No me refiero a que sea tan bravucón como Theodore Roosevelt, tan
misógino como el Kennedy al que adora Albert Rivera o tan desconocedor del
mundo como Ronald Reagan. Me refiero a los diferentes dilemas que han ido
encarando los medios a raíz de su elección.
El primero es que no era posible. Todos apostaban por la victoria de
Hillary Clinton[1],
aunque unos cuantos digan ahora que ya lo habían advertido pero guardándose
mucho de precisar cuándo y dónde. No tendré el mal gusto de citar a los que el
mismo día de las votaciones hablaban de que Clinton tenía mucho voto oculto o
al que unos días antes publicó un artículo explicando su futura política, dado
que la posibilidad de la victoria de Trump se había esfumado como una broma de
mal gusto.
Estaban los precedentes, que para ellos son Gran Bretaña y Colombia. Olvidan
Holanda, que fue su primer revolcón del año, y malos cestos haremos con esos
mimbres si su memoria no alcanza hasta abril. Ya ni siquiera recuerdan cuánto
despreciaron a los votantes holandeses y las lecciones que les dieron y si con
Trump pueden defenderse diciendo que ninguna encuesta le daba ganador, en Gran
Bretaña todas las encuestas daban vencedor al sí y las ignoraron como
una leve molestia.
Esta es la raíz del problema, que unos simples opinantes se hayan
creído creadores de opinión. Como yo pienso que la salida de Gran Bretaña de la
Unión Europea es contraproducente y lo explico con bellos argumentos, los
votantes se van a comportar como yo predigo. Pero luego es que no y entonces
viene el golpe.
Hasta la semana pasada lo habían solventado con el expediente de decir
que los que habían elegido la opción triunfante pero incorrecta eran
analfabetos democráticos, guiados por bajos instintos, engañados por las
mentiras de unos demagogos sin conciencia...
(Un inciso: les llamaban analfabetos democráticos porque no
tienen el valor de llamarles claramente analfabetos. Y sin embargo la
estadística es clara, en España un 50% de la población es analfabeta funcional.
Están alfabetizados pero no leen. Ni un libro al año, uno de cada dos. Y en el
resto del mundo “desarrollado” es parecido, de ahí por ejemplo el éxito de
Facebook que, como indica su nombre, es un lugar para compartir fotos. Aunque
la acompañen comentarios, lo importante es la imagen. Pero no se atreven a
denunciar el analfabetismo porque piensan que resulta clasista. Así de
ridículos y cobardes son)
Ese debía ser el guión ahora. Ridiculizar a los votantes de Trump como
unos patanes incultos con poco cerebro, como los británicos o los ya olvidados
holandeses. Pero el único que lo cumplió fue John Carlin, al que aprecio más
bien poco pero debo alabar su coherencia. La expresión analfabetos
democráticos está tomada a la letra del artículo que publicó al poco de la
victoria del que todos sabíamos que iba a perder.
Pero había un problema... Vale que la coherencia dictaba seguir
denunciando este error en el mismo tono que los anteriores pero en este caso
hay una diferencia no menor. Los ejemplos pasados eran fruto de la mal llamada democracia
directa, que como todos sabemos ― porque ellos nos lo han enseñado con grandes
argumentos ―, es lo peor del mundo. Pero ahora estamos hablando de la democracia
representativa, la que nunca se equivoca. La que hasta ayer conseguía el
milagro de que los que son incultos, primarios, fáciles de engañar o
directamente imbéciles cuando responden a una pregunta se conviertan en sabios,
sensatos y equilibrados cuando eligen para que les represente a quien no les
conoce de nada y que en adelante no solicitará su opinión para decidir sobre
ningún tema. Y encima estamos hablando de Estados Unidos, una de las cunas de
la democracia[2].
Quieto parao, hay que rebobinar...
Y vaya si han rebobinado. Hasta el principio.
Por supuesto, está descartado que haya sesenta millones de analfabetos
democráticos en Estados Unidos. O de patanes, racistas, xenófobos o ilusos. Hay
que hacer estudios más detenidos. Y encima hay que integrar datos molestos en
el análisis, como que más del 50% de las votantes votaron por Trump, un machista,
misógino etc[3].
Estados Unidos es una sociedad muy individualista y la gente se guía por sus
intereses personales. Una trabajadora de una de esas empresas bajo amenaza de
cierre que Trump ha prometido rescatar seguramente pensará más en su vejez que
en las modelos a las que el hoy presidente electo tocó el culo sin su permiso.
Y también hubo latinos[4]
que votaron por él. ¿Traición? Pues no. Simplemente que ellos no son ilegales y
saben que lo de la expulsión no les amenaza, de hecho podría beneficiarles[5].
Pero la campaña de regeneración del votante trumpista ya está en marcha y ello
implica atacar a los que osaron tratarles como si fueran votantes de un
referéndum.
Y hay que rehabilitar al propio Trump, porque la vieja democracia
norteamericana no puede equivocarse y los argumentos van en dos direcciones.
La primera es que siendo como es un tipo sensato en el fondo, aunque
sea vehemente, debe saber que algunas de sus promesas de la campaña electoral
son irrealizables. (En realidad son casi todas, entre otras cosas porque muchas
son incoherentes entre sí). Tendrá que darse un “baño de realidad” y optar por
lo sensato y huir de lo disparatado. En este caso se trata de adaptarse a la
realidad, si fuera el vencedor de un referéndum tendría que enfrentarse a las
consecuencias de sus mentiras y su demagogia pero ya se sabe que en una campaña
electoral en democracia representativa sí que vale eso de prometer hasta
meter y después de metido, nada de lo prometido... La hasta hace poco
aclamada Rita Barberá lo llamaría un ardid.
La segunda es recordarnos que los padres fundadores de la democracia
estadounidense fueron tan previsores como para dividir el poder entre
diferentes estamentos que se vigilan, de modo que un presidente, por mucho que
quiera, no puede alterar demasiado el orden natural de los acontecimientos. La
pregunta molesta en este caso es: ¿entonces qué más da que hubiera sido elegido
Donald, Hillary, uno que pasaba por la calle o un chimpancé del zoológico más
cercano? En fin, el que no se consuela es porque no quiere y toca hacer de
tripas corazón...
La realidad encarnada por Donald Trump ocupando la Casa Blanca podría
servir si hubieran aprendido la lección. Pero no, pasada la sorpresa están como
estaban. Si El País publicaba un editorial el día de las elecciones
pidiendo el voto para Hillary Clinton, supongo que con la disparatada creencia
de que podían influir en el resultado, ahora se dedican a aleccionar a Trump
sobre lo que debe y no debe hacer en asuntos de economía[6].
[1] Alguno
de la franja más lunática de la ultraderecha mediática lo celebró con júbilo,
pero que lo deseara no significa necesariamente que lo creyera posible.
[3] Ojo, no
dudo de que lo es pero como decía Susan Sarandon, “no voy a votar a Hillary
Clinton porque tenga vagina”. Ni que decir tiene, Sarandon no votó a Trump.
Había más candidatos...
[5] Aporto
aquí un dato publicado pero muy poco difundido por molesto. En las municipales
del 2015 Xavier García Albiol, entonces alcalde, prometió limpiar Badalona de
rumanos. Los que entienden del tema dijeron que los gitanos de Badalona,
normalmente abstencionistas técnicos, fueron a votar en masa... por García
Albiol. Veían a los rumanos como competidores y confiaban en que haría realidad
su promesa y se librarían de ellos. Algo que los antirracistas subvencionados
han ignorado, obviamente.
[6] El
actual director de El País fue corresponsal del diario en Estados
Unidos. Parte de su estancia correspondió con la del hoy rey en Georgetown y
dicen que Felipe VI le debe varios favores. Eso podría explicar parte de su
soberbia, pero solo parte...
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