domingo, 17 de noviembre de 2019

PERSPECTIVAS


PERSPECTIVAS

Pese a que lo intento con fuerza, aún no he conseguido desintoxicarme de la adicción a la prensa digital, aunque voy progresando. Decía Henry David Thoreau que leer un periódico a la semana ya era demasiado y aunque estoy lejos de cumplir ese objetivo ideal, debo decir en mi descargo que me estoy convirtiendo en lector de titulares y rara vez estos llaman tanto mi atención como para que decida pinchar en el contenido.
Supongo que es una de las razones por las que este año no estoy subiendo textos con la cadencia acostumbrada. Normalmente lo que me incita a escribir es algo que leo en la prensa, así que en los últimos tiempos estoy desprovisto de estímulos. Sin embargo, esta vez no puedo pasarlo por alto por una razón, he leído un artículo y lo que parece su réplica. El problema es que la réplica se publicó dos días antes que el otro[1].

El discurso sensato
Un catedrático de economía jubilado escribe un artículo que en apariencia todo el mundo rubricaría. El antetítulo lo dice casi todo: “Mientras aquí nos debatimos entre dos nacionalismos, el catalán y el español, por esos mundos de Dios la competencia no ceja. Y vamos perdiendo oportunidades”.
Los nacionalismos español y catalán habrían centrado todo el debate público y, de resultas, las cuestiones verdaderamente importantes habrían quedado fuera.
Habla de los problemas del sector público, de las políticas sociales, de la educación (con el inevitable canto a la desatendida Formación Profesional), el paro juvenil, las infraestructuras o el capital tecnológico. Pero hay un aspecto que destaca sobre cualquier otro:

muy en particular, por la perentoria necesidad de mejora de la productividad. Porque en la recuperación 2014 – 2019, el crecimiento del PIB se ha basado en añadir empleo y más empleo, dejando para ‘ad calendas graecas’[2]el crecimiento del valor añadido por ocupado, única fórmula conocida de incremento del bienestar en el largo plazo. ¿Cómo podrían las políticas gubernamentales contribuir al aumento de la productividad? Básicamente, mejorando el volumen y la calidad de los factores productivos, tanto los de capital humano como los físicos y tecnológicos.

En fin, lo ya sabido, el problema es la baja productividad. Los españoles pasan muchas horas en la oficina. No faltan los chistes (prefieren estar en la oficina a estar en casa con su esposa/o) ni los regeneradores que pretenden arreglarlo todo a base de horarios escandinavos, cena a media tarde y a las diez en la cama...

La respuesta que antecede a la pregunta
Antes de entrar en materia hay que dejar claro un punto. El autor del segundoprimer artículo no es precisamente un aantianticapitalista. Es uno de los animadores de la ONG Financieros sin fronteras, que parece broma pero podéis comprobar que no lo es gastando medio minuto de vuestra vida en Google.
La primera sorpresa antes de llegar a donde quiero es un dato aislado: España exporta el 34% del PIB y resulta que en eso aventaja a Francia, Italia, Reino Unido, EEUU o China.
Nunca lo había leído. Desde luego, nunca hubiera apostado por España contra China o EEUU en volumen relativo de exportación.
En el segundo dato fuerte aprovecho para sacar pecho: la ralentización de la economía española es menor que la de Alemania, Italia, Canadá, Australia, Reino Unido, Japón o Francia. Ya escribí hace pocos meses que cuando mejor se comporta la economía española es cuando no hay gobierno. Y según añade el articulista, “tres cuartas partes de dicha desaceleración podrían estar explicadas por un fenómeno transitorio asociado al sector de automóviles”. Por si acaso, lo escribe con todas las letras: “La pregunta clave es si nos ralentizamos más o menos que otros países de nuestro entorno. La respuesta a esa cuestión es clara: menos”[3].
Y ahora llega el que más me ha sorprendido, porque nunca antes lo había leído: “Pues bien, muy pocos países de nuestro entorno pueden ofrecer una proposición de valor en la que la productividad por hora trabajada prácticamente dobla el coste laboral. Es el caso de España. Esta relación en Alemania y en Francia es de aproximadamente 1,2 veces (productividad frente a coste laboral), y en Italia 1,3 veces”.
Así que la productividad española prácticamente dobla como a los chorizos a la alemana, francesa o italiana. Por supuesto, sé muy bien de dónde nace esta proporción tan sorprendente. De que el coste laboral en España es bajo. En castellano, de que el salario de la mayoría es una mierda[4]. Esta mañana escribí en Google mileuristas y me remitía a artículos que hablaban de cinco millones de ellos, de que constituían la mitad de la población activa, de que su sueldo no se revisaría hasta los idus griegos... Una cuenta sencilla indica que si se aumentase un 50% hasta los 1.500 mensuales aún superaríamos en productividad a Alemania, Francia o Italia. Por no hablar de que a ese aumento se sumase la reducción paralela en otro 50% a tanto parásito como pulula por las esferas públicas o privadas. Entonces ya nos salíamos de la tabla...

Cuestión de opiniones
Vivimos en la era de Twitter. Si sometiéramos a público escrutinio ambos artículos quién sabe cuál ganaría... El oro pesa más que la mierda pero en Twitter y lugares así la balanza se gradúa con otros criterios, menos favorables al metal noble.
En este caso hay dos datos que apoyan al prepóstumoproprevio: Amazon anunció que iba a invertir dos mil millones de dólares en España (que se dice pronto) antes de saber el resultado de las elecciones y las bolsas no se han movido lo más mínimo ante un resultado electoral que para la ultracentroderecha es el caos bolivariano[5].

Sólo me queda una duda: la confianza de los inversores ¿no se deberá a que pensaban que no se iba a poder formar gobierno, lo que tira de la economía como si fuera la locomotora de un tren de alta velocidad?



[1] Pregunta obvia: ¿por qué no considero réplica al que se publicó segundo? Porque el segundo dice cosas que se repiten a menudo, con lo que vendría a ser un recordatorio de algo ya sabido, mientras el otro dice cosas que no acostumbro a leer. El más reciente en fecha pero más antiguo a mi parecer es Josep Oliver Alonso: “Euforias, depresiones y distracciones”, El Periódico, 13/11/19 y la réplica, Ignacio de la Torre: “Por qué los inversores extranjeros pasan de nuestras elecciones”, El Confidencial, 11/11/19.
[2] Los griegos no usaban el modo de fecha de los romanos basado en kalendas, idus y nonas. Por tanto, esperar a las calendas griegas es sinónimo de esperar eternamente. Obviamente, nuestro calendario deriva de esa palabra y la fórmula correcta sería ad kalendas graecas. Por no entrar en que en esa frase ad se traduciría por para...
[3] En esto deberían centrarse los imbéciles de los anarcoides en lugar de gastar sus escasas neuronas calibrando el grado de semejanza entre las fazañas de los niñatos CDR y los relatos míticos del tiempo de la Rosa de Fuego. Pero entonces ya no serían los imbéciles anarcoides, claro.
[4] Pensaba que ya lo había contado pero parece que no. O mis búsquedas son muy malas, que todo puede ser. (También tengo un montón de textos inacabados que nunca he subido). Poco antes de la crisis explicaba a un griego lo que significaba mileurista y me respondió que en Grecia la palabra exacta sería ochocientoseurista.
[5] Vivo en una ciudad que tuvo uno de los gobiernos “del cambio” y es de las poquísimas que ha repetido. La basurilla fachorrera apostaba (y apuesta) por el hundimiento seguro del turismo. No sé cuál va a ser el comportamiento del sector en general pero sí puedo adelantar que para los hoteles el 2019 va a ser el mejor año de lo que llevamos de siglo. Siglo en el que no ha habido año malo, pese a los deseos de muchos.





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