Hace unos meses recorté un artículo[1]
que me recordaba un viejo chiste que se contaba en las facultades de Ciencias.
Decía así: ¿Cómo demuestran un matemático, un físico y un ingeniero que los números del 1 al 9 son primos? El matemático utiliza el método de inducción: evidente para 1, lo supone para 3, que es 2 + 1, y lo demuestra para 2. El físico dice: el 1 primo, el 2 primo, el 3 primo, el 4 error de medición, el 5 primo, el 6, error de medición, etc.. El ingeniero dice: el 1 es primo, el 2 es primo, el 3 es primo, el 4 es primo, el 5 es primo, el 6 es primo, etc..
Decía así: ¿Cómo demuestran un matemático, un físico y un ingeniero que los números del 1 al 9 son primos? El matemático utiliza el método de inducción: evidente para 1, lo supone para 3, que es 2 + 1, y lo demuestra para 2. El físico dice: el 1 primo, el 2 primo, el 3 primo, el 4 error de medición, el 5 primo, el 6, error de medición, etc.. El ingeniero dice: el 1 es primo, el 2 es primo, el 3 es primo, el 4 es primo, el 5 es primo, el 6 es primo, etc..
El asunto es sencillo y en realidad bastante viejo, aunque reaparece
de vez en cuando: “Cuando el gobernador de Kentucky Matt Bevin sugirió el mes
pasado que los estudiantes que se gradúan en Literatura Francesa no deberían
recibir fondos estatales para su educación universitaria[2],
se sumaba a un número creciente de cargos electos que quieren apartar a los
estudiantes de las Humanidades para dirigirlos hacia materias más proclives al
empleo como la Ingeniería Electrónica”[3].
El senador republicano Marco Rubio pedía “más soldadores y menos filósofos” y
hasta la administración del bienaventurado Obama proponía introducir los
ingresos tras la graduación como una de las variables para evaluar las 7.000 facultades
y universidades del país, lo que ya ha provocado consecuencias en docenas de
estados. Un tal Anthony Carnevale, profesor en la Universidad de Georgetown ― aquella donde
Aznar daba clases a alumnos que no entendían una sola palabra de lo que decía ― explica que
“No queremos quitar a Shakespeare, solo hablamos de ayudar a la gente a tomar
buenas decisiones. No puedes aprender toda tu vida si no ingresas toda tu vida”[4].
Según él, la diferencia salarial entre los diferentes licenciados podría llegar
a los cuatro millones de dólares si se cuenta toda su vida laboral. Al artículo
le acompaña un gráfico que ordena una estimación de sueldos para futuros
titulados. Encabezado por los ingenieros con 64.500 dólares anuales, lo cierra Education
― que supongo
debe corresponder al Magisterio de aquí ―, con 34.900. (No quiero insultar a la inteligencia de mis lectores pero la
pregunta es obvia: ¿cómo van a estudiar Ingeniería en el futuro si nadie se
dedica a enseñarles a leer y a sumar?).
La primera en la frente. Jeffrey N. Peters, profesor de Literatura
Francesa en la Universidad de Kentucky, recordó que Matt Bevin, el gobernador
bocazas, se licenció en Japonés y Estudios de Extremo Oriente. Con razón se
dice que por la boca muere el pez. En este caso, un besugo de gran tonelaje...
Pero hay más asuntos a tratar. Como dice el propio New York Times,
“La educación tiende a justificarse en términos de exploración y realización
personal, así como en crear ciudadanos informados que hagan posible una democracia
efectiva. Tradicionalmente las Humanidades han sido consideradas cruciales para
ambos logros”. Este argumento me toca muy de cerca. Quizá fuera un ingenuo incorregible ― y no creo
haber mejorado con el tiempo ―, pero confieso que en su momento fui a la
Universidad con el único propósito de aprender. Jamás la consideré como una
especie de agencia de colocación de gama alta, que debe ser lo que en realidad
aspira a ser, según lo que ella misma declara abiertamente, al menos hoy.
Confesaré también que como Templo del Saber me decepcionó profundamente,
Todo parecía movido por el enfrentamiento .entre clanes y la magnificación de
pequeñas rencillas que acababan convertidas en enormes afrentas. En cualquier
caso, si huías de ese decepcionante lado humano, sí tenías oportunidad de
aprender, pero solo en la medida en que tú te esforzases en hacerlo.
Ahora bien, fiarlo todo a los intereses inmediatos de las empresas, a
esa entidad puramente teórica y realmente inexistente conocida como El
Mercado (o en plural, como últimamente se prefiere) es una temeridad,
porque ese Mercado ni siquiera se guarda fidelidad a sí mismo.
Consideremos el caso de los arquitectos o los ingenieros de
telecomunicaciones. En la segunda mitad del siglo XX eran dos carreras ideales.
Las madres antiguas ordenaban a sus hijas,
aún más antiguas que ellas, que procuraran “pescar” uno de esos. Eran carreras
muy exigentes y con un acceso muy restringido, de modo que los pocos que
conseguían titularse cada año conseguían trabajos muy bien pagados aún antes de
terminar sus estudios. Así que las universidades que no impartían esos títulos,
llevadas por esa lógica podrida, hicieron un gran esfuerzo para ofertarlos. Se
multiplicó la posibilidad de titularse en ambas disciplinas. ¿El resultado?
Ante una multiplicación de la mano de obra disponible, los salarios cayeron en
picado. Hoy la masa de arquitectos y telecos se dan con un canto en los
dientes si llegan a “mileuristas”[5].
¿Quién garantiza a los ingenieros electrónicos de hoy que cobrarán un salario
mínimamente digno dentro de diez años? Nadie. Y desde luego no los que hoy les
empujan a elegir esos estudios difíciles y caros, que en su momento les
definirán como carentes de empleabilidad y se quedarán tan anchos. Ya lo
han hecho antes aunque no parezcan recordarlo hoy. Y, por cierto, tampoco sobra
gente que se lo recuerde.
La lectura del artículo me llevó a pensar en Guy Debord, un teórico
que volvió a ponerse de moda en ese cambio de siglo en el que los que optaron
en masa por las Telecomunicaciones o la Arquitectura sellaban su futuro
incierto. Ya desde los ochenta[6]
mostraba su preocupación por la conversión de la cultura en mercancía y la
posibilidad de nuevas traducciones que en realidad acabaran por ser
reescrituras del original. El primer ejemplo de la transformación de una obra
de arte en una máquina de recaudar dinero lo pudo ver en vida, cuando los
frescos de la Capilla Sixtina no se restauraron de acuerdo con criterios
históricos sino de acuerdo con los gustos de contempladores educados a través de
las películas de Walt Disney.
Ya no se trata solo de dar al turista lo que espera encontrar, (mostrarle
algo con lo que no contaba podría despertarle ciertas dudas), sino que se
colocan juntas obras de arte incompatibles entre sí, ― como el engendro del Patio Herreriano de Valladolid
―, para que
cualquier valoración carezca de sentido. Así que como la gente ya está bastante
ocupada, se ofrecen paquetes cerrados. No hace falta que busques, nosotros ya
te damos la búsqueda hecha. Este año es Dalí, al otro El Greco, al otro
Cervantes. Nosotros te lo ofrecemos todo, bastantes problemas tienes ya
ganándote el sueldo... Los lugares que has de visitar, con su alojamiento y
opciones gastronómicas incluidas, y los sitios que tienes que ver. Pero no
acaba ahí. Del mismo modo que cuando vayas al restaurante de moda un camarero
te va a explicar qué vas a comer y cómo debes hacerlo correctamente, dentro de
los sitios te ofrecemos unas audioguías para que sepas lo que es
realmente importante. Y ahí se ve la paradoja, turistas de tres continentes
diferentes, con historias totalmente diversas, miran hacia el mismo sitio
porque obedecen a las mismas instrucciones transmitidas por los mismos
auriculares en diferentes idiomas. En esta experiencia el historiador
molesta. Se convierte en un “tocapelotas” capaz de decir que nuestro plato
milenario quizá solo tenga cincuenta años de antigüedad o que esa plaza que hoy
permite contemplar la catedral gótica en todo su esplendor nació en el siglo XX
después de derribar un par de manzanas de casas antiestéticas pero tan antiguas
como la catedral o más...
Y los mismos que guían nuestras visitas guían nuestras lecturas,
aunque este sea un territorio más peligroso. Las lecturas se hacen en la
intimidad, más protegidas que las visitas turísticas. De momento se ha escogido
el terreno de la literatura infantil para experimentar, pero no se están
quedando cortos: La tele pública sueca elimina algunos fragmentos de
contenido de la serie por considerarlos xenófobos. Parecía que a Pippi
Langstrum, la descarada y deslenguada protagonista de la serie que en España
triunfó con el título de “Pippi Calzaslargas” nadie le hacía callar, pero no es
así. La cadena pública Televisión de Suecia (SVT) ha anunciado que ha eliminado
fragmentos de contenido “racista” para la nueva edición restaurada que emitirá
en Navidades. Con este retoque Pippi ya no se referirá a su padre como “rey
negro”[7]
sino simplemente “rey”, y se eliminará la escena en que la pequeña pelirroja
jugaba a “hacer el chino” estirándose los párpados. “Nuestro grupo objetivo es
el público infantil y creemos que puede ser interpretado como hiriente o
despreciativo para los niños que puedan ver y escuchar esto”, señaló en un
comunicado la cadena[8]”.
Por supuesto, si los padres tuvieran tiempo para ver la tele con sus
hijos en lugar de aparcarlos delante del aparato mientras ellos aprovechan para
hacer deprisa las tareas que su trabajo les impide hacer con tranquilidad,
podrían explicarles que cuando Pippi cobró vida en el papel, en Suecia los
negros y los chinos solo existían en las páginas de las enciclopedias
escolares. Y de paso, cómo la aportación posterior de negros y chinos al
esfuerzo común llevó a Suecia a ser el país con el que se comparan todos los
demás. Pero eso exigiría un poco de tiempo y algo de voluntad. Mejor lo
silenciamos y nos quitamos de historias...
Otro ejemplo aún más chusco. En España se le conocía como Guillermo
el Travieso, en Gran Bretaña es Just William. Un niño creado por
Richmal Crompton que triunfó entre la infancia de muchos países porque era
descarado y travieso, lo que cualquier niño que se precie quiere ser. Sus
aventuras se presentaban en relatos que acababan recopilados en libros. En 1935
apareció William The Detective, compilación de once aventuras cortas que
se reeditó veinte veces entre 1935 y 1967 y alguna más durante los años
setenta. Pero en 1986 solo contenía diez. Se había eliminado William and the
Nasties, en el que Guillermo trata de convertir su pandilla en una especie
de milicia a imitación de las SA nazis para atormentar a un tendero judío. El
cuentecillo es una obvia parodia antinazi y, según la Wikipedia inglesa (aunque
falta la cita corroborativa), pese a que haya desaparecido en muchos idiomas,
permanece en la edición israelí. Bien pudiera ser. Hoy algunas recopilaciones
solo contienen nueve, pues también ha desaparecido William and the League of
Perfect Love, por presiones de los animalistas de los que se burla. Cuando
se abre la caja de los truenos de las ofensas, ¿quién es el guapo que se atreve
a cerrarla?
Y aquí vuelvo al ingeniero del chiste. Ese sería su modelo de
ciudadano perfecto, alguien dispuesto a declarar con total convicción que el
cuatro, el seis, el ocho y el nueve son primos. Sin problemas de conciencia...
Nota final: Este texto,
que llevaba un tiempo orbitando entre mis papeles, no solo no ha perdido
actualidad sino que la ha ganado. Ahora mismo la Universidad Complutense está
embarcada en un ambicioso proyecto de reforma que va exactamente en el mismo
sentido. Otra de las consecuencias de la Mundialización (antes llamada
Globalización): las malas ideas se transmiten a la velocidad del rayo. Las
buenas, a paso de caracol.
[1] “In
U.S., a push against liberal arts”, International New York Times,
23/02/16, pp. 14 y 16 (las traducciones son mías).
[2] En el artículo no lo explica porque para sus lectores debe ser
evidente, pero no me queda claro si se refiere a becas o a subvenciones
públicas a las facultades. Por lo que dice en otros párrafos que no reproduzco,
sospecho que es lo segundo, ayudas públicas a las facultades, lo que parece aún
más peligroso.
[3] La
expresión es job-friendly, que se traduciría literalmente como “amigas
del empleo”. Es una de las tendencias del lenguaje oficial de nuestros tiempos,
envolver una medida negativa con lenguaje positivo. Cuando entró en vigor la
primera ley antitabaco de Zapatero, la que permitía elegir a los bares más
pequeños ― y que, por cierto, Rajoy dijo que iba a recuperar ―, algunos bares que prohibían
fumar colgaban un cartel que decía “espacio libre de humo”. Recuerdo el caso
cómico de un sitio especializado en parrilladas con un pésimo sistema de
ventilación en el que el humo escapaba amenazador justo por encima del
cartel...
[4] En
inglés se tiende a rimar estos juegos de palabras. En este caso es You can’t
be a lifelong learner if you’re not a lifelong earner. No se me ocurre
mejor prueba de que Carnevale abandonó a Shakespeare y a los demás hace
muchísimo tiempo...
[5] Entre
los arquitectos se ha producido una polarización extrema similar a la que se
puede observar en el periodismo. Calatrava o Cebrián se forran mientras los
jóvenes han de buscar otro trabajo solo para poder comer. Otro ejemplo de
“carrera del futuro” cuyos salarios cayeron en picado es la Informática, que
era la estrella cuando yo me decidí por una de las más raras que había en
oferta...
[6] Guy
Debord se quitó la vida en el otoño de 1994. Padecía una enfermedad
degenerativa e incurable derivada de su alcoholismo. Como dijo él mismo, no era
una enfermedad que se contrajera por un descuido, sino que necesitaba muchos
años de dedicación constante.
[7] Por lo
que he leído en otros lados, en realidad la expresión sería “rey de los
negros”, lo que resulta más coherente, pues no obliga a que el monarca sea de
piel negra.
[8] ““Pippi
Calzaslargas” censurada por racista”. El Periódico, 29/09/14. Hasta
ahora se han conformado con la televisión, pero nada asegura que los libros
queden a salvo en el futuro.
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