martes, 12 de marzo de 2019

EN EL REINO DE LA HISTORIETA


Dice el sabio que “Afortunadamente, se comienza a hablar cada vez más de la (injusta y falsa) leyenda negra hispanófoba que llevan fabricando propagandistas foráneos desde hace siglos. Pero se destacan mucho menos las “nuevas” leyendas negras (no menos falsas e injustas) que hemos creado (e interiorizado) nosotros solitos, y además recientemente[1]

La verdad es que el primer pensamiento fue dejarlo pasar. No es que este año esté especialmente vago sino que me desmoraliza la cantidad de sandeces que leo últimamente. Para dar cumplida satisfacción a todas debería dejar de trabajar y probablemente también de dormir. Pero aunque ya no practique, sigo siendo medievalista de oficio y de vocación y esta es demasiado gorda como para ignorarla. Lo bueno viene después, pero sólo por ser tiquismiquis (y a veces hay que serlo en nombre del rigor), la Leyenda Negra es un fenómeno que tiene una extensión en el espacio y una duración en un tiempo pasado, por lo que no tiene sentido decir que “llevan fabricando”. Lo que sea que haya hoy, es otra cosa[2].




La España inexistente
Así llama a su primera nueva leyenda negra no foránea y respeto sus negritas. De ella sólo me interesa una frase: “Da igual que a partir de Leovigildo los godos se integraran con la población hispano romana gobernando prácticamente toda la península”.
Los más viejos del lugar recordarán la lista de los reyes godos. Una recopilación de treinta y cinco nombres imposibles y con mucho de arbitraria que tantos niños del pasado tuvieron que aprender y recitar ante la mirada severa del maestro.  Una muestra de la forma absurda en que se escribía y transmitía la historia hasta no hace tanto tiempo. Me llama la atención que mencione a Leovigildo, el número diecisiete de la lista, y no al primero, Ataúlfo, que se casó con una romana, Gala Placidia, y que según la tradición escuchaba misa a cincuenta pasos de donde escribo esto. ¿Acaso puede haber un mejor ejemplo de integración goticorromana?
Como no lo justifica, no me queda más remedio que hacer un juicio de intenciones. Quizá sea porque si Leovigildo es español alguien podría decir que Ataúlfo es catalán, pero diría que más bien se inclina hacia otra tradición historiográfica tan rancia como la famosa lista. Mucho me temo que elige a Leovigildo porque es un rey de los importantes, aunque se cargase a su hijo por renegar del arrianismo y hacerse cristiano romano[3]. Estas clasificaciones de reyes aún existían en mis tiempos de la facultad, cuando los profesores llamaban Los Austrias Mayores a los botarates que dilapidaron los recursos disponibles y futuros en guerras estúpidas. Pero vayamos con la segunda neoleyenda negra autóctona, que es la que me interesa y por eso la copio entera.

La Reconquista que nunca existió
“Don Pelayo sería un mito franquista que nunca existió, y los españoles murieron y pelearon no contra fieros invasores sino contra ONGs culturales. Negar valor a la Reconquista conecta con la leyenda anterior: que había algo previo a la conquista que mereciera la pena recuperar. Da igual que se destaque unánimemente (desde Beda el Venerable a Edward Gibbon entre otros) la importancia de la batalla de Poitiers (732) para frenar el dominio árabe de Europa, mientras se menosprecia la de las Navas de Tolosa (1212) o la de Lepanto (1571), que en realidad fueron mucho más relevantes. Da igual que la tolerancia de la idealizada Al Ándalus sea cuestionable. Da igual que existieran integristas almorávides y almohades que quemaran bibliotecas. Da igual que desterraran a Averroes por heterodoxo. Da igual que haya habido pocos más crueles que Almanzor, quien destruyó y quemó varias ciudades, incluida Barcelona (985).
Difícilmente se daría una leyenda parecida si los árabes hubieran invadido 700 años Francia o Reino Unido”.

Lo que dice
Don Pelayo no es un mito franquista sino un mito medieval, del mismo modo que no se trata de negar valor a la Reconquista sino de negarla como concepto, pues se trata de otro mito medieval, pero sobre eso me extenderé después. Aquí sólo apuntaré que un mito no tiene por qué referirse a hechos imaginarios, puede basarse en hechos reales a los que se da una interpretación fabulosa, como es el caso. 

Tengo la impresión de que aquí Beda aparece como Pilatos en el Credo, pues murió apenas tres años después de la batalla de Poitiers. Quién sabe si el autor quiere indicar que en el siglo VIII ya existía una Leyenda Negra antiespañola pero a mí más bien me sugiere que si llegó a oídos de un monje de la entonces lejanísima Inglaterra poco después de lidiada es porque en toda Europa se debió de considerar un hecho muy importante[4]. Respecto a las batallas y su relevancia, como tampoco se explica en qué consiste, cada uno puede añadir o quitar la que quiera, pues sin argumentos se reduce a una cuestión de apreciación personal. Yo incluiría la derrota turca en el Sitio de Viena de 1683 porque según la leyenda nos trajo dos delicias, el café y lo que en el Sur de América llaman medialunas y nosotros cruasanes, seguramente por efecto de nuestros insidiosos enemigos, que no desaprovechan una oportunidad. Y puestos a añadir, la histórica toma del islote de Perejil con fuerte viento de Levante, como glosaba Federico Trillo. Al fin y al cabo, esa hasta la vi por televisión.
Y respecto a Almanzor, se ha quedado muy corto. No “destruyó y quemó varias ciudades” sino todas cuantas se le antojó[5]. De hecho, hay motivos poderosos para pensar que la batalla de Calatañazor donde “Almanzor perdió el atambor” fue un placebo que se suministraron los cristianos para superar el hecho de que jamás fueron capaces de derrotarle.
En cuanto a lo de que difícilmente se daría una leyenda parecida si los árabes hubieran invadido 700 años Francia o Reino Unido, pues hombre, a los británicos hace casi mil años que les invadieron los normandos y lo llevan medio bien. De hecho, el lema de su escudo está en francés.

Lo que no dice
Muchas cosas. Muchísimas. Me contentaré con dos.
Sí dice que “a partir de Leovigildo los godos” se habían integrado “con la población hispano romana gobernando prácticamente toda la península”. Pero se le olvida decir que lo mismo hicieron los árabes con los hispano godos. Como hoy soy partidario de correr riesgos, supondré que ha leído el Poema de Mio Cid[6]. ¿Qué carajo cree que eran los Banu Gómez que se mencionan en él? Claro que el poema es una fuente altamente sospechosa, no olvidemos que uno de los mejores amigos de Rodrigo es un moro...
Otra cosa que tampoco dice  es que “en Crónicas y diplomas hallamos efectivamente que muchas veces se da el nombre de España a la tierra peninsular ocupada por los moros”[7].
En este caso una y otra cosa (suponiendo conocimiento de ambas por su parte) vienen dadas por su definición de español. Definición, no hace falta decirlo, basada en consideraciones posteriores en más de un milenio a los hechos a los que se refiere[8]. Pero vayamos al grano...

La Reconquista: por qué no es re

En Covadonga pasó algo. Lo sabemos porque lo recogen las propias fuentes árabes. Cabe descartar la participación de la Virgen y que fuera una gran batalla pero ellos lo mencionan porque por primera vez desde que desembarcaron en la Península alguien les hace volver grupas y retirarse en desorden. Hasta entonces habían ido de victoria en victoria...
Hay un Don Pelayo, más bien un Pelayo entonces, que comanda una tropa que les hace recular. Una tropa no muy numerosa formada por cántabros, entendidos como parte de los pueblos que habitaban la ribera del Cantábrico, que quizá también pudieran ser llamados astures. En cualquier caso, poco más que el jefe de una pequeña comunidad de valle. Pero sucede que en aquel momento las comunidades de valle, una de las formas de organización social más primitiva de entre las existentes entonces, estaban especialmente dotadas para los tiempos que venían por varias razones, como su dedicación ganadera (es decir, una riqueza fácil de transportar) y otras que no viene al caso detallar.
Estas comunidades ya estaban en expansión antes de la invasión árabe y de hecho se enfrentaron al reino visigodo como pequeños poderes pujantes que querían expandir sus límites. Los godos lanzaban campañas regularmente contra los pueblos cántabros y rara vez volvían victoriosos.
Y aquellas comunidades primitivas que se encontraron ante una inesperada época de bonanza fueron sofisticándose al tiempo que crecían y hoy hablamos de un Reino de Asturias y después de un Reino de León y más tarde de Castilla... Y aunque el derecho civil medieval y también el eclesiástico refrendaban la legitimidad de la conquista y la obtención del botín, siempre es más propio que una bonita justificación acompañe a las meras acciones, como bien sabemos.
De modo que en cuanto se empezó a ver, aunque fuera de lejos, la posibilidad de llegar a Toledo, creció la necesidad de encontrar una bella justificación.
El reino ya tenía entonces sus intelectuales, ya se sabe que el poder atrae a los hombres más que la miel a las moscas. Había que embellecer el avance a cualquier precio y a ello se emplearon, armando lo que hoy llaman un relato.
No se rompieron mucho la cabeza. Ellos eran en su mayoría clérigos emigrados de las ciudades más importantes en poder del enemigo, señaladamente Toledo y Córdoba, y construyeron la leyenda a partir de su peripecia personal. Convirtieron a Pelayo en uno de ellos y le hicieron spatario de Don Rodrigo, el último rey godo. Uno de sus cargos de confianza que huye de la dominación mora y se acoge a un refugio seguro para lanzar desde ahí la contraofensiva, la Reconquista.
Salvo que sabemos que no era así. Que los antecesores del reino astur, como se les quiera llamar, no sólo no eran los herederos de los godos sino que cuando coexistían fueron sus enemigos. Que probablemente nunca llegaron a ver Toledo con sus ojos salvo que fueran capturados prisioneros. En cuyo caso tampoco lo hubieran contado, porque los godos no eran muy humanitarios que se diga[9].
Por eso no es Re. Porque quienes tomaron Toledo en el 1085 no tenían más de godos que la filiación que les habían fabricado sus clérigos.

La Reconquista: por qué no es conquista

Claudio Sánchez Albornoz era un historiador muy estimable y con una enorme vocación. En una época en la que no existía otro medio de reproducción que la copia a mano del original llegó a copiar miles de documentos con los que luego pudo trabajar durante casi cuarenta años en el exilio argentino. Porque don Claudio, católico practicante y conservador pero demócrata, fue consecuente con sus convicciones democráticas y fue fiel a la República, de la que llegó a ser presidente en el exilio[10].
El talón de Aquiles de don Claudio se llamaba Américo Castro, otro exiliado con el que mantuvo una enemistad épica de esas que llegan a ser tan enormes que nadie es capaz de decir a ciencia cierta cuándo y por qué empezó. Y como Castro era defensor de la idea de la España de las Tres Culturas don Claudio fue enrocándose en la idea de que la España medieval era la España cristiana que se había ido forjando en su lucha contra el Islam. Es disculpable, ambos eran viejos, llevaban mucho tiempo fuera y añoraban su patria y cada uno la pintaba de los colores que más le gustaban...
Viene esto a cuento de que a mediados de los sesenta Sánchez Albornoz publicó un libro que se titulaba Despoblación y repoblación del Valle del Duero. En él sostenía la tesis de que los cristianos habían creado un desierto estratégico del Duero a base de dejar vacía su cuenca, que es una extensión enorme si se cuentan los afluentes por ambos lados, para que sirviera de tapón frente a los posibles ataques islámicos. Exageraba pero no mentía. En el espacio regado por el Duero había población pero ni era demasiada ni daba lugar a núcleos especialmente importantes.
Así que el avance hacia el sur de los reinos cristianos del norte fue un paseo prácticamente hasta Toledo[11]. Aquí la palabra que tiene sentido no es Reconquista sino repoblación. Repoblación entendida no tanto como poblar un territorio vacío sino como ordenar y jerarquizar un territorio de núcleos pequeños sin articular entre ellos. Ese es el sentido del populavit que recogen las sucesivas crónicas.

Por acabar: el presentismo

El presentismo es la proyección hacia el pasado de ideas actuales que no tienen sentido para explicarlo. Está claro que este genio parte de la base que respaldaba don Claudio cuando estaba chocho, que España se identificaba con la cristiandad. A don Claudio debe perdonársele ese dislate final de su vida porque aportó mucho pero no sé si es el caso de este.
El pasado es el que es y no siempre se puede acomodar a nuestros moldes, por no decir casi nunca. En este caso el absurdo cae por su peso, no hay otro ejemplo histórico de un enemigo al que se haya tardado en derrotar ¡ochocientos años! Y bien sabéis los habituales que no soy amigo del Islam precisamente pero es que hay cosas que claman al cielo. Aunque no sé a cuál de todos...




[1] Alberto J. Gil Ibáñez: “Cuatro nuevas leyendas negras”, Vozpópuli, 09/03/19. Todos los comentarios que acompañaban al artículo en el momento que lo copié eran favorables.
[2] Apenas voy a dar referencias porque todo lo que escribiré es fácilmente comprobable. En este caso puede recurrir a Joseph Pérez, que no es precisamente un hispanófobo.
La tradición histórica española no ha tenido problemas para incorporar a ambos a su panteón particular. Como ejemplo, dan nombre a dos condecoraciones militares conocidas coloquialmente como la Hermenegilda y la Leovigilda. Los que tenemos una edad, aunque no tanta como para haber aprendido la lista de los reyes godos, recordamos a Las Hermanas Gilda dibujadas por Vázquez, que no se llamaban Herme y Leo por casualidad. 
[4] Dejaremos aparte el irritante dato de que lo fue. La derrota de Poitiers marca el límite de la expansión musulmana hacia el norte de Europa y así supieron percibirla sus contemporáneos, que no eran más tontos que nosotros.
[5] Con la excepción de Burgos, que había sido fundada con propósitos militares y por eso resistió. A cambio, en venganza, arrasó el monasterio de San Pedro de Cardeña. Los monjes de Cardeña llevaban un Cronicón donde apuntaban las noticias más importantes y cuando supieron de la muerte de Almanzor escribieron Almanzor sepulto in inferno.
[6] Nombre propuesto por el llorado Colin Smith, a mi entender más adecuado que el de Cantar.
[7] José Antonio Maravall: El concepto de España en la Edad Media. Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 1981 (3ª ed), p. 222. No hace falta decirlo, las crónicas y diplomas de los que habla están escritos en los reinos cristianos. Maravall tenía una gran honestidad intelectual. Estos testimonios a los que se refiere van en contra de la tesis que defiende en su libro. En lugar de ignorarlos, como hace hoy la mayoría, dedica veinte páginas a intentar conciliarlos con su discurso, siempre con las cartas boca arriba.
[8] Hace poco hubo un ejemplo grotesco de cómo el nacionalismo puede nublar el sentido hasta límites abyectos. Escuchar a la catalanada llamando fascista a Antonio Machado invitaba a perder la compostura pero a lo grande...
[9] Gregorio de Tours hablaba con ironía de la “enfermedad goda” (el morbo Gothorum) para referirse a la inveterada costumbre de los godos de matarse entre ellos. Podemos imaginar qué hacían con los enemigos...
[10] Su hijo Nicolás, que se fugó del Valle de los Caídos mientras cumplía condena, también tuvo el honor de que la basura catalanista le llamase fascista.
[11] Tanto los ejércitos musulmanes como los cristianos practicaban saqueos sobre las poblaciones del enemigo. La mayoría de las batallas de entonces tienen su origen ahí, en el choque de los que intentan robar con los que intentan evitarlo.

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