Leo que “El
expresidente de la ANC y diputado de JxCat, Jordi Sánchez, y el también
diputado de esta formación y exconseller Jordi Turull han comunicado a la
dirección del centro penitenciario de Lledoners (Barcelona) que este sábado inician
una huelga de hambre, sin que hayan determinado su duración, según fuentes
penitenciarias[1]”.
Por si les
sirviera de algo les aporto aquí algún dato histórico. En la historia reciente
de las prisiones españolas (es decir, desde que se murió el Paco) sólo dos
presos han llevado una huelga de hambre hasta el final, Juan José Crespo
Galende y José Manuel Sevillano Martín. Los dos eran militantes del GRAPO[2].
Crespo, que tiene (o tenía) un monumento en su pueblo, murió el 19 de junio de
1981, tras mantener la huelga más de tres meses. Sevillano estuvo 175 días sin
comer, en cumplimiento de una orden de la dirección del GRAPO, hasta su muerte
el 25 de mayo de 1990. Alimentado artificialmente, los GRAPO mataron el 27 de
marzo de ese año a José Ramón Muñoz, el médico al que consideraban máximo
responsable de esa alimentación forzosa. Tras la muerte de Sevillano, Manuel
Pérez Martínez (camarada Arenas, máximo responsable del GRAPO) mandó parar.
Ya he comentado
alguna vez la huelga de hambre de presos del IRA a principios de los 80. Diez
muertos hasta que la dirección del IRA mandó parar porque vio que podía perder
a todos sus presos de la forma más tonta. El gobierno británico no les concedió
lo que pedían pero sin embargo, cosa difícil de entender hoy, permitió que en
el multitudinario funeral de Bobby Sands, el primero de los muertos, el IRA le
rindiera “honores militares completos”, es decir, que media docena de
uniformados encapuchados se colocaran alrededor del ataúd y dispararan sus
armas como salvas de ordenanza para el delirio de los más de cien mil
asistentes.
No
sé por qué, me da que el gobierno no se plantea si debe permitir descargas de
fusilería...
[1]
(Sin firma): “Sánchez y Turull comunican a prisiones que inician una huelga de
hambre indefinida”, El Confidencial, 01/12/18.
[2]
Pese a que los presos de ETA secundaron innumerables huelgas de hambre, ninguno
sufrió secuelas apreciables en su organismo. Esto se debe, sin duda, a la
especial constitución física de la raza vasca.
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