Siento un cierto cariño
hacia Albert Sánchez Piñol (ASP) porque el primer texto largo aparecido aquí
atacaba un artículo suyo publicado en La Vanguardia. En él intentaba
mostrar la zafiedad extrema de sus argumentos y le recomendaba humildemente que
se dedicara a la novela, que es lo que mucha gente opina que sabe hacer bien.
Era, además, un momento especialmente inoportuno porque, según sus seguidores,
ASP acababa de ser “censurado” en el Instituto Cervantes de Ámsterdam. Lo
cierto es que aquella decisión política tan torpe no era una censura sino un
veto, pero no están los tiempos para hilar tan fino...
Hoy leo en la portada de
el Triangle (nº 1171) que “Los Godó censuran. Mordaza. El laureado escritor
Albert Sánchez Piñol rompe con el diario después de los problemas que ha tenido
con las dos últimas colaboraciones”[1].
Como es de esperar, he buscado algo de información por Internet, aunque esta
vez me he conformado con los primeros resultados, que ya eran un poco
repetitivos.
En es.blastingnews.com[2]
Julián Juan Lacasa narra los hechos aunque, como el resto de las fuentes,
sólo menciona un artículo, el titulado “¡Sí al museo militar!”. Según lo que
deduzco, porque es difícil sacar algo en claro de este revoltijo, la raíz del
problema es que ha cambiado “la línea editorial e ideológica actual del diario”
que ahora es “contraria al soberanismo”. (Me gustaría recordar aquí que en la
etapa del anterior director, el diario del señor conde fue el único medio que daba
mayoría absoluta ― a partir de 68 escaños ―
a CiU, que entonces tenía 62. Obtuvo 50).
Directe!cat[3] dedica casi todo el espacio a reproducir el
artículo maldito ― del otro que menciona el Triangle sigue sin
saberse nada ―, pero añade el dato interesante de que uno de los
defensores de ASP es Xavier Sala Martín, un personaje tan turbio que ha
recibido alabanzas tanto de Joan Laporta como de Esperanza Aguirre. Dime con
quién andas y te diré quién eres...
El resto de la búsqueda repite lo ya expuesto o se
remite al episodio holandés, así que la explicación que nos queda es la del
cambio de línea editorial, aunque está el molesto dato de que en La
Vanguardia siguen escribiendo soberanistas que publican sus artículos sin
problemas. Por supuesto, los defensores de ASP siempre pueden decir que los que
siguen se han plegado a las exigencias de la casa, de la misma manera que
algunos de ellos creen que Erasmo de Rotterdam era catalán.
Creo que se trata, más
bien, de un caso de incapacidad. Desprovisto de ironía o sutileza, ASP sólo sabe
embestir como un toro furioso y ese es un estilo que puede resultar muy eficaz
para la ficción pero resulta muy enfadoso cuando se aplica al análisis de la
realidad.
Ignoro la posición de
Gregorio Morán sobre el asunto y tampoco es relevante para el argumento, pero
sí puedo decir que no hay sábado que no arree un estacazo a alguno de los
valores que ha defendido La Vanguardia a lo largo de su más que
centenaria historia[4].
La diferencia es que Morán razona sus argumentos y los expone con claridad.
Aunque, por supuesto, si se da al noble arte de la descalificación, deja a ASP
a la altura de una novicia. Pero lo hace con la gracia y la precisión que a
este le falta. Desde luego, dado el estado terminal de la vieja prensa en
papel, se puede aplicar a los periodistas esa frase tan grata a los
especuladores bursátiles que dice “rentabilidades pasadas no garantizan
rentabilidades futuras”, pero si comparamos el legado de ambos, creo que sobran
las palabras.
Casi lo olvido, la palabra
catalana para el hueso de la aceituna es pinyol, y siempre me ha
parecido un gran hallazgo.
[2] Página
que no conocía pero que está domiciliada en Chiasso (Suiza). Quizá por eso
contiene errores gramaticales de importancia.
[3] No
confundir con directa.cat, un medio bastante más digno que, por ejemplo,
tuvo un papel fundamental en el desmontaje del 4F. De hecho, la parte de Ciutat
morta censurada en la televisión catalana correspondía a una de sus
investigaciones.
[4] Que en
realidad siempre han sido los mismos si se mira en perspectiva, más allá del
último cambio de director. El diario es uno de los mejores ejemplos de aquella
famosa cita del cambiarlo todo para que nada cambie.
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