miércoles, 11 de febrero de 2015

LA OTRA ILUSTRACIÓN (A CUENTA DE CHARLIE HEBDO, I )

A un mes de la matanza en la redacción de Charlie Hebdo se puede decir que los asesinos han conseguido su objetivo: la revista suspende su publicación indefinidamente, han triunfado.
Entre estos dos hechos, mucha confusión.
Mientras los franceses se manifestaban con cartelitos que decían “Soy judío”, el primer ministro israelí aprovechaba su visita para llevarse los cadáveres de los cuatro muertos judíos y enterrarlos en Jerusalén. Sonaba como si de los ataúdes colgase un cartel que dijera “Pero yo no soy francés”. Por su parte, los autodenominados líderes mundiales aprovechaban un ataque a la libertad de expresión para proponer como solución variados ataques a las libertades[1] y Francisco, el papa enrollao, avisaba de que si le mentaban la madre, respondería a guantazos aunque el ofensor fuera un amigo. Extraño representante del que enseñó aquello de poner la otra mejilla, más se parece al cura Don Camilo de Giovanni Guareschi. Claro que, en el fondo, se trata de defender el negocio. Uno empieza atacando una religión y acaba por atacarlas todas...
La prensa de ultraderecha[2] reaccionó como un solo hombre: un ataque contra la Civilización Occidental, la única que existe. Es un argumento tramposo, porque su definición de Civilización Occidental consiste en “filosofía griega, derecho romano y humanismo cristiano”[3].
Mezcla extraña. Poco que objetar a la filosofía griega, basada en la duda, la creación de hipótesis y su verificación sobre el terreno. Lo del derecho romano ya es más complicado. Si por un lado se puede apreciar su esfuerzo de poner leyes por escrito para que se apliquen igual en todo el territorio, hoy hay partes que chirrían mucho, no hay que olvidar que se trataba de una sociedad esclavista e imperialista por convicción. Un ejemplo: la palabra testigo viene de testículo, pues juraban, literalmente, por sus cojones. Eso excluía a las mujeres salvo casos muy excepcionales como el suicidio colectivo de Masada, donde los únicos testigos vivos eran dos ancianas.
Lo del humanismo cristiano parece un chiste como el que hacía Unamuno a costa del nombre del diario “El Pensamiento Navarro”, que decía que ambas cosas juntas eran incompatibles. Como todas las religiones monoteístas, el Cristianismo está peleado con el Humanismo. Dado que el alma nos la ha insuflado Dios y nuestro cuerpo es un templo del Espíritu Santo por eso el suicidio es pecado mortal , como individuos no tenemos especiales derechos. Sobran los ejemplos. El último cantante castrado, Alessandro Moreschi, pertenecía a la capilla musical del Papa. (Hablamos del siglo XX, su voz se ha conservado en grabaciones). Los colegios religiosos fueron los últimos en abolir los castigos corporales y, a día de hoy, el Vaticano es uno de los pocos estados excluidos de firmar la Declaración de Derechos Humanos porque, entre otras de sus evangélicas leyes, la edad de consentimiento sexual allí son los trece años.
La Civilización Occidental que ellos reivindican se hizo apartando al Cristianismo, cuando no combatiéndolo, con riesgo de las vidas de los que se atrevieron a ello, como Giordano Bruno, por poner un solo ejemplo. Lo que la definió fue lo que hoy llamamos laicismo. El papel del Cristianismo fue sólo de obstáculo, en tanto que, como credo monoteísta, es profundamente totalitario. Pero en este pedazo del globo se le supo confinar a su lugar, la esfera privada y, aunque a veces consiga romperla, se puede decir que en general se ha hecho un buen trabajo, aunque no hay que bajar la guardia.
La prensa de izquierdas[4], con mensajes más variados, hacía hincapié en un punto: la necesidad de autocensurarse para no provocar la islamofobia (que, a día de hoy, no se ha producido). Sobre esta cuestión concreta de la autocensura no voy a extenderme aquí, porque será objeto de una próxima entrada titulada Los agelastas.
Sin que se puedan adjudicar a una prensa en especial, también aparecían aquí y allá dos errores históricos de grueso calibre. Uno de ellos era la famosa fórmula de que “el Islam es una religión de paz” y el otro era que “la prueba de que no son ataques religiosos es que la mayoría de los muertos son musulmanes”.
La bandera de Arabia Saudí[5], uno de los países más musulmanes que existen y bastante responsable de nuestros quebraderos de cabeza actuales, tiene fondo verde el color del Islam y lleva escrita la frase “No hay más dios que Alá y Mahoma es su profeta”, pero coronando el conjunto no hay una rama de olivo sino una espada desenvainada. Según un autor[6], “el deber de llevar a cabo una guerra santa (yihad) contra los no creyentes aparece en el Corán no una ni dos veces, sino 160”. Sí, sé que los textos sagrados están recopilados de tal manera que en la misma página caben una cosa y la contraria, pero lo que está probado sin duda alguna es que la religión musulmana sobrevivió, se afianzó y consiguió una expansión espectacular apenas comparable en la historia humana mediante la guerra[7]. Sin que quepa entender siempre esta expansión como un gran baño de sangre; muchas veces los recién llegados se aliaban con las élites locales para repartirse la riqueza, la influencia y el poder, como sucedió con la nobleza hispanovisigoda.
Respecto al otro asunto, los musulmanes, judíos y paganos varios destripados por los cristianos por razones religiosas son un porcentaje ridículo de las víctimas de las guerras de religión desatadas en nombre de Cristo. La mayor afición de los cristianos era matarse entre ellos por sus diferencias sobre la Transubstanciación, la Virginidad de María, el papel salvador de las Obras de Misericordia y cuestiones similares. Las espadas cristianas se mancharon masivamente de sangre cristiana, basta recordar el consejo de aquel obispo que para acabar con la herejía cátara dijo “matadlos a todos, que Dios reconocerá a los suyos”. Es precisamente el hecho de que la mayoría de los muertos sean musulmanes lo que ratifica el carácter religioso de los asesinatos.
Sin embargo, también aparecieron frases más sabias: “La historia es más sencilla y no va de cristianos contra musulmanes, ni de islam contra occidente, ni de ricos contra pobres, sino de barbarie contra civilización. De lo que ha ido siempre. O ayudamos todos al islam a superar el cáncer del fundamentalismo y a inaugurar su propia ilustración, o estamos bien jodidos.” Curiosamente, o no, por las mismas fechas El País nos advertía de que los ilustrados, Diderot y Voltaire en especial, no pensaban como la gente del siglo XXI: despreciaban a la plebe por ignorante. Lo que se cuidaba de decir era que la solución que proponían no era exterminarla sino educarla[8].
Pues bien, me gustaría rendir aquí un pequeño homenaje a la frágil y apenas naciente ilustración formada por aquellos que, criados en la religión musulmana, han tenido la amplitud mental suficiente para separase de ella y el valor para impugnarla públicamente. Apenas necesitan comentario, pero no deja de ser importante el énfasis que hacen entre cómo son las cosas y cómo se perciben aquí. Por ejemplo:

¿Hasta qué punto podemos atribuirle al islam los progresos técnicos o científicos de la “edad de oro del islam”? La mayoría de los innovadores y científicos eran agnósticos o profesaban otras religiones. Además, rara vez existía la libertad para expresar dudas relacionadas con cuestiones filosóficas, salvo que el dirigente local fuera un mal musulmán, en lugar de ser un observador. Del mismo modo, ¿sería correcto adjudicarle al cristianismo el trabajo de Galileo Galilei, cuando el mismo cristianismo hizo todo lo posible por ahogar su trabajo? Nadie lo hace en Occidente, aunque las innovaciones en territorios del islam suelen atribuírsele al propio islam.[9]
Por mi parte, nada que objetar. Sólo lamentar cuánto mejoraría la sociedad si leyéramos a Omar Jayyam desde la escuela...

Ayaan Hirsi Alí publicó un artículo el 9 de enero, pero prefiero recuperar un texto anterior que une la claridad y la concisión[10]: Luego fueron derribadas las Torres Gemelas en nombre de Alá y de su profeta, y me sentí obligada a tomar partido. La justificación de los ataques por Osama bin Laden se ajustaba más al contenido del Corán y la Sunna que el coro de autoridades musulmanas y occidentales bienintencionados que negaban cualquier vínculo entre la carnicería y el islam.
Ayaan conoce muy bien la realidad que critica. Era demasiado pequeña para oponerse a que le rebanaran el clítoris pero, sin ser mucho mayor, tuvo la valentía de salir por pies cuando quisieron casarla contra su voluntad. Conoce bien el paño. Por supuesto, sé que los bienpensantes argumentan que la amputación del clítoris no tiene nada que ver con la fe musulmana sino que se trata de una costumbre local, pero lo que tengo muy claro es que ningún ateo ha entregado jamás voluntariamente a su hija para que le extirpen una fuente de placer sexual. Y es una gran diferencia.
         Ahmed Harqan es un valiente ateo egipcio que en un debate televisivo se atrevió a preguntar en voz alta “¿qué hace el Estado Islámico (ISIS) que no hiciera Mahoma?
La frase trajo mucha cola y provocó otros debates. En uno de ellos, Salim Abdel Gelil del instituto gubernamental Al – Azhar y antiguo miembro del ministerio que inspecciona las mezquitas le recordó que “cuando alguien proclama en público su herejía, promueve su depravación y justifica su apostasía sobre la base de que “el islam no es bueno”, ahí están los tribunales. Los tribunales le atraparán”[11].

Pero esta gente se siente muy sola. Miran hacia donde creen que deberían recibir apoyo y encuentran indiferencia en el mejor de los casos, cuando no ataques. Deben pensar que aquella energía que asombró al mundo hace trescientos años, ha debido desaparecer. Desde luego, si retiramos el contenido “sobrenatural” del Corán por otro lado, perfectamente ridículo , sólo nos queda un tratado de ideología cruel y reaccionaria y una suma de prejuicios e ignorancia. ¿Qué se puede esperar de la recopilación doctrinal de una banda de cabreros analfabetos que creían que la tierra era el centro del Universo y el sol giraba en su torno?
Entonces, ¿por qué no se combate semejante acumulación de disparates? ¿No es cierto que la Humanidad mejoraría si se consiguiera que cada vez menos gente creyera semejantes cosas?

                                 Celosía del convento de las Agustinas (sXVI).





[1] El uso del plural no es en absoluto inocente. Por ejemplo, permite la paradoja de que un preso goce de unas cuantas libertades.
[2] Siempre me ha parecido muy extraña esa sobrerrepresentación de la ultraderecha en los medios. Uno lee a opinantes muy frecuentados que llaman socialista a Berlusconi y se pregunta cómo es posible esa desproporción entre sus muchos oyentes y los pocos votantes de partidos que sostienen posiciones tan extremas...
[3] Aunque aún no he encontrado el texto original, parece ser que esta cita que repiten como loros procede de Houston Stewart Chamberlain, el gran teórico de la “raza aria”. Estaba casado con una hija del músico Richard Wagner y la plana mayor del partido nazi asistió a su funeral, con Hitler a la cabeza.
[4] Así como me llama la atención la presencia de tanto columnista en el borde del lado derecho, me sorprende la inexistencia en la parte izquierda. Hoy día no hay un solo opinante que pida la abolición del estado, ni siquiera uno que apueste por un estado socialista con todas las letras.
[5] Curioso nombre que viene a ser como si España se llamase Iberia Borbónica.
[6] Walter Laqueur: “Lecciones de París”, La Vanguardia, 23/01/15. No me fío mucho de él, pero la cifra debe ser cercana a la realidad porque es un dato demasiado fácil de refutar. Confieso que el día de la masacre descargué un Corán pero fui incapaz de pasar de las primeras páginas...
[7] El proceso está muy bien resumido en Chris Wickham: “The Crystallization of Arab Political Power, 630 – 750” en The Inheritance of Rome. A History of Europe from 400 to 1000. Penguin, Londres, 2010, pp. 279 – 297. Hay traducción española, pero mucho más cara.
[8] La cita es de David Torres: “A Alá lo que es de Alá”. Público, 09/01/15. No he conseguido encontrar el artículo de El País, el buscador del diario parece corroído por la decadencia que aniquila, despacio pero sin pausa, al imperio PRISA.
[9] Hazhir Teimourian: OmarJayyam.. Poeta, rebelde, astrónomo, Berenice, 2010, p. 222, n. 128.
[10] El artículo se publicó en El País  y se titulaba “Cómo responder al atentado de París”. La cita procede de “Cómo (y por qué) me hice infiel”, publicada en Christopher Hitchens: Dios no existe. Lecturas esenciales para el no creyente, Debolsillo, Barcelona, 2011, pp. 643 – 647, cita de la p. 645. En el mismo compendio se incluyen citas sustanciales del imprescindible Ibn Warraq, Por qué no soy musulmán, que se editó en castellano de manera semiclandestina y casi vergonzante.
[11] “Attacks bring calls to examine faith”, The New York Times, 09/01/15, p.5.

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