Según el diccionario, lógica es la “ciencia que
expone las leyes, modos y formas del conocimiento científico”. Definición
que encuentro muy desacertada desde mi pobre capacidad de razonamiento. Yo
diría que es la lógica la que debe validar el conocimiento científico y no al
revés, más en una época en la que una fábrica de barritas de chocolate encarga
un estudio de nutrición a un laboratorio y de sus resultados se deduce que la
barrita de chocolate es el alimento más nutritivo y equilibrado que quepa
imaginar[1].
Sucede que, últimamente,
encuentro muchos ataques a lo que yo definiría como lógica aunque, claro, si
hemos de consultar a los científicos de ahora, quizá sean expresiones de lógica
en estado puro. Pondré algún ejemplo pero sólo como muestra, pues lo cierto es
que si me detuviera en todos, darían para un tratado de varios cientos de
páginas.
Miremos hacia la economía. No sé si lo es ahora, pero Bill Gates ha sido y dejado de ser el hombre más rico del mundo durante los últimos veinte años, lo que para mucha gente equivale también a ser el hombre más listo del mundo[2]. Gates se hizo millonario con el sistema operativo Windows[3], que se actualizaba cada dos años con periodicidad constante. A Windows 96 le sucedió Windows 98 y a este, Windows 2000 y cada lanzamiento tenía su puesta en escena, que era inmediatamente reproducida por los medios de todo el mundo. Por alguna razón no explicada (seguramente la avaricia) esa periodicidad bianual se rompió en el 2001, con el lanzamiento de Windows XP, una clara anomalía, pero en muchos más sentidos de los que podía imaginar Gates. Esa versión oportunista conquistó un éxito absoluto, de modo que, según datos de la Wikipedia, el 8 de abril del 2013, después del lanzamiento de varias versiones superiores, el sistema operativo Windows XP “ocupaba el segundo lugar en uso mundial (...) significando que de cada diez ordenadores, cuatro utilizaban el sistema”. Parece que fue su tope, y a partir de ahí llegó la decadencia. La reacción de Gates fue la clásica del capitalismo del siglo XXI. Por un lado empecinarse en el error, seguir lanzando Windows a intervalos regulares mientras trataba de matar a su criatura más exitosa para forzar el paso a los nuevos. Por otro, en lugar de analizar qué ha fallado en aquello que sabes hacer y mejorarlo con humildad y paciencia, se volvió hacia aquello de lo que no sabía ni entendía, la telefonía móvil. Los ideólogos lo llaman diversificación, y el resultado siempre suele ser el mismo. Los dos o tres casos que aparecen en los libros de “marketing” son excepciones que, por mucha voluntad que pongan sus autores, nunca se convertirán en regla. El experimento de Gates se saldó con el despido de 15.000 trabajadores, aunque, desde luego, declaró beneficios.
Su lugar lo ocupó un hombre
y su compañía que representaban una patada contra la lógica en todos los
términos. Me refiero, claro, a Apple y Steve Jobs. Jobs aprovechó el combate de
Gates contra sí mismo para transformar al perdedor Mac en el ganador Apple, no
vendiendo las cualidades del producto, sino cambiando la imagen de la marca,
que pasó de ser algo de raritos a ser un rasgo de los tocados por la Fortuna, y
que pasó a implicar que la Fortuna podía tocarte a ti también si te unías a su
modernidad[4].
Del uso de la lógica por parte de Steve Jobs basta apuntar que trató de curarse
el cáncer comiendo manzanas y así le fue...
De esta historia se deriva
otra patada a la lógica ― como la entendemos los que no estamos en la
Academia ―, que tiene mucho de incomprensión del capitalismo
como nos lo explican. Un ejecutivo incompetente toma una mala decisión ― que una aseguradora
se meta en el negocio inmobiliario, por ejemplo ―
y la consecuencia es que, mientras el ejecutivo cobra dos millones en bonos por
el resultado global de la compañía, ha habido que despedir a 20.000
trabajadores que, por el contrario, desempeñaban su trabajo de forma impecable.
Se dice que el gran
capital, en forma de multinacionales, domina el mundo. No es cierto. Sólo lo es
en la medida en que los gobiernos respaldan sus intereses. La United Fruit
ponía y quitaba gobiernos en Centroamérica pero sólo porque podía contar con
los marines estadounidenses para derribarlos con las armas[5].
Hoy esa manera de actuar no está bien vista y United Fruit acabó por
convertirse en Chiquita, haciendo bastante honor a su nuevo nombre.
Parecía que Podemos había
entendido ese mensaje. Se presentó a las elecciones europeas con la que era la
plataforma más rompedora de los que tenían opciones de sacar algún escaño. Uno
o dos, según las encuestas. Sacaron cinco y, a raíz de aquello, se situaron en
el objetivo de los medios. Estaba claro que la gente les había votado por su
lenguaje radical. No sólo eso, sus cinco escaños en las europeas pronto les
auparon a la primera posición en intención de voto. Es evidente que ignoro las
razones por las que la mayoría de los encuestados declaraban apoyarles, pero
tengo claro que si llegase al poder en el parlamento español un partido que se
negase a pagar la deuda externa, en cuestión de horas se le sumarían Grecia y
Portugal y, en cuestión de días, Italia. Y entonces se volvería la tortilla...
Porque Italia y España juntas (por ese orden) pesan demasiado en la economía
mundial. Conseguirían una renegociación ventajosa de la deuda y, de propina, la
caída de algún fantoche. Algo así era lo que parecía encarnar Podemos.
Por supuesto, se
encontraron con un ataque en toda regla de los principales medios informativos que,
no lo olvidemos, están en manos de bancos, multinacionales y fondos varios[6].
Pues bien, si lo que les había dado el apoyo electoral mayoritario era su
discurso radical, ¿qué cabía hacer? Desde la frialdad, uno diría que
mantenerlo. Hacer oídos sordos a las televisiones, radios y periódicos que
querían llevarles a su terreno y seguir proclamando un programa de ruptura, que
era el que les había llevado hasta ahí. ¿Qué hicieron? Todo lo contrario,
enfangarse en el terreno de juego preparado por el enemigo y, además, aceptando
sus reglas de juego. El resultado: que se catapulte a su costa la alternativa
auspiciada por esos medios, Ciudadanos. Un partido que los que vivimos en
Cataluña sabemos que ni es nuevo ni es siquiera de centro ni, desde luego, está
limpio. Mientras tanto, la cabeza visible de Podemos se dedica a regalar series
de televisión al rey Felipe...
Una muy de este tiempo: el
dominio de la palabra sobre la realidad. Se diría que hoy la lógica cree en
conjuros[7]
y esta nueva lógica se manifiesta de dos formas. Una es la creencia en la
acción mágica de las leyes. No paran de dictar leyes contra el maltrato a las
mujeres y, por supuesto, no consiguen nada. Los recursos disponibles son los
que son, y hay más mujeres maltratadas que policías ―
y mira que hay policías ―, de tal modo que si una ley acaba por asignar un
policía a cada maltratada, simplemente la ley no se podrá cumplir. Por no
hablar del absurdo que encierra en sí crear una cadena perpetua para condenar a
individuos que desean suicidarse. Mucho miedo les pondrá en el cuerpo... Esta
creencia en el poder de la palabra escrita remite directamente a la infancia y
tiene otra derivación en los guardianes de los diccionarios. Últimamente ha
surgido una campaña que se basa en que el famoso diccionario recoge en una
acepción de gitano la definición de trapacero. Parecería, si les
hacemos caso, que si se elimina esta del diccionario, todos los prejuicios
existentes ― desde uno y otro lado ―
desaparecerán. Sin embargo, no es así. No es la vida la que es el reflejo del
diccionario sino el diccionario el que es el reflejo de la vida. Y si no es
así, no es el cambio del diccionario el que conseguirá el otro. En términos de
lógica formal, A implica B y su negación es al revés, no B implica no A. Es el
cambio de la realidad el que habría de implicar el cambio del diccionario, y no
a la inversa.
Sin embargo, el ansia de
los purificadores no tiene fin. Hoy hay ediciones expurgadas de Tom Sawyer y
Huckleberry Finn donde se han eliminado las palabras injun y nigger,
reemplazadas por Indian y slave[8].
La palabra nigger aparece 219 veces. El problema es que Samuel Langhorne
Clemens, que firmaba Mark Twain, era antirracista y escribía precisamente para
reflejar la estupidez de su época. Cuando la tía Sally pregunta si hay algún
herido en una explosión, Huck responde: “No señora, mató a un negro” y la tía
dice “Bueno, ha habido suerte, porque a veces hay gente que resulta herida”[9].
La intención combativa es muy clara, (salvo para el intelecto escaso de los
agelastas) y uno se pregunta cómo se reduce la ofensa sustituyendo “negro” por
“esclavo”... Por mi parte, diré que ojalá tuviéramos unos cuantos Mark Twains
ahora...[10]
[1] Desconozco
el griego, así que no puedo opinar sobre el significado de la palabra logos,
pero diría que si es la ciencia la que define el método, la expresión “método
científico” resulta algo absurda.
[2] Cuando
ha dejado de ser el primero, era el segundo y por poco margen. No hay historia
dramática ni ejemplar detrás.
[3] Los
profesionales de la informática lo llaman asistemático e inoperativo, pero lo cierto es que
para los que utilizamos el 10% de las capacidades de nuestro PC es tan bueno o
malo como otro cualquiera...
[4] Cuando
se abre la tienda de Apple del Paseo de Gracia de Barcelona, los empleados,
dispuestos en dos filas, aplauden a los clientes que hacían cola para entrar,
como si cada día fuese una inauguración perpetua.
[5] De ahí
viene el término República Bananera, cuando una exportadora de bananas
ponía y quitaba gobiernos a su conveniencia.
[7] “Fórmula
mágica que se dice, recita o escribe para conseguir algo que se desea”, según
el diccionario ya citado, que no es otro que el de la Real Academia vigente
hasta hace unos meses.
[9] “No’m.
Killed a nigger, Well, it’s lucky; because sometimes people do get hurt”. Véase
nota anterior.
[10] Cuando
Felipe González llegó al poder decretó la llamada “Reconversión Industrial”,
que consistía en cerrar por las bravas las empresas del INI que no eran
rentables en ese momento. Una de ellas, Astilleros Euskalduna, fue modelo de
combatividad. Los obreros llegaron a inventar un “robot” que devolvía las
pelotas de goma. Pues bien, en el tejado de la fábrica habían pintado un ¿Dónde
estás, justicia? que a mí me emocionaba. Prometo ocuparme en el futuro de
Felipe González...
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