jueves, 9 de agosto de 2018

CUESTIONES MORALES



 “Un turista británico de 25 años se encuentra grave después de precipitarse desde un sexto piso de un hotel de la localidad mallorquina de Magaluf, según ha informado el servicio de ambulancias del 061. El joven se encontraba defecando desde su balcón del hotel cuando ha caído al vacío.
Presuntamente se trata de la víctima número 15 de este año por la práctica del balconing, que ha costado la vida a siete de ellas. (...) El joven ha caído al patio interior del hotel, desde una altura aproximada de ocho metros y sufre un traumatismo craneoencefálico grave.
El hecho ha producido una gran consternación entre los amigos de la víctima, que han intentado acercarse al joven mientras era atendido por los servicios sanitarios (...)[1]

Empecemos por lo anecdótico. Me encanta el verbo defecar, la forma más fina de decir cagar sin caer en cursilerías. Del mismo modo, adoro el sinónimo de origen gitano jiñar por lo contrario, porque a todo el mundo le resulta zafio.
Me hace gracia que se le considere víctima del “balconing” con el cauteloso añadido del “presuntamente” porque, por lo que yo entiendo, el “balconing” es siempre un acto voluntario. El actor se lanza voluntariamente a la piscina. Luego la alcanza o no, esa es otra historia, pero en este caso parece tratarse de algo diferente y basta pensar en la “gran consternación entre los amigos de la víctima” para descartar que fuera un salto premeditado. Parece más un accidente...

Y aquí vienen las cuestiones. Existe ese comportamiento probado en algunos turistas de hacer fuera lo que no se atreven a hacer en casa. Son innumerables los casos de quienes viajan a un país donde se les ofrece sexo adolescente o infantil de pago y se aplican aquello de “allí donde fueres, haz lo que vieres” o los que justifican los abusos a las visitantes en países donde rige la fe mahometana por aquello de que “son sus costumbres”. Un curioso relativismo moral que supedita el cumplimiento de las normas a las fronteras. No me gusta generalizar pero de mi estancia en el Reino Unido saqué la idea de que los turistas británicos impresentables están entre los menos hipócritas del mundo. Son igual de asquerosos en su casa que fuera.
Cuando viví en Escocia presencié escenas que hubieran merecido la portada de un periódico y jamás recibieron atención mediática. Lo del caganer este hubiera sido una broma. Sólo cuando la cosa se salía mucho de madre recibían algo de atención, siempre breve y a posteriori, muchas veces imposible de descifrar si uno no sabía con anterioridad de qué le estaban hablando[2]. Escrito esto, no pretendo generalizar. Guardo un magnífico recuerdo de mi año de Erasmus en la Universidad de Edimburgo. Sí, desde luego, hubo juerga. Mucha. Pero también hubo mañanas enteras en la National Library of Scotland leyendo libremente obras con las que hasta entonces sólo había soñado... Y gente extremadamente lúcida con la que hubiera pasado una eternidad charlando. O la librería lesbiana Word Power, en la que compré un montón de libros y panfletos que a día de hoy sigo releyendo. Pero también estaban los que uno de los pocos profesores a los que nunca perdí el respeto definía como los monstruitos.
No parece arbitrario decir que el alcohol ha tenido aquí su parte de culpa. Dudo de que los amigos de la víctima hubieran intentado acercarse en caso de estar serenos porque cualquiera con facultades mentales plenas entiende que eso no hace más que dificultar el trabajo de los profesionales de la sanidad y, por tanto, fastidiar al amigo. Sin embargo el alcohol puede servir como atenuante, pero no como eximente[3].
La principal cuestión moral a la que me refiero es la siguiente: ¿Es lícito alegrarse de que alguien que pretendía cagar encima de quien pasara por debajo haya sido recompensado con un traumatismo craneoencefálico grave?
No espero que mucha gente admita semejante idea en público y menos en la época de la corrección política. Todos hacemos nuestros votos porque el herido se restablezca pronto. Pero al final todo el mundo se retrata. Los partidos que no entran a valorar sentencias judiciales siempre acaban criticando las que no les gustan y la labor de la Policía, que siempre merece respeto, es juzgada de forma diferente si se trata de la labor de la policía española o de la venezolana[4].
Cabe descartar que alguien piense “te lo mereces” o “te lo has ganado a pulso”. No digamos ya cosas peores como que en el infierno le pudieran recetar a diario el suplemento vitamínico que él pretendía administrar a quien tuviera la suerte de pasar por allí...



[1] La noticia procede de la agencia EFE. La reproduzco de El Mundo: “Un turista cae al vacío mientras defecaba desde su balcón de un hotel de Magaluf”, 03/08/18. He obviado algunos datos que no aportaban nada al asunto pero quien quiera ya sabe dónde encontrarlo entero, como siempre.
[2] Recuerdo una agresión masiva e indiscriminada en una feria  por parte de adolescentes trastornados (ni siquiera estaban borrachos) a familias de abuelos, padres y nenes, zurrándoles sin ton ni son, de la que la prensa local sólo se ocupó cuando ya toda la ciudad hablaba de ello.
[3] Ignoro lo que sucederá en los códigos penales militares más modernos, pero en los antiguos el alcohol no sólo no era atenuante sino que era agravante.
[4] Y viceversa, claro está. Todo el espectro político ha hecho distinciones entre “terroristas” y “luchadores por la libertad”. Recuerdo a Aznar diciendo que todos los terrorismos eran iguales sentado al lado de Carlos Alberto Montaner, reclamado por Cuba como autor de unos cuantos atentados explosivos indiscriminados. Y los dos tan panchos...

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