Cuando el otoño pasado coincidieron en el tiempo los
procesos escocés y catalán me llamó mucho la atención que nadie hiciera
mención a una diferencia enorme entre ellos: la importancia de la lengua
vernácula. Si en Cataluña es una cuestión central ― o, quizá, la cuestión central ―, en Escocia
es inexistente. Con tanta tinta como se gastó explicando paralelismos y
divergencias, no leí una sola línea sobre eso, aunque reconozco que no leí la
prensa escocesa. Parece evidente que los escoceses han construido una identidad
sin necesitar una “lengua propia” (y aquí cabría preguntarse qué lengua materna
no lo es).
La situación del catalán es bien conocida. La expone
con claridad Enric Marín en un artículo que trata de cómo Cataluña ya está en
la agenda mundial: “La mayor parte de estos medios ― sobre todo
los más influyentes, los anglosajones ― ya son capaces de reconocer los rasgos nacionales
de la sociedad catalana, así como las motivaciones económicas del soberanismo o
de cómo el Estado desprecia la lengua y la cultura catalanas[1].
El Estado desprecia la lengua y la cultura
catalanas. Lo sabe cualquiera, por eso no hace falta explicar de qué manera las
desprecia. De hecho, como corrobora el cantautor francés nacido en Barcelona
Nilda Fernández ― Daniel en su pasaporte ―, la situación del catalán en Francia es
infinitamente mejor: “Realmente, en Francia no hay tanto problema con el
catalán, no está perseguido. En la Catalunya Nord se sacó de las escuelas por
el tema de la escolarización obligatoria, que fue una manera de uniformar
bastante perversa. Pero de esto hace muchos años. Actualmente, el Estado no
está en contra del catalán”[2].
Es una situación tan evidente que me ha llevado a
imaginar un Congreso Mundial de Lenguas Oprimidas. La delegación
catalana ― muy numerosa y bien atendida, como aquella que tanto dio que hablar
en la Feria del libro de Frankfurt del 2007 ― hace una exposición emotiva y vehemente de la
situación terminal en la que se encuentra la lengua catalana, al borde de la
desaparición.
A la hora de la pausa el representante del
Kurdistán, conmovido por lo que acaba de escuchar, hace todo lo posible por
encontrarse con un catalán, pues siente que tiene mucho que compartir. Le
aborda diciéndole: “Hermano, me ha conmovido tanto vuestra situación... creo
que nuestros pueblos tienen mucho en común. Por ejemplo, seguro que a vosotros
os persiguen por hablar catalán en la calle.[3]
― Pues la verdad es que no. Es más, nuestro gobierno
aprobó una ley que obliga a los comercios a rotular en catalán bajo pena de
multa severa. No se suele aplicar, pero lo cierto es que acojona lo suyo.
Cumple su función.
El kurdo se extrañó un poco, pero pensó que debía ser una concesión
del gobierno para quedar bien, aunque tampoco le quedaba muy claro qué
significaba aquello de nuestro gobierno, pero siguió preguntando:
― Claro, lo que no os dejan, seguro, es utilizar
vuestro idioma en la escuela...
― Bueno, en realidad no. Lo cierto es que el que no
se permite es el otro. La educación obligatoria es entera en catalán, lo
llamamos “inmersión lingüística”.
― Ah, vale, entiendo ― dijo el kurdo, que empezaba a no entender nada ―. Es en la Administración
donde no podéis utilizarlo.
― Tampoco. Al contrario, si quieres ser funcionario
tienes que demostrar un nivel suficiente de catalán, que es la lengua
prioritaria en la que se comunica la Administración.
Hubo una pausa. El kurdo levantó una ceja. Ya no es que no entendiera
nada sino que le empezaba a parecer que el otro le tomaba el pelo.
― Pero no tenéis medios públicos de comunicación
donde expresaros en vuestra lengua, es eso...
― ¡Y tanto que tenemos! ― dijo el otro, que ya se iba animando ―. De
televisión, por lo menos media docena: TV3, El 33, 3/24, Canal Super3, Esport
3, TV3HD y de radio, Catalunya Ràdio, Catalunya Música, Catalunya Informació e
iCat.
No pudo evitar que la otra ceja se alzase sola. Por agotar las
posibilidades, sin querer creer lo que oía, dijo:
― De acuerdo. Lo he comprendido. No os permiten tener
medios de comunicación privados en catalán.
― ¡No, poco! Si los subvencionamos... De hecho, te
diré que sólo había un periódico hasta que empezamos a subvencionarlos. Ahora
hay cuatro nacionales y de locales ni te cuento. Y también hay subvenciones
para la edición y la traducción y hasta se habló de pagar a Bill Gates, el
hombre más rico del mundo entonces, para que tradujera Windows al catalán. Será
por dinero...
El kurdo se alzó de hombros, le dio la espalda y, mientras se alejaba
de él, pensó que no era un mal día para cogerse la primera borrachera de su
vida...
[1] “Independentismo y
comunicación”, El Periódico, 03/01/15, p. 7. (El subrayado es mío).
Enric Marín es profesor de Comunicación de la UAB, aunque bien parece que
también podría serlo de Independentismo...
[2] Omar
Jurado y Juan Miguel Morales: Lluís Llach, siempre más lejos,
Txalaparta, Tafalla, (2007), p. 319.
[3] Para
entender el diálogo que sigue, hay que tener en cuenta que el miembro de la
delegación catalana era Testigo de Jehová y su religión le impedía mentir, como
al personaje de Chus Lampreave en la película de Pedro Almodóvar Mujeres al
borde de un ataque de nervios.
Anímese vuesa merced a dar caña a todo despropósito... que el mundo es muy ancho y el entendimiento muy estrecho,
ResponderEliminarcordiales y etílicos saludos