En la época de
la universidad, en el 74, conocí mucha gente de aquí. Viví los fusilamientos
del 75 muy de cerca por razones obvias. Y durante el resto del tiempo, he
considerado siempre que Euskadi es el último foco revolucionario en Occidente.
Es el único lugar donde podría ser posible la Revolución.
Ramoncín.
Entrevista en Punto y Hora de Euskal Herria 442, (01/08/86), p. 50[1].
[1]
Entonces se ve que aún no le molestaba que le llamasen Ramoncín. Venía de dar
un concierto para las Gestoras Pro Amnistía de Ermua. Dos veranos antes había
tocado en Vitoria y fui a verle. Digámoslo todo, gané la entrada en un concurso
radiofónico y mi interés era el grupo telonero, unos tales Barricada que
acababan de sacar su primer disco que en Vitoria ya conocíamos de sobra los
interesados porque una radio ponía a menudo la maqueta, que era idéntica al
disco, si no mejor... (Curiosamente la
antigua radio de Falange, que desde que murió el Paco, o puede que antes en la
medida de lo posible, dio un giro radical a sus orígenes). Es una opinión
subjetiva pero para mí jamás volvieron a llegar a ese nivel... Respecto a su
concierto vitoriano, tengo varios recuerdos que narraré en orden cronológico.
El primero es que el concierto se retrasó y aquel retraso coincidió
sospechosamente con el final del partido de la selección española que jugaba la
Eurocopa y acabó perdiendo la final ante Francia, que jugaba en casa, aunque no
fue ese partido sino uno clasificatorio que ganó. Nunca podré olvidar la cara
de Ramoncín cuando salió al escenario y fue recibido al grito de “Muerte al
Papa y al gobernador”, que estaba muy de moda en Vitoria entonces. (El gobernador
era el gobernador civil, un tal César Milano, si la memoria no me falla).
También recuerdo la cantidad de latas y botellas que le pasaron cerca. Hasta
intentó hacerse el guay cuando una casi le desgracia con su tono de macarrilla
pero universitario, de Vallecas pero de Legazpi, en plan “chaval, si tienes
algún problema, yo después te invito a unas cervezas”, pero no le sirvió de
nada. Alrededor de donde yo estaba un tío que entonces me parecía un viejo y
hoy me parecería un chaval se dedicaba a pedir las colillas encendidas a los
que terminaban un cigarrillo para lanzárselas a Ramoncín y hay que reconocer
que su puntería era envidiable...
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