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lunes, 27 de febrero de 2017

VIEJAS IDEAS NUEVAS

Si quieres, puedes

El año pasado asistí a un cursillo de esos a los que tenemos que asistir de vez en cuando los que trabajamos para otros o los que no tienen plaza fija en alguna de las múltiples administraciones, por aquello de la importancia de la formación continua, que viene a ser una especie de ITV que sufrimos con resignación. El conferenciante[1] nos ilustró sobre la reciente teoría del 90/10. Este nuevo hallazgo se resume en que cuando tú te propones algún objetivo, tan solo el diez por ciento son condiciones que escapan a tu control, el otro noventa por ciento depende de ti. Y esta casilla se puede llenar con toda la basura optimista que se nos ocurra: afán de superación, constancia, desprecio al fracaso, creencia en las propias posibilidades... Vamos, el viejísimo “si quieres, puedes”. Sin embargo, es tan evidente que por mucho que yo me esfuerce jamás podré correr los cien metros lisos por debajo de los diez segundos o que tampoco podré levantar una pesa de ciento cincuenta kilos...

Por supuesto, lo interesante de esta frase no es su afirmación radiante y luminosa de la creencia en uno mismo sino su negación. Si no has podido, es porque no has querido lo suficiente, es decir, una vez más, la culpa es tuya. Sí, no hay que decirlo, la idea no tiene nada de nuevo. Los que venimos de una herencia judeocristiana sabemos que ya hemos nacido con un pecado, por lo que pueda pasar. Por eso hay que montar catarsis públicas como la del fin de semana pasado aquí donde yo vivo, donde ciento sesenta mil o medio millón (¿qué importa la exactitud ante semejante gesto?) salieron a proclamar que ellos son buenos aunque los gobernantes sean malos.
Lo he escrito más arriba, lo de que no hay límites es una idea más vieja que el mundo. De ella dan testimonio los relatos de milagros y héroes y los libros de magia. Sin embargo parece que ahora tiene más éxito que nunca, lejos queda ese sabio dicho de “fíate de la Virgen y no corras”. Y es que, (esta idea merecería más espacio y quizá alguna vez se lo dedique) me da la impresión de que en estos tiempos recientes la frontera entre realidad y ficción se está borrando a una velocidad alarmante. La demostración más cruda la proporcionan las páginas de Internet que recogen autofotos que se hicieron algunos creyentes en sus posibilidades de burlar los límites, segundos antes de morir[2].

Curiosamente, la gente que vivía en siglos anteriores, a la que estos miran con condescendencia como unos pobrecillos que nacieron “en la época equivocada”, sí tenía claros los códigos de lectura. Si leían una crónica en la que se decía que los cristianos habían matado a trescientos mil moros sin sufrir baja alguna gracias a la intercesión del apóstol Santiago, ya entendían que la batalla se ganó porque los cristianos tuvieron el viento a favor y mientras las flechas del enemigo se perdían en el trayecto, las propias contaban con un impulso suplementario.

Nunca como ahora

Pero pese a tanta inyección de moral somos pesimistas, ese es el diagnóstico. Los que trabajan por nuestro bien se han dado cuenta. La gente refunfuña de todo, se queja, no está contenta. Le ha dado por decir que la corrupción, la mentira y el despilfarro lo invaden todo, desde la Universidad Rey Juan Carlos hasta la familia del propio rey Juan Carlos. Hasta el Papa está asustado con lo que ve en su propia casa... Miremos donde miremos, no vemos más que escenarios deprimentes y Trump solo es la imagen que condensa el malestar pero los expertos, que no son tontos, saben que antes de la llegada del hombre de la mofeta en la cabeza también andábamos cabizbajos y renqueantes. Por tanto, descartan la salida fácil, que sería decir odiad a Trump, que es el causante de todos los males, pues saben que tendría corta vida.

Así que últimamente les ha dado por glosar lo bien que vivimos, visto en perspectiva. Que si el hambre y la pobreza han retrocedido, que si avanza la alfabetización, que si nunca ha habido menos violencia, como recordaba hace poco un tonto egregio[3]. Parece que siguen un guión escrito por otros, y bien pudiera ser[4]... En cualquier caso, la idea a retener es que nunca se ha vivido mejor que ahora, la Humanidad jamás ha estado mejor. Y por uno de esos azares del destino, descubro que no hacen sino reproducir un argumento que ya se usaba en Inglaterra cinco años atrás, pues según decía el número de navidad de 2012 de la revista The Spectator: “Puede que no se perciba así, pero 2012 ha sido el año más extraordinario en la historia mundial. Puede parecer una afirmación extravagante, pero los datos la corroboran. Nunca ha habido menos hambre, menos enfermedad ni más prosperidad. Occidente sigue en su bache económico, pero casi todos los países en vías de desarrollo progresan rápidamente, y la gente sale de la pobreza a un ritmo como nunca se recuerda. Las víctimas mortales de la guerra y de los desastres naturales felizmente también han sido bajas. Vivimos en una edad de oro”[5].



En fin, tanto Gibraltar español y siguen mirándose en el espejo británico como palurdos que salen de casa por primera vez. Hasta Rajoy dijo que quería hacer de RTVE una cadena como la BBC que, por cierto, tampoco es ya una cosa extraordinaria. Algunas alcaldías están contratando asesores dotados de poderes mágicos para conseguir que las compañías radicadas en Londres se trasladen por arte de birlibirloque a su ciudad, sin dudar de que conseguirán tan dudoso objetivo. ¡Qué demonios, es la ley del 90/10!
Está claro, el que no se consuela es porque no quiere, en los países donde una parte importante de la población ha pasado de ganar un dólar diario a un dólar y medio ha aumentado su poder adquisitivo en un cincuenta por ciento, lo que es un considerable avance de la distribución de la riqueza que redunda en un enorme beneficio para la Humanidad en su conjunto.
Puede ser que haya elegido muy mal a la gente con la que me relaciono, pero diría que el noventa y cinco por ciento de ellos[6] están dispuestos a declarar que vivían mejor hace diez o quince años...





[1] Un tipo que tuvo la osadía de atribuir a Quevedo una frase de Antonio Machado (“solo el necio confunde valor y precio”). Fue muy divertido, una pequeña satisfacción después de asistir a semejante tabarra. Cuando le hice notar que se había equivocado de autor, me respondió citando al Quevedo de los chistes: Sí, sí, Quevedo, el de “entre el clavel y la rosa, su majestad escoja”. Después me sopló un colega que mientras este la pifiaba, su compañero buscaba la cita en el portátil y le hacía un gesto de “cambia de tema”. Desde luego, nadie está obligado a conocer la obra de Quevedo o la de Machado, pero sí parece buena práctica centrarse en lo que uno conoce...
[2] Son tan deprimentes que no voy a dar referencias, pero encontrarlas es muy sencillo.
[3] El mismo que habla del fin de nuestra civilización cuando hay un atentado. ¿En qué quedamos?
[4] No me gustan las teorías de la conspiración, que pienso que tratan de atribuir un orden, aunque sea “diabólico”, al caos en que vivimos pero por una circunstancia que me involucró casi directamente (un suicidio en la acera de enfrente de donde me encontraba), acabé descubriendo que cuando comenzó la crisis los editores de los principales diarios suscribieron un pacto con el gobierno para no informar sobre suicidios, por miedo a la imitación y por ser una noticia que bajaría la moral colectiva. Sucedió bajo la presidencia de Zapatero pero parece que Rajoy no renegó de esa parte de la herencia.
[5] Citado en Slavoj Žiżek: Problemas en el paraíso. Del fin de la historia al fin del capitalismo, Anagrama, (Barcelona), 2016, p. 27s.
[6] Excluidos los funcionarios de carrera, que quizá no debieran sentirse tan optimistas si contemplasen las barbas rapadas de sus vecinos griegos.

martes, 31 de enero de 2017

UN FARSANTE Y UNA MOMIA

Se llama Santiago Íñiguez, es presidente de la IE University y decano de la IE Business School y el entrevistador le presenta como “uno de los españoles más reconocidos en el ámbito de la formación empresarial”.
La primera pregunta que se me ocurre es ¿para qué necesita formarse un empresario? Que se miren en el espejo de Trump. Cuanto más ignorante, zafio, despiadado y lleno de prejuicios, mejor te irá en el mundo de los negocios. Por usar una frase que gusta mucho en ese ámbito, conseguirás todo lo que te propongas.
En respuesta a una pregunta dice que “La tecnología está sustituyendo la actividad de carácter manual y rutinaria, y eso hay que agradecerlo, porque sustituye tareas poco enriquecedoras y poco satisfactorias, pero también está generando múltiples empleos que no existían anteriormente, en el terreno de la gestión del entorno digital, del análisis del ‘big data’ o de la gestión global. Hay muchas nuevas funciones que surgen por el desarrollo de la tecnología”.
Es curioso cómo cambian las cosas... El trabajo manual siempre fue el símbolo del trabajo, “con sus propias manos”, se decía en tono de admiración , y hoy es una peste de la que hay que huir. Por otra parte, quizá sea yo muy raro pero prefiero un trabajo rutinario a uno “creativo”. Mis neuronas se resienten y prefiero aplicarlas, por ejemplo, a escribir estas divagaciones que a hacer rico a uno que no me lo va a agradecer y que en cuanto pueda prescindir de mí, me dará la patada en el culo sin mayor solemnidad. Trabajo porque soy tan exquisito que necesito un techo para guarecerme debajo cuando hace frío o llueve y porque no me fían en el supermercado, que si no, iba a trabajar la madre del topo[1]. Me sobran oportunidades satisfactorias y enriquecedoras. De mi educación cristiana recuerdo que el trabajo es una maldición divina y con los años aprendí que la palabra procede de “tripalium”, que era un instrumento de tortura.
Pero la cuestión no es cuáles son mis preferencias. Lo importante aquí es que el orden funcionaba sobre un contrato social: tendrás que trabajar y, a cambio, recibirás un salario que te permitirá mantenerte y darte algún capricho. Así es como funcionaba el invento y lo habíamos interiorizado de tal manera que nos parecía normal dedicar un tercio de tu vida a velar por los intereses de otro que te lo agradecerá siempre por debajo del valor de lo que produces porque si no, no habría ganancia. Pero aquello que nos contaron ya no sirve. El trabajo será un bien escaso por el que habrá que pelear y, una vez obtenido, dar gracias por pertenecer a la categoría de los explotados en lugar de a la de los excluidos[2].
En cuanto a lo del ‘big data’ y demás, veremos que las convicciones son muy firmes pero, según cómo, pueden serlo un poco menos. Parece que aún hay cierto margen...
Y sigue: “Por otro lado, tenemos datos de la UE y EEUU que demuestran el auge del trabajo por cuenta propia, de ‘freelance’ y autónomos. En España el entorno de los autónomos ha sido considerado como marginal desde el punto de vista del interés político, y hay que tomárselo en serio y promoverlo, ya que es algo genuinamente emprendedor. En EEUU, en 2020, una cuarta parte de la población laboral será de trabajadores autónomos. De modo que las grandes corporaciones tendrán menos trabajadores en términos absolutos.
Un momento, se le olvida Cuba, donde han creado una nueva palabra: “cuentapropista”. La cuestión es que, en Cuba, como en el “mundo libre”, no hay otra opción. Ese auge del trabajo por cuenta propia no es una decisión voluntaria de gente que ha decidido ser emprendedora. O bien son falsos autónomos o son los que han sido despedidos y se han quedado al margen y no tienen otra salida  que venderse lo mejor que sepan o puedan.
Y el tipo continúa: “Sin embargo, soy optimista y estoy seguro de que se van a generar nuevas oportunidades, nuevas habilidades y nuevos conocimientos. El reto no es cómo buscar compensaciones económicas para trabajadores cuyo contenido se queda obsoleto sino cómo formar al nuevo perfil de talento para identificar esas nuevas oportunidades. Hay que tomar como referencia la formación continuada”.
Aquí hay un salto mental bastante grande que confieso que me resulta imposible dar. Hablando su jerga estúpida se podría llegar a pensar en el contenido de un trabajo pero ¿el contenido de un trabajador? ¿qué demonios es eso?. Pero queda clara una cosa: no habrá renta básica, subsidio de desempleo indefinido ni ningún otro tipo de compensaciones económicas. Será la ley de la selva. Los fuertes, los talentosos que identifiquen las nuevas oportunidades, sobrevivirán. Los demás, se siente... Y aquí el propagandista se muestra más papista que el Papa, porque sus amos en la cumbre de  Davos  ya se han estado planteando la cuestión de la renta básica universal[3]. Es pura lógica. Si el motor es el consumo, ¿quién echará fuego a la caldera? Claro que en ese Foro Económico Mundial de Davos el mayor defensor del libre comercio fue el delegado del Partido Comunista Chino...
El entrevistador le dice que “El directivo también puede ser reemplazado por los programas informáticos, no solo los trabajadores manuales”.
Respuesta: “Valoro mucho la aportación del ‘big data’ y de los algoritmos a la hora de tomar decisiones, pero el ‘big data’ no es la nueva religión y tampoco el oráculo que va a determinar qué decisión tomar ante dilemas serios. Quizá en Uber un algoritmo pueda coordinar la asignación de servicios, o que el pilotaje de avión se haga por ordenador, pero nadie tomaría una decisión clave en una empresa, ni dejaría una decisión judicial importante, como la del Tribunal Supremo o la de un Tribunal Superior de Justicia en manos de robots o algoritmos. Ya hay algoritmos que están en consejos de administración, pero nadie nombraría presidente del consejo a un algoritmo. Hay estudios que aseguran que los trabajos rutinarios sí serán sustituidos, pero todos los que tengan que ver con una dimensión cualitativa o relacional necesariamente pasarán por la actividad humana”.
Pronto me ocuparé del tema, pero precisamente hace pocos días el Tribunal Supremo ha dictado sentencia diciendo que la intención es irrelevante, que lo que cuenta es la literalidad del mensaje, así que nadie mejor que una máquina para interpretar literalmente.
“Nadie nombraría presidente del consejo a un algoritmo”. ¿Por qué no? Es como cuando dicen que la globalización es irreversible (que este también lo dice, por cierto). La Historia está llena de ejemplos irreversibles a los que se dio vuelta sin mayor problema.  Si cuando hablan de destruir empleos utilizan el eufemismo “reducción de costes laborales”, sin duda los mayores costes laborales son los de los consejos de administración. Ese es un dato objetivo, (solo por hablar como ellos, yo diría que todos los datos son objetivos). ¿No sería, pues, un gran ahorro?
Los trabajos “insustituibles”, aquellos que tienen que ver con “una dimensión cualitativa o relacional”, es decir, los que no se juzgan con cualidades objetivas, son precisamente aquellos que llevan a la ruina a las empresas. Son los de los que sientan en el consejo de administración de una compañía eléctrica a un Ángel Acebes que mintió a conciencia siendo Ministro de Interior cuando los atentados del 11 M y de allí fue a Bankia. Ningún algoritmo recomendaría la contratación de Ángel Acebes, ni aún el más simple. No hace mucho leía que Google y otras grandes compañías de la rama informática están incorporando unos “botones” para apagar los programas por si les da por pensar demasiado...
 “Hay estudios que aseguran”... esta frase es equivalente al “Anunciado en TV” que acompañaba a  algunos productos hace años. Cuando se cuenta con un estudio serio y riguroso, a nadie le importa citarlo, para que todos podamos juzgar su exactitud.



Le presentan como “sin lugar a dudas, el gran historiador catalán vivo”, pero seguramente es porque nació en 1931. También le suelen presentar como “maestro de historiadores” pero supongo que será porque dio clase en la universidad durante muchos años. Josep Fontana militó en el PSUC, la sucursal catalana del PCE nacida para ahogar la revolución anarquista del 36, pero últimamente se ha pasado al catalanismo más vociferante. El periodista dice:
“Hay quien habla directamente del fin del trabajo, porque el sistema ya no podrá ofrecer suficiente ocupación”.
Respuesta: “(...) esto son sandeces. La transformación del trabajo se ha producido siempre. Refiriéndose a los robots, por ejemplo, un economista norteamericano decía que el problema será saber de quién son los robots, a quienes beneficiarán. Es una tontería decir que la desaparición de trabajos mecánicos en la industria puede significar el fin del trabajo. Teóricamente, en una sociedad muy organizada, hay un sector en el cual las capacidades de absorción son ilimitadas. Es el sector servicios. Justamente, una de las enormes diferencias en la respuesta a la crisis de China y de los países occidentales es que la política del estado chino ha sido, en buena medida, la de absorber en el sector servicios buena parte de la gente que se quedaba sin oficio al desaparecer empresas que no eran rentables y que había que suprimir. Es evidente que la robotización puede hacer que se pierdan muchos puestos de trabajo, pero si los robots producen más beneficio, estos beneficios se tendrían que traducir en más impuestos, que permitan dar ocupación a más gente dedicada a servicios sociales. Si algo sabemos que falta en este país son médicos y enfermeros en los hospitales, en cantidad, y aquí no hay ningún robot que los pueda sustituir. Esto del fin del trabajo es una barbaridad. En todo caso, sería la de determinados tipos de trabajo”.
Resulta un poco difícil buscar luz en este batiburrillo conceptual. Por supuesto, lo del impuesto a los robots recuerda mucho a lo de la “Tasa Tobin” con la que tanto nos dieron la paliza a principios de siglo. La idea era imponer una tasa que gravaría las transacciones especulativas. Quedó en  nada, claro. ¿Por qué habrían de pagarla si lo hacen para ahorrar dinero? ¿Por la fuerza de la razón? Por otro lado, ¿está poniendo a China como ejemplo de planificación? Mira, ahí coincide con Mariano Rajoy que alababa su crecimiento al 7% que ya está al seis y pico. ¿Este alaba qué? ¿su organización? ¿su justicia social? ¿su eficiencia? Por no entrar en la cuestión de que, por supuesto, no hay ningún sector donde las capacidades de absorción sean ilimitadas, eso no hay ni que explicarlo.
Resurgen sus viejos fantasmas... Cuando se lee el Manifiesto comunista de Marx y Engels lo primero que llama la atención es que es una defensa cerrada de la eficiencia del capitalismo, al que solo critican por sus aspectos morales. Fontana se ha quedado anclado en esa época y el único capitalismo que se corresponde con el que describían los dos barbudos es el de la China actual. Por otro lado, como alto funcionario que fue, solo entiende que el estado sea quien lo arregle todo, como le ingresaba e ingresa milagrosamente su sustanciosa paga anual. En esto  se parece a Colau, que también da por sentada la inyección de fondos públicos desde su experiencia laboral en ONGs (y aquí la N parece una broma). Y sin embargo, el estado no arregla nada. Él dice que es evidente que faltan médicos y enfermeros y la realidad es que sobran. Cientos de ellos salen cada año con un contrato bajo el brazo hacia lugares donde se les aprecia más. 

Convertido al catalanismo más extremo, en el 2014 Josep Fontana perpetró un bodrio titulado La formació de la identitat. Una história de Catalunya. En El Periódico, (22/10/14) le preguntaban: “¿No habrá traducción?
He dicho que no. Quería explicar cosas a gente que tiene la misma cultura, que ha tenido las mismas experiencias, que se ha encontrado con los mismos problemas y con la que tenemos una visión del mundo compartida, que es lo que acaba fabricando toda esa identidad.
Cualquiera diría que si se han de dar todas esas condiciones es que en realidad no explica nada[4]. Pero el periodista insiste:
¿Se rinde? ¿No hay nada a hacer?
No es eso solo. He escrito este libro pensando en lectores catalanes. Si he de hacer los mismos razonamientos a lectores castellanos, lo tendría que reescribir completamente. Y no sé si vale la pena el esfuerzo.
En fin, ¿qué decir? Los castellanos somos tan subnormales que el amigo Fontana debería reescribir en clave de mi ma má me mi ma, yo a mo a mi ma los razonamientos que los catalanistas cogen al vuelo. Normal que dude ante tan ciclópea tarea...
No sé si debido a su pasado criptocomunista o a su presente de converso al catalanismo más extremo, Fontana figuraba el último en la lista de Ada Colau al Ayuntamiento de Barcelona[5].



[1] Es decir, topota madre.
[2] Y mientras tanto, el anarquismo organizado lleva meses inmerso en un debate sobre el “sindicalismo revolucionario”. Es triste comprobar que las fuerzas que se supone que quieren el cambio sigan analizando el mundo con conceptos decimonónicos.
[3] Héctor G. Barnés: “Lo único que pone de acuerdo a las élites y a Podemos: la renta básica universal”, El Confidencial, 23/01/17.
[4] Aunque quién sabe lo que quería decir el viejo... Es evidente que la entrevista está horriblemente traducida del catalán, basta ver ese doloroso ¿No hay nada a hacer? Lo digo porque en catalán suele utilizarse el verbo explicar como sinónimo de contar. En catalán los chistes no se cuentan, se explican.
[5] Para quien quiera leerlos enteros, Esteban Hernández: “Cómo está afectando a los directivos la llegada del populismo”, El Confidencial, 22/01/17 y Carles Bellsolà: “Josep Fontana: El sistema, tal como funcionaba, ya no convence a la gente”, Público, 21/12/16.

domingo, 27 de noviembre de 2016

... Y NADA MÁS QUE LA VERDAD

Resulta que el Diccionario Oxford ha elegido post – truth como palabra del año y a los medios mundiales les ha faltado tiempo para hacerse eco. En castellano parece que se transcribirá como posverdad y significa “que denota circunstancias en las cuales los hechos objetivos influyen menos en la formación de la opinión pública que los llamamientos a la emoción y a la creencia personal”.
Aunque según se dice la palabra ya se había utilizado antes, la definición propuesta parece claramente inspirada por el referéndum británico y la elección de Donald Trump. En este caso Colombia u Holanda no cuentan porque para ciertos ambientes culturales anglosajones lo que no habla inglés simplemente no existe.
Desde luego, los periódicos que la han jaleado se sitúan automáticamente en el otro lado, en el que valora los hechos objetivos y no la emoción o las creencias. Son como esos que se hartan de llamar tonto a todo el mundo, ni se les pasa por la cabeza la posibilidad de pertenecer al grupo. Así que me ha dado por revisar al más serio entre los serios para ver exactamente en qué momento se encuentra respecto a la verdad, si anterior, coetáneo o posterior. Tampoco he buscado exhaustivamente, me he contentado con tres ejemplos pero desechando muchos para no aburriros[1].
Julio Carabaña es profesor de Sociología en la UCM y autor de un libro titulado Pobres y ricos. En su artículo trata de demostrar que la desigualdad no ha crecido utilizando “el índice de Gini (0, cuando todos consiguen lo mismo, y 100, cuando uno se lo queda todo)”.
Comienza retador: “La teoría (o la ideología, o la narrativa) dominante dice que la globalización aumenta la desigualdad y que la desigualdad produce populismo, nacionalismo y xenofobia, con etiquetas de derecha y de izquierda. Pero ¿y si la desigualdad no hubiera aumentado, o no hubiera aumentado tanto, o hubiera aumentado por razones distintas de la globalización?”. Fuerte apuesta, pardiez. Dejaremos de lado que el aumento de la desigualdad no suele achacarse a la globalización sino al neoliberalismo para no chafarle el argumento. Aunque sí desvelaré el final, porque lo que interesa es el argumento central. Sí, desde luego, era obvio, la desigualdad no ha aumentado. Lo mejor es cómo lo prueba. Resulta que en España el índice de Gini no ha aumentado desde mediados de los 90. “Como apuntaba la OCDE, el aumento de la desigualdad en España durante la crisis puede reducirse a un fenómeno mucho más simple, el aumento de la pobreza. Los pobres severos pasaron de ser el 2% de la población en 2007 a ser el 5% en 2009 y 2013. En la misma magnitud que han aumentado los pobres severos han disminuido también las clases medias”. Que quede claro.
Es posible por tanto hablar de un populismo  genérico. Hay sin embargo dos grandes diferencias entre los populismos de derechas y de izquierdas. Primero, obviamente, las políticas: “Podemos y el Frente Nacional tienen en común que dirigen sus ataques contra una élite liberal que creen responsable de los problemas. Difieren en el tipo de problemas que identifican y enfatizan, y en las soluciones que ofrecen”, dice Benjamin Stanley, profesor en la Universidad SWPS de Varsovia (Polonia)[2].
Así que ven la realidad de forma diferente y, como es lógico, tampoco coinciden en las medidas a tomar. Entonces ¿en qué coinciden? En culpar a una élite liberal. Por supuesto, aquí hay una polisemia que el muy conocido en su casa a la hora de comer Benjamin Stanley no se ocupa en precisar, porque liberal en Estados Unidos significa izquierdista mientras que en Europa se refiere a los economistas de extrema derecha que celebran cada despido considerándolo una “reducción de costes laborales”. Cuando tanto el PSOE como Ciudadanos dijeron en voz alta y con todas las letras que nunca apoyarían un gobierno con Mariano Rajoy de presidente caían en esa definición tan laxa de populismo. Suerte que la prudencia les hizo rectificar...
La última aportación la proporciona Steve Roberts, de la Singularity University, una universidad apoyada por Google y la NASA según la misma lógica que alumbró la Trump University. Una universidad que ofrece un programa que cuesta 14.000 dólares y tiene una duración de seis días. Según Roberts, “ofrecemos una experiencia que cambia tu mentalidad, que transforma a la gente y cuando se marchan no vuelven a ser los mismos”.
Cierto que hace tres mil años que los alquimistas vienen prometiendo esto mismo, pero no eran tan insensatos como para asegurar resultados en una semana. Ellos requerían toda una vida, por eso siempre se pinta a los alquimistas como ancianos...

Y de tal universidad, tales sabios. El susodicho Roberts responde a una pregunta diciendo que “Hace 50 años éramos granjeros. Todos estábamos preocupados porque las máquinas nos quietarían (sic) el trabajo, era la única manera de ganar dinero: tener una granja y vender comida”.
Hasta en un país tan industrialmente atrasado como España que levante la mano el que en 1966 sus padres o sus abuelos vivían de tener una granja y vender comida...
La pregunta es: si no están en la posverdad ni en la verdad, ¿estarán en la preverdad?




[1] Todos proceden de El País. Aquí van por orden de mención: Julio Carabaña: “¿Y si la desigualdad no ha crecido?” (22/11/16), Jordi Pérez Colomé y Kiko Llaneras: “De Trump a Podemos, qué es el populismo” (14/11/16) y Ana Torres Menárguez: “La mayoría de universidades del mundo van a desaparecer” (25/10/16).
[2] Encuentro un poco triste que El País se vea obligado a aclarar a sus actuales lectores que Varsovia está en Polonia. Aún recuerdo la lluvia de cartas de indignación que recibió un redactor de El País Semanal hace ya unos cuantos años (demasiados, según parece) por escribir “ad divinis” en lugar de “a divinis”.

miércoles, 16 de noviembre de 2016

EL PROBLEMA TRUMP



No me refiero a que sea tan bravucón como Theodore Roosevelt, tan misógino como el Kennedy al que adora Albert Rivera o tan desconocedor del mundo como Ronald Reagan. Me refiero a los diferentes dilemas que han ido encarando los medios a raíz de su elección.
El primero es que no era posible. Todos apostaban por la victoria de Hillary Clinton[1], aunque unos cuantos digan ahora que ya lo habían advertido pero guardándose mucho de precisar cuándo y dónde. No tendré el mal gusto de citar a los que el mismo día de las votaciones hablaban de que Clinton tenía mucho voto oculto o al que unos días antes publicó un artículo explicando su futura política, dado que la posibilidad de la victoria de Trump se había esfumado como una broma de mal gusto.
Estaban los precedentes, que para ellos son Gran Bretaña y Colombia. Olvidan Holanda, que fue su primer revolcón del año, y malos cestos haremos con esos mimbres si su memoria no alcanza hasta abril. Ya ni siquiera recuerdan cuánto despreciaron a los votantes holandeses y las lecciones que les dieron y si con Trump pueden defenderse diciendo que ninguna encuesta le daba ganador, en Gran Bretaña todas las encuestas daban vencedor al y las ignoraron como una leve molestia.
Esta es la raíz del problema, que unos simples opinantes se hayan creído creadores de opinión. Como yo pienso que la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea es contraproducente y lo explico con bellos argumentos, los votantes se van a comportar como yo predigo. Pero luego es que no y entonces viene el golpe.
Hasta la semana pasada lo habían solventado con el expediente de decir que los que habían elegido la opción triunfante pero incorrecta eran analfabetos democráticos, guiados por bajos instintos, engañados por las mentiras de unos demagogos sin conciencia...
(Un inciso: les llamaban analfabetos democráticos porque no tienen el valor de llamarles claramente analfabetos. Y sin embargo la estadística es clara, en España un 50% de la población es analfabeta funcional. Están alfabetizados pero no leen. Ni un libro al año, uno de cada dos. Y en el resto del mundo “desarrollado” es parecido, de ahí por ejemplo el éxito de Facebook que, como indica su nombre, es un lugar para compartir fotos. Aunque la acompañen comentarios, lo importante es la imagen. Pero no se atreven a denunciar el analfabetismo porque piensan que resulta clasista. Así de ridículos y cobardes son)
Ese debía ser el guión ahora. Ridiculizar a los votantes de Trump como unos patanes incultos con poco cerebro, como los británicos o los ya olvidados holandeses. Pero el único que lo cumplió fue John Carlin, al que aprecio más bien poco pero debo alabar su coherencia. La expresión analfabetos democráticos está tomada a la letra del artículo que publicó al poco de la victoria del que todos sabíamos que iba a perder.
Pero había un problema... Vale que la coherencia dictaba seguir denunciando este error en el mismo tono que los anteriores pero en este caso hay una diferencia no menor. Los ejemplos pasados eran fruto de la mal llamada democracia directa, que como todos sabemos porque ellos nos lo han enseñado con grandes argumentos , es lo peor del mundo. Pero ahora estamos hablando de la democracia representativa, la que nunca se equivoca. La que hasta ayer conseguía el milagro de que los que son incultos, primarios, fáciles de engañar o directamente imbéciles cuando responden a una pregunta se conviertan en sabios, sensatos y equilibrados cuando eligen para que les represente a quien no les conoce de nada y que en adelante no solicitará su opinión para decidir sobre ningún tema. Y encima estamos hablando de Estados Unidos, una de las cunas de la democracia[2]. Quieto parao, hay que rebobinar...
Y vaya si han rebobinado. Hasta el principio.
Por supuesto, está descartado que haya sesenta millones de analfabetos democráticos en Estados Unidos. O de patanes, racistas, xenófobos o ilusos. Hay que hacer estudios más detenidos. Y encima hay que integrar datos molestos en el análisis, como que más del 50% de las votantes votaron por Trump, un machista, misógino etc[3]. Estados Unidos es una sociedad muy individualista y la gente se guía por sus intereses personales. Una trabajadora de una de esas empresas bajo amenaza de cierre que Trump ha prometido rescatar seguramente pensará más en su vejez que en las modelos a las que el hoy presidente electo tocó el culo sin su permiso. Y también hubo latinos[4] que votaron por él. ¿Traición? Pues no. Simplemente que ellos no son ilegales y saben que lo de la expulsión no les amenaza, de hecho podría beneficiarles[5]. Pero la campaña de regeneración del votante trumpista ya está en marcha y ello implica atacar a los que osaron tratarles como si fueran votantes de un referéndum.
Y hay que rehabilitar al propio Trump, porque la vieja democracia norteamericana no puede equivocarse y los argumentos van en dos direcciones.
La primera es que siendo como es un tipo sensato en el fondo, aunque sea vehemente, debe saber que algunas de sus promesas de la campaña electoral son irrealizables. (En realidad son casi todas, entre otras cosas porque muchas son incoherentes entre sí). Tendrá que darse un “baño de realidad” y optar por lo sensato y huir de lo disparatado. En este caso se trata de adaptarse a la realidad, si fuera el vencedor de un referéndum tendría que enfrentarse a las consecuencias de sus mentiras y su demagogia pero ya se sabe que en una campaña electoral en democracia representativa sí que vale eso de prometer hasta meter y después de metido, nada de lo prometido... La hasta hace poco aclamada Rita Barberá lo llamaría un ardid.
La segunda es recordarnos que los padres fundadores de la democracia estadounidense fueron tan previsores como para dividir el poder entre diferentes estamentos que se vigilan, de modo que un presidente, por mucho que quiera, no puede alterar demasiado el orden natural de los acontecimientos. La pregunta molesta en este caso es: ¿entonces qué más da que hubiera sido elegido Donald, Hillary, uno que pasaba por la calle o un chimpancé del zoológico más cercano? En fin, el que no se consuela es porque no quiere y toca hacer de tripas corazón...
La realidad encarnada por Donald Trump ocupando la Casa Blanca podría servir si hubieran aprendido la lección. Pero no, pasada la sorpresa están como estaban. Si El País publicaba un editorial el día de las elecciones pidiendo el voto para Hillary Clinton, supongo que con la disparatada creencia de que podían influir en el resultado, ahora se dedican a aleccionar a Trump sobre lo que debe y no debe hacer en asuntos de economía[6].










[1] Alguno de la franja más lunática de la ultraderecha mediática lo celebró con júbilo, pero que lo deseara no significa necesariamente que lo creyera posible.
[2] La otra es Gran Bretaña. Sin comentarios.
[3] Ojo, no dudo de que lo es pero como decía Susan Sarandon, “no voy a votar a Hillary Clinton porque tenga vagina”. Ni que decir tiene, Sarandon no votó a Trump. Había más candidatos...
[4] Uso esta palabra estúpida pese a saber que ninguno de ellos nació en el Lazio.
[5] Aporto aquí un dato publicado pero muy poco difundido por molesto. En las municipales del 2015 Xavier García Albiol, entonces alcalde, prometió limpiar Badalona de rumanos. Los que entienden del tema dijeron que los gitanos de Badalona, normalmente abstencionistas técnicos, fueron a votar en masa... por García Albiol. Veían a los rumanos como competidores y confiaban en que haría realidad su promesa y se librarían de ellos. Algo que los antirracistas subvencionados han ignorado, obviamente.
[6] El actual director de El País fue corresponsal del diario en Estados Unidos. Parte de su estancia correspondió con la del hoy rey en Georgetown y dicen que Felipe VI le debe varios favores. Eso podría explicar parte de su soberbia, pero solo parte...

martes, 14 de junio de 2016

EL MAL Y EL BIEN

Ayer algunos disfrutaban con una paradoja. ¿Qué postura debía tomar Donald Trump ante la masacre en el club homosexual de Orlando?
Hubo quien lo escenificó, una cosa del tipo homosexuales muertos. Bien. Hispanos muertos. Bien. Muertos por un musulmán. Mal. Pertrechado con un montón de armas. También mal.
Sí, desde luego, la ironía es un arma magnífica para luchar contra alguien que tiene las ideas tan desviadas. Y los poetas de la época de Quevedo hubieran hecho maravillas con su aspecto físico, en especial con sus aderezos capilares.
Esto era lo que se reflejaba en el espejo del Mal, pero ¿qué reflejaba mientras tanto el espejo del Bien?
Tengo la gran fortuna de vivir muy cerca de la plaza Sant Jaume de Barcelona, a dos pasos del ayuntamiento, de modo que es muy difícil que por una u otra causa no pase por delante de ella. Pues bien, el domingo, el día de la matanza, en la balaustrada se mostraba la eterna pancarta de REFUGEES WELCOME que, como dijo uno de los comentaristas habituales de la ultraderecha mediática, tiene más letras que refugiados acogidos[1]. El lunes apareció una bandera del arcoiris con un crespón negro, pero la pancarta de REFUGEES WELCOME  había desaparecido. Hoy martes era la bandera multicolor con crespón la que ya no estaba. Y volvía a estar la pancarta.

Ella sabrá qué le habrá sugerido su mente para disponer estas órdenes...




[1] Se refería al Ayuntamiento de Madrid, pero creo que para Barcelona también sirve.