Mostrando entradas con la etiqueta humanidades. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta humanidades. Mostrar todas las entradas

miércoles, 22 de junio de 2016

EL CHISTE DEL INGENIERO


 Hace unos meses recorté un artículo[1] que me recordaba un viejo chiste que se contaba en las facultades de Ciencias.
Decía así: ¿Cómo demuestran un matemático, un físico y un ingeniero que los números del 1 al 9 son primos? El matemático utiliza el método de inducción: evidente para 1, lo supone para 3, que es 2 + 1, y lo demuestra para 2. El físico dice: el 1 primo, el 2 primo, el 3 primo, el 4 error de medición, el 5 primo, el 6, error de medición, etc.. El ingeniero dice: el 1 es primo, el 2 es primo, el 3 es primo, el 4 es primo, el 5 es primo, el 6 es primo, etc..
El asunto es sencillo y en realidad bastante viejo, aunque reaparece de vez en cuando: “Cuando el gobernador de Kentucky Matt Bevin sugirió el mes pasado que los estudiantes que se gradúan en Literatura Francesa no deberían recibir fondos estatales para su educación universitaria[2], se sumaba a un número creciente de cargos electos que quieren apartar a los estudiantes de las Humanidades para dirigirlos hacia materias más proclives al empleo como la Ingeniería Electrónica”[3]. El senador republicano Marco Rubio pedía “más soldadores y menos filósofos” y hasta la administración del bienaventurado Obama proponía introducir los ingresos tras la graduación como una de las variables para evaluar las 7.000 facultades y universidades del país, lo que ya ha provocado consecuencias en docenas de estados. Un tal Anthony Carnevale, profesor en la Universidad de Georgetown aquella donde Aznar daba clases a alumnos que no entendían una sola palabra de lo que decía explica que “No queremos quitar a Shakespeare, solo hablamos de ayudar a la gente a tomar buenas decisiones. No puedes aprender toda tu vida si no ingresas toda tu vida”[4]. Según él, la diferencia salarial entre los diferentes licenciados podría llegar a los cuatro millones de dólares si se cuenta toda su vida laboral. Al artículo le acompaña un gráfico que ordena una estimación de sueldos para futuros titulados. Encabezado por los ingenieros con 64.500 dólares anuales, lo cierra Education que supongo debe corresponder al Magisterio de aquí , con 34.900. (No quiero insultar a  la inteligencia de mis lectores pero la pregunta es obvia: ¿cómo van a estudiar Ingeniería en el futuro si nadie se dedica a enseñarles a leer y a sumar?).
La primera en la frente. Jeffrey N. Peters, profesor de Literatura Francesa en la Universidad de Kentucky, recordó que Matt Bevin, el gobernador bocazas, se licenció en Japonés y Estudios de Extremo Oriente. Con razón se dice que por la boca muere el pez. En este caso, un besugo de gran tonelaje...
Pero hay más asuntos a tratar. Como dice el propio New York Times, “La educación tiende a justificarse en términos de exploración y realización personal, así como en crear ciudadanos informados que hagan posible una democracia efectiva. Tradicionalmente las Humanidades han sido consideradas cruciales para ambos logros”. Este argumento me toca muy de cerca. Quizá  fuera un ingenuo incorregible y no creo haber mejorado con el tiempo , pero confieso que en su momento fui a la Universidad con el único propósito de aprender. Jamás la consideré como una especie de agencia de colocación de gama alta, que debe ser lo que en realidad aspira a ser, según lo que ella misma declara abiertamente, al menos hoy. Confesaré también que como Templo del Saber me decepcionó profundamente, Todo parecía movido por el enfrentamiento .entre clanes y la magnificación de pequeñas rencillas que acababan convertidas en enormes afrentas. En cualquier caso, si huías de ese decepcionante lado humano, sí tenías oportunidad de aprender, pero solo en la medida en que tú te esforzases en hacerlo.
Ahora bien, fiarlo todo a los intereses inmediatos de las empresas, a esa entidad puramente teórica y realmente inexistente conocida como El Mercado (o en plural, como últimamente se prefiere) es una temeridad, porque ese Mercado ni siquiera se guarda fidelidad a sí mismo.
Consideremos el caso de los arquitectos o los ingenieros de telecomunicaciones. En la segunda mitad del siglo XX eran dos carreras ideales. Las madres antiguas ordenaban a sus  hijas, aún más antiguas que ellas, que procuraran “pescar” uno de esos. Eran carreras muy exigentes y con un acceso muy restringido, de modo que los pocos que conseguían titularse cada año conseguían trabajos muy bien pagados aún antes de terminar sus estudios. Así que las universidades que no impartían esos títulos, llevadas por esa lógica podrida, hicieron un gran esfuerzo para ofertarlos. Se multiplicó la posibilidad de titularse en ambas disciplinas. ¿El resultado? Ante una multiplicación de la mano de obra disponible, los salarios cayeron en picado. Hoy la masa de arquitectos y telecos se dan con un canto en los dientes si llegan a “mileuristas”[5]. ¿Quién garantiza a los ingenieros electrónicos de hoy que cobrarán un salario mínimamente digno dentro de diez años? Nadie. Y desde luego no los que hoy les empujan a elegir esos estudios difíciles y caros, que en su momento les definirán como carentes de empleabilidad y se quedarán tan anchos. Ya lo han hecho antes aunque no parezcan recordarlo hoy. Y, por cierto, tampoco sobra gente que se lo recuerde.
La lectura del artículo me llevó a pensar en Guy Debord, un teórico que volvió a ponerse de moda en ese cambio de siglo en el que los que optaron en masa por las Telecomunicaciones o la Arquitectura sellaban su futuro incierto. Ya desde los ochenta[6] mostraba su preocupación por la conversión de la cultura en mercancía y la posibilidad de nuevas traducciones que en realidad acabaran por ser reescrituras del original. El primer ejemplo de la transformación de una obra de arte en una máquina de recaudar dinero lo pudo ver en vida, cuando los frescos de la Capilla Sixtina no se restauraron de acuerdo con criterios históricos sino de acuerdo con los gustos de contempladores educados a través de las películas de Walt Disney.
Ya no se trata solo de dar al turista lo que espera encontrar, (mostrarle algo con lo que no contaba podría despertarle ciertas dudas), sino que se colocan juntas obras de arte incompatibles entre sí, como el engendro del Patio Herreriano de Valladolid , para que cualquier valoración carezca de sentido. Así que como la gente ya está bastante ocupada, se ofrecen paquetes cerrados. No hace falta que busques, nosotros ya te damos la búsqueda hecha. Este año es Dalí, al otro El Greco, al otro Cervantes. Nosotros te lo ofrecemos todo, bastantes problemas tienes ya ganándote el sueldo... Los lugares que has de visitar, con su alojamiento y opciones gastronómicas incluidas, y los sitios que tienes que ver. Pero no acaba ahí. Del mismo modo que cuando vayas al restaurante de moda un camarero te va a explicar qué vas a comer y cómo debes hacerlo correctamente, dentro de los sitios te ofrecemos unas audioguías para que sepas lo que es realmente importante. Y ahí se ve la paradoja, turistas de tres continentes diferentes, con historias totalmente diversas, miran hacia el mismo sitio porque obedecen a las mismas instrucciones transmitidas por los mismos auriculares en diferentes idiomas. En esta experiencia el historiador molesta. Se convierte en un “tocapelotas” capaz de decir que nuestro plato milenario quizá solo tenga cincuenta años de antigüedad o que esa plaza que hoy permite contemplar la catedral gótica en todo su esplendor nació en el siglo XX después de derribar un par de manzanas de casas antiestéticas pero tan antiguas como la catedral o más...
Y los mismos que guían nuestras visitas guían nuestras lecturas, aunque este sea un territorio más peligroso. Las lecturas se hacen en la intimidad, más protegidas que las visitas turísticas. De momento se ha escogido el terreno de la literatura infantil para experimentar, pero no se están quedando cortos: La tele pública sueca elimina algunos fragmentos de contenido de la serie por considerarlos xenófobos. Parecía que a Pippi Langstrum, la descarada y deslenguada protagonista de la serie que en España triunfó con el título de “Pippi Calzaslargas” nadie le hacía callar, pero no es así. La cadena pública Televisión de Suecia (SVT) ha anunciado que ha eliminado fragmentos de contenido “racista” para la nueva edición restaurada que emitirá en Navidades. Con este retoque Pippi ya no se referirá a su padre como “rey negro”[7] sino simplemente “rey”, y se eliminará la escena en que la pequeña pelirroja jugaba a “hacer el chino” estirándose los párpados. “Nuestro grupo objetivo es el público infantil y creemos que puede ser interpretado como hiriente o despreciativo para los niños que puedan ver y escuchar esto”, señaló en un comunicado la cadena[8]”.
Por supuesto, si los padres tuvieran tiempo para ver la tele con sus hijos en lugar de aparcarlos delante del aparato mientras ellos aprovechan para hacer deprisa las tareas que su trabajo les impide hacer con tranquilidad, podrían explicarles que cuando Pippi cobró vida en el papel, en Suecia los negros y los chinos solo existían en las páginas de las enciclopedias escolares. Y de paso, cómo la aportación posterior de negros y chinos al esfuerzo común llevó a Suecia a ser el país con el que se comparan todos los demás. Pero eso exigiría un poco de tiempo y algo de voluntad. Mejor lo silenciamos y nos quitamos de historias...
Otro ejemplo aún más chusco. En España se le conocía como Guillermo el Travieso, en Gran Bretaña es Just William. Un niño creado por Richmal Crompton que triunfó entre la infancia de muchos países porque era descarado y travieso, lo que cualquier niño que se precie quiere ser. Sus aventuras se presentaban en relatos que acababan recopilados en libros. En 1935 apareció William The Detective, compilación de once aventuras cortas que se reeditó veinte veces entre 1935 y 1967 y alguna más durante los años setenta. Pero en 1986 solo contenía diez. Se había eliminado William and the Nasties, en el que Guillermo trata de convertir su pandilla en una especie de milicia a imitación de las SA nazis para atormentar a un tendero judío. El cuentecillo es una obvia parodia antinazi y, según la Wikipedia inglesa (aunque falta la cita corroborativa), pese a que haya desaparecido en muchos idiomas, permanece en la edición israelí. Bien pudiera ser. Hoy algunas recopilaciones solo contienen nueve, pues también ha desaparecido William and the League of Perfect Love, por presiones de los animalistas de los que se burla. Cuando se abre la caja de los truenos de las ofensas, ¿quién es el guapo que se atreve a cerrarla?
Y aquí vuelvo al ingeniero del chiste. Ese sería su modelo de ciudadano perfecto, alguien dispuesto a declarar con total convicción que el cuatro, el seis, el ocho y el nueve son primos. Sin problemas de conciencia...

Nota final: Este texto, que llevaba un tiempo orbitando entre mis papeles, no solo no ha perdido actualidad sino que la ha ganado. Ahora mismo la Universidad Complutense está embarcada en un ambicioso proyecto de reforma que va exactamente en el mismo sentido. Otra de las consecuencias de la Mundialización (antes llamada Globalización): las malas ideas se transmiten a la velocidad del rayo. Las buenas, a paso de caracol.




[1] “In U.S., a push against liberal arts”, International New York Times, 23/02/16, pp. 14 y 16 (las traducciones son mías).
[2] En el artículo no lo explica porque para sus lectores debe ser evidente, pero no me queda claro si se refiere a becas o a subvenciones públicas a las facultades. Por lo que dice en otros párrafos que no reproduzco, sospecho que es lo segundo, ayudas públicas a las facultades, lo que parece aún más peligroso.
[3] La expresión es job-friendly, que se traduciría literalmente como “amigas del empleo”. Es una de las tendencias del lenguaje oficial de nuestros tiempos, envolver una medida negativa con lenguaje positivo. Cuando entró en vigor la primera ley antitabaco de Zapatero, la que permitía elegir a los bares más pequeños y que, por cierto, Rajoy dijo que iba a recuperar , algunos bares que prohibían fumar colgaban un cartel que decía “espacio libre de humo”. Recuerdo el caso cómico de un sitio especializado en parrilladas con un pésimo sistema de ventilación en el que el humo escapaba amenazador justo por encima del cartel...
[4] En inglés se tiende a rimar estos juegos de palabras. En este caso es You can’t be a lifelong learner if you’re not a lifelong earner. No se me ocurre mejor prueba de que Carnevale abandonó a Shakespeare y a los demás hace muchísimo tiempo...
[5] Entre los arquitectos se ha producido una polarización extrema similar a la que se puede observar en el periodismo. Calatrava o Cebrián se forran mientras los jóvenes han de buscar otro trabajo solo para poder comer. Otro ejemplo de “carrera del futuro” cuyos salarios cayeron en picado es la Informática, que era la estrella cuando yo me decidí por una de las más raras que había en oferta...
[6] Guy Debord se quitó la vida en el otoño de 1994. Padecía una enfermedad degenerativa e incurable derivada de su alcoholismo. Como dijo él mismo, no era una enfermedad que se contrajera por un descuido, sino que necesitaba muchos años de dedicación constante.
[7] Por lo que he leído en otros lados, en realidad la expresión sería “rey de los negros”, lo que resulta más coherente, pues no obliga a que el monarca sea de piel negra.
[8]“Pippi Calzaslargas” censurada por racista”. El Periódico, 29/09/14. Hasta ahora se han conformado con la televisión, pero nada asegura que los libros queden a salvo en el futuro.

sábado, 12 de septiembre de 2015

CIENCIA A LA CARTA

Si se observa la Ciencia con una perspectiva optimista, hay que reconocer que ha sido una gran aportación a la lucha contra la ignorancia y la superstición, una aliada objetiva de la liberación humana. Pero desde otro punto de vista menos amable, también encontraremos atrocidades perpetradas con su colaboración. La bomba atómica es la imagen más sencilla, pero la cuenta se hace larga hasta en el ámbito médico un conocimiento que debería ser el más humanista de todos , y el doctor Mengele es sólo el caso extremo, hay muchos más.
Porque como sucede con casi todas las actividades humanas, la Ciencia, así como tal, con mayúscula, no existe. Existen científicos, humanos con sus fortalezas y debilidades, y sus creaciones como el resto , están sujetas al ambiente de su época, de forma que ni siquiera lo que se ha considerado ciencia en un momento ha obtenido la legitimidad en el siguiente[1]. Más adelante me ocuparé de ese uso de la Ciencia como un absoluto. De momento apuntaré que el desarrollo de la aritmética a fines de la Edad Media, precisamente en aquellas zonas de Italia que estaban experimentando una gran expansión comercial, no tiene nada de casual. Por el contrario, hacia 1650 Madrid y Roma no giraban en torno al Sol porque el Rey y el Papa se lo habían prohibido y a fines del XIX, como las ideas de Darwin eran populares y aceptadas en Castilla, el catalanismo estaba en contra de la hipótesis de la Evolución[2].
¿Cuál es el lugar de la Ciencia hoy? Es una pregunta complicada de responder de forma sencilla, me conformaré con apuntar algunas notas, dejando claro antes que se trata más de cuestiones que me preocupan que de una visión completa y objetiva.
La impresión general es que la ciencia está hoy en manos de la industria y este proceso de poner la ciencia al servicio de la economía ha traído varias consecuencias y la Universidad es un lugar magnífico para observarlas.
Las primeras víctimas han sido las Humanidades, que no aportan nada al valor contable de las empresas y, además, tienen el mal gusto de fomentar el espíritu crítico, pues al conocer el pasado de primera mano se llega a la conclusión de que el presente no es tan bello como lo pintan y probablemente bastante peor de lo que cabía esperar. Se salvan algunos engendros como la Economía, que no es sino ideología en estado puro, mil veces contradicha por los hechos aunque sea la que enseña a la realidad cómo debe comportarse, a pesar de que esta no suela hacerle caso. O la demoscopia, basada en que los expertos en pronósticos electorales se limiten a dejar por escrito sus deseos y, obviamente, no acierten una.
Pero no sólo ellas. También ha habido víctimas entre las Ciencias, es decir, aquellas que se expresan utilizando el lenguaje matemático. Como cabría esperar, entre las que no producen resultados inmediatamente comerciables, es decir, todas las ramas teóricas.
Los poderosos apuestan contra sí mismos una vez más. Otro ejemplo de cómo la idea del máximo beneficio inmediato socava la lógica del máximo beneficio. La Teoría de Anillos es una rama del Álgebra (una de las partes más abstractas de las Matemáticas), iniciada hace un par de siglos sin más motivo aparente que el de dejar volar el pensamiento. Pues bien, una parte de ella, la Teoría de Grupos, fue crucial para el desarrollo de la Informática, aunque desde luego no cabe suponer que Evariste Galois tuviera siquiera la noción de lo que podía ser un ordenador cuando empezó a darle forma. Sin ir tan lejos, en la década de 1980 las luces LED, que hoy son símbolo de modernidad y desarrollo, apenas se utilizaban en esferas de relojes digitales, equipos de música y poco más, pues no se sabía en qué otra cosa emplearlas. Podríamos decir que, como los diseños de la teoría de grupos, no habían sido buscadas sino encontradas...
Bien, la Universidad está al servicio de la Empresa. ¿En qué se traduce esto?

Creadores de riqueza.

En 1950 la sociedad capitalista irradiaba optimismo, seguramente con razón. Apenas veía barreras a su expansión y lo demostraba financiando con generosidad estudios sobre los límites del Universo, las partículas subatómicas o la especulación matemática más imaginativa[3]. De aquellos años deriva la inmensa popularidad que aún hoy disfruta la figura de Albert Einstein, (aunque no tanto su obra). Sin embargo, pronto se desataría la carrera espacial o la escalada del armamento nuclear y aquellas especulaciones cesaron en gran parte para ser puestas al servicio de logros concretos, que pudieran tocarse. Es cierto que “la conquista del espacio” la desató una Unión Soviética que a la larga acabó por perder el paso ante los avances prácticos de la NASA, pero la verdad es que entonces la URSS se sentía igualmente optimista por razones parecidas.
Hoy sucede un proceso similar pero agravado, pues los capitalistas más inteligentes son conscientes de que han tocado el límite hace tiempo.
El discurso oficial dice que la Universidad debe buscar la excelencia y ser útil a la sociedad. Para medir algo tan abstracto como “la excelencia” se elaboran clasificaciones anuales de universidades que tienen en cuenta el número de citas de sus artículos en “revistas científicas”, el de patentes y el de premios Nobel que han estudiado o dan clase en ellas. Este criterio de medición tiene una consecuencia cómica, que es ver las revistas de las universidades de cualquier país llenas de artículos escritos en inglés mendigando una cita[4] y, por supuesto, acuerdos no escritos entre profesores o departamentos de varias universidades para citarse mutuamente. Es obvio que lo de fabricar premios Nobel es más complicado, pero ficharlos como profesores no es problema si los fondos son abundantes. En cuanto a las patentes, basta con ir al registro y pagar la cantidad pedida, con independencia de que luego funcionen o no. Por eso leemos a veces que tal universidad ha patentado una pila eterna o la cura de la jaqueca y décadas después seguimos sin saber nada de ellas. Los registradores de patentes no exigen que funcionen, simplemente toman nota para evitar que otro utilice la misma fórmula sin pagar los derechos correspondientes[5].
Pero también se da el fenómeno contrario, empresas que patrocinan estudios con vistas a capitalizar los beneficios. Y las universidades compiten por atraerlas, con lo que, partiendo de una mínima inversión, esas empresas pueden obtener enormes beneficios desarrollando esas patentes por las que acaban pagando cantidades ridículas en virtud de acuerdos desequilibrados en los que tiene enorme peso, sobre todo, la visibilidad que les puede dar la asociación con el nombre de una gran empresa. Y una parte risible, el afán de novedades. Hay un arqueólogo subvencionado que descubre la ciudad más antigua de América más o menos cada cinco años y se ha dicho que asuntos tan turbios como los graffiti de Veleia tenían que ver con la presión que los patrocinadores ejercían sobre el excavador[6]...


La ciencia kamikaze.

La dieta del siglo XXI estará formada por alimentos manipulados genéticamente. En 1998 el 30% de las plantaciones de soja y el 25% de los maizales correspondían a semillas transgénicas y la industria biotecnológica vaticina que en unos 10 años el 80% de los alimentos serán transgénicos.
Los mayores beneficiarios de la dieta transgénica son los agricultores y las empresas de biotecnología que maximizan sus rendimientos.
Todavía queda tiempo para saber si son perjudiciales para la salud, pero entre los riesgos se encuentran las alergias y una menor respuesta a los antibióticos.
La normativa europea obliga a que los alimentos transgénicos lo indiquen en su etiqueta, para defender el derecho del consumidor a elegir.

(Mundogar, 5, diciembre de 2000, p. 16[7])

Lo de la normativa europea no sé si habrá empeorado (prefiero no saberlo), pero ya entonces era tan tramposa que si un producto llevaba soja transgénica debía indicarlo, pero si lo que llevaba era lecitina de soja extraída de soja transgénica, entonces ya no, puesto que era otra cosa. De este modo, hasta el lector de etiquetas más atento puede haber ingerido una cantidad enorme de transgénicos sin ser consciente de ello.
La Genética, he aquí un campo donde el Capital ha apostado con ojos cerrados. Obviamente, pensando en grandes beneficios futuros. Como revela la cita de Mundogar, la apuesta se hizo firme hacia el cambio de milenio. Abarcaba tres frentes: la clonación, la secuenciación del genoma humano y los transgénicos.
La clonación fue un desastre sin paliativos. Duplicaron una oveja que nació vieja y enferma. La pobre Dolly quedó como ejemplo de la suprema ignorancia de los genetistas, que obtuvieron un resultado que se oponía a cuanto habían soñado. Que sepamos, no ha habido más intentos de clonación. Parece que escarmentaron. Parece...
La secuenciación del genoma humano, presentada como uno de los grandes logros de la Humanidad por gente tan dañina como Tony Blair o Bill Clinton , trajo una gran sorpresa. Resultó que el genoma humano contenía un 30% menos de los genes que se suponía que se iban a encontrar. Por supuesto, ese es un resultado inadmisible en cualquier tipo de disciplina científica, un 30% de error no se puede aplicar a un aparato de medición, es un error de concepto, lo que significa volver a replanteárselo todo desde el principio, lo que, desde luego, no sucedió. También es cierto que nada de lo prometido entonces se ha cumplido, quizá por esa maligna tendencia de la realidad a resistirse a acoplarse a esquemas preconcebidos que no funcionan...
Cuestión diferente es la de los transgénicos. Al menos los más sencillos estaban listos para ser comercializados a la vuelta del siglo. Como la semilla Terminator de Monsanto, que era estéril es decir, que obligaba a comprarla año tras año , y que se vendía en el Tercer Mundo. Aparte de eso había “campos experimentales” en los países desarrollados llevados por universidades pero financiados por Monsanto, de los que no se podían conocer sus efectos contaminantes sobre el entorno. Por supuesto, no faltaban catedráticos de esas universidades que saltaban a la palestra para decir que éramos idiotas, ignorantes, o las dos cosas a la vez, pero sin aportar prueba alguna.
No quería dedicarles espacio por su insignificancia, pero en agosto han aparecido en tres periódicos artículos de escépticos[8] que atacan a los críticos de los transgénicos poniéndolos al nivel de los que dicen que los aviones nos fumigan con metales pesados. La crítica a los transgénicos está muy bien argumentada, y si no que se lo digan a The Ecologist, que vio uno de sus números censurado por las denuncias de Monsanto en los tribunales. Afortunadamente fue replicado en muchos países, incluida una edición castellana.
Estos creyentes de la Ciencia repiten lo que leen, pero les falta sentido crítico al elegir sus lecturas. Si fuera malvado, diría que ojalá su vida dependiera de la decisión de un ejecutivo de Monsanto...






[1] Aprovecho aquí para recomendar un libro que me resultó muy inspirador, Thomas S. Kuhn: La estructura de las revoluciones científicas. Publicado por primera vez en 1962, en castellano lo ha editado FCE y la última reedición es del 2014.
[2] Aún hoy basta con observar una botella de Anís del Mono para ver que el mono de la etiqueta tiene la cara de Darwin.
[3] Los profesionales suelen decir que las Matemáticas son bellas, pero a mí siempre me costó encontrarles esa cualidad. Sin embargo disfruté mucho en su momento con el torbellino de ideas que rodeaba a la “hipótesis del continuo”, que creo se puede seguir hoy en Internet sin grandes conocimientos previos. Trata de algo en apariencia tan ilógico como el tamaño de los infinitos, es decir, que hay unos infinitos que son mayores que otros y lo que se deriva de esa constatación...
[4] En algunos casos firmados por viejas estrellas que desconocen una palabra de ese idioma pero a los que rodean becarios deseosos de hacer puntos. Podría dar nombres...
[5] Como curiosidad, el mago autodenominado David Copperfield ha registrado varios de sus trucos que, por cierto, no ha elaborado él sino fabricantes californianos de artículos de magia según sus deseos. Nadie más los puede utilizar sin pagar el canon, pero se puede ver cómo lo hace visitando páginas de Internet que reproducen la patente.
[6] Aunque este en concreto no estaba asociado a ninguna universidad, pero consiguió unos patrocinios muy razonables.
[7] Mundogar era una revista editada por Iberdrola de la que tuve la precaución de guardar este número para comprobar sus predicciones de futuro. Hija de su tiempo cuando Aznar gobernaba con mayoría absoluta y el crédito fluía a raudales , me llamó mucho la atención que en la Carta que hace de editorial, Javier Allende (Director Comercial de Iberdrola entonces) escribiera que “El milenio viene repleto de emociones fuertes, más que de chaquetas metálicas”.  Quien haya leído la novela de Gustav Hasford de ese título o visto la maravillosa película de Stanley Kubrick sabrá que la chaqueta metálica era sólo el revestimiento de un proyectil, sin ninguna otra connotación.
[8] Hay escépticos valientes y escépticos gallinas. Los valientes atacan primero a las creencias más dañinas es decir, las tres religiones monoteístas, la cristiana, la musulmana y la judía , mientras los gallinas se conforman con los homeópatas, los tarotistas,  los videntes y demás anécdotas.