PERSPECTIVAS
Pese a que lo
intento con fuerza, aún no he conseguido desintoxicarme de la adicción a la
prensa digital, aunque voy progresando. Decía Henry David Thoreau que leer un
periódico a la semana ya era demasiado y aunque estoy lejos de cumplir ese
objetivo ideal, debo decir en mi descargo que me estoy convirtiendo en lector
de titulares y rara vez estos llaman tanto mi atención como para que decida
pinchar en el contenido.
Supongo que es
una de las razones por las que este año no estoy subiendo textos con la
cadencia acostumbrada. Normalmente lo que me incita a escribir es algo que leo
en la prensa, así que en los últimos tiempos estoy desprovisto de estímulos.
Sin embargo, esta vez no puedo pasarlo por alto por una razón, he leído un
artículo y lo que parece su réplica. El problema es que la réplica se publicó
dos días antes que el otro[1].
El discurso
sensato
Un catedrático
de economía jubilado escribe un artículo que en apariencia todo el mundo
rubricaría. El antetítulo lo dice casi todo: “Mientras aquí nos debatimos entre
dos nacionalismos, el catalán y el español, por esos mundos de Dios la
competencia no ceja. Y vamos perdiendo oportunidades”.
Los
nacionalismos español y catalán habrían centrado todo el debate público y, de
resultas, las cuestiones verdaderamente importantes habrían quedado fuera.
Habla de los
problemas del sector público, de las políticas sociales, de la educación (con
el inevitable canto a la desatendida Formación Profesional), el paro juvenil,
las infraestructuras o el capital tecnológico. Pero hay un aspecto que destaca
sobre cualquier otro:
muy en
particular, por la perentoria necesidad de mejora de la productividad.
Porque en la recuperación 2014 – 2019, el crecimiento del PIB se ha basado en
añadir empleo y más empleo, dejando para ‘ad calendas graecas’[2]el
crecimiento del valor añadido por ocupado, única fórmula conocida de incremento
del bienestar en el largo plazo. ¿Cómo podrían las políticas
gubernamentales contribuir al aumento de la productividad? Básicamente, mejorando
el volumen y la calidad de los factores productivos, tanto los de
capital humano como los físicos y tecnológicos.
En fin, lo ya
sabido, el problema es la baja productividad. Los españoles pasan muchas horas
en la oficina. No faltan los chistes (prefieren estar en la oficina a estar en
casa con su esposa/o) ni los regeneradores que pretenden arreglarlo todo a base
de horarios escandinavos, cena a media tarde y a las diez en la cama...
La respuesta que
antecede a la pregunta
Antes de entrar
en materia hay que dejar claro un punto. El autor del segundoprimer artículo no
es precisamente un aantianticapitalista. Es uno de los animadores de la ONG
Financieros sin fronteras, que parece broma pero podéis comprobar que no lo es
gastando medio minuto de vuestra vida en Google.
La primera
sorpresa antes de llegar a donde quiero es un dato aislado: España exporta el
34% del PIB y resulta que en eso aventaja a Francia, Italia, Reino Unido, EEUU
o China.
Nunca lo había
leído. Desde luego, nunca hubiera apostado por España contra China o EEUU en
volumen relativo de exportación.
En el segundo
dato fuerte aprovecho para sacar pecho: la ralentización de la economía
española es menor que la de Alemania, Italia, Canadá, Australia, Reino Unido,
Japón o Francia. Ya escribí hace pocos meses que cuando mejor se comporta la
economía española es cuando no hay gobierno. Y según añade el articulista,
“tres cuartas partes de dicha desaceleración podrían estar explicadas por un
fenómeno transitorio asociado al sector de automóviles”. Por si acaso, lo
escribe con todas las letras: “La pregunta clave es si nos ralentizamos más o
menos que otros países de nuestro entorno. La respuesta a esa cuestión es
clara: menos”[3].
Y ahora llega el
que más me ha sorprendido, porque nunca antes lo había leído: “Pues bien, muy
pocos países de nuestro entorno pueden ofrecer una proposición de valor en la
que la productividad por hora trabajada prácticamente dobla el coste laboral.
Es el caso de España. Esta relación en Alemania y en Francia es de aproximadamente
1,2 veces (productividad frente a coste laboral), y en Italia 1,3 veces”.
Así que la
productividad española prácticamente dobla como a los chorizos a la alemana,
francesa o italiana. Por supuesto, sé muy bien de dónde nace esta proporción
tan sorprendente. De que el coste laboral en España es bajo. En castellano, de
que el salario de la mayoría es una mierda[4].
Esta mañana escribí en Google mileuristas y me remitía a artículos que
hablaban de cinco millones de ellos, de que constituían la mitad de la población
activa, de que su sueldo no se revisaría hasta los idus griegos... Una cuenta
sencilla indica que si se aumentase un 50% hasta los 1.500 mensuales aún
superaríamos en productividad a Alemania, Francia o Italia. Por no hablar de
que a ese aumento se sumase la reducción paralela en otro 50% a tanto parásito
como pulula por las esferas públicas o privadas. Entonces ya nos salíamos de la
tabla...
Cuestión de
opiniones
Vivimos en la
era de Twitter. Si sometiéramos a público escrutinio ambos artículos quién sabe
cuál ganaría... El oro pesa más que la mierda pero en Twitter y lugares así la
balanza se gradúa con otros criterios, menos favorables al metal noble.
En este caso hay
dos datos que apoyan al prepóstumoproprevio: Amazon anunció que iba a invertir
dos mil millones de dólares en España (que se dice pronto) antes de saber el
resultado de las elecciones y las bolsas no se han movido lo más mínimo ante un
resultado electoral que para la ultracentroderecha es el caos bolivariano[5].
Sólo me queda
una duda: la confianza de los inversores ¿no se deberá a que pensaban que no se
iba a poder formar gobierno, lo que tira de la economía como si fuera la
locomotora de un tren de alta velocidad?
[1]
Pregunta obvia: ¿por qué no considero réplica al que se publicó segundo? Porque
el segundo dice cosas que se repiten a menudo, con lo que vendría a ser un
recordatorio de algo ya sabido, mientras el otro dice cosas que no acostumbro a
leer. El más reciente en fecha pero más antiguo a mi parecer es Josep Oliver
Alonso: “Euforias, depresiones y distracciones”, El Periódico, 13/11/19
y la réplica, Ignacio de la Torre: “Por qué los inversores extranjeros pasan de
nuestras elecciones”, El Confidencial, 11/11/19.
[2]
Los griegos no usaban el modo de fecha de los romanos basado en kalendas, idus
y nonas. Por tanto, esperar a las calendas griegas es sinónimo de esperar
eternamente. Obviamente, nuestro calendario deriva de esa palabra y la fórmula
correcta sería ad kalendas graecas. Por no entrar en que en esa frase ad
se traduciría por para...
[3] En
esto deberían centrarse los imbéciles de los anarcoides en lugar de gastar sus
escasas neuronas calibrando el grado de semejanza entre las fazañas de los
niñatos CDR y los relatos míticos del tiempo de la Rosa de Fuego. Pero entonces
ya no serían los imbéciles anarcoides, claro.
[4]
Pensaba que ya lo había contado pero parece que no. O mis búsquedas son muy
malas, que todo puede ser. (También tengo un montón de textos inacabados que
nunca he subido). Poco antes de la crisis explicaba a un griego lo que
significaba mileurista y me respondió que en Grecia la palabra exacta sería
ochocientoseurista.
[5]
Vivo en una ciudad que tuvo uno de los gobiernos “del cambio” y es de las
poquísimas que ha repetido. La basurilla fachorrera apostaba (y apuesta) por el
hundimiento seguro del turismo. No sé cuál va a ser el comportamiento del
sector en general pero sí puedo adelantar que para los hoteles el 2019 va a ser
el mejor año de lo que llevamos de siglo. Siglo en el que no ha habido año
malo, pese a los deseos de muchos.
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