lunes, 8 de febrero de 2016

RAZONABLEMENTE BIEN

Se diría que tienen miedo. En menos de veinticuatro horas El País publicaba tres artículos dominados por la preocupación de que tiremos por la borda lo conseguido, lo que uno de ellos denomina “estos últimos y gloriosos 40 años de democracia”.
Empezaré por este[1], que es el más enigmático porque carga duramente, pero no se sabe contra quién. Nos alerta de que la caída de Roma “se produjo en tan solo el transcurso de una generación”. Porque, según dice, ahora “estamos a cien pasos del abismo”. Nada menos.
Una de sus frases me ha dejado perplejo: “las élites guardan silencio atenazadas por una corrección política que el infantilismo de izquierdas ha convertido en pensamiento dominante”. Quien se haya paseado alguna vez por este sitio sabrá que detesto la corrección política con todas mis fuerzas y no dejo pasar oportunidad para fustigar a los que la practican pero,  ¿realmente cree que esas élites que no define callan por miedo a ser políticamente incorrectas? ¿No será más bien que están esperando a que haya un ganador con el que poder entenderse? Las élites saben que Podemos es tan temible como las CUP, que ladran pero no muerden. Ven cómo sus intereses siguen seguros en Madrid y Barcelona, por mucho que hayan llegado a sus gobiernos unos comunes que dan risa y a los que no se puede llamar comuneros porque sería un insulto hacia estos. En una parte sí estoy de acuerdo, y es que nos define como “una sociedad pasiva y paternalista acostumbrada a mirar para otro lado ante el reto de la responsabilidad”, pero me pregunto cuánto habrán tenido que ver en ello esos gloriosos 40 años.
Antonio Elorza detesta a Pablo Iglesias como un exorcista al demonio y en esta ocasión se queda a gusto[2]. Dice de él que no solo no es un demócrata sino que rechaza la democracia. Es maniqueo y simple, un violento que emplea vocabulario  militar y su acción política se alimenta sobre todo de boxeo. Tiene ya pensado cómo “librarse de opositores elegidos mediante la democracia representativa”, pues, no en vano, es un caudillo populista que practica el centralismo autocrático (al menos Lenin propugnaba el centralismo democrático, así que este es aún peor). La verdad es que Elorza sabe mucho de leninismo, pues durante una época más bien larga fue bastante más leninista que el propio Lenin. Aunque ahora sus simpatías están (o estaban hasta hace poco) más cerca de UPyD. Recuerda mucho al amigo Savater y es que la vergüenza es como la virginidad, cuando se pierde, se pierde para siempre. Antonio Elorza es catedrático en la misma facultad donde daba clases Pablo Iglesias y supongo que las miserias de la vida universitaria tendrán su parte en ese odio tan llamativo.
En el tercero[3], Antoni Zabalza nos da unas cuantas lecciones incluida la demostración matemática de que “no es cierto que la regla de la mayoría sea capaz de sintetizar de forma coherente la voluntad de una colectividad cuando esta se enfrenta a más de dos alternativas”, pero solo me interesa parte de lo que dice en el párrafo final: “La democracia directa no funciona y es incompatible con una sociedad abierta, basada en el imperio de la ley y en la libertad del individuo (...) los países que han jugado con la democracia directa han acabado eliminando libertades individuales, causando dolor y miseria, y destruyendo los fundamentos de su sistema económico. Por el contrario, los que con más modestia se han abstenido de formular arcadias sociales, y limitado la práctica democrática al control de sus gobiernos, han conseguido respeto y tolerancia para con la diversidad, altas cotas de libertad individual, economías dinámicas y prósperas y un reparto razonable del bienestar”.
Así que la democracia directa no funciona, por lo que no es de extrañar que los países que han jugado con ella hayan acabado fatal. En este caso no hay demostración matemática, ni siquiera un triste ejemplo. Porque la democracia directa no se ha podido aplicar jamás en país alguno y el único que ha jugado y sigue jugando con ella es Suiza que, como todo el mundo sabe, no para de eliminar libertades individuales, causar dolor y miseria y destruir los fundamentos de su sistema económico. Ha habido, eso sí, experiencias de democracia directa, pero limitadas a territorios más pequeños. La lista es larga incluye entre otras la Comuna de París, Kronstadt, los espartaquistas berlineses, las colectividades de Aragón o los consejos húngaros de 1956 , y todas tienen algo en común: fueron aplastadas sin piedad por la gente de orden, ya fuera este la democracia representativa o la tiranía comunista. A veces ese aplastamiento muestra paradojas que son solo aparentes, como que las tropas prusianas que habían derrotado a los franceses esperaran caballerosamente a que estos acabasen con su chusma, que era el mayor peligro para el régimen que ambos ejércitos defendían, o que las colectividades aragonesas que habían resistido al ejército franquista fueran desmanteladas por los comunistas de Enrique Líster.
Pero seguro que debe haber una demostración matemática por alguna parte, aunque quizá sea demasiado larga para un artículo de prensa. Por cierto, ¿quién es este Antoni Zabalza que prodiga las certezas con tanta generosidad? Según El País, “es profesor de Economía y fue secretario de Estado de Hacienda”. Sí. Pero es algo más, también es presidente y consejero delegado de Ercros, un pequeño detalle que el diario olvida mencionar. La trayectoria empresarial de Zabalza recuerda mucho a otras cuyas consecuencias hemos tenido que padecer recientemente en nuestros bolsillos. Secretario de Estado de Hacienda y director del Gabinete de Presidencia del Gobierno de Felipe González, fue vocal del consejo de administración de varias empresas estatales como Transmediterránea, el Instituto de Crédito Oficial, Iberia o el extinto Instituto Nacional de Industria, hasta recibir Ercros de las manos de otro ilustre incompetente, Josep Piqué. La empresa, que este ya había dejado muy tocada, no ha dejado de perder valor desde entonces. Apenas dos días después de publicado el artículo se informaba de que antes de final de año despedirá entre ciento cincuenta y doscientos trabajadores.
Ya dice Rajoy que las cosas funcionan “razonablemente bien”. Solo que funcionan razonablemente mejor para don Mariano y don Antoni que para los futuros despedidos de Ercros...


Con las tropas de Bismarck y la totalidad del ejército francés concentrados en las afueras de París, los miembros de la Comuna no tenían la menor oportunidad, y lo sabían. Muchos estaban decididos a morir debido a que, después de haber probado el sabor de una libertad que solo podía ser medida por las insuficiencias de las sorpresas del día anterior, no estaban demasiado dispuestos a aceptar nada que fuese inferior a eso, a vivir como habían vivido solo un día antes, y mucho menos a regresar a la libertad de elegir entre las mercancías que los demás ponían a la venta, entre un domingo en el parque o en el río, lo cual afirma la leyenda inventada después del hecho. En este sentido, la Comuna no fue un secuestro de la historia, sino un regalo que se le hizo a esta, un patrón con el que juzgar al futuro, un momento para ser adorado o condenado[4].



[1] Luis Prados: “España, ¿cómo hemos llegado a esto?”, El País, 19/01/16. No conozco al autor. En Internet aparece información sobre un Luis Prados vinculado al Máster  de Periodismo de ABC, pero como se define “hijo y nieto de periodistas” no sé si se trata de él o de algún pariente. Las familias en las que se hereda el oficio tienen tendencia también a hacer hereditarios los nombres de pila.
[2] Antonio Elorza: “La tentación caudillista” El País, 19/01/16. las dos frases que siguen al titular lo dicen todo: “Para Pablo Iglesias, la acción no tiene otro objetivo que la victoria. La elección racional en beneficio del conjunto de la sociedad no tiene lugar en su presentación militarizada de la política, de impronta leninista”.
[3] Antoni Zabalza: “Podemos, secesión y populismo”, El País, 18/01/16.
[4] Greil Marcus: Rastros de carmín. Una historia secreta del siglo XX, Anagrama, Barcelona, 1999 (2ª ed.) p. 140.

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