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martes, 13 de junio de 2017

DE TAL PALO, TAL ASTILLA

Leyendo un libro que me han regalado, encuentro un párrafo muy interesante:

“Por otro lado, para crear el deseado clima de alarma social, los medios no dudaban a la hora de publicar con todo detalle los comunicados policiales, comunicados que sin pudor inculpaban a todos los detenidos de las mismas acciones. Así, si el 7 de febrero de 1978 La Vanguardia atribuía al grupo autónomo desmantelado días antes el atraco en el Mercado Central del Pescado de Barcelona efectuado el 13 de octubre del año anterior, este mismo atraco era atribuido el 28 de febrero de 1979, también por La Vanguardia, a otro grupo desarticulado aquellos días. Y con el mismo motivo, crecía desmesuradamente el botín resultante del atraco. El 7 de febrero de 1978 se comunicaba que el botín había sido de 1.700.000 pesetas (unos diez mil euros), y un año más tarde, el 28 de febrero de 1979, había aumentado hasta los diez millones de pesetas (unos sesenta mil euros), según el mismo diario: La Vanguardia[1].

Hoy, casi cuarenta años después, esta forma de proceder suena familiar a los que siguen la actualidad. Ya he perdido la cuenta de a cuántos grupos se ha acusado de colocar el petardo que explotó en la Basílica del Pilar de Zaragoza. Al final le tocó la china a un matrimonio de anarquistas chilenos, Mónica y Francisco, condenados en 2016 a doce años de prisión en un proceso tan surrealista que este año, tras las sucesivas apelaciones y rebajas posteriores, les acabaron ofreciendo la expulsión de España que, obviamente, aceptaron.
Ahora ya no hay apenas atracos, se han quedado anticuados. Los propios directivos se bastan y se sobran para descapitalizar bancos y cajas. No obstante, el proceso inflacionario se aplica a los daños producidos durante las manifestaciones combativas. (Que tampoco abundan demasiado hoy, todo hay que decirlo). Decenas de miles de euros en daños por media docena de papeleras quemadas. Si no lo hubiera visto con mis propios ojos[2]...

En aquella época Rodolfo Martín Villa era el Ministro del Interior, con mando completo sobre las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. En 1977, cuando ocupaba el mismo cargo pero aún era Ministro de la Gobernación y mandaba sobre las Fuerzas de Orden Público[3] (FOP) declaró que en ningún caso se iba a proceder a ninguna purga o depuración en las FOP.
No es extraño que los buenos alumnos imiten a sus respetados maestros.
En descargo de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado hay que decir que tampoco parece que en la prensa se haya producido purga alguna.





[1] Joni D: Grupos Autónomos. Una crónica armada de la Transacción democrática, El Lokal, Barcelona, (2014), p. 176.
[2] Cierta huelga general de setiembre del 2009 en Barcelona. Por lo que pueda pasar, dejo claro aquí que salí de casa sin lumbre.
[3] Un acierto no haber variado las denominaciones franquistas en ambos casos, como ahora se verá...

lunes, 28 de marzo de 2016

SINDICALISTAS Y SINDICALISTOS


Josep Maria Álvarez, recién elegido líder de UGT[1], se queja de que “Nos sentimos maltratados. El sindicalismo ha sido maltratado. Porque el capital, los poderosos, saben que primero tienen que acabar con el instrumento que los ha conseguido. El capital y los poderosos saben que para arrebatar nuestros derechos primero tienen que acabar con el instrumento que los ha conseguido: las organizaciones sindicales”.
En fin, el capital y los poderosos llevan más de un siglo atacando a los sindicatos. Y se puede dar con un canto en los dientes, porque en buena parte de ese siglo largo a los sindicalistas se les perseguía a tiros, al menos en España. No. El desprestigio viene del otro lado, de los trabajadores, obreros, currantes, proletarios o incluso productores, como se les llamaba en la prensa franquista. Es un proceso largo pero, en realidad, fácil de explicar.
Históricamente había dos grandes sindicatos en España: la UGT, socialista, fundada en 1888 y la CNT, anarquista, en 1910. Aunque siempre hubo gente en los dos lados que intentó el acercamiento, siguieron trayectorias divergentes hasta la Guerra Civil. Así, durante la dictadura de Primo de Rivera UGT decidió colaborar con el gobierno, mientras CNT se negó y fue ilegalizada. De este modo, mientras la UGT disfrutaba de los beneficios de su colaboración, los anarquistas eran asesinados por docenas por los pistoleros de la patronal y, aunque formaron grupos de acción para combatir el terror con el terror, el saldo fue siempre desigual, nunca llegaron a equilibrar el salvajismo de los patronos.
Había también sindicatos agrarios, católicos o los llamados “amarillos” que eran creación de la propia patronal , pero ninguno tenía una fuerza comparable a la de estos dos.
Tras la guerra, tanto UGT como CNT quedaron prácticamente desarticuladas y aunque hicieron intentos de reorganización, la policía los desbarataba con facilidad, pues los militantes históricos eran bien conocidos y resultaba sencillo seguir sus pasos.
Sin embargo, durante el Franquismo hubo conflictos laborales, más a medida que se acercaba el final del régimen, solo que adoptaron una forma nueva.

Durante la famosa huelga minera de Asturias en 1962, se optó por formar comisiones obreras, que daban paso  a un sistema de organización asambleario, en el que los mineros elegían a sus representantes para la negociación y los acuerdos a los que estos llegasen debían ser refrendados en asamblea para ser considerados válidos. Este sistema, que fue perfeccionándose con el tiempo, demostró ser válido dentro de los estrechísimos cauces  que marcaba el Franquismo y precisamente por su eficacia, las comisiones obreras llamaron la atención del Partido Comunista, que decidió infiltrarlas para ponerlas a su servicio, pues el PCE nunca tuvo un sindicato propio con un mínimo de influencia. La estrategia tuvo éxito, pero hubo trabajadores que vieron la jugada y se negaron a ponerse al servicio de los intereses de un partido, de modo que en algunas fábricas llegaron a coexistir dos comisiones obreras, una fiel al PCE y la otra defensora de los principios asamblearios.

Murió Franco y pareció que se destapara una olla que llevase mucho tiempo al fuego[2]. En enero de 1976 hubo una oleada de huelgas de la que la más espectacular fue la del Metro de Madrid, que fue militarizado, pero la de consecuencias más profundas fue la de Vitoria, aunque en ese momento pasase desapercibida por producirse en una capital de provincia con merecida fama de tranquila. La huelga vitoriana implicó a varios miles de trabajadores de una decena larga de empresas grandes, medianas y pequeñas, y duró dos meses. Últimamente se ha recordado porque se han cumplido cuarenta años de su final trágico, resuelto en cinco trabajadores muertos. Hasta Pablo Iglesias habló de ellos, como de Salvador Puig Antich. Sin embargo, como en el caso de Salvador, se recuerda la muerte pero se olvida cuidadosamente mencionar por qué luchaban, porque es algo que no interesa, un molesto recordatorio de que las cosas podrían ser de otro modo. Ninguno quiere contribuir a reabrir un camino peligroso, porque las consecuencias pueden ser incontrolables, como en Vitoria, donde se empezó pidiendo aumento de sueldo y se acabó poniendo en cuestión todo el sistema. La huelga vitoriana merecería un estudio en profundidad que aún está por hacer, pese a que ha generado una cierta bibliografía , pero aquí me limitaré a mencionar un par de aspectos. Una de sus consignas era Todo el poder a la Asamblea, porque su organización fue asamblearia en todo momento y a todos los niveles, desde pequeñas asambleas de fábrica hasta macroasambleas de varios miles de trabajadores. Esta estructura de funcionamiento impedía en la práctica que ningún grupo u organización pudiera ponerla a su servicio y así, fracasó el intento del PNV por hacerse con el control de la huelga. La propuesta consistía en un fuerte respaldo económico a cambio de otorgarle al Partido la facultad de señalar su finalización[3]. Y por supuesto, la falta de control externo esa falta de cabeza dirigente con la que poder entenderse o a la que, en última instancia, poder acogotar , la volvía imprevisible y, al tiempo, muy poderosa. La Policía ya lo vio claro entonces: “De cuajar tales dispositivos de crearse Comisiones Representativas en toda la nación y realizarse efectivamente el pretendido engranaje entre ellas el avance del movimiento obrero sería práctico y se traduciría opinamos en una prepotencia muy difícil de contener”[4]. El otro aspecto importante es que, pese a las cinco muertes y la vuelta forzada al trabajo, en realidad la huelga consiguió sus objetivos inmediatos. Como cuenta uno de sus protagonistas, con el final trágico no hay ninguna negociación. Económicamente las empresas conceden todo lo que habíamos pedido pero sin negociar absolutamente nada. Incluso los convenios que vinieron los años siguientes fueron los mejores convenios de la historia de la clase obrera en Vitoria como consecuencia de aquella lucha que vino antes[5].
Con esta y alguna otra torpeza, pronto se vio que este primer gobierno de la Monarquía tenía demasiados resabios franquistas como para poder llevar la nave a buen puerto, de modo que, mediado 1976, Juan Carlos se deshace del rígido Arias Navarro, que miraba demasiado hacia el pasado, y pone en su lugar a Adolfo Suárez, mucho más interesado en mirar hacia el futuro, precisamente porque quería deshacerse de su pasado, algo que desde ese momento , se convirtió en moda. La tarea que el Rey encarga a Suárez es conseguir un régimen que sea equiparable a lo que entonces se conocía como Europa Occidental, es decir, los países que eran miembros del Mercado Común y de la OTAN.
Suárez diseñó un sistema articulado en torno a los partidos políticos y tuvo el buen criterio de incluir entre ellos al Partido Comunista aunque en ese primer momento no lo hiciese público , seguramente porque tenía informes fiables sobre su fuerza real, que estaba muy por detrás de su leyenda. Pero si para Suárez era fácil entender el ambiente político no en vano, el Franquismo en el que se crió también tenía sus familias que, a veces, necesitaban un sistema complicado de cesiones, negociaciones y equilibrios para entenderse, al menos en los niveles bajos o medianos , la cuestión laboral le sobrepasaba. Primero, porque de donde él venía, cualquier desencuentro entre patronos y trabajadores se entendía como un problema de orden público. Segundo, porque allí encontraba elementos discordantes y potencialmente peligrosos, como los asamblearios, con los que no cabía ese tipo de arreglos. Así que optó por aplicar el esquema político, el que conocía, para lidiar con el problema.
UGT y Comisiones estaban ansiosas por colaborar y como les parecía que el proceso no avanzaba con suficiente rapidez, crearon un engendro de circunstancias, la COS, que convocó un paro general de un día para el 12 de noviembre de 1976. Eso sí, previamente advirtieron de que su intención no era en absoluto derribar al nuevo gobierno, sino solo hacer una demostración de fuerza[6]. Lo cierto es que tuvieron éxito, mucha gente participó en aquello, aunque sería interesante hacer una encuesta para saber cuántos se arrepintieron después, como tantos que votaron al PSOE en 1982 y perdieron su puesto de trabajo con la Reconversión Industrial...
A partir de ahí, todo vino en cascada. El 28 de abril de 1977 se legalizaron los sindicatos y el 16 de enero de 1978 comenzaron las elecciones sindicales. Entre ambas fechas, en setiembre de 1977, se firmaron los Pactos de la Moncloa.
CCOO y UGT se sumaron con alegría al plan, como lo habían hecho los partidos de los que eran meras correas de transmisión, el PCE y el PSOE. El esquema era el mismo. Las elecciones sindicales otorgarían poder a las cúpulas de las centrales y, por supuesto, dinero para mantener contentos a los suyos. Ahí nació la nefasta figura del liberado.
De los dos sindicatos históricos, la CNT se negó a entrar en el juego. Apostó por el asamblearismo y perdió. Es complicado explicar las causas del fracaso. Desde luego, hubo guerra sucia. Se montó una provocación en toda regla el “Caso Scala”, con la presencia de un confidente infiltrado (Joaquín Gambín) , para criminalizar a la CNT convirtiéndola en una organización terrorista. Se acusó a Rodolfo Martín Villa, entonces ministro de Gobernación, de estar detrás del montaje pero, por supuesto, nunca se pudo probar. De lo que sí hay constancia es de que le preocupaban más los anarquistas que ETA o los GRAPO porque ambos, a diferencia de los anarquistas, tenían jefes con los que era posible entenderse, aunque también es cierto que no es obligatorio caer en provocaciones. Puede que fuera la falta de un partido detrás en un proceso que fue diseñado para partidos o que fuera una apuesta  demasiado alta para las fuerzas con las que contaba. También hay quien ha apuntado que la CNT refundada ya nació con graves taras[7]. En cualquier caso, esa nueva CNT pudo ser dejada pronto de lado sin consecuencias apreciables, salvo en lugares concretos.
Pero igual que sucedió con los partidos de los que dependían, Comisiones y UGT tuvieron que pagar un precio. La imagen de Santiago Carrillo con la bandera bicolor detrás no significaba cambiar un trapo por otro sino reconocer la Monarquía y obligarse públicamente a defenderla. Con ese simple gesto desautorizaba cuarenta años de lucha del PCE, pero la ilusión de futuro de entonces compensaba liquidar todo su pasado de un plumazo.
Lo que se pidió a cambio a los sindicatos mayoritarios fue que ejercieran de “policía laboral”, y a ello se aplicaron con entusiasmo. En apenas un par de años habían acabado con cualquier alternativa que no pasase por sus manos, aunque tuvieran que recurrir a tácticas tan sucias como denunciar a la policía con nombres y apellidos a miembros de piquetes de huelgas que no habían convocado ellos. La derrota la resumía muy sencillamente Miquel Amorós en un texto de 1995: el “Estatuto de los Trabajadores, obra de la patronal CEOE y de la UGT, apoyada con reticencias por CCOO, fue promulgado el 10 de marzo de 1980. Introducía la flexibilidad de las plantillas y suprimía la práctica corriente de las asambleas, pero no para dar mayor protagonismo a los Comités de Empresa legales sino para darlo a las cúspides de las centrales, consagrando los acuerdos verticales (por arriba). El capítulo relativo al derecho de reunión establecía la periodicidad óptima de las asambleas ¡UNA CADA SEIS MESES! Además, su celebración sucedería fuera del horario de trabajo, con un orden del día prefijado y con los asistentes de otras empresas (si los hubiere) previamente anunciados”[8].
Con los años el proceso se agudizó. La única obsesión de CCOO y UGT parecía ser desmovilizar a los trabajadores, cuya única fuerza era, precisamente, su capacidad de movilización, poder poner en jaque estructuras productivas vitales. El mensaje venía a ser “vosotros id tranquilos a cenar el sábado, no os preocupéis por nada, que ya velamos nosotros por vuestros intereses. Dejadlo en nuestras manos”. Y, por supuesto, como en cualquier engaño, siempre hace falta uno que engañe y otro que se deje engañar. La gran mayoría se fue contenta a cenar el sábado, confiada en que las conquistas conseguidas no podían echarse atrás, del mismo modo que se decía que los pisos nunca podían bajar de precio...
Recuerdo a Javier Arenas, ministro de Trabajo del gobierno de Aznar, alabando a Antonio Gutiérrez, líder de Comisiones entonces, y Gutiérrez tan feliz, devolviendo los cumplidos... Pero cambiaron las tornas. Llegó la crisis y solo entonces los dos “interlocutores sociales” (que ya habían renunciado hasta a ser sindicatos) descubrieron que pilotaban dos cascarones huecos. Se habían aplicado con tanta energía a desmantelar la fuerza que podían tener la que nacía de la fuerza de movilización, más allá del paro simbólico de 24 horas , que cuando hicieron sus llamamientos a la resistencia, descubrieron que no había nadie detrás. Y se indignaban cuando Esperanza Aguirre pedía que se eliminasen los “liberados sindicales”, cuando no había otra propuesta más lógica. Ya habían cumplido su misión, desarmar a los trabajadores. ¿Para qué les necesitaban en el futuro? Hicieron su trabajo de bomberos de forma impecable y fueron recompensados muy generosamente. ¿A qué viene ahora quejarse de que todas las cerillas de la caja están mojadas?[9]







[1] Líder es la forma moderna de llamar al jefe. Porque liderar, lo que se dice liderar, no lideran nada. Por ejemplo, Mariano y Pedro mandan, uno más que otro, pero solo porque en este momento uno tiene más poder, no porque esté mejor dotado, basta con ver las que arma cada vez que abre la boca... La cita que sigue es de “Álvarez (UGT): “Nos hemos sentido maltratados por el capital”, El País, 12/03/16. Suena un poco repetitiva, pero no es mi culpa.
[2] El detonante fue un decreto de congelación salarial de noviembre de 1975, obra del ministro Juan Miguel Villar Mir. El suegro de compi yogui, dicho sea de paso. Algunos no han conocido mal año.
[3] Carlos Carnicero Herreros: La ciudad donde nunca pasa nada. Vitoria, 3 de marzo de 1976. Servicio Central de Publicaciones del Gobierno Vasco, Vitoria-Gasteiz, (2007), p. 106.
[4] Comisaría General de Investigación Social: Boletín Informativo Nº 26, (06/07/76). Citado por Carnicero, p. 80. Hay que aclarar que nunca hubo tal intento de engranaje.
[5] Todo el poder a la Asamblea. Vitoria 3 de Marzo de 1976 en sus documentos. Likiniano Elkartea, (2001), p. 5.
[6] Fue el primero de estos enfrentamientos rituales. Una huelga general de un día carece de sentido. El objeto de la huelga general es, precisamente, hacer caer al gobierno y no tiene límite de tiempo. Se mantiene hasta que triunfa o es derrotada. Pese a lo escrito, reconozco haber participado con entusiasmo en todas las que ha habido desde diciembre de 1988 salvo una, la de 2002, que encontré muy extraña.
[7] Como Miquel Amorós, que se movió por aquel ambiente y casi treinta años después no ahorraba las críticas: “la neoCNT, la casa común de sindicalistas extraviados, aventureros, anarquistas folklóricos y provocadores”. Los incontrolados [crónicas de la españa salvaje 1976 1981]. Klinamen, (Sevilla), 2004, p.9.
[8] Historia de diez años. Esbozo para un cuadro histórico de los progresos de la alienación social. Klinamen, (Sevilla), 2005, p. 96.
[9] Como el texto ha salido muy largo, pronto aparecerá una nota sobre las huelgas de gasolineras de Barcelona que creo que ilustra bien el proceso que aquí se cuenta.

lunes, 4 de enero de 2016

LOS ORÍGENES (I): EL ESTADO ESPAÑOL


           Desde que irrumpieron los nuevos partidos en las municipales de mayo pasado doy vueltas a la cuestión de por qué entre todas las formas que podrían haber adoptado, han acabado en lo que son. Creo que en ello tienen mucho que ver las circunstancias históricas, que en España estuvieron marcadas sin duda por la larga duración del periodo franquista, lo que dotó a la izquierda local de características originales respecto a las de otros países vecinos.
Dos cuestiones me parecen especialmente importantes: la actitud respecto al nacionalismo que trataré aquí , y la influencia de algunas corrientes religiosas, que quedará para otro texto[1].
Hace poco entrevistaron a Ada Colau y a algunos comentaristas les llamó la atención que la alcaldesa utilizara la ridícula perífrasis “el estado español” para evitar decir España[2].Creo que para entender el empleo de una fórmula tan absurda hay que recurrir a la historia de la izquierda desde el final de la Guerra Civil hasta la época constitucional, que se podría resumir en una palabra: debilidad.
Por supuesto, es sencillo de explicar. Durante la guerra y la fase dura de la posguerra (digamos unos diez años a contar desde la victoria), el franquismo se dedicó a la eliminación física de la oposición mediante ejecuciones o con largas condenas de cárcel. En los años que siguieron, apenas fue necesario tomar medidas tan extremas, pues los diversos servicios de información conocían perfectamente sus estructuras clandestinas y las desarticulaban cada vez que consideraban que habían alcanzado un tamaño peligroso. Solo a finales del franquismo pareció que el control de la oposición se les fue un poco de las manos, pero no hay que descartar que solo lo pareciera[3].

En paralelo se produjo otro proceso, la distancia creciente entre los militantes del interior y las viejas cúpulas exiliadas desde 1939. Basta comprobar cómo en los años 70 algunos partidos hacían llamamientos a los campesinos, que ya no existían como tales. O habían emigrado a las ciudades y se habían convertido en obreros industriales o, los que se quedaron en el pueblo, habían tenido acceso a maquinaria, abonos y semillas seleccionadas y se habían convertido en agricultores, que es otra cosa muy distinta[4].
De forma que había diferencias, a veces muy importantes, entre la visión del exilio y la visión del interior, aunque con suerte dispar para unos y otros. El incalificable Carrillo[5] no permitió nunca que el PCE del interior se le fuera de las manos aunque hubiera que recurrir a las tretas más viles , mientras en el PSOE se dio un “golpe de estado” que aupó al poder a mi querido Felipe González y su camarilla, los que apenas ocho años después llegaban al gobierno con todas las bendiciones.
En cualquier caso, la izquierda del interior era débil, así que tuvo que recurrir a alianzas en las que tampoco estaba en disposición de elegir, simplemente si el otro tenía algo que mejorase su situación, con él se juntaba. En los lugares donde existía un nacionalismo bien enraizado, a él se acercaba. Obviamente en el País Vasco y Cataluña. También en Galicia, pero este era mucho menos potente.
Sin embargo, el nacionalismo histórico no era izquierdista, estaba compuesto por gente de orden. Su comportamiento durante la Guerra Civil fue bastante vergonzante. El PNV se ocupó de velar para que no se destruyera la industria pesada vizcaína mirando por los intereses de sus propietarios y accionistas , aunque sabía de sobra que desde el día siguiente esa industria se pondría a trabajar en contra del bando republicano. Por su parte, el nacionalismo catalán se entregó en cuerpo y alma a desbaratar la revolución que se llevaba a cabo en su territorio, quizá la más profunda que se haya producido jamás en parte alguna, pero que era obra de murcianos, andaluces y otras gentes de oscuros orígenes[6]. Es cierto que existía un ala izquierda del nacionalismo vasco, Acción Nacionalista Vasca (ANV), pero aparte de ser bastante tibia hoy diríamos socialdemócrata , era muy minoritaria.  Lo más llamativo de ella era su laicismo militante, frente al catolicismo intransigente del PNV. Su grito de guerra era “Gora Euskadi sin sotanas”. En cuanto a Esquerra Republicana de Catalunya, basta apuntar dos datos. Los dirigentes veteranos de Esquerra en el poder que recordamos (como Carod Rovira) militaron durante los setenta en el PSAN (siglas catalanas del Partido Socialista de Liberación Nacional), porque la Esquerra de entonces, dirigida por Heribert Barrera, aún no se había puesto al día y no tenía mayor problema en culpar a los inmigrantes de todas las desgracias de Cataluña. El otro es más divertido: Ramón Franco fue senador por ERC en las cortes republicanas. Por supuesto, Ramón era hermano del futuro generalísimo Paco y para más escarnio , su avión desapareció en el mar cuando, según sospechas bien fundadas, se dirigía a bombardear Barcelona.
La relación con ETA puede servir de ejemplo de la ambigüedad de la izquierda de entonces hacia el nacionalismo. La primera ETA era anticomunista lo que no es raro porque nació de una escisión en EGI, las juventudes del PNV , pero a raíz de los triunfos de Castro en Cuba y el FLN en Argelia adoptó lo que entonces se llamó un enfoque tercermundista, considerando a Euskadi una colonia e importando el socialismo que formaba parte de la ideología de los movimientos de liberación nacional. No por casualidad su consigna Aberria ala hil! es una traducción literal del ¡Patria o muerte! cubano. La izquierda del interior comenzó a relacionarse con ella, muchas veces sin conocimiento del exilio, por el prestigio que le aportaba entonces el uso de las armas, que se multiplicó con la admiración que causó la osadía y perfección técnica del atentado contra Carrero Blanco[7]. Un prestigio que no sufrió daños cuando al año siguiente cometió la infame masacre de la cafetería Rolando en la calle Correo de Madrid[8]. Entonces se produjeron situaciones muy extrañas. Recuerdo haber tenido en mis manos una edición de la época de Operación Ogro el libro en el que ETA da su versión del atentado contra Carrero , dedicada a Felipe González[9]. Estaba muy extendida la visión de ETA como una campeona del antifranquismo y, sin embargo, ETA había sido muy clara en ese punto. Decía que los partidos españoles luchaban contra Franco como si no existiera opresión nacional en Euskadi, mientras ETA luchaba contra la opresión nacional en Euskadi como si no existiera Franco, así que sólo se engañaba quien quería engañarse.
Más allá de este ejemplo, la relación con el nacionalismo llevó a la izquierda a asumir de forma natural muchos de sus conceptos, lo que marcaba una diferencia muy clara con la mayoría de la izquierda europea. No hace falta buscar demasiado para encontrar fotografías de finales de los 70 en las que futuros ministros y altos cargos del PSOE sostienen pancartas en defensa del derecho de autodeterminación.

Citaré un ejemplo entre otros muchos, pero muy llamativo. En 1983 se aprobaba en el parlamento catalán la Ley de Normalización Lingüística, que dispone que el catalán es la “lengua vehicular” para la enseñanza. Entonces el PSOE de Felipe González disfrutaba la mayoría absoluta más numerosa que haya disfrutado nadie desde 1977, no necesitaba a los nacionalistas catalanes para nada. No entraré aquí en si la ley es buena o mala, hay opiniones para todos los gustos. Creo que la enseñanza está tan desvirtuada que tanto da una ley como otra, pero esa es otra historia... La cuestión es ¿cuántos países homologables a España permiten que en una parte de su territorio no se pueda enseñar en la lengua oficial? La respuesta es ninguno, y no hace falta irse al ejemplo extremo de Francia. La lengua vernácula podrá ser co-oficial, pero en ninguna parte es exclusiva, solo en Cataluña. Esa es una cesión que ningún gobierno del entorno hubiera hecho. Y si alguien recuerda que en ese mismo año nacieron los GAL, también se le puede recordar que el PSE llegó a ceder la presidencia del Gobierno Vasco al PNV sin pelear, tras haberle aventajado en votos, aunque no en escaños. Basta pensar en los desafíos actuales de Pedro Sánchez a Rajoy para percibir la diferencia.
Se trataba simplemente de que para esa izquierda que se había vestido de prestado tanto tiempo, el nacionalismo atesoraba una superioridad moral, con lo que acabaron por cederles la primacía en algo tan intangible como el discurso público, las claves que deben marcar la opinión general. Esta tendencia ha llegado hasta hoy. En Cataluña se observa cómo los que marcan las reglas del juego son los catalanistas y se vio muy claro con la cuestión del referéndum. En 2014 era el asunto central[10] y los opinantes se dividían entre los que lo reclamaban mayoría en los medios públicos y subvencionados, que aquí son casi todos y los que lo rechazaban. Sin embargo, la mera aceptación de la hipótesis del referéndum como opción natural ya era una cesión de terreno por parte de los que no son catalanistas, porque procesos separatistas hay varias decenas en el mundo, pero votaciones solo ha habido en dos, Quebec y Escocia. No hay visos de que las vaya a haber en Bélgica, Córcega, Trentino Alto Adigio, Irlanda del Norte (curioso que nadie lo mencionase cuando lo de Escocia) o cualquier otro lugar de Europa. Por no recordar situaciones de fuera del continente tan dramáticas como Sahara, Palestina o el Tíbet. Por tanto, el referéndum no es la conclusión lógica, sino, de nuevo, la excepción clamorosa. Pero nadie lo dijo claramente, ni siquiera la derecha más correosa, que se agarraba a la constitución de 1978 como a un clavo ardiendo. Lo denunciaba por ilegal, en lugar de descartarlo por ser una opción totalmente marginal en términos estadísticos.












[1] La idea original estaba pensada como una sola entrada, pero acabó complicándose hasta alcanzar un tamaño poco manejable, así que he decidido partirla en dos.
[2] Ridícula porque los que la utilizan solo la emplean para España y Francia. Nunca hablan del estado noruego o el estado italiano, dicen Noruega o Italia, como la gente normal.
[3] Esta es una materia quizá irresoluble, al menos en un futuro cercano. La administración española no se caracteriza por su transparencia y muchos documentos clave se han destruido. Se sabe que el incalificable Martín Villa (incalificable porque cualquier otro adjetivo aplicable a su persona cae dentro del código penal)  ordenó quemar los archivos del Movimiento. Alguien pensará que no es extraño que acabara su carrera como alto ejecutivo del grupo PRISA.
[4] Quedaban los jornaleros, pero muy localizados en Extremadura y Andalucía, nada que ver con las ideas que tenían en la cabeza las viejas momias.
[5] No es extraño que acabase sus días compartiendo tertulia en la SER con Rodolfo Martín Villa (el señorito recibía en casa). Allí se dedicaban a lavar sus biografías bajo el silencio ignorante de la presentadora.
[6] Lo que, por supuesto, no es cierto. Abundaban los apellidos catalanes entre los revolucionarios, solo que ese dato no cuadraba con su historia canónica. Como decía el historiador Vicens Vives, el anarquismo era una idea extraña a Cataluña.
[7] Sintetizada en la famosa frase del entonces ministro de Gobernación (y futuro sustituto del propio Carrero) Carlos Arias Navarro: “Cabrones, qué bien les ha salido...”
[8] Estos dos atentados son buena muestra de lo escrito. Para llevarlos a cabo fue imprescindible la ayuda de dos militantes críticos del PCE Alfonso Sastre y Genoveva Forest , que pusieron a disposición de ETA buena parte de la infraestructura clandestina del PCE en Madrid sin saberlo la dirección en París. ETA nunca se atrevió a reivindicar la matanza de la cafetería, cuya discusión llevó a la escisión ETAm – ETA pm, pero resultaba evidente que habían sido ellos.
[9] Sospecho que era la de Ruedo Ibérico, pero no tengo oportunidad de comprobarlo.
[10] Se supone que ya no lo es, tras el inicio de la desconexión. Sin embargo, alguno de los comentadores que se mueven en los círculos cercanos a Junts pel Sí  dicen que la declaración sería en realidad una maniobra para forzar el referéndum. Sea como fuere, ahora mismo los únicos que defienden la opción con claridad son Podemos y sus asociados.