Como lo prometido es deuda, aquí va ese hecho de la época del Destape
del que no hace mucho afirmé que me iba a ocupar. Como lo de la libertad de
expresión está como está, y no tiene pinta de mejorar a corto plazo[1],
voy a ahorrar mis opiniones sobre lo narrado y me contentaré con reproducir lo
escrito por otros citando la fuente y sólo aportaré alguna información
histórica para establecer el contexto.
(Creo que hoy aún está permitido el derecho de cita, pero sabiendo que
sí es delictivo dar al “me gusta” de lo que publique otro, como ha recordado
recientemente la policía, me temo que es cuestión de tiempo. Otra buena razón
para huir de las “redes antisociales”[2].
Hace años me llamaba la atención que en páginas escritas en lenguas extranjeras
que se ocupaban de terrorismo sin incluir opiniones, los autores incluían un
párrafo inicial que explicaba que el contenido sólo obedecía a propósitos
informativos o educativos[3]).
Comenzaré con su voz de la Wikipedia. Como es breve la copiaré entera,
obviando los cambios de tipografía y las subdivisiones del índice[4]:
“Alexandra Elena Mozarowsky Ruiz de Frías, conocida artísticamente
como Sandra Mozarowsky (Tánger ― Marruecos ― 17 de octubre de 1958 ― Madrid, 14 de septiembre de 1977), fue una actriz
española, famosa por sus interpretaciones a lo largo de los años 70 en una
veintena de películas clasificadas dentro del llamado “cine de destape”.
Hija de un diplomático (labor que compagina con la de ingeniero
electrónico) de origen ruso y madre española, cuando la familia se traslada a
vivir a Madrid procedente de Marruecos, comienza sus estudios en el Liceo Anglo
― Español de la
capital, de donde pasa al Colegio del Sagrado Corazón, donde termina el
bachillerato en 1976.
Con diez años, debuta en la película El otro árbol de Guernica
de Pedro Lazaga, donde comienza una fulgurante carrera artística centrada en
una serie de producciones de alto contenido erótico, entre las que destacan El
mariscal del infierno (estrenada en España en 1974), La noche de las
gaviotas (1975), El hombre de los hongos (filmada en México en
1976), Hasta que el matrimonio nos separe (1976), Abortar en Londres
(1977) o Ángel negro (1977), en la que comparte cartel con el actor
mexicano Jorge Rivero, con el que se la relaciona sentimentalmente, en las que
la joven protagoniza frecuentes desnudos integrales y “escenas de cama”, lo que
la convierte en una de las promesas cinematográficas más firmes del momento.
Intervino también en sendos capítulos de las series de Televisión
Española Cuentos y leyendas (“El estudiante de Salamanca”) y Curro
Jiménez (“El retorno al hogar”), emitidos respectivamente los días 19 de
diciembre de 1975 y 5 de junio de 1977.
Falleció el 14 de septiembre de 1977 en Madrid, a consecuencia del
traumatismo craneoencefálico sufrido al caer desde la terraza de su domicilio,
situado en la cuarta planta de la calle Álvarez de Baena nº 3, el 23 de agosto,
lo que, con posterioridad, dispararía los más variopintos rumores y
especulaciones sobre su presunto romance con Juan Carlos I. Según otros
autores, simultanearía su trabajo como actriz con el de “chica de alterne” en
un renombrado club de la madrileña calle Oriente, uno de cuyos socios
propietarios sería el conocido actor Paco Martínez Soria.
La familia de Sandra asumió un resignado silencio sobre el asunto. Y
ahí sigue, enterrado en el fondo de la memoria, esperando la mano que levante
el velo”.
El artículo remite a varias fuentes, de las que sólo reproduciré una
por si despierta el apetito:
“De madre española y padre ruso, esta actriz apenas había empezado a
despuntar en la cinematografía nacional, labrándose una creciente fama cuando
murió extrañamente a los 18 años después de caer por una ventana. Numerosos
rumores rodearon su muerte: que si su piso estaba financiado por el Ministerio
de Defensa, que si había sido asesinada para ocultar un romance ― embarazo
incluido ― con una de las más altas personalidades del estado (la más alta, de
hecho ) ... dichos rumores fueron después reactivados por voces como la de
Andrew Morton o incluso Mario Conde. De belleza cautivadora, su breve paso por
el cine erótico y las sesiones fotográficas quedó oscurecido por la truculenta
trama de novela negra que pudo ocultarse tras su misteriosa desaparición, de la
que resulta difícil decir cuánto hay de verdad o no. Hagan una búsqueda en
Google al respecto, porque el tema es más que (desgraciadamente) interesante y ― desde ya se
lo digo ― les va a sorprender sobremanera[5]”.
Por mi parte también invito a hacer esa búsqueda. Sin salir de la
página de Wikipedia ya hay un par de enlaces muy interesantes...
Tres datos históricos
Paco Martínez Soria era un cómico de registro muy limitado que intentó
triunfar de todas las maneras. Durante la guerra se sacó el carnet de la CNT
para ver si por ahí podía meter cuchara, pero los bárbaros rojos no supieron
apreciar sus cualidades y ya en el régimen de Franco, tuvo que pasar muchos
años malcomiendo hasta que consiguió el reconocimiento a su registro de paleto
rancio, el único que poseía. Eso sí, una vez alcanzada la popularidad lo
explotó hasta la extenuación apoyado en comedietas infames que le escribía a la
medida bajo seudónimo Fernando Lázaro Carreter. Sí, aquel académico que
escribía los libros “de Lengua” que se estudiaban en EGB o más bien sólo
firmaba, según parece[6].
Decía Martínez Soria que el mayor orgullo de su vida era haber tenido
un hijo cura...
Antes de la aprobación de la constitución de 1978 los de 18 años eran
menores de edad a todos los efectos, atenuantes o agravantes.
Ya he dejado clara mi extrañeza porque el autor de la frase “Rey sólo
hay uno” no tenga problema en admitir que hoy haya dos. Aún se puede complicar
más si se tiene en cuenta que ha declarado recientemente que La competición
siempre ha sido lo que más me ha gustado. Siempre he sido muy competitivo. En
el deporte y en la vida[7]
y sin embargo acepta ser el segundo sin mayor problema.
Hasta que he recordado que según esa misma constitución, la persona
del rey es inviolable y no está sujeta a responsabilidad penal...
Siendo así, mientras seas rey, ¿qué demonios importa ser el Rey de
Oros, el de Copas, el de Espadas o el de Bastos?
[1] Según leo estos días en periódicos “de izquierdas”,
la única posibilidad procedería de los efectos taumatúrgicos provocados tras la
catarsis que sucedería a la proclamación de la República Catalana pero, como
decían los galos de Asterix, “eso no va a pasar mañana”.
[2] Hace poco un antiguo alto empleado de Facebook se ha
quedado a gusto hablando sobre los daños a futuro que producirán. Ha recibido
mucha atención pero poco eco. (En lugar de eco los imbéciles prefieren decir feedback).
[3] Y aún con eso, alguna desapareció de la noche a la
mañana, como la magnífica brigaterosse.it (o .org, ahora no
recuerdo...). Lo gracioso del caso es que la mayoría de informaciones sobre las
Brigadas Rojas disponibles en Internet ― y en más de
un libro publicado ―, proceden de ella.
[4] Culquier
error es culpa de mis fallos de transcripción y he adaptado la tipografía a las
normas de esta página. Por si las
dudas, copio la versión del día 20 de diciembre de 2017, exactamente cuarenta y
cuatro años después de la muerte de aquel almirante sobre la que hacer chistes
conlleva grandes peticiones de pena...
[5] Emilio de Gorgot: “Mitos del cine erótico de los 70
¿qué fue de ellas?”, Jotdown, (sin fecha de publicación).
[6] Gregorio Morán: El cura y los mandarines.
Historia no oficial del bosque de los letrados. Cultura y política en España
1962 ― 1996, Akal, (Madrid), 2014, p.
771. Su “nombre de pluma” era Fernando Ángel Lozano.
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