Resulta que hace unos días un individuo se paseó por los medios
tratando de vender una historia sobre una niña agonizante que necesitaba dinero
para ser tratada urgentemente porque si no podía morir de un día para otro. La
historia incluía elementos tan ridículos como que uno de los pocos médicos que
podía tratarla vivía oculto en una cueva en Afganistán.
Como la reescritura del pasado que profetizaba 1984 es hoy
moneda corriente, no me atrevo a decir que hayan sido los únicos, pero sí puedo
decir que hubo dos medios de masas que compraron la noticia: el diario El
Mundo y El programa de Ana Rosa, de Tele 5[1].
El Mundo debería pasar
a la “Historia universal de la infamia” que empezó a escribir aquel por muchas
razones, pero a mí me basta con una, el montaje que desarrolló en torno al 11
― M, el 11 de marzo de 2004,
cuando trataron de convertir un atentado inspirado directamente por el Corán en
una extraña connivencia entre islamistas engañados, etarras convencidos y
policías manipuladores. Aquel año compré un libro de Pepe Rodríguez bastante
interesante porque se limitaba a narrar los hechos en fila, por estricto orden
cronológico, uno detrás de otro[2].
En él aprendí algo tan curioso como que uno de los mejores servicios de
información que hay en España es el del BBVA, que ya apuntaba a la pista
musulmana mientras los demás seleccionaban fotos de etarras... Otra nota
curiosa es que uno de los que entonces escribían en El Mundo lo calificó
como “una vomitona”. Este era un tipo que estaba amenazado por ETA y una noche
faltó a casa. Su esposa denunció la desaparición y luego resultó que, según
dijeron las malas lenguas, la causante de la desaparición debió ser una rubia
con taxímetro...
Bastan cuatro frases para resumir la vileza a la que se entregó El
Mundo en aquella época. El que vendió la dinamita a los musulmanes que
perpetraron la masacre fue José Emilio Suárez Trashorras. Fue detenido muy poco
después, no parecía hombre de muchas luces. En prisión recibió una visita de
sus padres, que fue grabada, y ante ellos habló con toda claridad:
― Mientras el periódico El Mundo pague, si
yo estoy fuera, les cuento la Guerra Civil española. Desde que nací. Desde la
Guerra Civil hasta ahora. Si te vienen con un chequecito cada...[3]
Nada que añadir. En este caso, cualquier comentario oscurece más que aclara...
Luego está Ana Rosa, un personaje tan egocéntrico que no ha parado
hasta que ha bautizado todo con su nombre: El programa de Ana Rosa, la revista
de Ana Rosa... Salvo en una ocasión[4].
En el año 2000 el programa de Ana Rosa aún no se llamaba El programa de Ana
Rosa, sino Sabor a ti. No por casualidad A. R., como le gusta
llamarse, publicó una “novela” llamada Sabor a hiel. Éxito de ventas,
resultó que el libraco era hijo de varias madres. Digamos que muchas de sus
páginas recordaban a cosas leídas antes... Planeta, la editorial que publicó la
basura, recogió los ejemplares aún a la venta y se cuidó de volver a
imprimirla.
Ana Rosa tuvo que dar explicaciones y las dio. Ridículas, claro,
porque aquello no tenía defensa posible, pero sabía que haciendo acto público
de contrición, todo pasaría. Y, evidentemente, todo pasó...
Lo que me encendía entonces era que alguien que había mentido
públicamente firmando lo que no había escrito fuera líder de audiencia en su
franja horaria. Pero lo era. Se supone que el único capital que debe poseer
un periodista es la verdad y A. R. había demostrado suficientemente que estaba
reñida con ella.
Dio igual. Ana Rosa era y es la campeona en su categoría desde hace
más de una década y media. Y así nos va...
[1] Por
esta vez se libra El País. No solo eso, su buen criterio en este caso le
ha permitido ser el primero en desmontar las incongruencias que se tragaron los
otros. Les he dado muchos palos pero cuando actúan de acuerdo con la ética
periodística no me importa reconocerlo. Y añadiré que no han hecho sangre de los que cayeron en la trampa,
lo que les honra.
[3] Reproducido
en muchas fuentes. Aquí he utilizado Ernesto Ekáizer y José Manuel Romero: “El
ex minero procesado por el 11 – M: “Mientras ‘El Mundo’ pague, yo les cuento la
Guerra Civil”, El País, 13/03/06.
[4] Puedo
decir bien alto que es una de las pocas veces en que hice una crítica sin
piedad que ha quedado salvaguardada en papel. Fue en un medio de ámbito local y
firmada con mi filiación oficial, pero me permite regodearme en aquello tan
molesto de yo ya lo dije...
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