lunes, 30 de abril de 2018

¡QUE ME BAJO!




Cuando yo era pequeño una de las pintadas clásicas de los retretes de los bares era aquel Que paren el mundo, que me bajo.
Desde el sorpresivo final del asunto Cifuentes doy vueltas a la idea de apearme. Ni siquiera pido que se pare, sólo que aminore lo suficiente para no dejarme los cuernos en el intento.
Todo el mundo conoce la gota que ha colmado el vaso, un vídeo publicado por un diario de tercera al que se han dedicado horas de análisis en los medios audiovisuales y montones de páginas en los escritos.
Algunos ya lo sabían, como El Confidencial, que ha sacado pecho por un artículo publicado hace dos años aunque contuviera un grueso error cronológico: “También se deja caer la existencia de una grabación en un centro comercial... del año 91”[1] y en cuanto a los autores de la filtración, tantos como se quiera, sobran las hipótesis. Por un lado el famoso comisario el malvado oficial, el autor en la sombra de cada desaguisado que ocurre de un tiempo a esta parte , pese a que se sabe que los policías, tras consultar con la autoridad competente, recomendaron a los vigilantes del establecimiento echar tierra sobre el asunto. Lo que ellos hicieron de muy buena ga
na. Pero claro, ¿quién puede descartar que el chascarrillo se comentase en comisaría y la noticia ascendiera peldaño a peldaño hasta alcanzar a quien sabía y podía[2]?
Sucede que si no se presenta denuncia, como fue el caso, las imágenes debían ser destruidas en el plazo de un mes y no es un contratiempo menor. Eroski se lava las manos diciendo que hace mucho tiempo que aquel local no les pertenece, lo que desvía las sospechas hacia CASESA la empresa de seguridad contratada y resulta que era la misma que entonces llevaba la seguridad del Ayuntamiento de Madrid que estaba en manos de Alberto Ruiz Gallardón, lo que abre el abanico de sospechosos hasta las decenas. Pero por otro lado se advierte de que se pasó la información al servicio de seguridad de la Asamblea de Madrid, lo que ya eleva los sospechosos a centenares...

El día anterior
Cifuentes empezó acusada de haber obtenido un master sin haber reunido los requisitos suficientes para obtenerlo. Quien se haya querido informar ya sabe que desde que entró en vigor el infausto Plan Bolonia las antiguas licenciaturas se han depreciado hasta los actuales grados, que no son considerados sino como una formación básica que ha de ser complementada con masters que le añadan cuerpo y el requisito básico para obtenerlos es pasar por caja... Pero Cifuentes no es una niña. Ella ya tiene su licenciatura de cinco años obtenida por el plan antiguo y sin embargo, prefirió dejarse arrastrar en un enredo que ha arrojado sombra sobre una universidad ya de por sí bastante umbría, ha aireado la existencia de algún que otro negocio poco compatible con la imagen tradicional de un catedrático y ha acabado por generar todo un torbellino de falsedades, mentiras a voces y exigencia de favores con ribetes delictivos.
Pero Cifuentes tenía un buen maestro y decidió enrocarse esperando a que escampara. Es la estrategia del culo plano: me aferro a la silla y si quieren sacarme, será a escobazos.
Y hay que reconocer que no era una mala estrategia, iba haciendo mella. Juan Martínez Majo, que según la Agencia EFE es presidente del PP de León, presidente de la Diputación de León y alcalde de Valencia de Don Juan[3] se quedaba descansado con una ristra de frases que líbreme Tutatis de intentar entenderlas, por lo que me conformo ahora con poner una al lado de la otra: “Vale, no tiene el máster. ¿Cuál es el problema?” “en todo caso, no tiene nada que ver con la gestión política de la Comunidad” “aquí lo importante es la gestión, por lo que creo que nos estamos extralimitando, ya que la política está cambiando el rasero y la vara de medir” “tendrá que ser ella la que decida sus propias responsabilidades”.
Lo que indicaba que la cosa iba para largo, así que alguien, a elegir entre los múltiples sospechosos, decidió sacar la artillería pesada...

El día de autos
Antes de empezar debo dejar claro que no albergo la menor simpatía hacia Cifuentes. Hace dos meses, mucho antes de que aflorara ninguno de sus secretos, yo le arreaba badana por sus declaraciones públicas encomendado al dios Lug, que es el que se ocupa del negociado económico.
¿Qué teníamos hasta el día 25? Pues acusaciones muy sustanciosas. No ese reduccionismo absurdo de que un político ha engordado un currículum sino toda una espiral que acababa apuntando hacia delitos tan concretos y perseguibles como la falsedad en documento público. Sí, lo sé, en países civilizados hay políticos que han dimitido por haber plagiado en sus trabajos académicos, pero al menos esos trabajos  existían... pero aquí un cargo público te pregunta ¿Cuál es el problema? y la única respuesta que me sale es que problema ninguno, pero que si puedo, me bajo.
Pero llegó el día 25, y entonces apareció un hurto que no fue tal. Digamos que Cifuentes tardó en llevarse la mano al bolsillo pero al final lo hizo. Por eso la Policía no escribió nada, aunque siempre quepa la duda de su reacción si la sospechosa no hubiera sido Cifuentes[4]. Jamás ha arrastrado consecuencia penal alguna, entre otras cosas porque nadie formuló acusación. (Por otro lado, ¿por qué? Pagó lo que se llevó). Sí pueden afrontar acusación tanto los que conservaron siete años un vídeo que debió ser destruido en un mes como los que lo publicaron sabiendo eso.
Ah, pero ¿de dónde estamos hablando? Aquí siempre ha sido mucho mayor delito tirarse un pedo en Misa Mayor que violar a una niña sin testigos porque ojos que no ven...
Y frente a la prueba visual de Nada, ni importa la gestión, ni lo que ella decida, ni las varas ni los raseros...

Parad un poquito ya, por Belenos, que quiero bajarme...


[1] Si tuviera que dar las referencias de cuanto se menciona en el artículo las notas a pie de página ocuparían más espacio que el texto, lo que va en contra de la costumbre, por lo que me limitaré a las que incluyen citas textuales. En este caso, Alberto Pérez Giménez: “”Cristina, cuídate de los idus de marzo...”: ya vuelan los informes contra Cifuentes”, El Confidencial, 10/03/16.
[2] Una de las barreras más desmoralizadoras para los que nos dedicamos a propagar el ateísmo en nuestros modestos círculos de influencia es que es imposible demostrar que alguien no existe o algo no ha sucedido. Pero, en buena lógica, cuando se plantean dudas razonables la carga de la prueba debe caer en los defensores de lo improbable.
[3] La Wikipedia le niega el primero de los cargos. Según esa enciclopedia virtual el presidente del Partido Popular de León sería Eduardo Fernández García. Las citas proceden de “El presidente del PP de León, sobre Cifuentes: “Vale, no tiene el máster, ¿Cuál es el problema?””, El Periódico, 11/04/18. Cito este por ser el primero de la lista de Google pero se publicó en al menos otros dos diarios sin variar una coma.
[4] El padre de Franco era un notorio juerguista. Acabada la guerra civil iba por los bares diciendo en alta voz que su hijo era un cabrón y un chulo. Los policías novatos llamaban a la comisaría desconcertados pidiendo instrucciones y les decían aquello de “hagan como que no oyen nada”. Siempre ha habido clases.

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