martes, 9 de octubre de 2018

FALTA DE SUEÑO




Ojeando El País[1] leo que el ultraderechista Jair Bolsonaro está a un paso de ganar las elecciones brasileñas. Últimamente los demócratas no ganan para sustos, todo les sale al revés...
Un poco más adelante un artículo celebra los veinte años del estreno de “Barrio”,  la estimable película de Fernando León de Aranoa que recuerdo haber visto en el cine, eran otros tiempos[2]...
Sin duda es la falta de sueño la que me ha llevado a relacionar ambos sucesos tras leer el artículo sobre Barrio. El periodista nos recuerda uno de los personajes, “Manu, el chaval que repartía pizzas para sacarse unos dineros. Como no tenía moto lo hacía en transporte público” y el director de la peli dice que “Alguien colgó en Twitter la foto de Manu llevando la pizza y otra de un repartidor de Glovo en el Metro o en el autobús. Hace 20 años esto parecía gracioso, ahora refleja la precariedad”.
Algo que resultaba ridículo hace veinte años es hoy perfectamente asumible. Yo mismo he compartido vagón de metro con repartidores y me he tenido que morder la lengua para no comentarles la escena de Barrio que me venía a la cabeza porque sospechaba que me obligaría a dar muchísimas explicaciones.
Hace dos décadas era risible, hoy es perfectamente normal. Los tiempos cambian y hay que adaptarse, nos dicen. Pero esos mismos nos dicen que no todo debe cambiar. El “sistema democrático” parece ser inmune al tiempo, como la moda masculina. No hay nada superior a introducir una papeleta en una urna y callar durante cuatro años como no hay nada que se iguale al traje que llevaban Marx y Engels cuando publicaron el Manifiesto Comunista, aunque la corbata siga apretando el cuello y dificultando el riego cerebral.
Ya se sabe que cuando las hechuras del traje se quedan pequeñas, este se rompe por donde menos se imagina. Los Trump, Bolsonaro, Salvini, Orban, Duterte, etc. son los rotos en el sobaco del traje viejo y los sastres del buen orden se afanan en echar remiendos aunque ahora mismo parece haber más apaño que traje.
Como vecino de la Plaza de Sant Jaume tuve el privilegio de ver el sábado pasado la bochornosa retirada de la acampada[3] que iba a durar hasta la consecución de la independencia. La verdad es que como demostración de fuerza resultaba patética. Paso por delante a todas horas y jamás vi más de una docena de personas. La media era de cuatro. Sin embargo no me cabe duda de que si mañana hubiera elecciones el peso del independentismo sería infinitamente superior al que esa parodia ridícula dejaba traslucir[4] porque meter una papeleta en una urna es muy fácil y no compromete a nada.


[1] Hace años que no gasto un céntimo en periódicos de papel, así que en mi caso el verbo no lleva hache. Dicen que si no apoyamos a la prensa no se podrán hacer reportajes serios y todas esas cosas. Estoy desolado...
[2] Javier Lafuente: “El candidato ultra Bolsonaro logra una gran victoria en la primera vuelta” y Pablo León: “La importancia de volver al ‘Barrio’”, El País, 08/10/18.
[3] Luego sentada, cuando se confirmó que en realidad no había nadie acampado pero cada noche plantaban una tienda más, con lo que en una semana habrían copado todo el espacio y esa y no otra fue la razón para desalojarlos.
Ayer leía que sólo la ANC tiene 125.000 inscritos. ¿No son capaces ellos solos de colocar doscientas personas al día en Sant Jaume de forma permanente, aunque sea mediante rotaciones? ¿No están sobrados de estudiantes, jubilados o parados de larga duración? Se ve que no... Con todas mis críticas pasadas y futuras al 15 M puedo atestiguar que su acampada era real, que dentro de cada tienda había gente.

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