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martes, 31 de enero de 2017

UN FARSANTE Y UNA MOMIA

Se llama Santiago Íñiguez, es presidente de la IE University y decano de la IE Business School y el entrevistador le presenta como “uno de los españoles más reconocidos en el ámbito de la formación empresarial”.
La primera pregunta que se me ocurre es ¿para qué necesita formarse un empresario? Que se miren en el espejo de Trump. Cuanto más ignorante, zafio, despiadado y lleno de prejuicios, mejor te irá en el mundo de los negocios. Por usar una frase que gusta mucho en ese ámbito, conseguirás todo lo que te propongas.
En respuesta a una pregunta dice que “La tecnología está sustituyendo la actividad de carácter manual y rutinaria, y eso hay que agradecerlo, porque sustituye tareas poco enriquecedoras y poco satisfactorias, pero también está generando múltiples empleos que no existían anteriormente, en el terreno de la gestión del entorno digital, del análisis del ‘big data’ o de la gestión global. Hay muchas nuevas funciones que surgen por el desarrollo de la tecnología”.
Es curioso cómo cambian las cosas... El trabajo manual siempre fue el símbolo del trabajo, “con sus propias manos”, se decía en tono de admiración , y hoy es una peste de la que hay que huir. Por otra parte, quizá sea yo muy raro pero prefiero un trabajo rutinario a uno “creativo”. Mis neuronas se resienten y prefiero aplicarlas, por ejemplo, a escribir estas divagaciones que a hacer rico a uno que no me lo va a agradecer y que en cuanto pueda prescindir de mí, me dará la patada en el culo sin mayor solemnidad. Trabajo porque soy tan exquisito que necesito un techo para guarecerme debajo cuando hace frío o llueve y porque no me fían en el supermercado, que si no, iba a trabajar la madre del topo[1]. Me sobran oportunidades satisfactorias y enriquecedoras. De mi educación cristiana recuerdo que el trabajo es una maldición divina y con los años aprendí que la palabra procede de “tripalium”, que era un instrumento de tortura.
Pero la cuestión no es cuáles son mis preferencias. Lo importante aquí es que el orden funcionaba sobre un contrato social: tendrás que trabajar y, a cambio, recibirás un salario que te permitirá mantenerte y darte algún capricho. Así es como funcionaba el invento y lo habíamos interiorizado de tal manera que nos parecía normal dedicar un tercio de tu vida a velar por los intereses de otro que te lo agradecerá siempre por debajo del valor de lo que produces porque si no, no habría ganancia. Pero aquello que nos contaron ya no sirve. El trabajo será un bien escaso por el que habrá que pelear y, una vez obtenido, dar gracias por pertenecer a la categoría de los explotados en lugar de a la de los excluidos[2].
En cuanto a lo del ‘big data’ y demás, veremos que las convicciones son muy firmes pero, según cómo, pueden serlo un poco menos. Parece que aún hay cierto margen...
Y sigue: “Por otro lado, tenemos datos de la UE y EEUU que demuestran el auge del trabajo por cuenta propia, de ‘freelance’ y autónomos. En España el entorno de los autónomos ha sido considerado como marginal desde el punto de vista del interés político, y hay que tomárselo en serio y promoverlo, ya que es algo genuinamente emprendedor. En EEUU, en 2020, una cuarta parte de la población laboral será de trabajadores autónomos. De modo que las grandes corporaciones tendrán menos trabajadores en términos absolutos.
Un momento, se le olvida Cuba, donde han creado una nueva palabra: “cuentapropista”. La cuestión es que, en Cuba, como en el “mundo libre”, no hay otra opción. Ese auge del trabajo por cuenta propia no es una decisión voluntaria de gente que ha decidido ser emprendedora. O bien son falsos autónomos o son los que han sido despedidos y se han quedado al margen y no tienen otra salida  que venderse lo mejor que sepan o puedan.
Y el tipo continúa: “Sin embargo, soy optimista y estoy seguro de que se van a generar nuevas oportunidades, nuevas habilidades y nuevos conocimientos. El reto no es cómo buscar compensaciones económicas para trabajadores cuyo contenido se queda obsoleto sino cómo formar al nuevo perfil de talento para identificar esas nuevas oportunidades. Hay que tomar como referencia la formación continuada”.
Aquí hay un salto mental bastante grande que confieso que me resulta imposible dar. Hablando su jerga estúpida se podría llegar a pensar en el contenido de un trabajo pero ¿el contenido de un trabajador? ¿qué demonios es eso?. Pero queda clara una cosa: no habrá renta básica, subsidio de desempleo indefinido ni ningún otro tipo de compensaciones económicas. Será la ley de la selva. Los fuertes, los talentosos que identifiquen las nuevas oportunidades, sobrevivirán. Los demás, se siente... Y aquí el propagandista se muestra más papista que el Papa, porque sus amos en la cumbre de  Davos  ya se han estado planteando la cuestión de la renta básica universal[3]. Es pura lógica. Si el motor es el consumo, ¿quién echará fuego a la caldera? Claro que en ese Foro Económico Mundial de Davos el mayor defensor del libre comercio fue el delegado del Partido Comunista Chino...
El entrevistador le dice que “El directivo también puede ser reemplazado por los programas informáticos, no solo los trabajadores manuales”.
Respuesta: “Valoro mucho la aportación del ‘big data’ y de los algoritmos a la hora de tomar decisiones, pero el ‘big data’ no es la nueva religión y tampoco el oráculo que va a determinar qué decisión tomar ante dilemas serios. Quizá en Uber un algoritmo pueda coordinar la asignación de servicios, o que el pilotaje de avión se haga por ordenador, pero nadie tomaría una decisión clave en una empresa, ni dejaría una decisión judicial importante, como la del Tribunal Supremo o la de un Tribunal Superior de Justicia en manos de robots o algoritmos. Ya hay algoritmos que están en consejos de administración, pero nadie nombraría presidente del consejo a un algoritmo. Hay estudios que aseguran que los trabajos rutinarios sí serán sustituidos, pero todos los que tengan que ver con una dimensión cualitativa o relacional necesariamente pasarán por la actividad humana”.
Pronto me ocuparé del tema, pero precisamente hace pocos días el Tribunal Supremo ha dictado sentencia diciendo que la intención es irrelevante, que lo que cuenta es la literalidad del mensaje, así que nadie mejor que una máquina para interpretar literalmente.
“Nadie nombraría presidente del consejo a un algoritmo”. ¿Por qué no? Es como cuando dicen que la globalización es irreversible (que este también lo dice, por cierto). La Historia está llena de ejemplos irreversibles a los que se dio vuelta sin mayor problema.  Si cuando hablan de destruir empleos utilizan el eufemismo “reducción de costes laborales”, sin duda los mayores costes laborales son los de los consejos de administración. Ese es un dato objetivo, (solo por hablar como ellos, yo diría que todos los datos son objetivos). ¿No sería, pues, un gran ahorro?
Los trabajos “insustituibles”, aquellos que tienen que ver con “una dimensión cualitativa o relacional”, es decir, los que no se juzgan con cualidades objetivas, son precisamente aquellos que llevan a la ruina a las empresas. Son los de los que sientan en el consejo de administración de una compañía eléctrica a un Ángel Acebes que mintió a conciencia siendo Ministro de Interior cuando los atentados del 11 M y de allí fue a Bankia. Ningún algoritmo recomendaría la contratación de Ángel Acebes, ni aún el más simple. No hace mucho leía que Google y otras grandes compañías de la rama informática están incorporando unos “botones” para apagar los programas por si les da por pensar demasiado...
 “Hay estudios que aseguran”... esta frase es equivalente al “Anunciado en TV” que acompañaba a  algunos productos hace años. Cuando se cuenta con un estudio serio y riguroso, a nadie le importa citarlo, para que todos podamos juzgar su exactitud.



Le presentan como “sin lugar a dudas, el gran historiador catalán vivo”, pero seguramente es porque nació en 1931. También le suelen presentar como “maestro de historiadores” pero supongo que será porque dio clase en la universidad durante muchos años. Josep Fontana militó en el PSUC, la sucursal catalana del PCE nacida para ahogar la revolución anarquista del 36, pero últimamente se ha pasado al catalanismo más vociferante. El periodista dice:
“Hay quien habla directamente del fin del trabajo, porque el sistema ya no podrá ofrecer suficiente ocupación”.
Respuesta: “(...) esto son sandeces. La transformación del trabajo se ha producido siempre. Refiriéndose a los robots, por ejemplo, un economista norteamericano decía que el problema será saber de quién son los robots, a quienes beneficiarán. Es una tontería decir que la desaparición de trabajos mecánicos en la industria puede significar el fin del trabajo. Teóricamente, en una sociedad muy organizada, hay un sector en el cual las capacidades de absorción son ilimitadas. Es el sector servicios. Justamente, una de las enormes diferencias en la respuesta a la crisis de China y de los países occidentales es que la política del estado chino ha sido, en buena medida, la de absorber en el sector servicios buena parte de la gente que se quedaba sin oficio al desaparecer empresas que no eran rentables y que había que suprimir. Es evidente que la robotización puede hacer que se pierdan muchos puestos de trabajo, pero si los robots producen más beneficio, estos beneficios se tendrían que traducir en más impuestos, que permitan dar ocupación a más gente dedicada a servicios sociales. Si algo sabemos que falta en este país son médicos y enfermeros en los hospitales, en cantidad, y aquí no hay ningún robot que los pueda sustituir. Esto del fin del trabajo es una barbaridad. En todo caso, sería la de determinados tipos de trabajo”.
Resulta un poco difícil buscar luz en este batiburrillo conceptual. Por supuesto, lo del impuesto a los robots recuerda mucho a lo de la “Tasa Tobin” con la que tanto nos dieron la paliza a principios de siglo. La idea era imponer una tasa que gravaría las transacciones especulativas. Quedó en  nada, claro. ¿Por qué habrían de pagarla si lo hacen para ahorrar dinero? ¿Por la fuerza de la razón? Por otro lado, ¿está poniendo a China como ejemplo de planificación? Mira, ahí coincide con Mariano Rajoy que alababa su crecimiento al 7% que ya está al seis y pico. ¿Este alaba qué? ¿su organización? ¿su justicia social? ¿su eficiencia? Por no entrar en la cuestión de que, por supuesto, no hay ningún sector donde las capacidades de absorción sean ilimitadas, eso no hay ni que explicarlo.
Resurgen sus viejos fantasmas... Cuando se lee el Manifiesto comunista de Marx y Engels lo primero que llama la atención es que es una defensa cerrada de la eficiencia del capitalismo, al que solo critican por sus aspectos morales. Fontana se ha quedado anclado en esa época y el único capitalismo que se corresponde con el que describían los dos barbudos es el de la China actual. Por otro lado, como alto funcionario que fue, solo entiende que el estado sea quien lo arregle todo, como le ingresaba e ingresa milagrosamente su sustanciosa paga anual. En esto  se parece a Colau, que también da por sentada la inyección de fondos públicos desde su experiencia laboral en ONGs (y aquí la N parece una broma). Y sin embargo, el estado no arregla nada. Él dice que es evidente que faltan médicos y enfermeros y la realidad es que sobran. Cientos de ellos salen cada año con un contrato bajo el brazo hacia lugares donde se les aprecia más. 

Convertido al catalanismo más extremo, en el 2014 Josep Fontana perpetró un bodrio titulado La formació de la identitat. Una história de Catalunya. En El Periódico, (22/10/14) le preguntaban: “¿No habrá traducción?
He dicho que no. Quería explicar cosas a gente que tiene la misma cultura, que ha tenido las mismas experiencias, que se ha encontrado con los mismos problemas y con la que tenemos una visión del mundo compartida, que es lo que acaba fabricando toda esa identidad.
Cualquiera diría que si se han de dar todas esas condiciones es que en realidad no explica nada[4]. Pero el periodista insiste:
¿Se rinde? ¿No hay nada a hacer?
No es eso solo. He escrito este libro pensando en lectores catalanes. Si he de hacer los mismos razonamientos a lectores castellanos, lo tendría que reescribir completamente. Y no sé si vale la pena el esfuerzo.
En fin, ¿qué decir? Los castellanos somos tan subnormales que el amigo Fontana debería reescribir en clave de mi ma má me mi ma, yo a mo a mi ma los razonamientos que los catalanistas cogen al vuelo. Normal que dude ante tan ciclópea tarea...
No sé si debido a su pasado criptocomunista o a su presente de converso al catalanismo más extremo, Fontana figuraba el último en la lista de Ada Colau al Ayuntamiento de Barcelona[5].



[1] Es decir, topota madre.
[2] Y mientras tanto, el anarquismo organizado lleva meses inmerso en un debate sobre el “sindicalismo revolucionario”. Es triste comprobar que las fuerzas que se supone que quieren el cambio sigan analizando el mundo con conceptos decimonónicos.
[3] Héctor G. Barnés: “Lo único que pone de acuerdo a las élites y a Podemos: la renta básica universal”, El Confidencial, 23/01/17.
[4] Aunque quién sabe lo que quería decir el viejo... Es evidente que la entrevista está horriblemente traducida del catalán, basta ver ese doloroso ¿No hay nada a hacer? Lo digo porque en catalán suele utilizarse el verbo explicar como sinónimo de contar. En catalán los chistes no se cuentan, se explican.
[5] Para quien quiera leerlos enteros, Esteban Hernández: “Cómo está afectando a los directivos la llegada del populismo”, El Confidencial, 22/01/17 y Carles Bellsolà: “Josep Fontana: El sistema, tal como funcionaba, ya no convence a la gente”, Público, 21/12/16.

sábado, 20 de agosto de 2016

UNA ANÉCDOTA



El otro día recordaba a Carlo Giuliani, asesinado por los carabinieri el 20 de julio del 2001 mientras participaba en una protesta contra la globalización.
Por aquel entonces asistíamos a una revolución en las comunicaciones que parecía impresionante y que los adolescentes de hoy encontrarían risible. Yo había estrenado teléfono móvil, de tamaño similar al smartphone que utilizo ahora pero diseñado con un poco de sentido común, de forma que en los cinco años que estuvo conmigo jamás se me cayó al suelo. Otro detalle que puede parecer mentira es que pese a que le daba buen uso, apenas necesitaba cargarlo un par de veces por semana. Eso sí, sus prestaciones se reducían a las llamadas y los SMS, de los que cabían veinte en cada bandeja y cuando se alcanzaba la cifra mágica tenías que borrar para que entraran los nuevos. A principios de siglo no había más nubes que las que nos cubrían...
Mi amigo estaba más avanzado que yo y disponía de conexión a Internet en su ordenador casero y coincidió que aquel verano mi compañía telefónica hizo un alarde tecnológico tal que me permitía recibir en el teléfono correos electrónicos como si fueran mensajes sin costo para el emisor, aunque de extensión muy cortita. Una especie de premonición de lo que acabarían siendo WhatsApp y Twitter pero en versión cazurra.
Aquel fin de semana sometimos a dura prueba a ambos. Mi móvil era de prepago y mis finanzas escasas, así que me tocaba visitar de vez en cuando el estanco para recargar de veinte en veinte euros. El fumador acomplejado Zapatero aún no había llegado al poder y el tabaco era barato, así que cuando el estanquero veía que sacabas el móvil del bolsillo se le iluminaba la mirada. Recuerdo que aquel fin de semana me tocó dar un paseo hasta el único estanco que abría el domingo donde vivía entonces.
Era tal nuestra indignación que mi amigo pronto abandonó el ordenador y se lanzó al teléfono porque sentíamos mucha necesidad de expresar nuestra mezcla de asco, estupor y hartazgo. Recuerdo que buena parte de la artillería la concentramos en las crónicas de la enviada especial de RTVE. Todo era criticable en ella, desde su dicción impostada de aspirante a pija[1] hasta su visión esperpéntica del asunto, pasando por su vestimenta a todas luces inapropiada. Era tan risible que su nombre se me quedó grabado para siempre.
Se llamaba Letizia Ortiz.







[1] En inglés hay una palabra que me encanta para definir a este tipo de gente, los wannabe, los que quieren ser pero se les nota demasiado.

sábado, 13 de agosto de 2016

UN NUEVO MUNDO SIN HOJA DE RECLAMACIONES






A la memoria de Carlo Giuliani (1978 – 2001)

Un futuro no buscado

Un opinante muy cualificado de esos que cuando llegas al final del artículo te informan de que es profesor en tal o cual sitio o ha publicado un libro del que hasta entonces te habías pasado muy bien sin él , decía sentir lástima por aquellos que habían confiado en líderes que les habían prometido una vuelta al pasado (es decir, que conservarían sus puestos de trabajo amenazados) frente a los líderes que decían la verdad, que el futuro estaba en la innovación y los servicios asociados a ella. No es una cita literal porque no me tomé la molestia de apuntarla, esta misma monserga se repite a diario mejor o peor expresada. Que el erudito de turno no reparase en la paradoja de que su opinión apareciera en un periódico de papel, de esos que viven en un pasado que les hace perder millones de euros al año, ya nos da una pista sobre los sólidos fundamentos de su análisis.
La globalización, o mundialización, nació como concepto en el cambio de milenio. Iba acompañada de todo un paquete en el que entraban fórmulas como la Sociedad de la Información y el Conocimiento. A falta de mayores méritos se presentaba como inevitable: esto es lo que hay, te guste o no. Vargas Llosa, que aún no era premio Nobel pero que apenas empezaba a manufacturar basura con el mayor descaro, comparaba a los antiglobalización con los “quiebraquilos”, bandas que cuando se introdujo el sistema métrico decimal en Iberoamérica se dedicaban a romper las balanzas nuevas.
La conclusión era clara, no había salida. Era la consecuencia inevitable del “Fin de la Historia” que teorizaba Fukuyama (aunque hace tiempo que se ha desdicho de semejante estupidez). Lo que viene es imparable, mejor adaptarse...
Es curioso, la acusación más grave que se hacía a los promotores de la salida británica de la Unión Europea era que no tenían un plan para el día siguiente[1]. ¿Confiar en la innovación y los servicios asociados a ella es un plan? Pues básicamente similar a confiar en que al Genio le visite la Inspiración... Lo cierto es que nunca existió plan, pues la Globalización no era un programa para el futuro sino la justificación de algo que ya se estaba produciendo entonces: el libre movimiento del capital sin traba alguna.
A ello se ha superpuesto otro fenómeno, las consecuencias de la mal llamada revolución tecnológica, pero no conviene confundirlos. Han coincidido en el tiempo, pero no estaban en el concepto original de la Globalización[2], lo que vendría a probar el carácter improvisado del engendro.

Un pasado con un buen disfraz

Casi tres millones de metros cuadrados, la mitad techados, 37 puertas de entrada distribuidas a lo largo de casi diez kilómetros, 22 kilómetros de carreteras internas, 40 kilómetros de líneas de ferrocarril, otros 40 de cadenas de montaje, 13 kilómetros de vías subterráneas y una población obrera que en los momentos punta lega a 60.000 personas. Ésta es la Mirafiori de 1968, el mayor establecimiento de la FIAT, la fábrica más grande del mundo y el corazón industrial y obrero de Italia[3].
He elegido la Wikipedia en español por ser especialmente lameculos. Se podría definir como la voz de su amo. Resulta sonrojante comprobar la cantidad de artículos que están escritos sin duda por el propio biografiado, sea persona física o jurídica, y que no contienen nota crítica alguna[4]. Leí un artículo sobre el carácter peculiar del consejo editorial de la Wikipedia hispana pero creo que la razón de fondo es la arbitrariedad de las leyes españolas, que permiten emplumar a cualquiera por cualquier cosa[5]. La voz Fiat Mirafiori nos informa de que hoy la fábrica ocupa una superficie de 2.000.000 m². En el interior se extienden 20 kilómetros de líneas de ferrocarril y 11 kilómetros que conectan los distintos almacenes subterráneos. El conocido edificio de oficinas, que da a la Avenida Giovanni Agnelli, es una construcción de cinco plantas de 220 metros de largo, cubierto con piedra blanca de Finale. En la fábrica trabajan 12.000 empleados, de los cuales aproximadamente 5.400 trabajan en el área de carrocerías. Dispone de una capacidad de producción de 1.115 vehículos diarios.
Bien, juguemos a las diferencias. Desde 1968 a hoy se han perdido un millón de m², (el 33%, aunque pronto veremos en qué se han convertido algunos), veinte kilómetros de líneas de ferrocarril (el 50%), dos de vías subterráneas (poco más del 15%) y 48.000 empleados o población obrera, según se mire (el 80%).
Parte del espacio se ha recuperado. En 2006 en la zona norte de la planta, en un área de 70.000 m² se inaugura el mayor espacio de exposición dedicado a los coches en Europa, el denominado Mirafiori Motor Village y en julio del 2007 se reconvirtió el antiguo Taller 83 en el centro Stile Fiat, que a partir del 18 de febrero del 2008 pasó a acoger también la nueva sede de Abarth.
El juego resulta bastante educativo. Es tan evidente que mantener vías férreas que no se utilizan ya es un gasto inútil como que el suelo es un valor que siempre se puede volver a poner en juego. Y los empleados... ¿qué son los empleados?
A los empresarios se les suele denominar de forma imaginativa como creadores de empleo o, en una traducción un poco brusca del inglés, empleadores. No es cierto, claro. Solo los empresarios inteligentes consideran que un sueldo es una inversión. La inmensa mayoría lo consideran un gasto y prescinden de él en cuanto pueden. Las cifras lo dejan claro: en cuanto FIAT pudo sustituirlos, prescindió del 80% de sus trabajadores y si te he visto no me acuerdo.
Por supuesto, los voceros del ahora acusan de ignorantes a los que alertan de la destrucción masiva de puestos de trabajo que conllevará la que ellos llaman cuarta revolución industrial[6]. Según ellos las “revoluciones” anteriores han creado más puestos que los que han destruido. Será verdad (hasta ahora) pero es un argumento tramposo, porque no tienen en cuenta muchas cosas. Por ejemplo, ¿cuánto tiempo pasó hasta que los que se crearon igualaron a los que se destruyeron? ¿Dónde se crearon y dónde se destruyeron? ¿Fue en el pueblo de al lado o fue a tres mil kilómetros? ¿Lo que se creó fue mejor que lo que se destruyó? Porque aquí entran las famosas trampas estadísticas. Aunque vista desde hoy la Industrialización (que no Revolución Industrial) supusiera una elevación de las comodidades, la primera generación que trabajó en las fábricas vivió mucho peor que sus padres[7], una frase que hoy nos suena mucho. Visto desde lejos el pasado parece un camino positivo, pero los números de las estadísticas se componen de personas. Lo resume el viejo chiste: yo me como dos pollos y tú ninguno, según la estadística nos hemos comido uno cada uno.
Pero en esta maravillosa cuarta revolución hay un elemento que rompe con todo lo anterior, la llamada Inteligencia Artificial. No se trata ya de construir máquinas que construyan máquinas sino de desarrollarlas para que programen sin intervención humana. La consecuencia lógica es la falta masiva de trabajo, que podría ser muy bien paliada si nos liberásemos de la esclavitud laboral y nos diésemos al disfrute de lo producido por los armatostes, pero esa parte no se contempla. Solo podrá acceder a los bienes de consumo quien disponga de dinero. Cuesta ver la salida en el planteamiento.

Un presente ilegible

La versión oficial distingue entre ganadores y perdedores[8]. Obviamente, los ganadores son los que aceptan adaptarse a lo que viene, seguros de que encontrarán un hueco en el futuro que hará justicia a su talento mientras los perdedores son los que niegan el cambio inevitable. Decididos a resistir lo irresistible, su mejor imagen política la refleja el populismo.
El populismo, una olla de grillos donde se mezclan el candidato a la presidencia del Partido Republicano estadounidense, conservadores y laboristas británicos en porcentajes inciertos, ultraderechistas tuneados de varios países de Europa, rojillos desteñidos de España o Grecia y todos los gobernantes iberoamericanos que nos caen mal.
Es cierto que si la solución al caos que viene es refugiarse en la patria, apaga y vámonos. Ese es el problema, no tengo una solución mágica. Si la tuviera estaría voceándola por las calles... Me resultaría muy fácil cerrar el texto haciendo un llamamiento a la unión del 99% o del proletariado mundial o de cualquiera de los sujetos históricos que se han propuesto desde hace más de cien años, pero ahora mismo no veo un futuro posible que se parezca a nada de eso. Lo que sí tengo claro es que no estamos obligados a elegir entre Lo Malo y Lo Peor.




[1] Los periodistas prefieren la fórmula el día después. Más allá de líneas rojas u hojas de ruta, la última innovación en ese campo es salir de la zona de confort. A ver cuál es la siguiente...
[2] Hace poco leí que Bill Gates había escrito un libro a mediados de los noventa en el que no decía una sola palabra sobre Internet.
[3] M Bascetta, S. Bonsignori, S. Petrucciani, F. Carlini (eds.): 1968. Una revolución mundial. Reproducido en Mario Moretti: Brigadas Rojas. Entrevista de Carla Mosca y Rossana Rossanda. Akal, (Madrid), 2008 (1ª ed. del 2002), p. 289.
[4] Quien lea inglés puede comprobarlo con una simple comparación entre la voz Amway en inglés y en castellano. Es solo un ejemplo, podría dar decenas más. Por esa única razón suelo citar casi siempre la versión inglesa.
[5] Es un dato poco conocido pero siendo España un país con bajos niveles de delincuencia comparado con los de su entorno, sus porcentajes de presos y policías por habitante son escandalosamente más altos que en cualquier otro. Cuando oigo esa letanía recurrente entre los tertulianos de que la legislación española es “excesivamente garantista” o a los políticos prometer en campaña electoral que van a aumentar el número de policías no sé si echarme a llorar o hacer algo para ganarme un espacio en una celda. Que necesitaría bien poco, claro...
[6] Confieso que perdí la cuenta después de la primera. He oído hablar de la tercera pero nunca he sabido cuál fue la segunda.
[7] Y la segunda mucho peor que sus abuelos, claro.
[8] Reconozco que soy muy tiquismiquis con las traducciones del inglés, pero yo hubiera optado por triunfadores y fracasados.

miércoles, 22 de junio de 2016

EL CHISTE DEL INGENIERO


 Hace unos meses recorté un artículo[1] que me recordaba un viejo chiste que se contaba en las facultades de Ciencias.
Decía así: ¿Cómo demuestran un matemático, un físico y un ingeniero que los números del 1 al 9 son primos? El matemático utiliza el método de inducción: evidente para 1, lo supone para 3, que es 2 + 1, y lo demuestra para 2. El físico dice: el 1 primo, el 2 primo, el 3 primo, el 4 error de medición, el 5 primo, el 6, error de medición, etc.. El ingeniero dice: el 1 es primo, el 2 es primo, el 3 es primo, el 4 es primo, el 5 es primo, el 6 es primo, etc..
El asunto es sencillo y en realidad bastante viejo, aunque reaparece de vez en cuando: “Cuando el gobernador de Kentucky Matt Bevin sugirió el mes pasado que los estudiantes que se gradúan en Literatura Francesa no deberían recibir fondos estatales para su educación universitaria[2], se sumaba a un número creciente de cargos electos que quieren apartar a los estudiantes de las Humanidades para dirigirlos hacia materias más proclives al empleo como la Ingeniería Electrónica”[3]. El senador republicano Marco Rubio pedía “más soldadores y menos filósofos” y hasta la administración del bienaventurado Obama proponía introducir los ingresos tras la graduación como una de las variables para evaluar las 7.000 facultades y universidades del país, lo que ya ha provocado consecuencias en docenas de estados. Un tal Anthony Carnevale, profesor en la Universidad de Georgetown aquella donde Aznar daba clases a alumnos que no entendían una sola palabra de lo que decía explica que “No queremos quitar a Shakespeare, solo hablamos de ayudar a la gente a tomar buenas decisiones. No puedes aprender toda tu vida si no ingresas toda tu vida”[4]. Según él, la diferencia salarial entre los diferentes licenciados podría llegar a los cuatro millones de dólares si se cuenta toda su vida laboral. Al artículo le acompaña un gráfico que ordena una estimación de sueldos para futuros titulados. Encabezado por los ingenieros con 64.500 dólares anuales, lo cierra Education que supongo debe corresponder al Magisterio de aquí , con 34.900. (No quiero insultar a  la inteligencia de mis lectores pero la pregunta es obvia: ¿cómo van a estudiar Ingeniería en el futuro si nadie se dedica a enseñarles a leer y a sumar?).
La primera en la frente. Jeffrey N. Peters, profesor de Literatura Francesa en la Universidad de Kentucky, recordó que Matt Bevin, el gobernador bocazas, se licenció en Japonés y Estudios de Extremo Oriente. Con razón se dice que por la boca muere el pez. En este caso, un besugo de gran tonelaje...
Pero hay más asuntos a tratar. Como dice el propio New York Times, “La educación tiende a justificarse en términos de exploración y realización personal, así como en crear ciudadanos informados que hagan posible una democracia efectiva. Tradicionalmente las Humanidades han sido consideradas cruciales para ambos logros”. Este argumento me toca muy de cerca. Quizá  fuera un ingenuo incorregible y no creo haber mejorado con el tiempo , pero confieso que en su momento fui a la Universidad con el único propósito de aprender. Jamás la consideré como una especie de agencia de colocación de gama alta, que debe ser lo que en realidad aspira a ser, según lo que ella misma declara abiertamente, al menos hoy. Confesaré también que como Templo del Saber me decepcionó profundamente, Todo parecía movido por el enfrentamiento .entre clanes y la magnificación de pequeñas rencillas que acababan convertidas en enormes afrentas. En cualquier caso, si huías de ese decepcionante lado humano, sí tenías oportunidad de aprender, pero solo en la medida en que tú te esforzases en hacerlo.
Ahora bien, fiarlo todo a los intereses inmediatos de las empresas, a esa entidad puramente teórica y realmente inexistente conocida como El Mercado (o en plural, como últimamente se prefiere) es una temeridad, porque ese Mercado ni siquiera se guarda fidelidad a sí mismo.
Consideremos el caso de los arquitectos o los ingenieros de telecomunicaciones. En la segunda mitad del siglo XX eran dos carreras ideales. Las madres antiguas ordenaban a sus  hijas, aún más antiguas que ellas, que procuraran “pescar” uno de esos. Eran carreras muy exigentes y con un acceso muy restringido, de modo que los pocos que conseguían titularse cada año conseguían trabajos muy bien pagados aún antes de terminar sus estudios. Así que las universidades que no impartían esos títulos, llevadas por esa lógica podrida, hicieron un gran esfuerzo para ofertarlos. Se multiplicó la posibilidad de titularse en ambas disciplinas. ¿El resultado? Ante una multiplicación de la mano de obra disponible, los salarios cayeron en picado. Hoy la masa de arquitectos y telecos se dan con un canto en los dientes si llegan a “mileuristas”[5]. ¿Quién garantiza a los ingenieros electrónicos de hoy que cobrarán un salario mínimamente digno dentro de diez años? Nadie. Y desde luego no los que hoy les empujan a elegir esos estudios difíciles y caros, que en su momento les definirán como carentes de empleabilidad y se quedarán tan anchos. Ya lo han hecho antes aunque no parezcan recordarlo hoy. Y, por cierto, tampoco sobra gente que se lo recuerde.
La lectura del artículo me llevó a pensar en Guy Debord, un teórico que volvió a ponerse de moda en ese cambio de siglo en el que los que optaron en masa por las Telecomunicaciones o la Arquitectura sellaban su futuro incierto. Ya desde los ochenta[6] mostraba su preocupación por la conversión de la cultura en mercancía y la posibilidad de nuevas traducciones que en realidad acabaran por ser reescrituras del original. El primer ejemplo de la transformación de una obra de arte en una máquina de recaudar dinero lo pudo ver en vida, cuando los frescos de la Capilla Sixtina no se restauraron de acuerdo con criterios históricos sino de acuerdo con los gustos de contempladores educados a través de las películas de Walt Disney.
Ya no se trata solo de dar al turista lo que espera encontrar, (mostrarle algo con lo que no contaba podría despertarle ciertas dudas), sino que se colocan juntas obras de arte incompatibles entre sí, como el engendro del Patio Herreriano de Valladolid , para que cualquier valoración carezca de sentido. Así que como la gente ya está bastante ocupada, se ofrecen paquetes cerrados. No hace falta que busques, nosotros ya te damos la búsqueda hecha. Este año es Dalí, al otro El Greco, al otro Cervantes. Nosotros te lo ofrecemos todo, bastantes problemas tienes ya ganándote el sueldo... Los lugares que has de visitar, con su alojamiento y opciones gastronómicas incluidas, y los sitios que tienes que ver. Pero no acaba ahí. Del mismo modo que cuando vayas al restaurante de moda un camarero te va a explicar qué vas a comer y cómo debes hacerlo correctamente, dentro de los sitios te ofrecemos unas audioguías para que sepas lo que es realmente importante. Y ahí se ve la paradoja, turistas de tres continentes diferentes, con historias totalmente diversas, miran hacia el mismo sitio porque obedecen a las mismas instrucciones transmitidas por los mismos auriculares en diferentes idiomas. En esta experiencia el historiador molesta. Se convierte en un “tocapelotas” capaz de decir que nuestro plato milenario quizá solo tenga cincuenta años de antigüedad o que esa plaza que hoy permite contemplar la catedral gótica en todo su esplendor nació en el siglo XX después de derribar un par de manzanas de casas antiestéticas pero tan antiguas como la catedral o más...
Y los mismos que guían nuestras visitas guían nuestras lecturas, aunque este sea un territorio más peligroso. Las lecturas se hacen en la intimidad, más protegidas que las visitas turísticas. De momento se ha escogido el terreno de la literatura infantil para experimentar, pero no se están quedando cortos: La tele pública sueca elimina algunos fragmentos de contenido de la serie por considerarlos xenófobos. Parecía que a Pippi Langstrum, la descarada y deslenguada protagonista de la serie que en España triunfó con el título de “Pippi Calzaslargas” nadie le hacía callar, pero no es así. La cadena pública Televisión de Suecia (SVT) ha anunciado que ha eliminado fragmentos de contenido “racista” para la nueva edición restaurada que emitirá en Navidades. Con este retoque Pippi ya no se referirá a su padre como “rey negro”[7] sino simplemente “rey”, y se eliminará la escena en que la pequeña pelirroja jugaba a “hacer el chino” estirándose los párpados. “Nuestro grupo objetivo es el público infantil y creemos que puede ser interpretado como hiriente o despreciativo para los niños que puedan ver y escuchar esto”, señaló en un comunicado la cadena[8]”.
Por supuesto, si los padres tuvieran tiempo para ver la tele con sus hijos en lugar de aparcarlos delante del aparato mientras ellos aprovechan para hacer deprisa las tareas que su trabajo les impide hacer con tranquilidad, podrían explicarles que cuando Pippi cobró vida en el papel, en Suecia los negros y los chinos solo existían en las páginas de las enciclopedias escolares. Y de paso, cómo la aportación posterior de negros y chinos al esfuerzo común llevó a Suecia a ser el país con el que se comparan todos los demás. Pero eso exigiría un poco de tiempo y algo de voluntad. Mejor lo silenciamos y nos quitamos de historias...
Otro ejemplo aún más chusco. En España se le conocía como Guillermo el Travieso, en Gran Bretaña es Just William. Un niño creado por Richmal Crompton que triunfó entre la infancia de muchos países porque era descarado y travieso, lo que cualquier niño que se precie quiere ser. Sus aventuras se presentaban en relatos que acababan recopilados en libros. En 1935 apareció William The Detective, compilación de once aventuras cortas que se reeditó veinte veces entre 1935 y 1967 y alguna más durante los años setenta. Pero en 1986 solo contenía diez. Se había eliminado William and the Nasties, en el que Guillermo trata de convertir su pandilla en una especie de milicia a imitación de las SA nazis para atormentar a un tendero judío. El cuentecillo es una obvia parodia antinazi y, según la Wikipedia inglesa (aunque falta la cita corroborativa), pese a que haya desaparecido en muchos idiomas, permanece en la edición israelí. Bien pudiera ser. Hoy algunas recopilaciones solo contienen nueve, pues también ha desaparecido William and the League of Perfect Love, por presiones de los animalistas de los que se burla. Cuando se abre la caja de los truenos de las ofensas, ¿quién es el guapo que se atreve a cerrarla?
Y aquí vuelvo al ingeniero del chiste. Ese sería su modelo de ciudadano perfecto, alguien dispuesto a declarar con total convicción que el cuatro, el seis, el ocho y el nueve son primos. Sin problemas de conciencia...

Nota final: Este texto, que llevaba un tiempo orbitando entre mis papeles, no solo no ha perdido actualidad sino que la ha ganado. Ahora mismo la Universidad Complutense está embarcada en un ambicioso proyecto de reforma que va exactamente en el mismo sentido. Otra de las consecuencias de la Mundialización (antes llamada Globalización): las malas ideas se transmiten a la velocidad del rayo. Las buenas, a paso de caracol.




[1] “In U.S., a push against liberal arts”, International New York Times, 23/02/16, pp. 14 y 16 (las traducciones son mías).
[2] En el artículo no lo explica porque para sus lectores debe ser evidente, pero no me queda claro si se refiere a becas o a subvenciones públicas a las facultades. Por lo que dice en otros párrafos que no reproduzco, sospecho que es lo segundo, ayudas públicas a las facultades, lo que parece aún más peligroso.
[3] La expresión es job-friendly, que se traduciría literalmente como “amigas del empleo”. Es una de las tendencias del lenguaje oficial de nuestros tiempos, envolver una medida negativa con lenguaje positivo. Cuando entró en vigor la primera ley antitabaco de Zapatero, la que permitía elegir a los bares más pequeños y que, por cierto, Rajoy dijo que iba a recuperar , algunos bares que prohibían fumar colgaban un cartel que decía “espacio libre de humo”. Recuerdo el caso cómico de un sitio especializado en parrilladas con un pésimo sistema de ventilación en el que el humo escapaba amenazador justo por encima del cartel...
[4] En inglés se tiende a rimar estos juegos de palabras. En este caso es You can’t be a lifelong learner if you’re not a lifelong earner. No se me ocurre mejor prueba de que Carnevale abandonó a Shakespeare y a los demás hace muchísimo tiempo...
[5] Entre los arquitectos se ha producido una polarización extrema similar a la que se puede observar en el periodismo. Calatrava o Cebrián se forran mientras los jóvenes han de buscar otro trabajo solo para poder comer. Otro ejemplo de “carrera del futuro” cuyos salarios cayeron en picado es la Informática, que era la estrella cuando yo me decidí por una de las más raras que había en oferta...
[6] Guy Debord se quitó la vida en el otoño de 1994. Padecía una enfermedad degenerativa e incurable derivada de su alcoholismo. Como dijo él mismo, no era una enfermedad que se contrajera por un descuido, sino que necesitaba muchos años de dedicación constante.
[7] Por lo que he leído en otros lados, en realidad la expresión sería “rey de los negros”, lo que resulta más coherente, pues no obliga a que el monarca sea de piel negra.
[8]“Pippi Calzaslargas” censurada por racista”. El Periódico, 29/09/14. Hasta ahora se han conformado con la televisión, pero nada asegura que los libros queden a salvo en el futuro.