viernes, 8 de enero de 2016

UNA HEREJÍA

Hay cosas que no se deben pensar y, desde luego, si uno comete el tremendo error de pensarlas, debe abstenerse de decirlas.
Llevo tiempo dando vueltas a las ideas más corrientemente admitidas hoy sobre política en su sentido más amplio, lo que incluye el concepto de democracia, como no podía ser de otra manera. No hace mucho señalé de pasada que frente a la opinión común , la democracia más antigua no es ni Gran Bretaña ni los Estados Unidos; es Suiza, ese lugar extraño donde según se dice , los ciudadanos son soldados durante buena parte de su vida y guardan sus armas de dotación en casa, como los antiguos griegos, y que reconoce cuatro lenguas oficiales[1] . El tercer tomo del Diccionario de Autoridades de la Real Academia publicado en 1732 , definía democracia como “Gobierno popular, como el de las Repúblicas de los Cantones Suizos y otras”. En 1732 los Estados Unidos de América no existían ni como proyecto y Gran Bretaña era una monarquía como tantas otras del continente.
Suiza es el ejemplo más desarrollado de democracia. La frecuencia con la que se consulta a la población sobre asuntos que le atañen directamente es envidiable, al menos para mí[2]. Sin embargo, Suiza recibe ataques demoledores de todas partes[3]. Algunos son efecto del actual clima bienpensante, por ejemplo cuando se les arrastró por el fango por haber votado que se prohibieran los minaretes en las mezquitas. En este caso solo deseo a los críticos que tengan al lado un muecín que les atormente los oídos cinco veces al día a horas intempestivas. Otros son tan disparatados como afearles precisamente eso, preguntar demasiado a menudo a la población.
También hay acusaciones de más calado, como que su posición de neutralidad durante la Segunda Guerra Mundial les permitió hacer negocios con los nazis, que eran muy rentables y carentes de ética al mismo tiempo. Cierto, pero también lo es que muchos países europeos pequeños se declararon neutrales pero dejaron de serlo porque Alemania les invadió, no porque decidieran plantar cara. Por supuesto, no tiene sentido especular sobre ello puesto que no sucedió, pero me da que sería interesante haber visto el comportamiento de alguna de esas naciones en caso de no haber sido invadidas.
Pero sí es cierto que Suiza es un lugar que tiende a cerrarse. Su política migratoria es restrictiva y, dentro de la confederación, las comunidades más pequeñas son hostiles hacia el forastero. Esta característica, por cierto, no es exclusiva, también es muy común en Gran Bretaña o Estados Unidos, además de otros muchos lugares.
Pensando sobre esto, he llegado por elevación a otros lugares y épocas que experimentaron la sensación de hallarse en una democracia auténtica. Las ciudades griegas, por ejemplo, todas de tamaño reducido y en las que, pese a ello, los extranjeros (los famosos metecos) estaban excluidos de participar en la asamblea[4]. O la primera república española, que es sabido que acabó fraccionándose en cantones, simbolizados en el grito de ¡Viva Cartagena! La Comuna de París apenas tuvo dos meses de vida, pero también parece que apuntaba hacia ese lado...
La pregunta es ¿deben ser las democracias abiertas, como dice la opinión actual, o cerradas sobre sí mismas ejerciendo una autodefensa férrea?
Dejo la respuesta a cada cual...[5]







[1] Una de ellas, el romanche, se subdivide en cinco dialectos, pese a que solo tiene 35.000 hablantes.
[2] Aunque mi religión me impide votar en las elecciones tal y como están diseñadas, me permite participar en consultas. No fui a votar la de la independencia catalana porque tanto me daba el no como el sí-no o el sí-sí, pero no porque sintiera escrúpulos de conciencia.
[3] Y muchas veces los más violentos salen de la boca de los propios suizos. No saben cuánto se engañan los que creen que la autocrítica feroz es patrimonio de su pueblo, y no lo digo solo por este ejemplo. Por cierto, me parece mucho más sana la autocrítica que la complacencia y la indulgencia de los errores propios.
[4] También las mujeres y los esclavos, pero entonces tampoco había otros sitios en el mundo donde les fuera mejor en cuestión de intervenir en los “asuntos de estado”. Lo cierto es que todos los matriarcados que describen los observadores antiguos parecen errores de interpretación, cuando no fábulas.
[5] Escrito esto hace tiempo, leo que lugares considerados universalmente tan envidiables como Suecia y Dinamarca están empezando a cerrar sus fronteras, aún no se sabe si como gesto o con carácter permanente.

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