lunes, 11 de enero de 2016

PENSADOR QUE PIENSA A RATOS

Hace poco el insustituible filósofo Fernando Savater nos deleitaba con un artículo del que disfruté especialmente de un párrafo:
En primer término, los que forman el partido mayoritario del país según las últimas elecciones, dos millones de votos por delante del siguiente. Me refiero, claro está, a quienes no votan, sea porque están en la inopia (“¡y yo qué sé!”) o porque creen pertenecer a la élite (“a mi no me engañan, yo no entro en el juego”). En los comicios con mayor oferta política de nuestra historia reciente no han encontrado motivo para salir de casa (excluyo, por supuesto, a los miles que quisieron votar desde el extranjero y no pudieron hacerlo por una infecta burocracia). La verdad es que no merecen vivir en un país democrático, sino en un establo con televisión y ADSL. Ahí seguirán, hasta que el voto obligatorio les recuerde que son ciudadanos mal que les pese[1].
En fin, como miembro del partido mayoritario del país, agradecerle que reconozca nuestra victoria. También afearle que no pueda cumplir sus promesas, pues si bien he superado el régimen de estabulación y ahora vivo en un piso, aún no dispongo de televisor ni de una buena conexión a Internet, aunque espero solucionar pronto esta última carencia sin esperar a la improbable generosidad de don Fernando.
No es la primera vez que lo escribo: ¡Qué mala es la memoria! Yo, que guardaba como oro en paño unas seguidillas abstencionistas del siglo XIX recopiladas por quien firma ese artículo... Porque Savater ha estado en tantos lados que su trayectoria resulta difícil de reconstruir, pero aún conservo algún recuerdo de ella.
Sí, claro, don Fernando coleccionaba seguidillas abstencionistas porque durante una época era un peligroso anarquista de salón, comecuras de boquilla, que reivindicaba la revolución frente a la política mientras tronaba contra la universidad desde su empleo universitario... ¡Si hasta intenté leer su Panfleto contra el Todo, un insufrible ejercicio de pedantería del que me engañó su estimulante título!
Pero no aguantó mucho en esas latitudes, como tanto anarquista de pose que hubo por aquellos años. Hay que entender que mi descubrimiento de las veleidades ácratas de Fernández Savater[2] coincidió en el tiempo con su etapa en ¡Basta ya!, una organización civil que daba la cara valientemente frente a la amenaza cierta de ETA. Nada que objetar.
¿O sí?
Ahora suena muy remoto, pero en esos mismos años Federico Jiménez Losantos, César Vidal y alguna otra figura menor, tenían una influencia nada despreciable en la opinión pública desde sus programas de radio emitidos por la cadena de los obispos. Durante esa época me dediqué a recopilar citas desviadas, mentiras fácilmente desmontables o simples absurdos proferidos por estos personajes. De Federico Jiménez Losantos guardaba con cariño dos especialmente llamativos, uno en el que llamaba “socialista” a Berlusconi y otro, un artículo de 1981, en el que tachaba a Savater[3] de “abertzale” y “proetarra”. Eran tan evidentemente ridículos... Pues bien, lo de Berlusconi está aún por demostrar y se me antoja de demostración difícil , pero en lo de don Fernando tenía razón, era abertzale y proetarra. En 1978, al tiempo que escribía artículos en Egin, era profesor del campus de Zorroaga (San Sebastián). En esa facultad se celebraban “asambleas de facultad presididas por un tipo encapuchado que dejaba la pistola sobre la mesa” y el alumno más brillante era José Luis Álvarez Santacristina, “Txelis”, uno de los máximos dirigentes de ETA cuando fue detenido en 1992. El propio interesado ha reconocido que aprobaba a los alumnos de ETA presos cuyos nombres le facilitaban en una lista, sin mayor control de su trabajo académico. En 2004 lo explicaba con su frivolidad habitual: “En mi ingenuidad creía y muchos como yo que los de la guerrilla eran los buenos y que la violencia de ETA era la inercia del pasado, del franquismo, y que iba a desaparecer más pronto que tarde”[4]. Y no hace falta explicar más. Era ingenuo, como yo cuando pensaba que Jiménez Losantos disparataba...
“En los comicios con mayor oferta política de nuestra historia reciente”, dice. Y supongo que lo dice porque en las próximas elecciones (¿de aquí a tres meses?) no estará la opción a la que ahora apoya con su indudable clarividencia política, Unión Progreso y Democracia. Pero los que éramos niños en los años setenta coleccionábamos pegatinas (al menos en el País Vasco, donde yo vivía) y, sinceramente, no había color. ¿Quién se acuerda hoy del Frente Democrático de Izquierdas, con sus manos entrelazadas? (Agrupación de electores que enmascaraba al PTE, según descubrí años después). Entonces sabíamos diferenciar entre la Liga Comunista y la Liga Comunista Revolucionaria[5], aunque nos perdiéramos entre las infinitas escisiones del falangismo: F.E. de las JONS, Falange Española Independiente, Falange Española Auténtica, los Círculos José Antonio, los diferentes grupos que se apellidaban sindicalista... (y eso que en mi caso solo los recuerdo por su diferente cotización en el mercado de intercambio, de acuerdo con su rareza).  Pero claro, entonces don Fernando estaba en otra cosa, tronando contra las urnas, ignoro si por inope o por elitista. Sí sospecho que estuvo en un buen establo, pues ha conservado una potencia intelectual tan formidable.



[1] “Ni podemos ni debemos”, El País, 07/01/16. Confieso que suelo revisar la edición digital de este periódico, más por rutina que porque lo merezca, pero esta maravilla se me pasó. Llegué a ella a través de Caffe Reggio, una página muy interesante que reproduce artículos de opinión de varios periódicos y que parece tener problemas últimamente. Fernando Savater ha perdido a su esposa recientemente y se planteaba renunciar a leer o escribir, según se publicó. Celebro sinceramente que haya superado su melancolía.
[2] Supongo que se despojó de un apellido tan corriente por creer pertenecer a la élite, no por estar en la inopia.
[3] Respetaré su elección de abandonar el molesto Fernández que tan cacofónico suena junto a su nombre de pila.
[4] Los datos de este párrafo proceden de Gregorio Morán: El cura y los mandarines. Historia no oficial del Bosque de los Letrados. Cultura y política en España 1962-1996. Akal, Madrid, 2014, pp. 508-9. Lo del aprobado general a los presos es recuerdo personal de una entrevista que le hicieron.
[5] En una de ellas andaba envuelto José María Mendiluce, que luego compartió con Savater el hecho de haber recibido un  premio Planeta, aunque creo que el de Savater fue de consolación, pero a nadie le amarga un dulce.

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