A la memoria de Carlo Giuliani (1978 – 2001)
Un futuro no buscado
Un opinante muy cualificado ― de esos que cuando llegas al final del artículo te
informan de que es profesor en tal o cual sitio o ha publicado un libro del que
hasta entonces te habías pasado muy bien sin él ―, decía sentir lástima por aquellos que habían
confiado en líderes que les habían prometido una vuelta al pasado (es decir,
que conservarían sus puestos de trabajo amenazados) frente a los líderes que
decían la verdad, que el futuro estaba en la innovación y los servicios
asociados a ella. No es una cita literal porque no me tomé la molestia de
apuntarla, esta misma monserga se repite a diario mejor o peor expresada. Que
el erudito de turno no reparase en la paradoja de que su opinión apareciera en
un periódico de papel, de esos que viven en un pasado que les hace perder
millones de euros al año, ya nos da una pista sobre los sólidos fundamentos de
su análisis.
La globalización, o mundialización, nació como concepto en el cambio
de milenio. Iba acompañada de todo un paquete en el que entraban fórmulas como
la Sociedad de la Información y el Conocimiento. A falta de mayores méritos se
presentaba como inevitable: esto es lo que hay, te guste o no. Vargas Llosa,
que aún no era premio Nobel pero que apenas empezaba a manufacturar basura con
el mayor descaro, comparaba a los antiglobalización con los “quiebraquilos”,
bandas que cuando se introdujo el sistema métrico decimal en Iberoamérica se
dedicaban a romper las balanzas nuevas.
La conclusión era clara, no había salida. Era la consecuencia
inevitable del “Fin de la Historia” que teorizaba Fukuyama (aunque hace tiempo
que se ha desdicho de semejante estupidez). Lo que viene es imparable, mejor
adaptarse...
Es curioso, la acusación más grave que se hacía a los promotores de la
salida británica de la Unión Europea era que no tenían un plan para el día
siguiente[1].
¿Confiar en la innovación y los servicios asociados a ella es un plan? Pues
básicamente similar a confiar en que al Genio le visite la Inspiración...
Lo cierto es que nunca existió plan, pues la Globalización no era un programa
para el futuro sino la justificación de algo que ya se estaba produciendo
entonces: el libre movimiento del capital sin traba alguna.
A ello se ha superpuesto otro fenómeno, las consecuencias de la mal
llamada revolución tecnológica, pero no conviene confundirlos. Han
coincidido en el tiempo, pero no estaban en el concepto original de la
Globalización[2],
lo que vendría a probar el carácter improvisado del engendro.
Un pasado con un buen disfraz
Casi tres millones de metros cuadrados, la mitad techados, 37 puertas
de entrada distribuidas a lo largo de casi diez kilómetros, 22 kilómetros de
carreteras internas, 40 kilómetros de líneas de ferrocarril, otros 40 de
cadenas de montaje, 13 kilómetros de vías subterráneas y una población obrera
que en los momentos punta lega a 60.000 personas. Ésta es la Mirafiori de 1968,
el mayor establecimiento de la FIAT, la fábrica más grande del mundo y el
corazón industrial y obrero de Italia[3].
He elegido la Wikipedia en español por ser especialmente
lameculos. Se podría definir como la voz de su amo. Resulta sonrojante
comprobar la cantidad de artículos que están escritos sin duda por el propio
biografiado, sea persona física o jurídica, y que no contienen nota crítica
alguna[4].
Leí un artículo sobre el carácter peculiar del consejo editorial de la
Wikipedia hispana pero creo que la razón de fondo es la arbitrariedad de las
leyes españolas, que permiten emplumar a cualquiera por cualquier cosa[5].
La voz Fiat Mirafiori nos informa de que hoy la fábrica ocupa una
superficie de 2.000.000 m². En el interior se extienden 20 kilómetros de líneas
de ferrocarril y 11 kilómetros que conectan los distintos almacenes
subterráneos. El conocido edificio de oficinas, que da a la Avenida Giovanni
Agnelli, es una construcción de cinco plantas de 220 metros de largo, cubierto
con piedra blanca de Finale. En la fábrica trabajan 12.000 empleados, de los
cuales aproximadamente 5.400 trabajan en el área de carrocerías. Dispone de una
capacidad de producción de 1.115 vehículos diarios.
Bien, juguemos a las diferencias. Desde 1968 a hoy se han perdido un
millón de m², (el 33%, aunque pronto veremos en qué se han convertido algunos),
veinte kilómetros de líneas de ferrocarril (el 50%), dos de vías subterráneas
(poco más del 15%) y 48.000 empleados o población obrera, según se mire (el
80%).
Parte del espacio se ha recuperado. En 2006 en la zona norte de la
planta, en un área de 70.000 m² se inaugura el mayor espacio de exposición
dedicado a los coches en Europa, el denominado Mirafiori Motor Village y en
julio del 2007 se reconvirtió el antiguo Taller 83 en el centro Stile
Fiat, que a partir del 18 de febrero del 2008 pasó a acoger también la
nueva sede de Abarth.
El juego resulta bastante educativo. Es tan evidente que mantener vías
férreas que no se utilizan ya es un gasto inútil como que el suelo es un valor
que siempre se puede volver a poner en juego. Y los empleados... ¿qué son los
empleados?
A los empresarios se les suele denominar de forma imaginativa como creadores
de empleo o, en una traducción un poco brusca del inglés, empleadores.
No es cierto, claro. Solo los empresarios inteligentes consideran que un sueldo
es una inversión. La inmensa mayoría lo consideran un gasto y prescinden de él
en cuanto pueden. Las cifras lo dejan claro: en cuanto FIAT pudo sustituirlos, prescindió
del 80% de sus trabajadores y si te he visto no me acuerdo.
Por supuesto, los voceros del ahora acusan de ignorantes a los que alertan
de la destrucción masiva de puestos de trabajo que conllevará la que ellos
llaman cuarta revolución industrial[6].
Según ellos las “revoluciones” anteriores han creado más puestos que los que
han destruido. Será verdad (hasta ahora) pero es un argumento tramposo, porque
no tienen en cuenta muchas cosas. Por ejemplo, ¿cuánto tiempo pasó hasta que
los que se crearon igualaron a los que se destruyeron? ¿Dónde se crearon y
dónde se destruyeron? ¿Fue en el pueblo de al lado o fue a tres mil kilómetros?
¿Lo que se creó fue mejor que lo que se destruyó? Porque aquí entran las
famosas trampas estadísticas. Aunque vista desde hoy la Industrialización (que
no Revolución Industrial) supusiera una elevación de las comodidades, la
primera generación que trabajó en las fábricas vivió mucho peor que sus padres[7],
una frase que hoy nos suena mucho. Visto desde lejos el pasado parece un camino
positivo, pero los números de las estadísticas se componen de personas. Lo
resume el viejo chiste: yo me como dos pollos y tú ninguno, según la
estadística nos hemos comido uno cada uno.
Pero en esta maravillosa cuarta revolución hay un elemento que rompe
con todo lo anterior, la llamada Inteligencia Artificial. No se trata ya de
construir máquinas que construyan máquinas sino de desarrollarlas para que
programen sin intervención humana. La consecuencia lógica es la falta masiva de
trabajo, que podría ser muy bien paliada si nos liberásemos de la esclavitud
laboral y nos diésemos al disfrute de lo producido por los armatostes, pero esa
parte no se contempla. Solo podrá acceder a los bienes de consumo quien
disponga de dinero. Cuesta ver la salida en el planteamiento.
Un presente ilegible
La versión oficial distingue entre ganadores y perdedores[8].
Obviamente, los ganadores son los que aceptan adaptarse a lo que viene, seguros
de que encontrarán un hueco en el futuro que hará justicia a su talento
mientras los perdedores son los que niegan el cambio inevitable. Decididos a
resistir lo irresistible, su mejor imagen política la refleja el populismo.
El populismo, una olla de grillos donde se mezclan el candidato a la
presidencia del Partido Republicano estadounidense, conservadores y laboristas
británicos en porcentajes inciertos, ultraderechistas tuneados de varios
países de Europa, rojillos desteñidos de España o Grecia y todos los
gobernantes iberoamericanos que nos caen mal.
Es cierto que si la solución al caos que viene es refugiarse en la
patria, apaga y vámonos. Ese es el problema, no tengo una solución mágica. Si
la tuviera estaría voceándola por las calles... Me resultaría muy fácil cerrar
el texto haciendo un llamamiento a la unión del 99% o del proletariado mundial
o de cualquiera de los sujetos históricos que se han propuesto desde hace más
de cien años, pero ahora mismo no veo un futuro posible que se parezca a nada
de eso. Lo que sí tengo claro es que no estamos obligados a elegir entre Lo
Malo y Lo Peor.
[1] Los
periodistas prefieren la fórmula el día después. Más allá de líneas
rojas u hojas de ruta, la última innovación en ese campo es salir
de la zona de confort. A ver cuál es la siguiente...
[2] Hace
poco leí que Bill Gates había escrito un libro a mediados de los noventa en el
que no decía una sola palabra sobre Internet.
[3] M
Bascetta, S. Bonsignori, S. Petrucciani, F. Carlini (eds.): 1968. Una
revolución mundial. Reproducido en Mario Moretti: Brigadas Rojas.
Entrevista de Carla Mosca y Rossana Rossanda. Akal, (Madrid), 2008 (1ª ed.
del 2002), p. 289.
[4] Quien
lea inglés puede comprobarlo con una simple comparación entre la voz Amway
en inglés y en castellano. Es solo un ejemplo, podría dar decenas más. Por esa
única razón suelo citar casi siempre la versión inglesa.
[5] Es un
dato poco conocido pero siendo España un país con bajos niveles de delincuencia
comparado con los de su entorno, sus porcentajes de presos y policías por
habitante son escandalosamente más altos que en cualquier otro. Cuando oigo esa
letanía recurrente entre los tertulianos de que la legislación española es
“excesivamente garantista” o a los políticos prometer en campaña electoral que
van a aumentar el número de policías no sé si echarme a llorar o hacer algo
para ganarme un espacio en una celda. Que necesitaría bien poco, claro...
[6] Confieso
que perdí la cuenta después de la primera. He oído hablar de la tercera pero
nunca he sabido cuál fue la segunda.
[8] Reconozco
que soy muy tiquismiquis con las traducciones del inglés, pero yo hubiera
optado por triunfadores y fracasados.
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