Pedro Gómez Carrizo es editor y según su ficha de la Biblioteca Nacional es responsable de obras clásicas imprescindibles como Don Limpio y sus geniales trucos de limpieza o Don Limpio y sus geniales trucos para el baño. En su tiempo libre escribe artículos y recientemente nos ha deleitado con uno de título rotundo: “El Gobierno del recuerdo del odio”[1].
La tesis del
artículo se resume perfectamente en la entradilla: El autor argumenta que,
una vez que el relato de la Guerra Civil que había triunfado en España era el
de la izquierda, remover ese pasado no le beneficia en absoluto, y además agita
el enfrentamiento.
El problema es
que dedica tres cuartas partes del texto a hablar del pasado y cuando llega al
presente se le amontonan los asuntos, lo que también es una ventaja para el
comentario.
El propio autor
resume la parte histórica en una sola frase, que copio tal cual:
Lo repetiré por
si no ha quedado claro: cada vez son más los españoles que entienden y
justifican la sublevación de 1936.
Y añade en
párrafo aparte:
Esto es
gravísimo, y la responsabilidad de ello es enteramente de quienes han
pretendido revivir la historia, desde Rodríguez Zapatero hasta Pedro Sánchez.
Esta es buena. Al
comienzo Gómez Carrizo recuerda su larga militancia en el partido de los
catalanistas propietarios de la marca “socialistas”, que es una manera algo
recargada de escribir que estuvo en el PSC. Como no puede evitar utilizar
alguna derivación de la palabra “maniqueo” al describir la visión de la
República frente al golpe que en algún tiempo estuvo en su cabeza ― y
de ahí deduce que también está en la cabeza de los demás ―
tampoco puedo yo evitar que mi cabeza se vaya a San Agustín. San Agustín fue
maniqueo, de los de verdad, y cuando pasó al otro bando no perdió ocasión de
escribir contra ellos. Lo llaman el furor del converso y creo que en este caso
hay que tenerlo en cuenta. Porque lo que escribe sobre Rodríguez Zapatero y
Pedro Sánchez es mentira y no deja de resultar fascinante que un artículo que
reivindica la verdad histórica se cague en la verdad histórica, por decirlo
finamente.
Vamos a los
hechos. El revisionismo histórico entendido como defensa del golpe militar o
condena de la República o ambas a la vez se produjo durante el gobierno de
Aznar. Era la época del triunfo de Pío Moa, que comenzó con la publicación del
primer volumen de su trilogía en 1999 y tuvo su gran momento de gloria cuando
el irascible Carlos Dávila le entrevistó en la televisión pública en febrero
del 2003. Otros, menos valientes, empleaban tácticas sinuosas como intentar
convencer a sus oyentes de que la biografía de Franco escrita por Paul Preston
era una basura y la buena era la de Luis Suárez Fernández[2].
Toda esa primera fase de apología oral y escrita del bando golpista o de
condena de la República o de ambas cosas terminó precisamente con la llegada a
la presidencia de José Luís Rodríguez Zapatero. Durante su primer mandato se
conmemoró el 70 aniversario de la Guerra Civil y no creo que resulte difícil
comprobar en Internet qué emitió la televisión pública entonces.
Moa fue dejado
de lado por los que le promocionaban cuando empezó a hacer explícito su entendimiento
y justificación de la sublevación de 1936 y cuanto más solo se quedaba más
aspavientos hacía, llegando a decir que si la República hubiera triunfado,
España sería como Cuba, demostrando su falta absoluta de sentido histórico
porque si el bando franquista hubiera perdido ― lo
que era imposible ― jamás hubiese existido una Cuba
castrista.
En fin, supongo
que como editor Pedro Gómez Carrizo espiará a la competencia ―
más allá de la directa que suponen Fairy, Mistol o Tenn con bioalcohol ― y
sabrá perfectamente cuándo nace y cuándo decae el revisionismo franquista.
En cuanto a la
expresión política de la condena de la República y la revisión del legado
franquista, es aún más fácil de datar hasta para las malas memorias porque es
de ayer, como aquel que dice. Sólo ha habido dos partidos con mínima proyección
pública que hayan incluido esos puntos explícitamente en su ideario, Fuerza
Nueva, que siempre fue poco y ya no era nada en 1983, y Vox.
Vox nació en
diciembre del 2013, cuando Rajoy gobernaba con mayoría absoluta, y fue creado
por miembros de su partido y obtuvo mucha proyección pública. Como no soy Pedro
Gómez Carrizo voy a abstenerme de escribir cosas como “Desconozco el número de
españoles que en los años ochenta del pasado siglo comprendían o llegaban a
justificar el alzamiento de 1936, no tengo el dato científico, pero estoy
convencido de que eran muchos menos de los que podrían llegarlo a comprender o
a justificar a fecha de hoy”. Mis convicciones importan un carajo y me las
guardo para mí pero es un dato que Vox no nació como reacción a Sánchez y
también lo es que la reivindicación de cierto pasado concreto sólo toma forma
cuando está en el poder el partido que fundó Manuel Fraga, exministro
franquista, con otros altos cargos franquistas (“los siete magníficos”) y que
presentó como candidato al Senado por Madrid a Carlos Arias Navarro, aquel que me
despertó una mañana de mi infancia para decirme que Franco había muerto
mientras las lágrimas le entrecortaban la voz. Soy muy mal profeta y no sé qué
nos deparará la época Sánchez pero sí tengo muy claro que cuando mandaba
Rodríguez Zapatero no había un partido que defendiese a Franco que tuviera una
mínima presencia. Ni en la televisión ni en la calle.
El siguiente
párrafo dice así:
Por añadidura,
esa recuperación de la memoria histórica arroja nueva luz sobre el presente, y
el cuadro que aparece ante nuestros ojos no es nada tranquilizador. Al
abandonar la fábula amable de la República, pasan a primer plano los datos
históricos tal y como ocurrieron, y el lado oscuro que asoma entonces en el
lienzo[3]
lo identificamos también en personajes, ideologías y comportamientos de la
escena de hoy. Porque el parecido de Pablo Iglesias, sus compañeros de partido
y sus socios con quienes condujeron a España a la guerra civil es alarmante.
Sólo una
pregunta:
Si Pablo
Iglesias y sus secuaces se parecen a quienes condujeron a España a la guerra
civil, ¿Quién opina este que condujo a España a la guerra civil?
Sí, claro, la
pregunta es retórica.
Vamos al
penúltimo:
Desde el asalto
a la división de poderes hasta la connivencia con la violencia, desde el ataque
planificado y sistemático a la unidad territorial hasta la imposición de una
ideología, convertida en moral totalitaria y acompañada de una censura propia
de la Inquisición. Cada atropello a las libertades protagonizado por este
Gobierno, incluida la libertad de conciencia, tiene su correlato en un episodio
del pasado comunista que despertó la respuesta fascista y llevó a los españoles
al desastre.
El párrafo es
pura opinión y poco rebatible como tal. Si Pedro Gómez Carrizo opina que hoy
hay una censura propia de la Inquisición es muy difícil oponerse. La
Inquisición terminó cuando aún no existían los medios de comunicación masivos
así que cualquier comparación está fuera de los límites del historiador, pero
sí hay algo en lo que es posible mojarse:
tiene su correlato
en un episodio del pasado comunista que despertó la respuesta fascista
En 1936 los
comunistas tenían 17 diputados de 473, como el Partido del Centro Democrático
que hoy nadie recuerda y su influencia era nula[4].
Los comunistas
comenzaron a tener poder a partir de la respuesta fascista a no se sabe
qué pregunta. El golpe fracasó y se convirtió en guerra y las democracias se
negaron a proporcionar armas al gobierno republicano, pese a que fascistas y
nazis armaban a los golpistas abiertamente. Sólo la Unión Soviética vendió
armas a precio de oro (literalmente) a condición de que fuera el PCE quien las
distribuyera, lo que obviamente le colocó en el centro del poder. Pero
entonces, no antes[5].
Gómez Carrizo se
comporta como tantos que han pasado de una fe a otra, no les importa cambiar de
creencias pero son incapaces de cambiar de costumbres y se tira tres cuartas
partes del artículo contándonos que en su vida pasada le importaban una higa
los hechos históricos para aferrarse a su creencia. Como ahora.
El último
párrafo lo incluyo sólo porque me da mucha risa:
Desde esta nueva
perspectiva, con la memoria histórica recuperada, vemos desde otra luz el
desprecio al orden constitucional de este Gobierno, y su especial inquina hacia
el rey Felipe VI. Porque la memoria histórica nos ha traído el recuerdo del
odio, y al hacerlo nos ha enseñado a reconocer ese odio en quienes hoy nos
gobiernan. Y porque Su Majestad es la piedra angular del sistema político que
nació, precisamente, gracias al olvido del odio.
Me da risa
porque me recuerda algo que Ian Kershaw menciona en su maravillosa biografía de
Hitler. Hitler decía que Franco había llegado al poder como Pilatos al Credo.
En la España
franquista los únicos monárquicos que osaban declararse como tales eran los carlistas,
que no eran precisamente entusiastas de la rama de Alfonso XIII. Tuvo que pasar
un cuarto de siglo para que empezaran a oírse voces en favor de esa rama y
desde luego la mayoría estaba a favor de que reinase Juan de Borbón, no su hijo
Juan Carlos. Si Franco llegó al poder como Pilatos al Credo, ¿Qué comparación
sería válida para Juan Carlos?
¿Y para Felipe?
En su caso llegó
sólo por tener pene, porque era el tercero en la línea. Se conjuró a su favor
el hecho de que los Padres de la Constitución fueran una banda de machistas
irredentos.
Menuda piedra
angular...
[1]
Pedro Gómez Carrizo: “El Gobierno del recuerdo del odio”. El Español,
30/09/20.
[2] En
la COPE, por ejemplo. Suárez Fernández era un plúmbeo medievalista que fue el
artífice de la Fundación Nacional Francisco Franco y durante años el único
historiador con acceso a los papeles privados de Franco, algo insólito en
cualquier país y que explica mucho sobre la forma en que se hizo la Santa
Transición. Como curiosidad, su discípulo más famoso le salió comunista.
[3]
Está claro que aún sigue muy unido a Don Limpio.
[4] El inteligente, culto y soberbio Manuel Azaña anotó que el máximo dirigente del PCE José Díaz decía asín y presona. Gregorio Morán: Miseria, grandeza y agonía del PCE 1939 – 1985, Akal, (Madrid), 2017, p. 105.
[5] El
PCE era un satélite de Stalin, que no era una persona con muchos escrúpulos.
Hay quien dice con buenos argumentos que para él España sólo era un peón en una
estrategia que se libraba en el tablero europeo y que no le importó aceptar el
sacrificio para lograr un pacto con Hitler, que se produjo poco después de
acabada la guerra española. Sólo así se puede entender una operación tan
absurda como la Batalla del Ebro, aconsejada por los asesores militares
soviéticos. Por eso escribía más arriba que era imposible que Franco perdiese
la guerra, Stalin había apostado por su victoria.