Últimamente leo
muchas defensas de la democracia liberal, que es el último adjetivo que han
puesto al régimen que disfrutamos hoy. Por qué ha mudado de parlamentaria a
liberal no lo sé aunque lo supongo, vistas las acciones y resoluciones que
toman algunas democracias parlamentarias y que resultan poco ejemplares.
Comienzo a leer por aquí y por allá el término iliberal para
caracterizar a democracias que, si bien lo son, no deben serlo de la forma
correcta.
Lógico. Cumplir
las condiciones que definen una democracia es bastante fácil, pues fueron
establecidas hace mucho tiempo. El listón de la democracia formal está hoy tan bajo como
el de la Alta Fidelidad.
Son tiempos de
argumentaciones groseras. Los defensores de la democracia liberal van de
cínicos y sabedores del mundo. En una de esas confrontaciones de las que tanto
gustan, pintan al enemigo (el temible populismo) como ingenuo creyente
en la bondad del ser humano que, guiado por ese error de base, acaba por armar
una dictadura, así que hay que abstenerse de pretender reformas radicales
porque inevitablemente desembocarán en un genocidio[1].
Ellos, conocedores de la realidad de la vida, saben que el ser humano es malo,
cruel, egoísta, etc.[2]
y que hay que domarle a través de las leyes, las instituciones y, sobre todo,
un sistema de control y arbitraje pues, no olvidemos, esas instituciones
también están pobladas por gente malvada, cruel, egoísta, etc..
España, como
buena democracia liberal, cumple todos los requisitos. Por ejemplo, si uno
percibe que la Administración no está siendo justa con su caso, puede recurrir.
Gracias a Dios no vivimos en Cuba o Venezuela. Pero ya se dice que el diablo
está en los detalles...
Saltarse un stop
conlleva una multa de 200 euros. Sin embargo, a un vallisoletano que conducía
por Segovia, la broma le ha costado ―
por el momento ― 760 euros: los
de la sanción más otros 560 por haber perdido la demanda que presentó contra
Tráfico al considerar injusta la infracción. “Se desplegaron medios técnicos
para demostrar que el agente no podía haber visto la supuesta infracción, pero
al final su palabra prevalece, gracias a la consabida presunción de veracidad
de los agentes”, explica el abogado que llevó la defensa del conductor[3].
Sobre la
presunción de veracidad de los agentes no me extenderé. Supongo que no debe ser
muy difícil encontrar la sentencia de aquel juez que absolvía a un agente que
tuvo la mala suerte de tropezar en la persecución y que se le cayera la
pistola, se le disparase y esa bala tonta atravesara la yugular del
sospechoso..Sinceramente, mejor no pensar en ello...
“La sorpresa
vino una vez desestimada la demanda del conductor, cuando el abogado del Estado
se impuso unos honorarios que triplicaban la propia sanción, tal y como informó
‘El Norte de Castilla’. A raíz de las medidas de agilización procesal
impulsadas en 2011 por José Luis Rodríguez Zapatero, el criterio para imponer
costas en la jurisdicción contencioso – administrativa cambió del tradicional
de la temeridad al del vencimiento. Es decir, se pasó del ‘quien denuncia sin
fundamento paga’ a, directamente, ‘quien pierde paga’”.
Los Abogados del
Estado, gente rara, se mire por donde se mire. A bote pronto me han venido dos
a la cabeza, Mario Conde y Soraya Sáenz de Santamaría, que se preciaba de saber
recitar una ley sobre los conejos que invadían una finca. A mayor abundamiento,
su promoción se autodenomina “La Gloriosa”, lo que encuentro insuperable.
José Luis
Rodríguez Zapatero, un personaje. Como dijo el jefe de Izquierda Unida entonces[4],
cumplía el teorema del pato: un paso, una cagada. Y después vino Mariano. Aquel
que decía que subir el IVA era un recurso de mal gobernante y lo primero que
hizo fue subirlo[5].
Y la conjunción de ambos, un infierno...
Estos
profesionales, los Abogados del Estado, la élite de la élite, ya cobran un sueldo
que los curritos de a pie ni imaginamos. Pero se pueden permitir establecer las
costas que les apetezca asignarse. Cuando paga el ciudadano. Sin embargo,
cuando es la propia Administración la que debe de pagar, sí se establece un
límite a las costas que el ciudadano puede cobrar tras la sentencia: “Muchas
veces no cubren para nada el coste del pleito, que puede haber durado años. No
contempla ni los gastos del cliente en su defensa, ni el tiempo, ni el
desgaste” .
El 15 – M se
apropió de una consigna existente que cantaba “lo llaman democracia y no lo
es”. Sin variar un ápice el sentido hoy podrían cantar “lo llaman democracia
liberal y sí lo es”, sin mentir en ningún caso.
[1] El
argumento es más largo pero no más complejo.
[2] Y
queda bien claro que se miran largo rato al espejo cada mañana.
[3] Jesús Escudero: “La barrera del ‘quien pierde paga’:
cada vez menos gente litiga contra la administración”, El Confidencial,
16/02/19. El resto de menciones proceden de aquí.
[4]
Cayo Lara, si mal no recuerdo, pero lo del liderazgo en Izquierda Unida
es más complicado que la medición de la costa bretona...
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