieron, y el lado oscuro que asoma entonces en el lienzo[3] lo identificamos también en personajes, ideologías y comportamientos de la escena de hoy. Porque el parecido de Pablo Iglesias, sus compañeros de partido y sus socios con quienes condujeron a España a la guerra civil es alarmante.

Sólo una pregunta:

Si Pablo Iglesias y sus secuaces se parecen a quienes condujeron a España a la guerra civil, ¿Quién opina este que condujo a España a la guerra civil?

Sí, claro, la pregunta es retórica.

 

Vamos al penúltimo:

Desde el asalto a la división de poderes hasta la connivencia con la violencia, desde el ataque planificado y sistemático a la unidad territorial hasta la imposición de una ideología, convertida en moral totalitaria y acompañada de una censura propia de la Inquisición. Cada atropello a las libertades protagonizado por este Gobierno, incluida la libertad de conciencia, tiene su correlato en un episodio del pasado comunista que despertó la respuesta fascista y llevó a los españoles al desastre.

 

El párrafo es pura opinión y poco rebatible como tal. Si Pedro Gómez Carrizo opina que hoy hay una censura propia de la Inquisición es muy difícil oponerse. La Inquisición terminó cuando aún no existían los medios de comunicación masivos así que cualquier comparación está fuera de los límites del historiador, pero sí hay algo en lo que es posible mojarse:

 

tiene su correlato en un episodio del pasado comunista que despertó la respuesta fascista


 

En 1936 los comunistas tenían 17 diputados de 473, como el Partido del Centro Democrático que hoy nadie recuerda y su influencia era nula[4].

Los comunistas comenzaron a tener poder a partir de la respuesta fascista a no se sabe qué pregunta. El golpe fracasó y se convirtió en guerra y las democracias se negaron a proporcionar armas al gobierno republicano, pese a que fascistas y nazis armaban a los golpistas abiertamente. Sólo la Unión Soviética vendió armas a precio de oro (literalmente) a condición de que fuera el PCE quien las distribuyera, lo que obviamente le colocó en el centro del poder. Pero entonces, no antes[5].

Gómez Carrizo se comporta como tantos que han pasado de una fe a otra, no les importa cambiar de creencias pero son incapaces de cambiar de costumbres y se tira tres cuartas partes del artículo contándonos que en su vida pasada le importaban una higa los hechos históricos para aferrarse a su creencia. Como ahora.

 

El último párrafo lo incluyo sólo porque me da mucha risa:

Desde esta nueva perspectiva, con la memoria histórica recuperada, vemos desde otra luz el desprecio al orden constitucional de este Gobierno, y su especial inquina hacia el rey Felipe VI. Porque la memoria histórica nos ha traído el recuerdo del odio, y al hacerlo nos ha enseñado a reconocer ese odio en quienes hoy nos gobiernan. Y porque Su Majestad es la piedra angular del sistema político que nació, precisamente, gracias al olvido del odio.

 

Me da risa porque me recuerda algo que Ian Kershaw menciona en su maravillosa biografía de Hitler. Hitler decía que Franco había llegado al poder como Pilatos al Credo.

En la España franquista los únicos monárquicos que osaban declararse como tales eran los carlistas, que no eran precisamente entusiastas de la rama de Alfonso XIII. Tuvo que pasar un cuarto de siglo para que empezaran a oírse voces en favor de esa rama y desde luego la mayoría estaba a favor de que reinase Juan de Borbón, no su hijo Juan Carlos. Si Franco llegó al poder como Pilatos al Credo, ¿Qué comparación sería válida para Juan Carlos?

¿Y para Felipe?

En su caso llegó sólo por tener pene, porque era el tercero en la línea. Se conjuró a su favor el hecho de que los Padres de la Constitución fueran una banda de machistas irredentos.

Menuda piedra angular...

 

 

 

 

 



[1] Pedro Gómez Carrizo: “El Gobierno del recuerdo del odio”. El Español, 30/09/20.

[2] En la COPE, por ejemplo. Suárez Fernández era un plúmbeo medievalista que fue el artífice de la Fundación Nacional Francisco Franco y durante años el único historiador con acceso a los papeles privados de Franco, algo insólito en cualquier país y que explica mucho sobre la forma en que se hizo la Santa Transición. Como curiosidad, su discípulo más famoso le salió comunista.

[3] Está claro que aún sigue muy unido a Don Limpio.  
  

[4] El inteligente, culto y soberbio Manuel Azaña anotó que el máximo dirigente del PCE José Díaz decía asín y presona. Gregorio Morán: Miseria, grandeza y agonía del PCE 1939 – 1985, Akal, (Madrid), 2017, p. 105.

[5] El PCE era un satélite de Stalin, que no era una persona con muchos escrúpulos. Hay quien dice con buenos argumentos que para él España sólo era un peón en una estrategia que se libraba en el tablero europeo y que no le importó aceptar el sacrificio para lograr un pacto con Hitler, que se produjo poco después de acabada la guerra española. Sólo así se puede entender una operación tan absurda como la Batalla del Ebro, aconsejada por los asesores militares soviéticos. Por eso escribía más arriba que era imposible que Franco perdiese la guerra, Stalin había apostado por su victoria.