Aunque no estaba
planeado sino que más bien han ido saliendo al paso, el mes se está llenando de
profecías políticas. Hoy quería añadir una que he encontrado de la forma
más casual. Supongo que también se puede considerar política pero, le pongamos
el calificativo que le pongamos, también es sorprendente y ¿por qué no?,
divertida.
RTVE está
haciendo un gran esfuerzo por alojar en su página buena parte de su inmenso
archivo de programas[1]
y paso tiempo rebuscando algunos de los momentos que quedaron en mi memoria
infantil. Entre ellos está Más Allá, el programa dedicado a “lo oculto”
que presentaba el doctor Fernando Jiménez del Oso[2].
No recuerdo
cuándo comencé a ver el programa. Sí recuerdo esa mezcla de curiosidad
invencible antes de empezar el programa y el mucho miedo que me quedaba en el
cuerpo después, pero si tengo que hacer un juicio, creo que el placer dominaba
a la angustia, por eso repetía cada semana, a sabiendas de las consecuencias
que me traería en forma de imágenes recurrentes y pesadillas...
El programa que
voy a transcribir aquí en parte se emitió el 20 de setiembre de 1981. La verdad
es que no recuerdo si lo vi o no. Entonces tenía trece años y no sé si ya era
adolescente pero sí sé que acababa de estrenar la categoría que en inglés
llaman teenager, un arco que va de los trece a los diecinueve años,
aunque no tenga demasiada lógica más allá de la terminación de la palabra. Se
titula “La Gran Pirámide”, que entiendo que se refiere a la que entonces
llamábamos “de Keops”. Transcribo lo que dice Jiménez del Oso desde el minuto
10:15:
Y como una
especie de símbolo de toda esa cultura antigua del Egipto antiguo, de esas
primeras dinastías, están las pirámides de Giza[3],
y de todas ellas hay una, la Gran Pirámide, que es como la síntesis del
conocimiento que aquellos antiguos egipcios tenían. Un conocimiento que en
algunos casos es incluso superior al nuestro actual. Un conocimiento que, al
decir de algunos, abarcaría incluso el terreno tan desconocido del futuro. En
estos pasadizos está escrita, según los piramidólogos, la historia del mundo.
Davidson, el abate Moreux, Piazzi Smyth[4],
son nombres inscritos en la historia romántica de la Gran Pirámide. Para ellos,
la montaña de piedra es el compendio del conocimiento, la quintaesencia del
saber. Nada es lo que parece, la Gran Pirámide tiene un lenguaje oculto y si se
conoce la clave, ella nos contará incluso cuál es el futuro de la Humanidad. En
sus pasadizos, pulgada a pulgada, están escritos los acontecimientos del
pasado, los del presente y también los del porvenir, hasta el final de este
mundo[5].
[....] En esa
encrucijada está, según los piramidólogos, la fecha del éxodo de Israel, el 4
de abril de 1486 A.C., el año 2513 de la pirámide. [...] Al final del
pasadizo que los piramidólogos denominan “la verdad entre la sombra”, hay una
fecha clave, es la del Nacimiento de Cristo, el año 3996 de la pirámide. Es
decir, Cristo, según los piramidólogos, nació en el año 4 antes de nuestra era.
[...] Hay otra fecha igualmente clave, la de la muerte de Cristo. Según los
piramidólogos, la crucifixión tuvo lugar el día 15 del mes hebreo de Nisán, es
decir, el sábado 7 de abril del año 30 del Calendario Juliano[6].
[...]
Bien, no vamos a
insistir en los detalles que, siempre según los piramidólogos, marcan los
acontecimientos más importantes de la época actual, incluida la Primera y la
Segunda Guerra Mundial, pero sí les diré que a partir del año 1953 ― según esos detalles que los piramidólogos
señalan como marcas, como hitos que
señalan las fechas ―, a partir de
1953 la Gran Pirámide guarda silencio. Y la siguiente fecha, y la última que
aparece dentro de ese cómputo de los piramidólogos, es el 17 de setiembre del
año 2001. La fecha que coincidiría, según siempre los piramidólogos, con el fin
del mundo, o cuando menos con el fin de esta época y el comienzo de algo nuevo,
de algo diferente.
No conozco bien
los métodos de la Piramidología pero por lo que dice Jiménez del Oso una
pulgada de más puede llevar a un error importante así que, la verdad, mentiría
si dijera que treinta y ocho años después esta última fecha no me ha
sorprendido...
[1] Un archivo que tiene algo de caótico. Según leí una vez, de las
primeras etapas de Un, dos, tres..., el concurso estrella de la TVE de
los setenta, apenas se conserva media docena de programas porque las cintas se
regrababan. Me jode, aunque sólo sea porque mis tíos concursaron e hicieron un
buen papel...
[2] A diferencia de la mayoría de los de su ambiente, parece que sí
era doctor. Jiménez del Oso fue alumno del psiquiatra López Ibor, que durante
el Franquismo estaba considerado como el número uno de la psiquiatría. Ya que
estamos con el tema familiar, cuando mi hermano tenía doce o trece años se
encontró con Jiménez del Oso en un parque y le pidió un autógrafo. Fue
extremadamente amable con él, no sólo le firmó sino que junto a la firma añadió
un dibujo que era su caricatura montado en un platillo volante.
[3] Aquí hay que resaltar que Jiménez del Oso se adelantaba a su
época. Utilizaba la transcripción que hoy se considera más adecuada mientras
años después en el colegio seguíamos aún estudiando “las pirámides de Gizeh”.
[4]
Más alguien que suena como Barberé, al que no he conseguido identificar.
[5] A
partir de aquí comienza una descripción topográfica de la pirámide. Como no la
considero de interés, la salto indicando entre corchetes ([...]) las lagunas de
la transcripción. De acuerdo con su argumento, los piramidólogos consideran las
encrucijadas como los lugares donde se guarda la información decisiva.
Aquí hay dos cosas a anotar. Una es que esta cronología es incompatible con la
que Jiménez del Oso daba antes de que comenzase a anotar, basada en unos
extraños estudios “soviéticos” sobre la estrella Sirio, que concluía que las
pirámides eran cuarenta mil años anteriores a la cifra que se suele dar por
buena. La segunda, más interesante, es la obstinación de todos estos
“investigadores” por reivindicar a Cristo. Por ejemplo, los extraterrestres del
planeta Ummo, fenómeno OVNI típicamente hispano, también creían en un ser
equiparable a Jesucristo. La Iglesia, como siempre, juega con dos barajas.
Condena oficialmente pero luego permite que algunos clérigos se interesen por
el asunto públicamente. Como el padre Pilón que, aunque parezca un nombre de
broma, era un jesuita que se creía todo lo que le contasen.