miércoles, 9 de diciembre de 2015

¿EXISTIÓ FRANCO?

Historiadores serios y otros que no lo son tanto, afirman con rotundidad que un tal Francisco Franco Bahamonde murió el 20 de noviembre de 1975 pero, la verdad, yo cada vez lo pongo más en duda[1].

Porque si existió Franco, debía ser alguien que sobrepasaba la talla humana. Un gigante. Un titán. Un semidiós. Porque tantas tareas de las que se encargó rebasan el alcance de cualquier mortal y, sin embargo, los testimonios coinciden sospechosamente en que era más bien un alfeñique. Él sólo fusiló a decenas de miles, torturó, encarceló, censuró... Cualquier otro hubiera necesitado la colaboración entusiasta de muchos seguidores obedientes, pero en este caso no fue así. Es un lugar común que durante la guerra firmaba las penas de muerte mientras tomaba café. ¿Todas? Lo dicho, ni el brazo de Hércules unía tal rapidez y firmeza. Se afirma que nunca se separaba del brazo incorrupto de Santa Teresa que tomó prestado de un convento, y que hubo una propuesta para hacerle cardenal que él mismo frenó sin duda por humildad , pero el milagro de gobernar un país de más de medio millón de kilómetros cuadrados[2] durante casi cuarenta años es una tarea mucho más peliaguda que convencer a unos ángeles para que aren tus campos mientras tú te dedicas a conversar con Dios.
Hay autores que han intentado romper este laberinto con la hipótesis de que Franco habría tenido colaboradores humanos, hombres de carne y hueso que cumplían sus órdenes y que, en algún caso, hasta llegarían a adelantarse a ellas interpretando la voluntad del Caudillo por su propia cuenta, pero las pruebas que aportan no resisten el menor análisis. Examinaré dos ejemplos de presuntos ministros franquistas para que quede clara la endeblez del argumento. Mencionan a un tal Manuel Fraga, sin darse cuenta del absurdo de que un hombre pudiera servir a un régimen que prohibió los partidos políticos por ser la causa de las divisiones entre los españoles y apenas enterrado su mentor, fundara un partido que hoy dirige los destinos de España. ¿En qué cabeza cabe? El otro supuesto ministro es mucho menos conocido, pero la contradicción es aún más flagrante. El canario Demetrio Carceller, cuyos descendientes son los que manejan la cervecera Damm, famosa hoy por su compromiso inquebrantable con el catalanismo. Absurdo.
Otro dato evidente que me mueve a dudar de la existencia del personaje es que alguien que según la leyenda , mandó durante cuarenta años con un poder absoluto, debería haber dejado algún rastro tangible. ¿Cómo puede ser que este hombre no tenga un triste monumento en toda la geografía española o solo un puñado, como dicen algunos rumores sin confirmar? Si hasta un mindundi de provincias como Carlos Fabra hizo erigir su estatua en un aeropuerto sin aviones para pavonearse delante de sus nietos... Aunque hace poco leí que no muy lejos de allí, en un instituto de enseñanza media, habían retirado un escudo franquista que, la verdad, al verlo en fotografía solo parecía un compuesto artificial de los escudos de varios reyes antiguos, pero en él no figuraba el rostro de Franco ni elemento alguno de su escudo nobiliario. Eso sí, guardaba un sospechoso parecido con el escudo oficial de la época en que se debió construir el edificio.
Es inquietante la similitud que guarda este hecho con otros recientes bien documentados. Un presidente de Aragón mandó retirar del escudo oficial unas cabezas de moros muertos que llevaban allí unos cuantos siglos para evitar que alguien se ofendiera, aunque al hacerlo quedó una cruz que tiene la misma capacidad de ofensa. Siendo Xavier Trías alcalde de Barcelona, desapareció de la fachada del ayuntamiento una alusión muy incómoda a una constitución española antigua porque, como es sabido, los historiadores oficiales de esta parte han decretado que ningún catalán ha podido jamás sentirse identificado con una constitución que no sea la de la futura república catalana, aún por escribir.
Hechos que, tomados juntos, llevarían a una conclusión sorprendente, la de que si se hace desaparecer un vestigio del pasado, el propio pasado desaparece con él[3]. A los que las palabras Gran Hermano les evoquen algo más que un programa de televisión ya un poco revenido, les podría recordar a un tal Winston Smith ante su escritorio, dedicado disciplinadamente a cumplir con su labor. Antes de descubrir que había otras alternativas y buscarse así su propia desgracia, claro.





[1] También se ha escrito que en realidad murió el día 19, pero no se anunció hasta el día siguiente por dos razones. Una, para que coincidiera con la fecha del fusilamiento de José Antonio Primo de Rivera y la otra, que es la que más me gusta, para evitar una curiosa coincidencia: si se suman la fecha del inicio de la Guerra Civil (18/07/36) y la de su final (01/04/39) se obtiene el 19 de noviembre del 75.
[2] Sin contar las colonias en África, que aumentaban con creces su superficie incluso cuando solo quedaba el Sahara, en el momento de su presunta muerte.
[3] Si prosperase la doctrina Colau sobre el genocidio, de la que espero ocuparme pronto, me temo que en un futuro la fachada de la Universidad de Salamanca, el Castillo de la Mota y otros cuantos lugares dejarían de ser como los recordamos.

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