jueves, 2 de agosto de 2018

CONSECUENTES



 Pablo Casado ha publicado un tuit que dice: “No es posible que haya papeles para todos, ni es sostenible un Estado de bienestar que pueda absorber a los millones de africanos que quieren venir a Europa y tenemos que decirlo, aunque sea políticamente incorrecto. Seamos sinceros y responsables con esta cuestión”.
Y aquí fue Troya...
Los columnistas de derechas salen en tromba en su defensa, que si por fin alguien responsable que dice la verdad y los de izquierdas acometen, que si la solidaridad, la xenofobia y todo lo demás.
Lo esperable, desde luego, pero si se observa desde otro punto de vista puede resultar cualquier cosa menos lógico.
Para empezar, está la molesta cuestión del pasado. Sé que soy muy pesado con esto, pero aparte de que sea especialmente sensible por mi deformación profesional como historiador es que hay cosas que claman al cielo... No me tomé la molestia de anotar la referencia pero hace poco leía a una de Podemos que listaba los múltiples ataques contra la libertad de expresión durante la época de Rajoy muy abundantes, por otra parte , y entre ellos listaba el episodio de los titiriteros. ¿Soy el único que recuerda que la primera institución que les denunció fue el Ayuntamiento de Madrid, aunque después se arrepintiese[1]?
Pues si miramos al pasado, parece el mundo al revés. La llegada masiva de inmigrantes se produjo durante los dos mandatos de Aznar. Recuerdo un chiste que se contaba poco antes de las elecciones del año 2000, cuando Aznar cambió su precaria victoria de 1996 por una cómoda mayoría absoluta. Decía que había que votar a Aznar porque había prometido el oro y el moro y al moro ya lo había traído. Quizá alguien debiera contárselo a Pablo Casado, que a saber qué preocupaciones tendría entonces. Y para quien no quiera recordar en “el otro lado”, las famosas concertinas, que son el propio símbolo del Mal cuyo desmantelamiento exigen como prioridad, comenzaron a instalarse a partir del 2005, cuando gobernaba José Luis Rodríguez Zapatero[2].
Vivir para ver. Cuando la inmigración se contaba por millones los columnistas de derechas se deshacían enumerando sus bondades. Que si hacía falta mano de obra joven para pagar las pensiones, que si venían a ocuparse de los trabajos que los españoles ya no queríamos hacer porque como éramos todos ricos nos daba pereza doblar el lomo...
Hasta hace dos meses esos mismos columnistas o sus sucesores nos atronaban con la monserga de que España era la locomotora del crecimiento europeo, que se habían recuperado los niveles de antes de la crisis y que todo iba fenomenal mientras los de izquierdas hablaban del aumento de la desigualdad, del empleo basura y del alarmante índice de pobreza infantil.
Visto lo que decían unos y otros: ¿no sería más lógico que los zurdos estuvieran firmando lo que hoy escriben los diestros y viceversa?





[1] Por sus “acciones ofensivas, completamente fuera de lugar en cualquier contexto y totalmente irrespetuosos con los valores de convivencia, respeto y diversidad propuestos por el Ayuntamiento de Madrid”, según anoté entonces.
[2] La página de European Security Fencing, uno de sus fabricantes, confirma mi sospecha: se llaman así por su parecido con la concertina, un instrumento de la familia del acordeón.

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